Todo se desmorona, se rompe...
Y los fragmentos no vuelven a unirse.
Eres un gran Djin, un ser incomparable a cualquier otro... Y sólo eres los fragmentos de una vana libertad alcanzada únicamente con el beso cruel de la muerte.
Todos a tu alrededor han desaparecido... Tanta soledad... La última vez fueron un par de milenios ¿cuánto deberías de esperar ahora? ¿acaso podrías volver?
Sientes cómo algo atraviesa tu corazón, como si de un estilete afilado se tratara. Es una sensación desagradable, y derramas lágrimas de arena, lágrimas sin destino, que nadie verá jamás.
Tu pasado está plagado de arenas, de calor, de desierto...
De repente, más allá de la soledad, el frío atenaza tu alma.
Un copo de nieve cae en tu mejilla.
Alzas el rostro confuso, Eir se alza frente a tí.
¿Cómo ha llegado ella hasta donde estás?
Eres el último caído, Héroe. Todos los demás encontraron su camino, su destino... Sólo has conocido el desierto, la soledad de estar con los que son, el calor abrasador de la vida... Déjame ofrecerte el hielo, la compañía de los que fueron, el frío bálsamo de la muerte. Sé mi simiente: la simiente de los Caídos. Álzate, Pharao, el Caído de la Amalgama, álzate como mi simiente. Y nunca más estarás... Sólo.
¿Son esos los grilletes que te ofrece? ¿Es el comienzo de algo nuevo? ¿Por qué te atrae tanto...?
Una sonrisa boba y sin razón aparente aparece en tus labios.
Extiendes tus manos.
Y el cepo cubre tus muñecas.
Y, siendo preso de tu propia sombra, lo descubres.
Eres libre.
Libre en tu prisión.
Libre como nunca lo has sido.