Partida Rol por web

Tara le hizo un gesto al chulazo de Mateo y se dejó guiar más feliz que un regaliz por pulpo-Rowan entre el gentío hasta las mesas en forma de hongo. Estaba disfrutando de lo lindo con las vistas, el ambientillo y la música, eso se notaba aunque no dijera nada por su imborrable sonrisilla y sus despiertos ojos. A quién podía importarle haber estado a punto de morir escaso tiempo atrás si ahora estaba en aquella pedazo de fiesta, claro que no podría arrancarse mucho a bailar y eso era un inconveniente, pero por el resto no podía quejarse.

Se acomodó en el asiento saludando al personal con una sonrisa ancha y un guiño coqueto, observándolos con curiosidad.

— Pavo, tú me suenas —soltó nada más sentarse, señalando al hombre mientras se repantingaba en el sillón y Rowan se lo presentaba—. Andrew Paxt... —Cayó entonces en la cuenta y se inclinó de golpe hacia adelante con una risotada.— ¡No me jodas primo! ¡Coño claro que me sonabas! Si he visto tu foto un millón de veces en casa de Debbie... El mundo es un moco y somos los pañuelos. O algo así era.

Soltó una pequeña carcajada y se giró, inclinándose para atender los reclamos de Rowan, asintiendo.

— Ah, sí... ¡Lo prometido es deuda! Acuérdate que me debes curro. ¿Quieres ver un truco de magia? Lo he aprendido del mejor viejo de la tv, mira, atento —comenzó a decir con la energía que solo podía tener un hada de su calibre envuelta en aquel panorama festivo—. Nada por aquí, nada por allá... ¡Abracadabra pata de cabra! ¡¡¡TACHÁN!!!

Después de varios aspavientos se sacó de dentro de la chaquetilla la bolsita del "encargo" con una carcajada y se la tendió al anfitrión, mirando después a Mateo curiosa de a ver qué le contestaba. Ojalá le dijera que sí, qué risas.

Entre más avanzaba por ese lugar, más alucinaba con que aquello estuviera en medio de un descampado decorado con setas gigantes y luces de colores. Lo único que tenía sentido en esa extraña y colorida fiesta era que fuera precisamente un hada la culpable de llevarlo ahí.

No miró demasiado a la pareja cercana mientras se acercaban. Quizás les habría prestado más atención si no fuera porque los colmillos relucientes de un vampiro lo habían distraído, y la música fuerte no le dejaba repartir demasiado sus sentidos (lo que, por lo demás, no le gustaba nada). Y si bien apreció el interés de DJ Fangs, no pudo sino alzar una ceja suspicaz. No se sentía muy inclinado a creer que la criatura tenía hábitos vegetarianos, y no pretendía averiguarlo esa noche.

Quizás en otra ocasión podría tomar ese riesgo.

Fue una mano extendida hacia él lo que lo hizo devolver su mirada a quienes ahí se reunían. La apretó con firmeza, presentándose por nombre a Andrew y Stephanie, mientras les sonreía por educación con la comisura de los labios. Le intrigaba un poco saber qué miraba la mujer, pero pronto resolvió que de seguro solo estaba disfrutando la fiesta y absorbiendo todo lo que había en el huracán de colores y sonidos en el que se encontraban. La alerta constante a veces lo hacía pecar de paranoico.

No habría pensado nada del apellido del representante legal si no fuera porque Tara lo reconoció. El chico aquel debía estar orgulloso de tener una abuela de armas tomar... literalmente.

—Claro, ¿por qué no? —contestó con una sonrisa ladeada a Rowan, apoyando ambos codos en el respaldo del hongo gigante que hacía de sofá —Puedo ser un actor hoy —Le guiñó un ojo. Se dio cuenta tarde de que quizás eso lo hacía quedar como escort masculino, pero tampoco le importaba demasiado. Desde luego era mejor eso que llegar anunciando que era un cazador.

Un sorprendido Andrew se quedó mirando a Tara, tardando un poco en conectar la posible relación entre la hada de piel oscura y su madre. No llegó a preguntar nada, sin embargo, pues cuando ya se dirigía hacia ella la mujer pelirroja a su lado le susurró algo al oído, atrapando la atención del abogado una vez más. Con una sonrisa, se volvió de nuevo hacia el resto mientras la pareja se ponía de pie. -Ha sido un placer.- Dijo en rápida despedida, y pronto la pareja quedó fuera de la vista de los recién llegados.

Rowan parecía un niño expectante mientras la hada hace sus "pases magicos", y aplaudió infantilmente antes de tomar la bolsita. Metió el meñique y al sacarlo una diminuta línea rosa pintaba su uña, que se llevó a la lengua unos segundos. Con gesto de satisfacción, el hada se recostó al sofá y abrió los ojos con deleite. -Mierda de la buena, como siempre.- Ofreció la bolsita entonces a Tara y Mateo. -No olvido nuestro trato, preciosa. Pero no te hagas tan difícil de localizar. ¿Donde paras ahora, por si no te logro encontrar por el móvil?-

Trajeron la hamburguesa para Tara, y la bebida de Nicky la dejaron frente a Mateo, al mismo tiempo que el joven cazador sentía vibrar su teléfono con un nuevo mensaje. -No sé si hoy necesite un actor, pero si los rumores son ciertos...- Bajó la voz de nuevo. -¿Recuerdas a Trevor, el hermano de Talía?- Talía era la Reina de Verano, y Trevor un actor reconocido dentro del medio. -Pues se dice que está recuperándose de una paliza que recibió anoche en un callejón. Si eso es cierto, no podrá estar en la película: esta semana empieza el rodaje y no se puede retrasar más la producción.-

La música continuaba cada vez con más ritmo, y el ambiente se iba haciendo cada vez más distendido, como si la euforia y adrenalina fuera contagiosa, mágica. ¿Era parte del efecto hipnótico del DJ? ¿Era la droga que podía afectar con solo su cercanía? ¿Era magia? Difícil de asegurar, pero lo cierto fue que antes de darse cuenta, tanto Tara como Mateo se sentían tan relajados que, en realidad, nada más importaba por el resto de la noche.

Se despidió del hijo de la señora Pax y su pareja con un gesto llevándose los dedos a la frente mientras chasqueaba su lengua. A partir de ahí se centró en el colega Rowan y rio al comprobar que daba el visto bueno a la mercancía.

— Claro que sí, yo siempre comercio con lo mejor, primo —se repantingó en el sofá rechazando vagamente con la mano por el momento darse un chute, en teoría lo había dejado—. Possss... A ver voy a estar frecuentando lo de Princess, tengo un pequeño curro, pero también estaré atenta a mi móvil, jurao —aunque con Tara nunca se sabía, ella creía que sería así—. ¡Buah dabuten mi hamburguesa! Me muero de hambre.

Se puso a dar buena cuenta de la hamburguesa mientras se inclinaba hacia Rowan para escuchar aquello que decía y asentía a su pregunta.

— Eso no mola colega... —Comentó, entre seria y preocupada, un gesto que no se le solía ver.— Me parece que hay alguien por ahí que nos la tiene jurada a las hadas... Pero ahora no es momento de eso, no vayamos a enturbiar al primo Fangs, ¿no? ¡Es fiesta compadre! Venga pásame un poco de polvo de hadas, que una noche es una noche...

Según las palabras posteriores de Tara, la fiesta había estado "de puta madre", aunque en realidad, después de zamparse la hamburguesa, unos tiros de polvo de hadas, alguna copa tal vez... La cosa es que al día siguiente no se acordaba "de una puta mierda". Sin embargo para Tara, eso era señal suficiente de que la fiesta había sido disfrutona, lo último que recordaba era jalear al DJ sobre los hombros de alguien y nada más. Ni siquiera se acordaba de cómo había llegado a la caravana, ni si había llegado con alguien ya que eso no era nada raro en Villa Tara.

Mateo negó con la cabeza a la bolsita que le ofrecían. El móvil lo distrajo casi enseguida después de eso. Mientras ellos hablaban de lo suyo, el cazador revisó sus mensajes. Frunció el ceño y exhaló antes de teclear una respuesta rápida y volver a guardarse el aparato en el bolsillo.

—¿Eh? —preguntó, desconcertado por un instante. A medida que el hombre hablaba, apartó otros pensamientos y se concentró en la situación entre manos —Ah, claro. Si al final necesitas a alguien, dile dónde, cuándo y cuánto a Tara, y ella me lo hace llegar —Le guiñó un ojo.

A ver, un dinerillo de vez en cuando le venía bien. Ser cazador no pagaba mucho, menos cuando no cobraba por lo que hacía. Además, ¿qué tan difícil podía ser fingir ser alguien más por unas horas? No iba a negarse a un trabajo caído del cielo. Al menos no mientras no tuviera que ir a una audición para conseguirlo. Y quien sabe, quizás le vendría bien echarle una mano a las hadas.

Luego de esa conversación, la noche había empezado a distorsionarse un poco. Al principio, Mateo sentía que lo tenía todo bajo control. Se bebió el trago de Nicky mientras hablaban, mandó algunos mensajes más e intentó cumplir con su palabra echándole un ojo a Tara. Lo que, con lo inquieta que era, no resultaba muy sencillo.

También había algún obstáculo más. Mateo tenía un compromiso fuera de ahí esa noche, así que tuvo que tirar de favores para conseguirle refugio seguro a Sway hasta que pudiera regresar. E incluso entonces, sobrio, sabía que eso no sería pronto. Era capaz de muchas cosas, pero no de convencer a un hada drogada de dejar una fiesta. Además, aunque no lo admitiera, él también comenzaba a contagiarse del ambiente del lugar.

Poco a poco, la noche se le convirtió en borrones. No estaba muy seguro si en algún punto había cedido a las invitaciones de polvo de hada, si era el puto vampiro o qué, pero de pronto ese espacio abierto se convirtió en un remolino de colores donde solo tenía cabida baile y celebración. No recordaba haber bailado tanto, o con tanta libertad, en su vida. Tampoco es que el cazador fuera mucho de fiesta, incluso antes de seguir su oficio, así que no tenía nada de práctica en aguantarlas.

En medio de la euforia y las risas, mientras el hada jaleaba al DJ sobre sus hombros, recordó lo que le había pedido Nicky. Tenía que proteger a Tara de lo que fuera, y esa noche tenía pinta de que acabaría en algún lío complicado. Así que, con la casi nula lucidez que le quedaba, y aferrándose a ella para cumplir esa única misión de inmediato, decidió sacarla de ahí. Y lo hizo como podía en ese momento: la bajó de él, le dijo que era hora de marcharse, se la echó al hombro sin esperar respuesta y se la llevó de ahí antes de que cualquiera de los dos se metiera en algún lío. La cargó hasta la camioneta, eso sí lo recordaba. Y luego se fueron escuchando música a la dirección que ella le dio, mientras se echaban unas risas.

Desde ahí, ya no recordaba nada más. Ni siquiera recordaba llegar a cual fuera ese lugar, o salir de la camioneta, lo que no dejaría de reprocharse durante unos cuantos días. Sin embargo, lo que importaba en el preciso momento en que abría los ojos, era que no tenía idea de dónde estaba. No sabía por qué estaba ahí, o por qué estaba en ropa interior.

Respiró profundo, se refregó los ojos y se giró... para encontrarse con una silueta dándole la espalda. Una silueta que le resultaba bastante familiar.

Mierda, ¿esa era Tara?