Al ver que nadie prestó atención a mi comentario, sentí un poco de vergüenza, bueno tampoco estaba acostumbrado a que me prestaran demasiada atención, así que decidí ponerme manos a la obra con el montaje de mi tienda. Busqué un sitio llano para acomodar mi tienda, la extendí, clavé las estacas, acomodé las amarras, levanté mi tienda y la aseguré contra uno de los muros cercanos, para que estuviera un poco protegida del viento si fuera muy fuerte.
busqué algo de leña seca en los alrededores y entre los escombros...esto parece un santuario de muñecas muertas..dije al ver tantas de ellas esparcidas, maltrechas y cenizas en medio de todo y convertidas en nada.
Mientras terminaba mi acomodación, fuimos interrumpidos por nuestra hermosa guía, que nos llamaba a comenzar nuestra expedición antes de que terminara de oscurecer.
Uno a uno, fuimos descendiendo por las viejas escaleras roídas e inestables por el paso del tiempo -todo envejece...no?- mientras va mi turno bajando por el pedazo de metal, recomido por el paso de los años.
Todos estábamos en lo que, supongo, fuera la planta baja. Comenzamos a caminar por los túneles, después de todo era el camino mas despejado, pero las puertas que encontramos en principio estaban cerradas y aseguradas; de pronto una de ellas cedió y pudimos acceder a lo que podríamos ver en su interior. A todos nos sorprendió ver una figura humana tirada en el suelo y cubierta con una sábana empolvada, eso inferí al mirar a mis compañeros de viaje que a suponer por su expresión, se encontraban tan consternados como yo.
Todo transcurrió con normalidad por un momento, después que Krysta levantara el cobertor y una nube de polvo nublara el panorama, pero solo duró eso (un momento)...
Un peso enorme vino sobre mí y obligó a que me hincara , el ruido ensordecedor tenía mis oídos y cabeza a punto de reventar. algo se había despertado y/o disgustado por nuestra presencia. De repente todo se detuvo y estábamos todos en la misma posición, excepto nuestra guía que yacía al lado de la muñeca que nos había lanzado su mirada infernal antes de todo lo sucedido. Apenas puedo moverme después de la experiencia vivida, pero el cámara ha podido sobreponerse antes que todos y se acerca a ella para atenderle si lo necesita. trato de ponerme en pié pero aun el cuerpo me pesa y solo logro apoyar mi brazo en la pierna que he podido acomodar ya a modo de apoyo para tratar de levantarme.
Que ha sido todo esto?...
Cuando el campamento estuvo listo, Sam observó el resultado del trabajo que ella y Soph habían realizado, satisfecha, y le pasó un brazo por los hombros, dedicándole una sonrisa antes de que la guía de la excursión avisase para ir a visitar las ruinas.
Ésto sorprendió a Sam, que también había dado por hecho que aquello lo harían de día, con algo más de luz, pero si era de noche, el asunto se volvía un poco más tétrico. Lo cual era bueno, sin lugar a dudas. Miró a Soph con un brillo de entusiasmo, y se abrochó bien el anorak azul que llevaba puesto antes de decir un- Mola...-y dirigirse, junto a su compañera, hacia la entrada de los túneles.
La siguió, sin perderla de vista, mirando hacia un lado y otro, fascinada- Vaya, estamos aquí de verdad. Parece todo tan real...-dijo, justo antes de que llegasen al punto en el que se encontraba aquel bulto tapado por una manta vieja.
Sam se mantuvo expectante, un poco asustada, pero no demasiado, hasta que se reveló que había sobre la manta. Entonces todo comenzó a temblar, y la ansiedad se apoderó de ella. Se quedó totalmente en blanco, mientras jadeaba, buscando el aire, desesperada, inconsciente de la presencia de Soph a su lado, de su mano buscándola en la oscuridad.
Sentía que el pecho iba a estallarle en mil pedazos. Que iba a morirse. O algo peor. Pero de pronto, todo terminó.
Parpadeó, aterrada como nunca solía estarlo, y encontró los ojos de Soph en su sondeo desesperado. Se abrazó a ella, temblando- Soph...-susurró, tomando su rostro con las manos- No me dejes, Soph. Prométemelo.-le rogó, acercando finalmente sus labios para besarla, con ansiedad, apretándola contra su cuerpo para poder sentirla cerca.
Al llegar al bloque de nombres y las ruinas, Phil apoya sus bultos en el suelo… ¿Un monumento? ¿No había sido un suicidio colectivo, rollo sectario? El hombrecillo estaba muy fuera, visto lo visto. Sin acercarse mucho, ojea algunos de los nombres alzando una ceja. Desde luego… escalofriante.
Había podido ver muñecas, como todos y por todas partes. O más bien… lo que habían sido las muñecas de aquel viejo hotel fantasma. No sabía si bonitas o no, pero el cenizoso aspecto actual era bastante escalofriante… como la reputada muñeca de contenedor de basura sin un ojo. ¿Quién demonios querría llevárselas? Además, no había una entera.
El montar su tienda no supuso un reto demasiado duro para Phil, con su labio inferior rebasando el superior, se puso manos a la obra. De vez en cuando se fijaba en el resto de reojo, llamando su atención el tipo latino de inconfundible acento, ojos pequeños y metidos. También era fácilmente retratable.
Y continuando, consiguió que su carpa quedara lo suficientemente firme como para que no se la tumbara un soplo de viento (al menos) – Bah, esto está de lujo… - se autoengaña asintiendo, acomoda su saco y mete su maleta en el interior para terminar.
Mas tarde, tras ojear en solitario los alredores, empezó a caer la tarde y llegaría la primera visita guiada a las ruinas, primera incursion. Phil lo esperaba con ciertas ansias, además de lo que pudiera contarles la Krysta, a su alrededor parecía haber gente especializada en distintas ramas de investigación. Algo que antojaba la situación doblemente interesante para Phil, inclusive aguantándose las ganas, por timidez, de preguntar detalles de temas conocidos como la ciudad de Catania, Chernobil, o mismo Connecticut. O si las neveras podrían ser portales hacia otros mundos como en alguna vieja peliculilla.
Bajó por las escaleras entonces, siguió en grupo y tras los guías por aquel túnel que escogerían para recorrer. Ha… camarógrafo, estaba claro que tendria que ver con camaras. Durante el camino, este canadiense iba con cara de conejo asustado, y aunque realmente no lo estuviese de inicio, acabaría estándolo. La muñeca que ocultaba la sabana tras un mano de polvo le provocaría unas malas sensaciones indescriptibles.
De un momento a otro, Phil se vio de rodillas, con los ojos vidriosos tras haber escuchado múltiples voces cruzadas que parecían querer romperle los tímpanos, no entendía muy bien lo que había pasado en ese oportuno tembleque que había azotado el ambiente en todos los sentidos. Cuando el hombre se levanta, algo asustado y con autentica cara de poker, no sabe que 2 palabras juntar, o que hacer… aunque si que pensar, y pensaba preguntándose si habrían aguantado aquellas viejas escaleras...
Agradeció con una sonrisa la amable oferta de Katia de llevarle la carpa y saco de dormir, y dado que no era un pulpo ni un mutante y solo poseía dos manos para cargar con las cosas, se las entregó. Sus impresiones en cuanto a los nervios de la niña se los reservó, aunque parecían divertirle tanto como en un principio. No entendía la fascinación de la chiquilla con él, aunque no se quejaría de su buen gusto. Sinceramente, si la chica tuviese al menos un par de años más respondería más receptivamente a sus múltiples encantos, pero ahora no podía sino verla y compararla con su propia hermana a la edad en que la conoció.
Dejó las maletas de la niña dónde ella puso la tienda para empezar a armarla – No dude en buscarme si necesitas algo más, señorita Kutznetsova. – dijo tras dejar el equipaje, para luego retirarse hacia dónde Andrea había tirado sus cosas. Para variar, él tendría que ocuparse de ser el previsor de los dos, pero esta vez no tenía intención de facilitarle las cosas más allá de darle la oportunidad de ir a su tienda si resultaba no armar la propia nunca, en represalia por desobedecerlo y seguir al imbécil del drogata para hacer lo único que el inútil sabía hacer, probablemente. Así que, diligentemente, armo la tienda que le correspondía a él siguiendo el manual de instrucciones adherido en el costado de la bolsa, y estiró su saco de dormir dentro, transformando prontamente aquella caverna de plástico en su nuevo hogar al organizar las cosas de su equipaje de manera apropiada dentro de ella.
Llegado el momento de seguir la “fantástica aventura”, se puso frente a Andrea para bajar las poco confiable escaleras, de tal manera que si alguien se caía frente a él, porque él no sería el primero en bajar, pudiese detener a la loca antes de que solo saltara el peldaño y terminara atravesando el siguiente y matándose. Obviamente, en cuanto estuvieron cerca, sintió el fuerte olor que despedía de su pequeña distracción. Negó con la cabeza, decepcionado. Ni cinco minutos llevaban ahí.
Siguió el camino que todos siguieron, desinteresado por la ambientación hasta que se encontraron en una sala llena de muebles. Por supuesto, eso no fue lo que le llamó la atención. Había tenido su buena dosis de antigüedades invaluables a lo largo de su vida, así que una más no le sorprendería. Sin embargo, la forma de figura humana en el suelo era suficiente para llamar su atención.
La observó distante, pensando si debía quitar la sábana. Por otra parte, para algo tenían sirvientes con ellos, así que bien podrían hacer su trabajo y evitarle tener que ensuciarse las manos con polvo previo a la colonización de América. Como si le leyeran la mente, Krysta obedeció a sus instintos evolutivos de servidumbre y atendió a quienes debía cuidar, descubriendo una muñeca de tamaño humano. Mientras el polvo volaba, el cubría su boca con el puño para toser, incapaz de advertirle a la estúpida guía que no debía tocar algo que podía estar repleto de esporas venenosas de cualquier tipo.
Sin embargo, el resultado de su estúpidez fue mucho más inocuo. La muñeca se movió, fijando la mirada en ellos. Probablemente producto de cámaras y sensores bien utilizados. Una sonrisa iba a comenzar a dibujarse en su rostro cuando el temblor empezó, una coincidencia muy favorable para el efecto dramático de la presentación. Pero teniendo en cuenta la inestabilidad de la estructura, temió que aquello significara un problema grave, impidiéndole disfrutar del espectáculo. La chica epiléptica le dio su toque al asunto. Pero los efectos de sonido a un nivel dañino fueron un demasiado lejos. Quizás sus conocimientos de arquitectura pudieran ser equívocos, pero sus sensibles oídos y el dolor que sentía no lo eran jamás. Buscó a Andrea, pero su mirada encontró distracciones que le impidieron encontrarla, perdiéndose aún sin moverse.
Pronto se encontró de rodillas, gritando fuertemente mientras se tapaba los oídos, tratando de cubrir las voces y los sonidos agudos. Contrarrestar de alguna manera con su voz grave. Pero sería imposible que fuera suficiente, lo que aumentaba la desesperación en el pianista. Probablemente eso fue lo que hizo que, hasta un segundo después que todo terminara, siguiera atrapado en aquel grito lleno de rabia, sin darse cuenta de que había acabado el origen de su perturbación. Abrió los ojos al sentir las manos de Andrea en su cara, guardando repentino silencio al darse cuenta de la normalidad restablecida. La abrazó fuertemente por la cintura, pegándola a él, aliviado de que estuviera a salvo. En el fondo, sabía que aunque él sintiera que debía protegerla, ella no lo necesitaba.
Tras un breve momento aferrándose a ella con la intensidad propia de un abrazo que podría haber durado horas, se levantó suavemente, ayudándola a pararse y buscando su frente para besarla. – No te separes… - rogó en voz suave y cariñosa, de carácter mucho menos imponente de lo habitual.
Cuando Mike terminó de ver el monolito se dirigió a su macuto y comenzó a montar su tienda de campaña. La verdad es que tardó muy poco tiempo. Siempre le había gustado salir de acampada y, de hecho, cuando sus hijos tuvieron edad para hacerlo siempre aprovechaba algún fin de semana o las vacaciones para pasar tiempo a solas con su familia.
Cualquier otro habría ido a sitios como Cancún o cualquier otra florida playa para tostarse al sol y disfrutar del mar. Sin embargo, Mike y su mujer disfrutaban de la vida campestre, sobre todo por la sensación de tranquilidad que producía no tener cobertura y, por tanto, no tener llamadas del trabajo o de sus jefes... Se sentían libres, al menos durante unos días, antes de regresar a la rutina laboral.
Pronto se dio cuenta de que la gente se agolpaba junto a los guías y él hizo lo mismo. Dejó que sus pasos se acomodasen a los de la gente y cuando empezaron a bajar una sensación de claustrofobia inundó su cuerpo. Aquel olor rancio, de estancias cerradas se mezclaban con pasillos angostos y poca luz...
Nunca le había gustado los espacios cerrados y con poca luz pero, respiró hondo. Al fin y al cabo había mucha gente allí abajo, si sufría un ataque de pánico seguro que alguien lo ayudaría...
Finalmente llegaron a una habitación, la sensación de angustia seguía instalada en su cuerpo pero, al menos pudo concentrarse en la palabras de la guía y en aquella manta... pero todo cambió en unos instantes...
Casi no le dio tiempo a ver a la muñeca en tamaño real, su cuerpo se desbocó con una rapidez inusitada y la angustia dejó paso a un dolor lacerante.... su cabeza pareció estallar y calló al suelo sin ningún tipo de control... Notó el dolor en sus rodillas pero era algo leve comparado con el dolor que sufría en su cabeza... No era capaz de articular palabra... Se agarró la cabeza y así, de rodillas empezó a chillar....
Lentamente el dolor desapareció pero Mike se mantuvo en el suelo... no era capaz de levantarse y la angustia volvió a dominar su cuerpo...
Que alguien me saque de aquí, por favor...
Sentir las manos de Sam primero y sus labios después fue como un bálsamo para los nervios de Sophia, que se aferró a su acompañante, abrazándola contra sí. La besó con los restos de la ansiedad que había sufrido al perderla de vista, con el miedo que la situación provocaba en su espina dorsal y con el alivio de ver que ambas estaban bien.
- No voy a dejarte. - Susurró cuando sus labios se separaron apenas unos milímetros. Besó entonces sus mejillas, sus ojos, su nariz, hasta terminar abrazándola con fuerza. - Estoy aquí, Sam, contigo. Y así me voy a quedar. Juntas, como siempre. Te lo prometo.
Podía escuchar las voces de los demás alrededor, sabía que algunos se habían acercado a la guía y el cámara, que otros estaban igual de afectados que ella. Pero su atención estaba pendiente de Sam. - Tenemos que salir de aquí. - Dijo finalmente, separándose lo suficiente para poder mirar a la otra joven a los ojos. - Hay que evacuar esto y sacar a la gente.
Esta situación me supera, yo aun tengo muñecas y son mi válvula de escape, cuando estoy mal las hablo al igual que cuando me ocurre algo bueno, ver este espanto me dan ganas de llorar, lo siento.
No quería parecer tan débil como fue siempre e intentó por ella misma montar la tienda de campaña o ayudar a los demás con sus cosas, negaba con la cabeza intentando quitar esos demonios del pasado de su cabeza ,respiró profundamente y miró al cielo en busca de un segundo de paz.
El momento de la acampada había resultado un tanto hilarante, con la mayoría de los allí congregados, que en tan alta estima se tenían a sí mismos, peleándose con las piezas y el montaje de las tiendas con escaso éxito.
Yo no dediqué más tiempo del justo y necesario en montar la mía y luego pululé por la zona, intentando hacerme una idea de lo que realmente sucedió allí hace ahora diez años. Un escalofrío me recorrió el espinazo. Esto iba a ser algo importante. Tenía esa sensación que aprendí a notar hace años, cuando junto con mi buen amigo Mike nos enfrentábamos a casos que desafiaban toda lógica y cuya dimensión sobrenatural se hacía demasiado palpable como para resultar ignorada.
Mi gesto, de natural despreocupado, se endureció y centró.
Entonces dieron luz verde para iniciar la exploración. Arrojé el cigarro al suelo y lo apagué con el talón.
Procuré no conversar con nadie antes del descenso. Cuando comenzamos a bajar, Sasha me sorprendió gratamente sacando un apropiado equipo para realizar mediciones. Asentí satisfecho. - No te andas con chiquitas. - Le dije a la productora/investigadora, pasando por su lado cuando ponía en marcha la cámara termográfica y el gausómetro. - Buen fichaje, esta mujer. - Pensé.
Al cabo de poco todo se desmadró.
Aquella muñeca rescatada del polvo de una década con un gesto inocente. El terror grupal que siguió al movimiento de la muñeca. El temblor. Las voces ensordecedoras.
Todo ello podría haber sido parte de una cuidadosa puesta en escena. Pero sentí que no era así. Ese tipo de cosas no las suelo confundir. No yo y no ahí.
Hubo un momento de tal confusión que la conexión con la realidad se perdió de repente, como si hubiera perdido la estación de la radio. Acto seguido, me recobré descubriéndome de rodillas y con lágrimas en los ojos.
En mi caso, el terror dio paso a la fascinación y una inapropiada sonrisa se dibujó en mi rostro. Miré directamente a la muñeca. Ahí estaba, en efecto. Eso era por lo que me había preparado durante tantos años y por lo que recientemente me recorrí medio mundo.
Esperé y observé, tras recuperar la verticalidad de mi cuerpo.
Saoko no podía dejar su sorpresa mientras el bus subía y subía y les mostraba ese siniestro pero hermoso paisaje silvestre y con un espíritu de maldad latente en el ambiente, así lo percibía aquella japonesa, no podía dejar de atemorizarse al ver los restos de algunas muñecas en la tierra, por un lado le recordaba el Hina Matsuri* de su país.
Al llegar al lugar no hizo más que recibir su equipaje por parte del conductor y recibir las indicaciones de la chica rubia que lideraba la expedición, al hacerlo se vio envuelta en problemas porque todo parecía que sería demasiado silvestre y no estaba demasiado preparada, pero como pudo logró armar la tienda de campaña y acomodar su bolsa de dormir para la tarde. Cuando tuvo un poco de tiempo, tomó un poco de agua que llevaba consigo y trató de acercarse a alguien para comenzar una amistad en aquel extraño lugar, pero no pudo evitar mirar al hombre que hacía algo parecido a los rezos de protección, no pudo evitar reprimir una sonrisa. Todos se dirigieron al comienzo de la excursión, liderados por la chica rubia y el camarógrafo.
Caminó con el grupo con las manos cruzadas por el nerviosismo que ello le producía, no podía dejar de pensar en las historias que había vivido en su niñez en el pueblo donde había crecido, recordaba a su abuela y a los templos shinto que le producían tanto miedo. El tratar de abrir tantas puertas le atemorizaba aun más, no podía dejar su clase en aquella situación, pero era imposible no sentirse vulnerable en un lugar que escondía tantas misteriosas historias, pero todo se tornaba más complicado cuando el camarógrafo gritó y la chica rubia cayó al suelo, cuando cientos, no, miles devoces se escuchaban en sus oídos como si le gritaran al lado, gritos de gente desesperada por vivir, pensamientos y lamentos que le cauterizaron la mente "kowai" pensaba, todo eso le producía mucho miedo!!, se llevó las manos a lacabeza tratanado de no dejar pasar esos gritos, esos ruidos que le producían dolor, pero era imposible. Al cabo de un rato todo cesó, y sus compañeros estaban igual, lentamente se incorporó y con su chaqueta se secó las lágrimas, todo era complicado ahora.
La chica rubia estaba en los brazos del camarógrafo y la muñeca gigante, allí...temía que en realidad estuviera respirando, como lo pensó momentos antes cuando la vio por primera vez.
*Festival de las Muñecas
Andrea no supo el tiempo que permaneció abrazada a su hermano, sujeta a su espalda y la parte de atrás de su cabeza, con los dedos enredándose una y otra vez en su pelo de forma nerviosa. Mientras tanto su pecho temblaba, y a pesar de saber exactamente por qué no podía hacer nada para evitarlo. Había hecho de su garganta un nudo de manera consciente para evitar sollozar, y cuando él hizo porque ambos se pusieran en pie no opuso ninguna resistencia. Recibió el beso en su frente enredando los dos brazos en su cuello, apretándolo fuertemente contra ella, y sólo lo dejó marchar cuando se sintió preparada para enfrentarse de nuevo al mundo. En ese momento escuchó sus palabras y asintió con la cabeza, mientras su mirada se volvía firme y decidida. Con determinación le tomó de la mano y se dispuso a que ambos salieran de allí.
Fue inevitable recorrer la estancia con la mirada. Unos parecían en un estado similar al de ellos, como aquellas dos chicas que compartían más que amistad. A otros Andy los encontró exultantes, como el caso de Janko. Y al posar sus ojos en la niña que había estado mirando todo el día a su hermano y verla así, abrazada a sí misma, no tardó en tirar de él en la dirección de ella.
Sin llegar a tocarla se acuclilló delante la chica, tapándole la visión de la guía, y la miró a los ojos para hablar con la voz más firme que quisiera salir de su garganta.
- Katia, ¿verdad? - Preguntó. Ya sabía su nombre, pero esperaba provocar algún tipo de respuesta. - Soy Andy. - Le dijo. - Vamos, ven fuera con nosotros. - Le pidió, extendiendo su mano libre para que ella la tomase. Si la chica no reaccionase trataría de agarrarla igualmente con seguridad y tirar de ella sin llegar a hacerle daño. No estaba bien, eso era evidente. Y quedándose allí no iba a empezar a estarlo.
La respuesta de Erika me sorprendió.
-¡Oh! Pues....vaya.-Estaba entre confuso y asustado, no se como me vino a la cabeza la idea de estar en otro año, pero me decepciono el no estarlo, y en aquel momento recordé lo que acababa de pasar-Yo..yo..-Me lleve una mano a la cabeza como si me doliese "Creo que me he pasado fumando..."-Esto hay que relajarlo.
Busqué nervioso en mi riñonera hasta encontrar la pitillera, cogí dos porrios, perfectamente liados, uno me lo coloqué en la oreja, sobresaliendo un poco bajo el gorro, y el otro lo encendí, dando una fuerte calada, manteniendo y soltando el humo lentamente.
A mi alrededor todos estaban alertados, debían tranquilizarse, debía traer paz a aquello, si no se iba a convertir en caos.
-A ver, tranquilizaos, ¿Estáis todos bien?-Pero miré de reojo a la sirena y chasqueé la lengua molesto por olvidar ee pequeño detalle-Bueno, ¿casi todos? Va-vamos fuera y relajémonos.-Pero de tanto intentar tranquilizar a los demás me estaba poniendo yo aun más nervioso.-A la mierda, sálvese quien pueda, ¡pero vamunus!
Y empecé a ponerme detrás de todos aquellos que se levantaban aventándolos hacia la puerta, intercambiando saltos y caladas.
También creo que debemos salir, pero hay que ayudar a la señorita krysta a salir también, me acerco al cámara para ayudarle a sostener a la chica vamos... que hay que salir.
¿Está muerta? No... No puede ser... Pero...¿Por qué no se mueve? Oh, dios mío. Esto es horrible, no tendría que haber venido...
Katia permanecía con la mirada clavada en la guía. No pestañeaba y sus pupilas se habían dilatado mientras esperaba alguna reacción por parte de la mujer. De repente algo se puso por delante y la joven pestañeó, enfocando su mirada en la hermana del hombre guapo.
Asintió cuando le preguntó si era Katia y se cogió a su mano como si se tratase de un salvavidas. Quería salir de allí y volver a casa para poder olvidar todo aquello. Le gustaría ser más fuerte, como todos los que empezaban a reaccionar y se acercaban a la mujer para ver como se encontraba. Pero no podía, tenía mucho miedo y, ahora que había apartado la mirada, no se atrevía a volver a dirigirla hacia allí. La mantuvo anclada en los ojos de Andy y se levantó del suelo, tambaleante. Sentía las piernas de gelatina y tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerse en pie y no volver a caerse. - Sal... salgamos de aquí... por favor - . Rogó mientras las lágrimas volvían a desbordarse de sus ojos.
Tarde pero al fin, todos comenzaron a salir de allí. En ese momento, Krysta pareció reaccionar y aunque seguía desorientada y débil. Fue más fácil sacarla de esa manera.
Con paciencia, todos salieron hacia sus tiendas y se ubicaron para descansar, aunque sentían aún los ojos de esa extraña muñeca muy presentes en sus pensamientos. Sin duda, todo lo sucedido era algo que ninguno esperaba. Tanto así que Wyatt olvidó su cámara en esa habitación...
- FIN DE LA NOCHE 0 -