Abro esta escena para ir roleando la charla con Amiël (O cualquier otro con el que decidas hablar), mientras en la otra acabas de hablar con Gargun, o incluso mientras se rolean otras cosas, siempre y cuando la charla no se prevea que vaya a interferir.
Resulta que hace falta un poco de ligereza, y de este modo se puede hacer un poco todo a la vez, espero que no te importe :)
¿Harías pasar a Amiël sin más cuando llegara de la Revivida?
Jeje, ok, no problem. Cualquier buen gobernador ha de ser multitarea. :-)
Pues en principio yo no tenía que hablar con Amiël de ningún tema, que yo recuerde (se supone que no sé lo de los fantasmas). Ahora, si llega ella y pide hablar conmigo, es otra cosa. En ese caso, le digo que la hagan esperar un par de horitas antes de dejarla pasar. ;-)
(total, ya sé lo que me va a contar)
Amiël esperó cada vez más impaciente (¡Dos horas! ¡Dioses, tenía cosas que hacer!) hasta que por fin Valeus le dejó entrar. Con su habitual sonrisa y tacto, no se dejó el recriminarle haberla hecho esperar tantísimo, y le contó con pelos y señales el dilema de la Revivida según ambas versiones.
Creo que primero deberíamos hablar con el Almirante, ¿No? No creo que con los amnianos "encima" quiera prescindir de ningún buque... Ah, por cierto, el dragón... La gente me pregunta que si aparece otro que no sea amistoso cómo vamos a defendernos. ¿Qué medios tenemos?
Valeus escuchó con atención la historia, como si fuera la primera vez que la oía, atento a cualquier variación que Amiël pudiera introducir. Pero no, le contó lo mismo que había hablado con Karla.
- Enviaré a Sheliane, una sacerdotisa de Lathander, a ver al almirante y que entre los dos hagan una evaluación de la situación. Quizá ella pueda comunicarse con los espíritus y ver si es sensato o no tratar de exorcizarlos.- dijo enseguida. La decisión ya hacía tiempo que la había tomado.
- En cuanto a los dragones, de momento no me preocupa que nos encontremos con más de uno. Suelen ser bastante territoriales, y no creo que cerca de un dragón de cobre viva otro especimen malvado... En cualquier caso, trasladaré sus preocupaciones a la Defensora en cuanto vuelva.
Sheliane, Sheliane... Ah, sí, la elfa que se pasó todo el viaje mareada. Pobrecilla Sonrió Vale, está bien... pero los Lazhanderinos tienen fama de cazadores de muertos vivientes. Asegúrese de dejarle clara la misión, no sea que se ponga a exorcizar solo subir! Hehehe.
Ostras Gnomius!! ¿Tú eres Este Gnomius? Jajaja!! ¡Yo soy Maki!
Estuve buscando ese PJ mío porque a lo mejor lo refriteo en una partida y me veo que estás tu ^^ ¡Qué agradable sorpresa!
- No se preocupe, hablaré con ella y se lo dejaré claro.
Aaajajaja!!! Buenísimo!! Maki, qué fuerte, no hace tiempo ni nada de aquella aventura! :-)
Es una lástima que Balthamel nos dejara, porque la aventura molaba, y el grupo prometía MUCHO.
PD: Yo intento usar siempre el mismo nick y avatar en todas las páginas, precisamente por cosas como esta: así te puedes identificar con la gente, jeje.
Amiël asintió sonriente y se despidió dejándole a solas, pero muy brevemente, porque enseguida entró Envor.
Señor, la Defensora ha vuelto, parece que están todos sanos y salvos, pero sin el dragón. El capitán de la Revivida también está aquí y quiere hablar con usted.
Afuera estaba atardeciendo. Otro día terminaba, sin que dejaran de pasar cosas y acumulársele faena.
Es que Maki ya estaba cogido! xD Si no en CU habría sido Maki
Maldita sea, ¿es que no iba a tener ni un minuto para sentarse a pensar? En fin, las obligaciones del cargo...
- Está bien, Envor, gracias. Haz pasar primero a la Defensora, y pídele al capitán que espere un momento, por favor.
al final voy a necesitar más ayudantes, jeejeje!
Después de que la Defensora (Escena 20) se marchase, el Capitán Ardell entró a la tienda cogiendo aire. Ya era de noche a esas alturas, y bien pronto sería la hora de cenar, si no lo era ya.
Carraspeó y se quitó el sombrero.
Buenas noches Gobernador. Hizo un gesto hacia la silla Con permiso...
Después de que Valeus asintiera, se sentó.
Vengo a denunciar un caso de abuso de poder. Del Almirante. Me ha... ¡Me ha despojado del cargo! Verá, dice que no soy apto para el cargo, pero yo creo que está plegándose a esos... miedos marineros a los fantasmas y las supersticiones, no sé cómo está de al corriente sobre ese tema, pero lo que ha hecho no creo que tenga ni justificación ni derecho ni poder para hacerlo.
Se estaba acariciando el dorso de la mano izquierza con la mano derecha.
Valeus miró largamente al capitán. Ya había tenido ocasión de juzgarlo antes, y compararlo con aquella marinera descarada, y ahora le confirmaba la opinión que se había formado de él. ¿Qué tipo de comadreja iba a chivarse al jefazo cuando su superior inmediato le daba una orden?
- Capitán Ardell- dijo con cierta frialdad.- Siento no poder ayudarle. El almirante tiene toda mi confianza en lo que respecta a los asuntos marítimos, y su decisión es la única que cuenta.
¡Pero se ha excedido...! La Revivida es un barco civil no militar, no está a sus completas órdenes, no puede poner y quitar capitanes como si fuera una de las Galeras. Dice que ahora la Revivida no tiene Capitán hasta que él decida algo, ha puesto de encargado al primero de a bordo y dice que no le dará órdenes al barco.
Se irguió ofendido.
Me dice que si quiere irme que me vaya, que si tengo narices convenza a la tripulación de dar media vuelta... ¡Es... es... es como un chantaje, no me lo explico! pero sé seguro que no puede hacer eso...!
- Efectivamente, la Revivida es un barco civil, y no está directamente bajo las órdenes del Almirante, sino bajo las mías. Y como ya le he dicho, yo he decidido subrogar todas las decisiones concernientes al manejo de la flota en él.
El gobernador se encogió de hombros, realmente no le importaba demasiado quién estuviera al cargo de un navío siempre que fuera alguien capaz. Quizá las quejas del capitán Ardell incluso tuvieran fundamento, pero él no tenía tiempo para analizar aquellas tonterías.
No hay... no hay derecho a ésto. A que requisen mi barco por las malas y sin motivo de peso, he cumplido misiones... Resopló, entendiendo que era inútil intentar hacerle cambiar de opinión. Cogió su sombrero, se lo puso y se marchó de la tienda sin siquiera despedirse.
El gobernador apenas se movió del sitio. Seguía sentado, tamborileando con los dedos sobre el escritorio, durante un rato después de que el capitán se marchara. Esperaba que aquel hombre no fuera tan estúpido como para intentar algo que le trajera problemas.
Otra persona a la que vigilar, en fin...