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FASE DE BATALLA VII: ASALTO 01 DE 10

Seguían poniendo tierra de por medio entre aquellos no muertos que les seguían desde lejos. El peso del armatoste escala se volvía demasiado para muchos de los compañeros, porque, aunque el terreno no era tan dificultoso como hace un rato, se hacía más difícil el mantener el ritmo de movimiento. Seguro que algunos descansaban y recobraban fuerzas, pensaba Piojillo desde su sitio.

Una sonrisa se dibujó en la cara del campamentero cuando vió lo que parecían refuerzos, sin serlo. Eran caras conocidas del campamento principal. Ponzoña, Matagaros, Pelagatos,... Todos ellos fieros guerreros que seguro que les ayudarían a llegar a su destino, pues ellos también portaban otra de aquellas pesadas escalas. Una pequeña alegría en mitad de aquel infierno lleno de muerto que no duraría mucho, de eso estaba seguro.

Fase de batalla VI

Asalto 10

Un paso, y luego otro, y luego otro. En cualquier momento la sangre, las heridas, terminarían con ella. No creía que pudiera aguantar hasta el final de la batalla. Pero, en definitiva, no era algo que le correspondiera a ella decidir.

Y además, era un mando. Sus órdenes eran claras. Mantener con vida a los magos, llegar con la escala, ayudar a los hostigadores.

Eran órdenes que, hasta donde le había sido posible, estaban cumplidas. De todos modos era... curioso. Su mente parecía difusa, sin tener plena conciencia del dolor que iba y venía en oleadas que, sospechaba, estaban a punto de llevarse su consciencia. Por el rabillo del ojo, vió como también Niña de Oro caía. Un íntimo dolor apareció en su espíritu.

Incluso si sobrevivía, lo que era como poco complicado, debería volver a rezar sola. 

Loor a la Diosa. Pensó para sí. Ojalá a pesar de sus muchas faltas ella y Belleza gocen en algún momento de su presencia, y de la nueva vida en el Paraíso. Bien sabe Aquella que Merece Todas las Alabanzas hasta qué punto ambas fueron cercanas a mi corazón.

No podía sin embargo detenerse. No podía dejar de avanzar, un paso, y luego otro. Y luego otro. Notó como Derviche se le acercaba y le espetaba con esa lealtad suya tan peculiar.

Ay, Lengua Negra. No pudo evitar pensar. ¿Eres consciente de lo que tienes? El pensamiento casi le hizo sonreir.

-  Ja. ¿Tú y cuantos más? Sigue andando Derviche, aún tenemos que abrir esas puertas y dejar que la marabunta de cuerpos se lo pase bien con los del Triplete, ¿no te parece?

Intentó sonreír, pero dolía demasiado, y el recuerdo de sus muertos aún pesaba. Tenía mucho que rezar. Pero primero, había que seguir viva. Su gesto de sonrisa se redujo a un rictus.

Y siguió avanzando. 

Astado estaba cansado, pero seguía empujando. No era ni de lejos un luchador así que esa era su forma de aportar su trabajo al grupo.

Y en verdad parecía que la nueva estrategia estaba dando sus frutos, cada vez los no muertos parecían más lejos mientras que nos íbamos aproximando a las murallas.

¿Hasta que estemos a tiro por ambos flancos? ¿Hasta que estemos rodeados? No conocía el campo de batalla y tampoco sabía cuanto tiempo seguirían empujando el armatoste. ¿Y si llegan demasiado cansados como para luchar? Hasta ahora el cuerpo aguantaba.

Todo eran malos pensamientos por parte del antiguo chaman, pero un aire de esperanza apareció cuando vio a otra escala como la que ellos arrastraban que también se movía por el campo de batalla. Aunque el número era a todas vistas insuficiente, se sentía mucho mejor al ver a otros aliados que habían tomado la misma determinación.

FASE DE BATALLA VII: ASALTO 01 DE 10:

Derviche continuaba en su infatigable carrera escoltando a la herida Loor, esperando a que finalmente se derrumbase para cargar con ella. Al menos tenía que llegar a la muralla, aunque fuese a los pies de la misma, sería una buena muerte. También pensó en cortarle la cabeza antes de que se levantara como Rompelomos, como no-muerta. Si, sería justo decírselo.

-Loor, no te mueras, o te cortaré la cabeza, no quiero que te levantes como Rompelomos, tienes que celebrar tus gestas de hoy- Comentó en un susurro jadeante por la carrera

Fue a decirle algo más, pero vio a un grupo de gente parada en mitad de la nada, y a medida que se acercaba, pudo ver a Lengua Negra, Odio, Reyezuelo  y Perdida. Pensó que les estaría dando órdenes pero no era así. Estaban todos en fila, como mamá pato con sus patitos. ¿En serio era aquello posible? Dudó de Odio, era una maa bestia, capaz de correr millas y millas aun con una pierna rota. De los demás le pareció hasta en cierto punto, normal.

Perdida era una inútil, Reyezuelo un farsante egocéntrico y Lengua Negra...

...De Lengua Negra no había nada que decir, ya se había visto sobrada y probadamente, su falta de dotes de mando, y no eran imaginaciones suyas. Tuvo que ser Loor la que aportase la sabiduría de combate a la escuadra. Eso, unido a la inteligencia guerrera de algunos, a los cuales, casualmente, llamaban fanáticos descerebrados...

Se le revolvió el estómago y la sangre comenzó a hervirle, viéndolos ahí parados como peleles.

-¿QUE HACEIS AHÍ PARADOS? CORRED DE UNA PUTA VEZ, O POR EL JAGUAR QUE OS CORTO EL CUELLO-  Por un instante pensó hasta en arremeter contra ellos, pero un quejido de Loor la apartó de tales pensamientos. Tenía que seguir a su lado.

- La Batalla de Galdan supuso múltiples bajas para la escuadra de Campamenteros; las muertes de Asesina, Astado, León Anciano, Loor, Niña de Oro, Odio y Perdida.

- Tras la Asamblea General de la Compañía, Lengua Negra es ascendido a Analista y deja el mando de los Campamenteros. Piojillo conserva su rango de Soldado Novato, pero se convierte en el nuevo líder de la escuadra.

- Se produce una permuta entre Desastre y Derviche. El primero se integra en los Campamenteros desde la Escuadra Barril, y la segunda parte de los Campamenteros a la Escuadra Barril.

- Ballestero pierde su mando de una escuadra de diez Reservas (los diez Reclutas murieron en la Batalla de Galdan) y se incorpora a los Campamenteros manteniendo su rango de Soldado Novato.

- Frontera (tras ser rescatado en la Batalla de Galdan) es transferido a los Campamenteros, pues su unidad anterior, los Exploradores, ha sido disuelta por ahora.

El pelotón de los Campamenteros según Desastre era el pelotón de los novatos o los que empezaban o los que no sabían de qué iba. También había otras alternativas como la aniquilación de su antiguo pelotón como le había pasado a Frontera. Pero estaba la última opción tras la guerra cubrir huecos ahí donde fuese, y uno de los huecos importantes eran los Campamenteros. 

Cuando Desastre vio a la gran mole de Keropis pasó sin mirarlo, ya que era uno de aquellos asesinos con capa negra que no sabían ni comprendían lo que era ser hermano. Ojalá todo cambiase y se le diera más prestigio a aquellos que tenían hermano de capa y fueran los que tuvieran pleno derecho para votar. En cambio aquellos que no conseguían tener hermanos de capa, o no mostraban interés y que terminaban siendo como Keropis o Uro que solo habían ganado sus rangos a base de matar... Que no se les dejara votar era lo justo si no se quería convertir a la Compañía Negra en vulgares sicarios.

Buscó a Piojillo ya que era el nuevo cabo de la Escuadra y se acercó a él. Cargaba con todas las armas, mochilas y demás armaduras que poseyera y ropajes además de la suya. Era por así decirlo un caracol que llevaba su casa a cuestas y cuando estuvo delante del Cabo se puso todo lo recto que pudo. Se llevó una mano al lateral de la frente a modo de saludo militar y habló. - El soldado novato Desastre se presenta. - No sabía muy bien si llamarlo Cabo u otro nombre que él quisiera pero ante la duda se abstuvo de pronunciarlo hasta que se lo dijera.   

Ballestero llegó en silencio. Como contribución a la hoguera (y conocido gesto de cortesía) añadió una rama que traía.

Buenas, dijo solamente. Se acuclilló junto al fuego y se dedicó al mantenimiento de su ballesta.

Frontera aceptó de sumo grado las nuevas órdenes ya que estaba sólo en su escuadra y sabía que lo tenían que llevar a otra. Claro qué a cuál podían llevar a un masticador de hierbas y ladrón de ellas... A los Campamenteros no podía ser de otra forma y Frontera aunque no era muy listo y menos sabio pudo intuir su destino.

Se paseó por el campamento asombrado de los pocos que eran. - Pensó que sí que tenía razón Desastre de que la batalla aunque los había encumbrado hacia lo más alto denotaba una gran mortandad entre sus filas. - Paseó con una sonrisa en la boca dejando que los demás viesen como un hilillo de saliva salía y se secaba. Estaba claro que todo aquello le fascinaba, el volver a experimentar lo que un día fue y hacia donde se quedó. - Le vinieron antiguos sueños de haber querido ser chamán sanador de su tribu. Ahora se veía como un guerrero un explorador y le tenía que dar gracias de no haber muerto de esa forma tan poco combativa y de que los espíritus le hubieran dado otra oportunidad.

Se acercó al Cabo Piojillo, su nuevo jefe de escuadra... Se puso recto y se llevó una mano a la frente a modo de saludo militar. - El soldado novato Frontera se presenta. - Esta vez miraba hacia el frente sin presentar ninguna sonrisa en su rostro.