Virstania se quedó mirando cómo se iban los trolls, ella misma no parecía estar precisamente dando saltos de alegría porque mantenía el ceño fruncido pero aguantaba el porte perfectamente. Una vez se hubieron ido, suspiró suavemente y se giró haciendo un gesto vago con la mano para que todo el mundo volviese al pueblo, luego se acercó a Asthan.
—Comparto tus inquietudes, hermano, si no lo hiciera sería una necia—le dio una palmada en el hombroa—pero cuando ninguna decisión es buena, sólo puede escogerse el mal menor
Luego levantó una mano en señal de que los "peros" esperasen un segundo.
—Si os preguntan, decid que los troll se retiran, no son un peligro ahora mismo, pero su presencia aquí significa que puede que uno inminente se mueva por la sabana. Yo misma explicaré el resto—señaló con la barbilla a la entrada del pueblo, luego volvió a mirarlo—ahora voy a arrojar algo más de luz sobre esto, pero para ello... necesito hablar con alguien. Estaré de vuelta en unas horas.
Esperó el asentimiento y sin más se giró echando a andar, cuando estuvo a varios metros comenzó a correr y cuando hubo alcanzado suficiente velocidad... continuó corriendo al estilo féralar, es decir, a cuatro patas.
Como los leones en la llanura.
La caminata hasta lo alto de la montaña siempre era pesada. Virstania estaba habituada a llanuras o colinas, no a montes más escarpados.
No iba muy a menudo, así que casi se pierde algunas veces. Para cuando llegó a la entrada de la cueva, el esqueleto del padre 'adornaba' aún la llanura, y el joven estaba de pie sobre una roca, mirando llegar a la féralar... a la que saludó con un gesto de la garra y un asentimiento.
Los leones no vivían en las montañas, a Virstania le gustaba la llanura y el bosque... sin embargo, puesto que había tenido que subir más de una vez a aquél lugar, había terminado pro encontrarle cierto encanto aunque aquello no quitaba que resultase agotador.
Empezaba a pensar de que ese era uno de los motivos de que los dragones habitaran tales lugares: La gente se lo pensaba dos veces antes de ir a darles la lata.
Una vez estuvo arriba, se puso en pie, estirándose sobre las piernas y sacando pecho mientras hincaba las manos en los riñones. Luego se las sacudió para quitar el polvillo del camino y las briznas de hierba que se le hubieran quedado entre las garras, sonrió y levantó una cuando vio al dragón. Le encantaba la compañía de Auranmnus, había compartido mucho con su padre... y la relación con el hijo continuaba siendo igual de amistosa.
—Nu'belaran, amigo mío.
Saludó en su propio idioma, aunque el reptil ya lo conocía y anduvo hasta subirse en una piedra cercana a él, una vez allí, se sentó a lo fakir agarrándose los tobillos en una postura de lo más distendida y levantó la cabeza para mirarlo.
—Siento molestarte pero necesito hablar contigo, están ocurriendo cosas extrañas en la sabana... dime, ¿sabes algo al respecto?
Por supuesto no lo avasallaría desde un principio, ante todo lo básico era saber hasta qué punto él estaba al corriente de la magnitud de lo que hacían los centauros, a fin de cuentas, también era su territorio.