Partida Rol por web

Cuando Ekon miró el reloj Aleister aprovechó la ocasión para sacar el suyo y comprobar que estaba en hora. Asintió a las palabras del viejo y no se preocupó de enviar un mensaje al chico. Siguió hasta el retrete. Cerró la puerta, se colocó el medallón con todas las precauciones y resopló -Aún queda casi una hora... -dijo mientras pulsaba uno de los grabados finamente labrados sobre la superficie del reloj para que las agujas empezaran a moverse con un ritmo cada vez más frenético. 

En el momento en que la canalización se estaba efectuando Aleister pudo comprobar los efectos del medallón. Jodeeeerrrr. bajó la tapa del inodoro y se tuvo que sentar porque los pies le daban calambrazos, el medallón se volvía frío y la cadena le daba descargas que galopaban hacia su cráneo y parecían querer abrirle la sesera como si fuera un melón. Tuvo que cerrar por un instante los ojos y apoyar la frente contra la puerta. Estaba sudando. Sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y se secó la frente húmeda. Joder con el medallón, es mejor que los ansiolíticos. 

Se levantó y abrió la puerta del baño. Se sentía diferente, con más confianza, con menos preocupaciones, como si fuera el doble de fuerte, ¡el triple! Tres veces grande. jajaja. Si había que vigilar a alguien o a algo, el mago ya estaba más que preparado para hacerlo. Ekon parecía estar despidiendo elegantemente a la señora Paxton. Aleister hizo un gesto mecánico para despedirla y se volvió a sentar entre los cojines, aunque esta vez se reclinó hacia atrás y se puso a mirarse la mano mientras movía los dedos con agilidad.

—No, Ekon. Ya has hecho bastante por hoy — sonrió dulcemente antes de intentar por dos veces levantarse del sofá, demasiado mullido.   Se tuvo que apoyar en la mesa para poder ponerse en pie  -​​​​​​ Puedes invitar al intruso a sentarse aquí, Ekon - ironizó mientras Aleister hacía acto de presencia, parecía lleno de confianza.  Se giró hacia el mago con el indescifrable gesto de una avezada jugadora de póquer.

-​​​​​​Nos vemos mañana, supongo, Aleister. -​​​​​​ ​​​​​se despidió con un débil gesto y comenzó a alejarse.  Se frenó en seco tras dos pasos y se giró algo encorvada -​​​​Puede que mi hijo esté saliendo con su ex-mujer, Stephanie.. o eso pareció ayer.  Sepa usted que para alejar a mis hijos de Los Ángeles.. quizá tenga que engañarlos de algún modo.

Aleister sonrió por la desfachatez de la irónica frase de Debbie y se dispuso a juntar sus manos por detrás de su nuca como si se dispusiera a echar una satisfactoria siesta por un trabajo bien hecho cuando la despertada le dedicó unas palabras de despedida. Asintió al hecho de que se verían al día siguiente y se reclinó un poco más sobre los cojines cuando escuchó el nombre de su... ¡NOOOO! Los ojos se le abrieron de par en par como si acabara de clavarse una estaca en el trasero. Se le escapó un bufido y de la misma inercia se levantó del asiento -¿Qué? - Abrió las manos como buscando en ellas una explicación y luego apuntó con el dedo acusador a Debbie -¿Era tu hijo el... imbécil trajeado... que estaba en la alfombra roja acompañando a Stephanie? -dijo con voz nasal y a medida que cerraba uno de los puños sintió como le picaban las yemas de los dedos, unos jirones de energía hormigueaban por debajo de su piel jugueteando entre los surcos de sus huellas dactilares, los cristales de las vitrinas empezaron a repicar y las tenues luces parpadearon un instante. Por un momento miró de reojo a Ekon y su gesto se fue relajando. En el pecho sentía el metal volviéndose frío como un témpano de hielo y taponando su corazón. Todo se fue calmando.

Se ajustó la chaqueta tirando de las solapas y recuperó la compostura -Bien, señora Paxton, entonces me parece que se le acaba de complicar la tarea de defender a su familia. ¿También va a meter un mechón de pelo de su nueva hijita en su cajita de juguete?... -Si hubiera un hechizo para magnificar el sarcasmo de una frase sin duda lo usó en ese momento -si quiere que esa alcohólica desaparezca de su vista no tiene más que decirle que soy su amigo y no volverá a verla. -Hizo una ligera inclinación de cabeza a Debbie que extrañamente en todo momento parecía no saber de nada y al instante siguiente parecía saber de todo -Nos vemos mañana, señora Paxton. Si es que no necesita mi ayuda antes... 

Debbie parpadeó tres o cuatro veces seguidas, su boca abierta congelada al inicio de un ácido comentario.  Sus párpados eran la única parte de su cuerpo que podía moverse mientras Aleister la señalaba, tan inmóvil como un pequeño roedor deslumbrado por las largas de un auto, su instinto le decía 'huye' pero no podía moverse.  

El momento pasó tan rápido como vino, sin que Debbie supiese qué había ocurrido exactamente.  Ahora que las palabras del mago le llegaron al fin, no pudo evitar ponerse a justificar de manera automática a su hijo aunque no entendiera qué demonios hacia con esa pelandusca de risa porcina.

—Lo de meter el mechón o no dependerá de la naturaleza de su relación. Dijo, algo indignada.  Poco a poco, sin embargo, volvió a ser ella misma, la inofensiva y sarcástica  viejecita de toda la vida. Tras su rostro cansado, esbozó una brevísima sonrisa

—Entonces ¿No acabaron bien? Eso es... interesante.  Le agradezco la información, Aleister, me será se gran ayuda.  Le llamaré si tengo problemas, no tenga la menor duda.
 

Debbie dejó el local, dejando el suave sonido de campanillas de viento sonando detrás de ella al cerrarse la puerta. Ekon se mantuvo en un silencio pacífico, sacando de uno de los cajones cercanos una pipa y colocando una hierba de color parduzco en su interior. -Si no te conociera, amigo Aleister, diría que tuvieras cuidado con lo que llevas ahora.- Le señaló con la pipa, fijando sus ojos negros en él sin parpadear por unos momentos. En momentos así era difícil saber cuando se trataba de un simple consejo de amigo o parte de algún augurio ominoso.

Con la pipa en la boca, Ekon se sumió en uno de sus habituales silencios que no parecían serle incómodos. Quedaría de parte de Aleister si acompañarlo en su silencio mientras esperaban la llegada de Maximus o cualquier cosa que pudiera alterar la calma del local, o quizás darle rienda suelta a la nueva energía que corría por sus venas.

Aleister siguió recostado tranquilamente sobre los cojines cuando Ekon despidió a Debbie y volvió con sus elementos para fumar. Ambos dejaron pasar un largo silencio entre ellos. No era para nada un silencio tenso. Muy al contrario, Ekon empezó a lanzar las primeras volutas de humo muy espeso llenando el aire. Aleister en el fondo estaba muy activo mentalmente y todavía disfrutaba con los retazos energéticos que le producían los efectos del medallón. 

Las palabras de Ekon fueron como sembrar una llama de miedo en el pecho del mago. Asintió levemente con la cabeza -De algo hay que morir, Ekon... al menos que sea sin dejar de sentir cosas -y se pasó la mano por el pecho notando sobre la camisa el metal frío.

Después de regalarle un poco más de silencio al africano se incorporó y juntó la punta de los dedos de las dos manos, flexionándolos levemente en un acto de reflexión -Ejemm a ver... tengo una idea para aprovechar que ahora mismo siento mis poderes canalizados. Si ayer te vigilaron es posible que hoy también lo hagan. Podrías salir a comprar algo, algo de comer o beber... Nos despedimos en la puerta y cada uno que se vaya hacia un lado. Importante es que me avisaras si sientes algo como ayer y yo podría aparecer en el lugar con mi capa de sombras e intentar localizarlo... mientras antes intentemos solucionar eso tanto mejor para ti y para mí...

Se volvió a reclinar sobre los cojines tranquilamente -Pero primero acaba sin prisas tu pipa... -Total, ya podía ponerse a tirar de él todo lo que quisiera que el viejo oráculo iba a seguir actuando en todo momento a su ritmo de caracol somnoliento. Se le notaba demasiado que nunca tenía prisa por ir a ningún lado.

El hombre no respondió de inmediato. Hubiera parecido que no había escuchado al mago mientras el humo seguía subiendo lentamente desde su pipa. Finalmente suspiró y se puso en pie.

-Muy bien. Digamos... ¿Una hora desde que salgamos hasta regresar?- Preguntó. El hombre fue apagando luces, deteniendo su mano en distintos puntos de la tienda sin razón aparente, y tomando su abrigo del perchero de la entrada, invitó a Aleister a salir. -Kwaheri, rafiki.- Se despidió, andando por la acera en dirección a la zona comercial cercana.

Una vez se despidieron en la puerta -Kwaheri, rafiki -Aleister marchó en dirección contraria pero con los sentidos bien abiertos en todo lo que pudiera hacerle sospechar. Al mismo tiempo le había dicho a Ekon que ante cualquier sensación extraña lo llamara inmediatamente al teléfono para saber donde y como estaba. No obstante en cuanto caminó dos calles más giró en el siguiente callejón y se encaminó en dirección al mercado de Chinatown, donde Ekon solía hacer sus compras diarias. 

Quedaron en verse, aunque no acercarse, en la calle Olvera, la más antigua de la ciudad junto a unos puestos de comida que el africano frecuentaba. Lo siguió pero no fue capaz de ver nada anómalo a su alrededor, tampoco era consciente si el propio Ekon estaba sintiendo algo ya que parecía caminar tan tranquilo como siempre. Maldita sea mi suerte. Si pudiéramos solventar este tema lo antes posible... ¿Qué puede haber hecho el viejo para que le sigan... tantas cosas se podía imaginar que ni siquiera hacía conjeturas.

Justo cuando Ekon terminaba sus compras para volver Aleister se adelantó a sus pasos y antes de que Ekon enfrentara la última calle hacia su tienda el mago se resguardó en un callejón y empezó a girar su bastón atrayendo hasta él todas las sombras que se arremolinaron alrededor haciéndolo completamente invisible. Ataviado con la capa de sombras Aleister se apostó frente a la puerta de la tienda, mirando a un lado y a otro al tiempo que el anciano movía las llaves en su mano para buscar la que abría la cerradura de su tienda. Aleister, desde su escondite privilegiado y en total concentración vigilaba la más mínima perturbación en la fuerza que rodeaba al Oráculo. Si lo estaban vigilando seguro que en aquel momento era imposible que no tuviera unos ojos puestos sobre él... 

Fue sólo un momento. De hecho, Aleister tenía seguro que de no haber estado buscándolo específicamente. Un par de ojos humanos, refulgentes como los de un gato al ser iluminados por una lámpara, parecieron parpadear desde el muro contrario a donde estaba la puerta trasera a la tienda. De inmediato, Ekon se llevó la mano a la nuca y se giró, pero ya no había nada allí.

Un susurro llegó hasta los oídos del mago, en una voz suave, desconocida, al tiempo que sentía frío en donde el talismán de la luna se encontraba apoyado.

Is e eòlas cumhachd.
Is e cumhachd sìorraidheachd.
Tha sìorraidheachd diadhachd.
Fàilte Aleister King.

Si un mago carecía de intuición mejor que se metiera a cocinero. Aleister esperaba el paso de Ekon ya preparado. Entre los dedos caracoleaba el aire que había prensado con baja presión como si de una bola de nieve se tratara usando su poder de Elementalismo. Notaba el frío hormigueando por todo el brazo. Cuando esos ojos aparecieron de la nada no dudó un solo segundo y empezó a correr amparado en las sombras que aún lo envolvían. Sentía sus ojos más agudos que los de un gato, el oído le permitía escuchar sus rápidas pisadas como si de bombas se trataran y un amargo regusto en el paladar le recordaba aún el sabor del té que le ofreció Ekon.

Pero estaba fresco, asombrosamente fresco mientras corría a la espalda de Ekon que se echaba una mano a la parte posterior de la cabeza como si la mirada se le estuviera clavando en la nuca. Ekon lo había sentido, otra vez. Pero Aleister lo había visto, lo estaba viendo y al tiempo que desaparecía y Ekon entraba por la puerta Aleister lanzó el brazo como el que chasquea un látigo y dejó escapar el aire condensado en un chorro de aire que movió todas las hojas del suelo que encontró a su paso para terminar estrellándose rabiosamente contra la pared de ladrillo.

Fuera lo que fuera aquello ya no estaba allí y si estaba no había sido golpeado. No obstante Aleister aprovechando sus últimos segundos de sombras se escurrió por el resquicio de la puerta que Ekon no se había molestado en cerrar. Probablemente, como todo lo que hacía el viejo, lo había hecho porque sabía que iba a ser así. El mago cerró de un portazo y gritó enfurecido -Jooooderrrr, ¡Lo has sentido! Qué diablos era eso. Solo vi sus ojos... -Se quedó un instante ordenando sus pensamientos. Quizás Lana, que tenía más mundo que él, le pudiera decir mejor que clase de bicho podía ser aquello...

Fue entonces, y solo entonces, en el momento en que las sombras que le hacían de capa se desprendieron de su cuerpo buscando los rincones más oscuros de la tienda y su mano volvió a tomar el color normal de la piel cuando escuchó aquellas palabras que parecían planear sobre su cabeza... sintió la cabeza un poco más alta y como envuelta en nubes pero se llevó la mano al pecho y sintió el corazón latir más pesado...

Aleister había intentado atacar a lo que fuera que hubiera aparecido en ese momento, aún ha sabiendas de que era un gesto prácticamente fútil. Por lo que le tomó por sorpresa ver como algo se desprendía de la pared; lo cogió sin apenas verlo y se internó en la tienda. Ekon no mostró sorpresa al escuchar la voz de su amigo provenir del interior de la tienda, a pesar de la forma en que el mago se expresaba. -Así pues, viste algo que yo no pude ver. Una novedad sin duda, amigo mío.- Dijo a modo de confirmación y sentido del humor.

El mago sintió en la palma de su mano un ardor, y al abrirla pudo ver lo que había en ella: una escama de color verde agua. La textura era rugosa, y no tardó en darse cuenta que también era venenosa, pues la zona de su mano que la había tocado empezó a enrojecer.

King sacó el pañuelo que asomaba del bolsillo de su chaqueta y envolvió la escama con él antes de enseñárselo a Ekon. La mano dolía como si la hubiera metido en un horno. La sacudió para que el aire la refrescara y frunció el ceño -Una escama verde agua... ojos refulgentes... piel transparente... ¿Qué te parece? O es un camaleón de cien kilos... un vampiro, o condenado, muy evolucionado... o... Se resistió a decir que era un dragón. Los dragones eran muy peligrosos. Demasiado peligrosos. Ni siquiera el talismán de luna valía la pena si para ganarlo debía pelear contra un dragón.

De todas formas tenía que consultar alguno de sus bestiarios de la biblioteca, para profundizar en que tipo de escama era, Aunque eso podía hacerlo a última hora, antes de dormir ¿Habrá vuelto Julie al estudio? Se le escapó un leve pensamiento. Primero pasaría por casa de Debbie para hablar con Tara. El mensaje de Wassa le tenía intrigado. Y de aquella manera podrían poner en común ideas para la excursión de mañana.

Levantó la vista a Ekon abrió mucho los ojos en un gesto de sorpresa y respondió con tono afable -Cuídate viejo amigo,  infórmame de cualquier cosa sobre el tema, tendré un ojo puesto en lo tuyo... -Tomó su bastón de serpiente y avanzó por la puerta de la trastienda para no volver a salir por la principal, no fuera a aparecer aquella presencia de nuevo mosqueada por la caricia del mago. 

Escena Cerrada