Partida Rol por web

Al ver que la situación no le resultaba favorable, el centauro optó por intentar retroceder, sin embargo, Hellen le propinó un tremendo golpe en la pata trasera derecha que impidió la retirada del centauro quien observó a Hellen con odio.

El golpe de la Slytherin no sólo lo había herido, sino que había quemado su piel, mientras las runas grabadas en los guantes de Hellen reverberaban con fuerza.

El centauro se giro furibundo hacia la Slytherin y clavo su lanza en su costado con una fiereza brutal, para luego levantarla del piso y arrojarla lejos.

La brutal acción del centauro desató la furia de Firenze quien con un rápido movimiento de espada le abrió una herida sangrante en el torso.

Sin embargo, el castigo del centauro no había terminado, pues la enorme serpiente invocada por Hellen cargó contra él a una velocidad imposible, clavando sus colmillos en el lomo inoculando una gran cantidad de veneno.

La herida de la lanza no era cómo las heridas mágicas que había sufrido hasta ahora, que no por ello menos dolorosa, y a eso había que sumarle el ser empalada y el impacto contra el suelo. Una sensación para nada agradable por su brutalidad y dureza, pero que afortunadamente era rápida, puesto que no me quedaban dudas de que con magia podría repetirse aquella sensación eternamente sin llegar a causar la muerte. Es por ello que mientras intentaba reincorporarme, no hacía si no dar las gracias por seguir viva y ser capaz de moverme, aunque eso último fuera a duras penas.

Iba a necesitar ayuda médica, pero ahora debía preocuparme de que el centauro no decidiera intentar terminar la tarea, es por ello que mientras me taponaba la herida, seguía pendiente del combate por si necesitaba lanzar algún hechizo extra, aunque esperaba que todo esto acabara antes de terminar desangrada. La próxima vez tendría que traer algo más que pociones revitalizantes.

 - ¡¡Hellen noo!! - un grito ahogado salió de la garganta de la pelirroja, en completo pánico, al ver como su amiga salía volando varios metros por los aires tras la terrible estocada que le había propinado el monstruo de cuatro brazos. 

Sentía deseos de reducir a cenizas a aquella cosa, de incendiarlo y quemarlo hasta el tuétano. Pero no podía arriesgarse a herir a Firenze, al propio Bosque o a las serpientes de Hellen. Hellen... Sin pensarlo más salió corriendo tras ella, en el sitio en el que aterrizó, quitándose la mochila de los hombros mientras rebuscaba en su interior. 

Si aquella cosa decidía cargar contra ellas, se pondría delante ella misma si hacía falta. Aunque no tuviera ninguna fuerza en comparación, lo detendría. Pero ahora lo más urgente era tratar a Hellen, sin pegas. No podía permitirse el lujo de seguir lanzando hechizos al aire, no había logrado nada hasta entonces. Confiaba en el profesor y las serpientes conjuradas de Hellen para terminar aquello. No podía dejar que la morena se desangrase allí mismo. No así. ¿Episkey? No.. Es demasiado, mis pociones podrían ayudar con el dolor pero de qué sirve eso ahora.. ¡Ah! - N-no te muevas, lo arreglaré.. - musitó mientras sacaba un pequeño vial de su mochila, envuelto en un paño como protección. 

- Esto lo solucionará, seguro. Aguanta Hellen, por favor. - descorchando el mismo con cuidado, descubrió con sumo cuidado la herida del costado de Hellen. Dejando caer las milagrosas gotas sobre el tajo sangrante. No le temblaban las manos pero si el labio, aguantando las ganas de llorar. Al menos tenía la certeza de que eso lo solucionaría, ya lo había visto funcionar antes. Pero el susto de casi perderla no se le quitaba del cuerpo, y bueno, aquella cosa estaba aún allí.

Con la mayor amenaza fuera del camino, el centauro intenta escapar del combate, pues sabía que no tenía fuerzas para continuar luchando, no a ese ritmo y no contra tantos enemigos capaces de matarlo.

Un rápido quiebre hacia atrás bastó para alejarse de Firenze, sin embargo, la enorme sierpe de Hellen le cortó el paso dejándolo a merced de la carga del profesor de adivinaciones.

Tacata, tacata, tacata, sonaron los cascos de Firenze al galope, mientras el docente acortaba la distancia.

Shuit.... el sonido que hizo el acero del docente al surcar el aire, seguido de un crack, señal inequívoca de que la espada había cortado alguno que otro hueso.... Toc, toc, toc, resonó la cabeza del centauro con cada bote que esta daba en el suelo, al tiempo que su cuerpo se desplomaba con un sonoro pufff, cual títere que le cortaron las cuerdas.

Con su rival abatido, el docente se puso en marcha hacia donde se hallaban las chicas, no sin antes pisotear la cabeza de su rival reduciéndola a poco menos que una mancha sanguinolenta de color gris en el suelo, al tiempo que la sierpe convocada por Hellen engullía entero el cuerpo del centauro para luego desaparrecer, junto a su compañera de tamaño estándar.

Te ofrecería asistencia médica pero veo que ya no la requieres, el taller de Helga Hufflepuff está pasando aquel claro. 

Pueden apoyarse en mi costado para caminar si gustan, pero no intenten subirse a mi lomo, no soy un caballo. - sentencia el docente mientras enfunda su espada.

El grito de Allison me alarmó más que si el centauro mutante se lanzara a por mi, hecho que afortunadamente no se produjo y en su lugar intentó escapar, sin éxito pero con tan escasas opciones, esa era su mejor opción. Aún así no pude dejar de estar alerta mientras mi amiga trataba la herida de lanza, porque si el centauro hubiera decidido atacar, habríamos estado ambas a su merced.

- Gracias, pero no vuelvas a hacerlo - le repliqué conforme la herida se cerraba - No puedes dar la espalda al enemigo así como así Allison.

Pese al reproche, no estaba enfadada, no podía estarlo, pero el error táctico era mayúsculo como para no hacérselo ver. Después de ello, me incorporé y guardé la varita, porque a juzgar por las palabras del profesor, estábamos cerca del taller y a juzgar por lo sucedido en la cámara, esta iba a resultar inútil para recuperar la de Helga.

- L-lo sé, pero no podía dejarte así.. No me lo hubiera perdonado si te pasaba algo. - respondió tajante, pero con un deje preocupado, no quería protestar aunque sabía que Hellen llevaba razón. - Lo siento. - añadió, tras cargar su mochila a la espalda, se puso en pie y volvió a mirar a su amiga, asegurándose de que podía caminar por su propio pie. - ¿Vas bien? -

No quiso mirar mucho los restos del monstruo que a juzgar por el sonido, el profesor se había encargado de que no les molestase más. ¡Ah! - ¿Usted está bien, profesor? - preguntó mientras avanzaban hacia él. Haciendo un gran esfuerzo por no mirar la mancha sanguinolenta del suelo. Allison tragó saliva y le miró, recordando que aquella cosa le había acertado también con su lanza. - Conozco el hechizo Episkey por si sirve de ayuda... - le comentó, prefería pedirle permiso antes de ponerse a agitar su varita. - Por cierto... ¿Qué era...esa cosa? - preguntó bajando el tono de voz, le pareció que era como una cosa híbrida mutante. Pero quizás Firenze sabía que estaba pasando.

Asentí a la pregunta de Allison para después seguir con palabras.

- Dolorida pero bien - confirmo que puedo moverme por mi misma - Por lo visto hicimos bien en nombrarte sanadora. ¿Qué era esa poción?

Inquiero sin llegar a apoyarme en el centauro, en parte por orgullo, parte por no querer deberle demasiado.

Muchas gracias señorita Kenneth, pero mi gente suele recurrir a la magia como última opción y estas heridas no lo ameritan, puedo curarlas con hierbas.

En cuanto a la naturaleza del ser que nos atacó, sinceramente desconozco que clase de criatura era, sin embargo, parecía un centauro y salvo por las llamas, luchaba como uno. - dice el docente pensativo.

Luego de caminar un par de minutos, el centauro señalo hacia una pequeña y acogedora cabaña en mitad del bosque.

Muy bien, ya llegamos. - anuncia Firenze, deteniendo su marcha.

Allison esbozó una rápida sonrisa ante el comentario de Hellen. Al final, quizás no era mala idea pensar en especializarse dada la nefasta puntería que había tenido momentos antes. - Tan sólo estoy en el lugar adecuado. Lágrimas de fénix. - le respondió restando importancia al asunto. Era una suerte que hubiera conservado aquel vial, aunque el fondo estaba realmente agradecida dada la gravedad del tajo que había recibido Hellen.

Luego tras la respuesta del centauro, la pelirroja asintió soltando un pequeño suspiro. - Eso pensé, pero no perdía nada por preguntar. - se dio unos toquecitos en la mejilla, pensativa. - No estaría de más aprender algunos remedios naturales con hierbas, aunque ahora no es el momento... Oh. - añadió expresando interés en lo que le decía Firenze, quizás pudiera estudiar en la biblioteca, más allá de pociones. Cataplasmas o cosas así. 

Pero en seguida dejó esa idea apartada, justo cuando llegaban a su destino. Se quedó en silencio mirando con fijeza la cabaña, sintiendo como una punzadita de morriña, sin saber muy bien por qué. Helga... Allison aguardó a que Firenze o incluso Hellen se pronunciasen antes de acercarse a la cabaña.

Había oído del poder de las lágrimas hacía tiempo, pero una cosa es escuchar sobre algo y otra diferente sentirlo actuar, de hecho mientras caminábamos empecé a cuestionarme algunas cosas sobre su naturaleza. Primero, era sabido que el fenix era una criatura capaz de resucitar, si a eso le sumabas que la magia ancestral era capaz de proezas inimaginables cuando se trataba de proteger a los seres queridos, ¿entonces cómo de profundos eran los sentimientos de dichas criaturas hacia sus dueños? Seguramente alguien habría realizado estudios al respecto, ¿pero darse cuenta de ese detalle? Sin embargo, mi curiosidad por dicho tema deberia ser pospuesta porque habíamos llegado a nuestro destino.

Era una cabaña bastante sencilla, prácticamente anodina, lo que sumado al fuerte hechizo que la protegía la habría hecho permanecer en las brumas del misterio eones. También podía ser que ahora que se encontraba a nuestro alcance, se escapara por efecto del Fidelius, o incluso que nos ocurriera algo que nos hiciera imposible percibirla.

- Allison, no se muy bien como funciona el Fidelius, así que prepárate para cualquier cosa. De todos modos, pase lo que pase, tu debes entrar en esa cabaña y recuperar la varita ¿vale?

La advierto de la situación que se nos ponía enfrente, porque imaginaba que el hechizo sería el menor de los males. Ahora bien, si nos poníamos a analizar lo que sabía de las otras varitas, no quería ponerme en la situación que seguramente viviría la peliroja, porque seguro que iba a sufrir mucho para demostrarse digna. Es por eso que la miré y me forcé a sonreír mientras sacaba mi otra varita.

- Nosotros estaremos bien.

Aseguré intentando transmitirle una oleada de confianza. Iba a necesitarla.