Partida Rol por web

A Mateo no le molestó ni le sorprendió que nadie le hiciera caso en salir del lugar, pero sí le enfadó un poco que la señora le entorpeciera el camino. Intentó tomárselo con filosofía, porque estaba bien que cubriera a la pobre chica moribunda, pero estaría mejor aún que lo dejara llevarla a un lugar seguro donde pudieran atenderla.

No quiso meter más leña al fuego, pero la forma en que alzó la ceja ante la compasión que mostró la anciana por ese ente demoníaco dejó claro que no apreciaba en absoluto sus palabras. La misericordia era una virtud, sí, pero su «encantadora chica» había recibido justo lo que merecía. Quizás, incluso menos de lo que merecía.

—Señora, esa tal Lana la buscaba. Deje de llorar por ella y preocúpese de usted misma —refunfuñó, con el ceño fruncido —Permiso — Sin más, se abrió camino, sin intención de esperar a que lo dejaran pasar por voluntad propia —Vamos —Le hizo una señal con la cabeza a Nicky.

Aunque no detendría a nadie de venir con ellos, no pensaba desperdiciar un segundo más ahí. Sabía lo que era no tener seguro, así que llevaría a Tara al Starlight tan rápido como se lo permitiera su camioneta, tal cual esta había pedido. No había tiempo que perder si querían mantenerla con vida.

Maxi...

Seguía escuchando la dulce voz de Lana llamándolo en busca de auxilio y como siempre no había podido hacer nada para evitarlo, ni siquiera su visión había servido, es más, estaba convencido que al desvelar lo que había visto había contribuido a que pudieran matarla más fácilmente. Aunque no veía nada en aquellos momentos seguía con la imagen de sus ojos negros rogándole por ayuda y ahora lo único que podía hacer era sujetar su frío cuerpo y llorarla como el patético novio que había sido. Lo único que le alegró un poco fue escuchar a su abuelo y saber que había sobrevivido. La mayoría estaban preocupados por Tara, aunque pudo escuchar a la señora Paxton lamentarse por la suerte de Lana, a otro hablando friamente de ella o al tipo que había rematado a su novia sugerir que se podía quedar allí.

-¡Largaros todos de aquí! ¡La habéis matado [Censurado por los administradores]!-Dijo con rabia.- ¡Sois unos asesinos! ¡No quiero volver a veros jamás!

No había sido Frederick el que la había matado, habían sido ellos, sin piedad, como si fuera una extraña. Quizás porque eran así o quizás coaccionados por pensar que Lana podría ser la protagonista de la peligrosa profecía, en cualquier caso estaba muerta y ya poco le importaba. Allí no tenía amigos, eso le había quedado claro y ahora tan solo quería estar solo con su dolor.

La caótica madeja de hilos que convergen pareció vibrar y amenazar con romperse. Una hebra oscura se soltó por completo, mientras una de vibrante magenta estaba deshilachándose a gran velocidad. Los hilos entonces se separaron, de nuevo caminos divergentes, decisiones que los llevarían por uno u otro obstáculo. Algunos en grupo, y uno en solitario, a la par de aquella hebra rota que quedaba flotando en el aire, como si se resistiera a irse, como si... como si lo tuviera prohibido. No hay descanso eterno para ella.

Para cuando el sonido de la ambulancia indicaba que habían llegado, Mateo, Nicky, y Tara ya no estaba allí. Ekon miraba casi en cámara lenta como llegaban a atenderlo, como Max abordaba la ambulancia donde el cuerpo de Lana era metido en una bolsa negra. Un policía se acercó entonces hacia los que allí se habían quedado: Percival Jaffe, Aleister King, y Debbie Paxton. Ash ya no era visible, al parecer su deseo de que la máscara fuera acribillada había sido escuchado. Pero podía decidir si seguir presente en ese lugar o no.

Un policía se acercó a ellos con la intención de tomar las declaraciones. Media hora más tarde, la zona estaba acordonada, y los tres de más edad de aquel extraño grupo que había coincidido en aquel lugar eran libres de volver a sus casas... O hacer alguna otra cosa.

—Ha sido horrible, horrible — Debbie no tenía que fingir ese horror. Lo sentía. El horror de sentirse inútil.  Habría acompañado a los otros a hablar con las hadas o a acompañar a un desamparado Maximus, pero aquí sería más útil. Dando pena.

—Hubo disparos, muchísimos disparos — tuvo que apoyarse en el policía para no desvanecerse —. Y un hombre enmascarado entró desde el callejón. Llevaba una espada.. y ¡Oh!  Comenzó a atacar... Horrible.  

Debbie se secó los ojos con un pañuelo. Había sido horrible, de verdad.  Necesitaba llegar a su casa y calmarse. Pensar un poco, hacer galletas. Jugar al bridge con sus vecinas como todos los lunes, hablar con ese tal Landon.

—Agente.  Esos pistoleros, ¿Van a poder atraparlos? Supongo que deberían estar sobre la pista de esos criminales y no interrogando a sus víctimas..

Pidió irse a casa. Se sentó, derrotada, en uno de los sillones y cerró los ojos.  Igual, al abrirlos, todo había resultado ser un mal sueño.

Para cuando terminó de examinar el cuerpo de Lara y de reflexionar sobre lo que había descubierto, la mitad de la concurrencia se había marchado. Solamente tenía a mano a Ash, al mago y al anciano vidente, de modo que se acercó a ellos.

—Todo esto ha sido uno poco... excesivo... —su acostumbrada sonrisa se le había borrado de la cara por completo—. El maestro marionetista que controla a la chica es Frederick, un viejo conocido al que preferiría no haberme encontrado de nuevo. Hace más de veinte años ese malnacido se dedicó a corromper a algunos alumnos del San Agustín High School de Beverly Hills que les había dado por montar un grupito esotérico. Para cuando tuvimos conocimiento del caso, los seis jóvenes, controlados por un súcubo de Frederick, habían asesinado a cuatro compañeras y dos profesoras del centro.

»Los seis muchachos fueron juzgados y declarados culpables. Mis compadres de entonces y yo solamente pudimos dar caza al súcubo y sacarlo a patadas de este plano; pero aunque logramos seguir el hilo hasta su jefe no conseguimos hacer nada contra él y, en cambio, casi nos liquida a todos —se gira en dirección a Lara—. Además, si no aplicamos los ritos correctos, esta lacaya volverá a darnos la lata.

Antes de que las sirenas llegaran Tara había desaparecido en brazos del cazador escoltado por Nicky. Ese sabía lo que se hacía. No necesitaban a un viejo para visitar el local de las Hadas. Con cierta reticencia permitió que llevaran a Max en la ambulancia, aunque de ese no se fiaba del todo dejarlo sin escolta. Cada cual debía perseguir su propio destino y el del oráculo era bastante incierto en todo caso. Quizás necesitase pasar algún tiempo solo.

Mientras la señora Paxton hacían tan buen trabajo con los policías, que miraban con gestos de incredulidad la comitiva que allí se había reunido, decidió escuchar a Percival sobre su experiencia con Frederick, ese maldito titiritero que metía las manazas en todo lo que se cocía en Los Ángeles.

Asintió con la cabeza seguro de que esas eran las maneras de actuar del demonio para luego mirar al espectro encadenado. Se estaban cocinando muchas preguntas y era hora de encontrar algunas respuestas —La mejor manera de encontrar a Frederick es hacer algo que nos lo traiga directamente. Lo primero será averiguar lo que ese dragón pretende...

Sacó de su chaqueta un pañuelo enrollado y desenvolviéndolo mostró una escama color verde agua de textura dura y rugosa —En mi biblioteca leí que es un imugi, un dragón asiático menor y parece que está buscando la manera de hacerse un Dragón Verdadero. Si esa esfera que llevaba es lo que necesita es posible que estemos metidos en un buen lío. Lo más sensato será buscar información en Chinatown.

Tal vez Moriarti pueda echarme una mano con eso, aún me debe una.

Con la máscara destruida, Ash no tenía la obligación imperiosa de estar visible, así que se desvaneció, aunque los otros podían oírle y, si fuera necesario, sentirle. Permanecía al lado de Percival, y participaba en la conversación de éste con el mago, King.

—Podría acercarme a Chinatown para ver si puedo averiguar algo más —susurró, aunque con un volumen suficiente para que sus interlocutores lo oyeran—. Puedo entrar en cualquier lugar y examinarlo, escuchar cualquier conversación. Y aquellos lugares en los que no pueda entrar puede que sean precisamente donde debemos buscar.

De un modo algo desorientador, la voz del fantasma en ocasiones se oía a un lado de Percival y Aleister e, instantes después, al otro. Era una sensación inquietante no saber dónde se escucharía la próxima vez.

—Moriarti sabe mucho, pero no sé si sabrá algo de Chinatown. No es precisamente su territorio. Pero yo me muevo por todos Los Ángeles. Las cadenas que me esclavizan son otras, distintas a las de un mero lugar o barrio.

»Nos veremos cuando haya averiguado algo.

Debbie reconoció al oficial que le estaba tomando la declaración, pero parecía que éste no se había dado cuenta que se trataba de la misma "ancianita con Alzheimer" que había conocido el viernes anterior. Quizás, si hubiera visto el cuerpo de Lana habría podido relacionarlas, sin embargo la apasionante historia y forma de desenvolverse de la despertada le diferenciaba tanto de aquel otro papel que el oficial Chow se limitó a tomar su declaración junto a la de los demás. La anciana buscó en su bolso algún pañuelo para continuar con su pantomima, y sus ojos recayeron una vez más en la tarjeta que Landon le había entregado aquella noche.

Aleister tenía la seguridad de que podría hallar a Moriarty; de día era común hallarlo por el Hollywood Boulevard, y en la noche se paseaba por el cementerio junto al estudio cinematográfico donde el mago tenía su hogar. Percival sugería no perder de vista al cadáver de Lana, mientras que Ash se ofrecía a buscar él mismo la información. Había varias opciones a seguir, ¿partirían juntos o tratarían de continuar sus investigaciones de forma separada?*

—No...me encuentro muy bien — la compungida señora hizo ademán de levantarse, pero respiraba con dificultad y volvió a derrumbarse en el asiento.

—Llévenme al hospital.... Creo que voy a desmayarme.  No.. me encuentro bien.

Volvió a levantarse de su asiento pero tuvo que claudicar. Se agarró al hombro del agente Chow y puso los ojos en blanco

—Ambulaaaaancia

Los hombres se iban a buscar pistas al Chinatown acerca del ser que había robado a Ekon. Menuda majadería. Pero Frederick y sus maldades estaban más cerca del acuciante problema que sufría la pobre señora.  Dedujo que Maximus haría todo lo que estuviese en su mano —incluyendo, esta vez, usar correctamente sus dones —, para averiguar el paradero del responsable de la muerte de Lana.  

—Tengo seguro médico....

La pantomima de la señora Paxton fue efectiva, haciendo que el mismo oficial se pusiera pálido al ver como la señora se le desmayaba prácticamente en sus brazos. Miró alrededor como buscando ayuda, pero finalmente se dispuso él mismo a cargar con Debbie hasta su patrulla. -Yo la llevaré, señora. No se duerma, ¿eh?- Luego gritó a sus compañeros. -Avisad en comisaría que voy de camino al hospital.- Entre todo el jaleo, nadie se percató como Percival y Aleister abandonaban el lugar, acompañados de un invisible Ash.

El coche iba a toda velocidad, el oficial Chow había puesto la sirena para evitar que el tráfico les complicara el trayecto hasta el hospital. Fue así como en poco minutos, Debbie pudo vislumbrar a unos metros más adelante una ambulancia que avanzaba lentamente, aparentemente sin prisa de llegar a ninguna parte. Eso sólo podía significar que estaba fuera de servicio o que quien estuviera dentro ya no necesitaba llegar con urgencia al hospital.

-Ambulanciaa - Debbie tragó saliva con dificultad y señaló débilmente el vehículo que avanzaba pausadamente por la carretera, a apenas unos metros por delante del coche patrulla -. Esa ambulancia es de mi hospital - balbuceó.  Debbie Paxton bordaba el papel de anciana confusa y debilitada, podría decirse que era su especialidad. 

Por supuesto, Debbie no tenía manera de saber que aquel a quien buscaba estaba en el interior de la ambulancia, conversando amigablemente con Maximus.  De haberlo sabido, habría obligado al agente Chow a detenerla, o a perseguirla si ésta se daba a la fuga.  Siempre había querido decir aquello de "siga a ese vehículo".

-Agente Chow, ¿Esa ambulancia no debería ir con la sirena encendida? Estoy bastante segura que es la que lleva a la jovencita herida en la tienda de Ekon, Lana.  ¡Oh! Me parece terrible que sean tan poco profesionales...

Se derrumbó en el asiento, como si estuviese agotada por el súbito esfuerzo de hablar.  Su pesadumbre era real y ésto hizo dio mucha verosimilitud a su actuación.

-Pobrecilla Lana, tan joven -volvió a lamentarse.  Más le valía a Frederick alejarse del camino de Debbie, porque como se lo encontrase, no respondía de sus actos.

El oficial Chow hizo un gesto preocupado al escuchar a Debbie, parecía considerar si la señora se encontraba en condiciones para escuchar malas noticias. Al final tomó aire. -Señora, me temo que...- En ese momento la radio de la patrulla se activó.

"Llamando a todas las unidades, llamando a todas las unidades. Tenemos un 10-31 en el Wiltern Theather en Koreatown. Repito, un 10-31, Wiltern Theather, Koreatown."

La señora Paxton pudo ver como el oficial se ponía pálido, y de inmediato tomaba la radio. -Natalie, soy Lee Chow. ¿Qué está pasando?-

"Reportaron tiros en el lugar, al parecer hay varios heridos, aún no se reportan fatalidades."

-Maldita sea, Nat. Mika iba a llevar a los niños allí hoy, a ver un concierto de Frozen.- Hubo un silencio incómodo por unos segundos. -Voy para allá.-

"Lee, ya varias unidades van en ca--" El hombre apagó la radio, los nudillos blancos por como agarraba el volante. Pareció entonces recordar que no estaba solo. -Señora, yo...- La seguridad de sus palabras hacía unos segundos se desvaneció, indeciso entre su deber policial y su papel de esposo y padre.

—Oh, my... — la señora Paxton escuchó con pesar la emisora del coche patrulla. Últimamente había demasiada violencia y los tiroteos estaban a la orden del día. No deberían permitir que la gente fuese armada. No señor.

Pero su tristeza se tornó verdadera preocupación cuando el oficial supo que su familia estaba en peligro.  Solo había visto al agente Chow unas pocas veces, pero ya casi lo quería como a un hijo.  Un hijo algo lejano, pero un hijo.

—Pare la ambulancia y yo subiré en ella. No se preocupe por mí — se ofreció haciendo gala de su acostumbrado altruismo. —.  Es una emergencia, agente Chow y yo... —negó con ojos lagrimosos y tomó aire con dificultad —...yo estaré mejor con una máscara de oxígeno.

El oficial Lee Chow miró con una mezcla de agradecimiento y culpa a Debbie. -Estoy en deuda con usted[*].- Dijo, antes de adelantar la ambulancia y ponerse frente a ella, radiando hacia la misma. -Aquí el oficial Chow, solicito que se detengan.- Pidió.

La patrulla guió a la ambulancia hasta que ésta fue desacelerando y se orilló. Chow bajó y se dirigió hacia la puerta del conductor, donde mantuvo una rápida conversación con el paramédico que estaba tras el volante. Unos momentos más tarde se acercaba a la puerta del lado de Debbie y la ayudaba a bajar. -Enseguida la subirán a la ambulancia. Iré a verla apenas pueda.- Prometió el policía, quien se quedó acompañando a la señora mientras esperaban que abrieran las puertas traseras de la ambulancia.

—Es usted un buen chico, agente Chow — dijo cuando se detuvo el tráfico y pudo salir, con algo dificultad, del coche patrulla. —.  No me debe nada.  Le debo yo que se haya tomado la molestia de acercarme al hospital y detener esa ambulancia para que me llevase. 

Permaneció al lado del portón trasero de la ambulancia mientas lo abrían.  El bolso, como siempre, sujeto con fuerza delante suyo. Sonrió con gesto agradecido.

—Prométame que pasará por mi casa con su familia. Haré galletas y, no es por presumir —bueno, si —, pero son las mejores de la costa oeste.

-Escena Cerrada.-