Partida Rol por web

El barquero os llevó por el silencioso Lago Calenhad. La superficie era un espejo de intenso azul añil por la cual flotaban perezosos jirones de bruma.

Podías notar que tu corazón se aceleraba a medida que la torre se iba haciendo cada vez más y más grande a tus ojos pero, aparte de eso, lo único que se escuchaba era el chapaleo del agua pues nadie hablaba; el barquero parecía simplemente centrado en su remar y Emeric permanecía sumido en un ceñudo silencio.

Os tomó apenas dos minutos arribar al embarcadero de la torre que descansaba a los pies de la inmensa isla. El barquero se limitó a echar el cabo a una gruesa estaca de madera que se encontraba en el extremo de la pasarela y saltó a ella haciéndoos un gesto para que pasáseis. Por algún motivo, Emeric le dijo que esperase allí.

Ascendísteis por una escalinata de piedra esculpida en la propia roca que no constaba de muchos peldaños y desembocaba en un agradable camino de tierra aplanada. Las puertas del Círculo, custodiadas por dos templarios, eran enormes desde allí. Nunca habías entrado en un edificio tan gigantesco.

Los templarios os saludaron y, una vez hecho aquello, abrieron las grandes jambas de madera maciza. Entraste entonces en una estancia abovedada e iluminada por vidrieras que representaban variedad de hermosas bestias míticas. Justo en la columna central, dos hombres se encontraban hablando; uno llevaba una túnica de color verde y el otro la armadura de un templario pero con el blasón del Solar de la capilla bordado en el cinto, cosa que no habías visto antes en otro templario.

Emeric te dió unos golpecitos en el brazo

—Ahí tienes a Irving, la "Primera Encantadora"—dijo con cierta ironía al mencionar el título. Luego señaló al mago de la túnica verde—. Ya puedes presentarte y demás.

Por su parte, él echó a andar hacia el templario que parecía haberos escuchado entrar y ahora os estaba mirando. El recién nombrado Irving hacía lo mismo.

Las palpitaciones de Derek se multiplicaron. ¡Hacedor, qué nervioso estaba! Empezaba a sudar como un gorrino y siempre había odiado tener las palmas de las manos húmedas. Menudo regalo que hacerle a su hermana: la primera vez que se encontraban en años y todo lo que le traía era una asquerosa peste a sudor. El miedo a defraudarla no ayudaba. Tragó saliva e intentó recordar cómo se presentaba uno al Primer Encantador.

Hizo un saludo militar y se cuadró frente a Irving.

-Soy Derek, aprendiz de templario, señor. A vuestro servicio.

El Primer Encantador se acarició la poblada pero cuidada barba grisácea.

—Ah, al fin habéis llegado—respondió con voz cascada pero amable—. ¿Qué tal el viaje?

El templario que se encontraba con Irving, se adelantó en medio de un susurro metálico y te miró de arriba abajo aunque sus ojos grises se posaron sobre el emblema que llevabas en el peto de la armadura.

—La Espada de la Misericordia. Pero sin llamas—dijo más a modo de afirmación que de otra cosa, luego levantó ligeramente las cejas y le lanzó una mirada interrogante al Primer Encantador—. Un aprendiz. ¿Estás seguro de esto, Irving?

—Por supuesto, Greagoir. Te preocupas demasiado—suspiró el interpelado haciendo un gesto de quien espanta una mosca—. No van a enfrentarse a una Ruina para derrotar a un Archidemonio, eso ya está hecho. ¿Recuerdas?

El templario frunció el ceño y se cruzó de brazos en una postura tan regia que te evocó la imagen de una de las estatuas de la catedral de Orlais. Estatuas que no habías visto en tu vida, pero seguro que tenía ese aspecto.

—O tú te preocupas demasiado poco—respondió—. No van a enfrentarse a una Ruina pero tampoco a dar un paseo por un campo de margaritas; se trata de una apóstata, puede que una maléficar...

Mientras Greagoir hablaba, escuchaste pasos. De un gran arco ojival situado en un extremo de la sala, entraron dos personas; el primero debía ser un mago puesto que iba vestido igual que Emeric pero tenía el rostro decorado con unos extraños tatuajes azules y la otra era una muchacha con una túnica violeta, a juego con el increíble color de sus ojos, y sobre cuyo hombro derecho descansaba una larga y gruesa trenza castaña.

Al verlos, Greagoir desfrunció el ceño y se pellizcó el puente de la nariz con un suspiro resignado.

—Está bien... esperemos que tu omnisapiencia vuelva a dar en el clavo—dijo, luego te tendió una mano enfundada en guantelete—. Soy Greagoir, el Caballero Comandante. Bienvenido al Círculo, chico.

En ese momento, Emeric se adelantó.

—Caballero Comandante, ¿puedo hablar con usted un momento?

Greagoir levantó una ceja y, tras pedir disculpas un momento, hizo un aparte con el mago.

Irving les siguió con la mirada y luego suspiró sonriendo de lado como un abuelo que observa a las juventudes en su constante no parar.

—Sólo se preocupa por sus muchachos—te dijo como disculpando al Caballero Comandante por su reticencia—. Como iba diciendo, bienvenido, Derek. Llegas justo a tiempo, tus compañeros de misión acaban de llegar...

Hizo un gesto a los recién llegados para que se aproximasen.

Con tu primera respuesta, Lynn miró al techo con aire distraído, aunque pudiste observar que se le arrebolaba ligeramente el rostro.

—Visto así, casi dan ganas de llevarse la cesta de picnic... —dijo con una sonrisita entre tímida y divertida—. A mí si que me asusta un poco. Bueno, me asustaba. Ahora ya no tanto...

Hizo una pequeña pausa, como dudando de si decir algo de lo que de pronto se hubiese acordado.

—Oh, eh... por cierto, no te lo han dicho supongo. Nos va a acompañar alguien.

Continuásteis caminando hasta llegar al recibidor. La estancia era circular y abovedada, y ya desde antes de alcanzarla escuchásteis voces. Al entrar por la puerta visteis a Irving hablando con un templario que no recordabas haber visto jamás en el Círculo. Greagoir se encontraba en un aparte hablando con un mago.

Irving pareció veros al llegar y cortó la charla.

—Como iba diciendo, bienvenido, Derek. Llegas justo a tiempo, tus compañeros de misión acaban de llegar...

El Primer Encantador os hizo una señal con la mano para que os adelantáseis. Viste de reojo como los ojos de Lynn se abrían de par en par con sorpresa al ver a aquél templario desconocido.

- Preparados para partir, Primer Encantador.

 La seguridad de la voz de Dreren era evidente y le haría ver como una persona que rozaba la soberbia, a sabiendas de que no tenía las riendas de la situación estaría dispuesto a tomarlas en cualquier instante, quizás justo después de abandonar Calenhad.

 El hechicero no se adelantó, sólo permaneció al lado de su acompañante femenina. Su hombro rezumaba con un movimiento violento, fluctuante que desapareció en instantes, como si un demonio habitase bajo su piel y se retorciese oculto bajo su túnica. El lirio tatuado en su rostro brillaba a la luz de las antorchas, de aspecto líquido, parecía descender de su ojo como una lágrima de platino.

 Sus iris enfocaron tenues al templario, sin hacer un solo comentario.

 Evidente.

 Lo estaba midiendo. Pero lo hacía con una calculada sonrisa.

Cuando no mereció más atención, esperó a que Irving tomase la palabra. Era evidente que habría una explicación, aunque...no era necesaria.

Derek asintió a las palabras de Irving, aunque a desgana. ¿Una misión? ¿Ya? Lo que él quería era ver a Gabrielle, no irse por donde había venido. Antes de poder protestar llegó un mago con un tatuaje de lirio en la cara. Ni su manera de hablar ni su aspecto auguraban nada bueno. El templario le miró con desconfianza. ¿Era parte de la misión? Estupendo. Ahora sólo faltaba que viniera también Emeric y ya tendría a su pareja soñada para recorrer Ferelden.

Cada vez más irritado, esperó. Esperó porque si empezaba a quejarse lo iban a acabar encerrando en una mazmorra.

La chica que acompañaba al mago de los tatuajes miraba al aprendiz de templario con los ojos abiertos de par en par en un genuino gesto de sorpresa, luego giró la cabeza hacia Irving y tras un momento de duda abrió la boca para decir algo pero al final no lo hizo.

Irving no pareció perderse aquél gesto puesto que sonrió ligeramente con cierto brillo divertido en los ojos, luego se acarició la barba mirando alternativamente a Derek y a los recién llegados. O había captado algo, o esperaba la forma de decir algo.

—Derek, estos son Dreren y Lynn. Muchachos, éste es Derek—presentó. Luego miró al aprendiz de templario—. No disponemos de muchos efectivos tras la Ruina así que he montado un grupo específico para esta pequeña misión.

Hizo una pausa pensativa.

—Aunque falta una persona para completar el grupo. Es curioso, acabo de hacerla llamar...

En ese momento, Greagoir dejó el aparte con el otro mago y se acercó a Irving algo ceñudo. Le lanzó una mirada que el Primer Encantador pareció entender de algún modo inexplicable puesto que se encogió de hombros. El Caballero Comandante suspiró con resignación.

—Lynn, ¿puedes venir un momento conmigo?

La interpelada cruzó rápidamente las manos a la espalda y la puso recta en un gesto más de alguien que ha estado despistado y de pronto se da cuenta de que le están hablando que de otra cosa.

—Claro, Grea... Caballero Comandante.

El susodicho hizo un gesto con la mano de "un segundo" a los presentes y los dos se marcharon por el pasillo por el que acababa de venir.

Deambulaste por el pasillo junto al templario y Wynne. En un principio sólo el suave frufrú de vuestras túnicas y el tintineo metálico de las grebas del hombre era lo que os acompañaba pero, conforme os acercábais a la entrada principal de la torre, escuchabas voces. Debía haber alguien ya en el recibidor.

Justo cuando os faltaba medio pasillo para llegar, pudiste reconocer la voz de Irving.

—Derek, estos son Dreren y Lynn. Muchachos, este es Derek. No disponemos de muchos efectivos tras la Ruina así que he montado un grupo específico para esta pequeña misión. Aunque falta una persona para completar el grupo. Es curioso, acabo de hacerla llamar...

Gabrielle escuchó la cascada voz de Irving antes de verlo. ¿Derek? Qué curioso: como su hermano. Thedas era un pañuelo. Gabby miró a Wynne y al templario que los escoltaba.

—Uy, me están esperando, será mejor que me apresure —dijo, apretando el paso.

Pero cuando dobló la esquina, y vio que junto a Lynn y Dreren había un hombretón clavadito a su hermano...

—¡Derek! —gritó de emoción la maga.

Ahora entendía lo que le había dicho Irving sobre su futuro acompañante. Habrían tenido que llamarlo desde Risco Rojo. ¿Con cuánto tiempo había preparado las cosas el Primer Encantador? ¿Sabía con tanta seguridad no sólo que iba a querer ir sino que iba a pasar la Angustia también?

La joven se olvidó del protocolo, emitió un sonido agudo a medio camino entre el chillido y la risa, se arremangó las faldas amarillas de maga y salió corriendo a dar un abrazo a su hermano. ¿Cuántos años hacía que no se veían? ¡Se había hecho un hombre!