Partida Rol por web

Cuando los defensores celebraban la victoria, la profesora McGonagall ingreso a la sala común acompañada de un hombre, edad madura, alto y de presencia imponente, quién tras recorrer la sala con la mirada se dirigió directo hacia ustedes.

Mientras tanto, dos estudiantes de sexto año se acercaron a la profesora McGonagall y empezaron a informarle todo lo ocurrido con aquel demonio.

Al observar la tremenda herida en el cuello de Artemis aquel anciano te observó bastante complacido.

Haz hecho un excelente trabajo pequeña, pero creo que es mejor que yo me encargue a partir de este punto, pues de lo contrario este cabeza dura no llega a mañana. - dijo el anciano mientras apuntaba su varita hacia el cuello del joven, quien ya se encontraba bastante pálido debido a la pérdida de sangre.

¡Sanctum Regalia! - Luego de que el anciano recitara aquél conjuro, un destello plateado cubrió el cuello de Artemis y su tejido empezo a regenerarse de manera inmediata, mientras el color volvía lentamente al rostro del joven Gryffindor.

Muchacho tonto, será mejor que dejes de meterte en líos o que aprendas a luchar mejor y a tratar tus propias heridas. - masculló el anciano algo malhumorado - Disculpa la molestia pequeña, pero ¿Podrías hacerte cargo de mi bisnieto mientras yo ayudo a la profesora McGonagall a poner en orden este lugar? Prometo compensártelo y un Flamel siempre cumple su palabra. - añadió el anciano con el tono más solemne posible.

Tras cruzar algunas palabras con la profesora McGonagall, Nicolas Flamel empezó a atender las heridas de otros chicos.

Quise llorar pero ahora de alegría. ¡Lo logramos! Abracé el cuerpo de Artemis, riendo de puro alivio. ¡Eso les enseñará a los demonios que nadie se mete con Gryffindor!

- ¡Profesora McGonagall! – grité, pero los de sexto pronto la rodearon y no vi que me escuchara. Un señor se acerca a nosotros. No recuerdo que sea nuestro profesor aunque su cara me es familiar, como si fuera… no, como si la hubiera visto en un libro. Por un instante tuve miedo, antes de recordar que venía con nuestra profesora.

- Está herido… - temblé al recordarlo. Me dijo que hice un “excelente trabajo” y me sentí orgullosa. ¡Creo que nunca quise tanto a mamá! Me separé un poco de Artemis, para que pudiera maniobrar mejor. El destello plateado me hirió los ojos. Tuve que pestañear, pero supe que ya estaba mejor. No iba a morir.

Me pidió que me hiciera cargo, y solo pude asentir. Nunca dejaría solo a un compañero.

Traté de sacudirlo un poco, no mucho para no lastimarlo, sino para ver si podía despertar. Los niños no pueden subir a los dormitorios de las niñas, pero creo que nosotras sí. Si no puede moverse puedo buscar de los sillones (los que aun queden sobre el suelo en una pieza) cojines para que esté cómodo.

El señor y la profesora comenzaron a hacerse cargo de todo. Me sentía a salvo de nuevo, pero aun temblaba por todo lo que pasó.  

¿Cómo fue que apareció esa cosa?