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Viaje a Escocia

Desde el día de San Valentín, sentí que las horas del día se me hacían extremadamente cortas. No tenía tiempo para pensar en lo que ocurriría durante el viaje puesto que estábamos en plena fecha de exámenes, preparación de los alumnos de 5to y 7timo año para sus T.I.M.O.S. y E.X.T.A.S.I.S. respectivamente. Además de eso estaban las horas que pasaba dando lecciones extra a Linus Avery, y las noches de luna llena que debía acompañar a Anne... En fin, que el tiempo pasó volando y de pronto me descubrí con que tenía que tener la maleta lista en dos horas, y no me sentía preparada.

Durante estas dos semanas había logrado coincidir con Ulfric durante las horas de la comida, y por unos ratitos entre clases. Pero apenas podíamos conversar abiertamente, pues de algún modo debíamos mantener el profesionalismo frente a los alumnos. Eso no evitó que me sonriera en mitad de la clase de Transformaciones cuando recibí su pequeña nota, lo que llevó a un pequeño accidente con uno de los alumnos de tercero que terminó haciendo crecer las cejas de su compañero, cubriéndole la cara de pelo.

Comencé a ordenar la maleta lo mejor que podía, metiendo suficiente ropa para varios días aunque no sabía cuanto tiempo estaríamos allá; metí algunos libros por si había momentos en que Ulfric estuviera tan concentrado en su investigación que tuviera que entretenerme con otras cosas... En fin, que poco antes de escuchar los golpes en la puerta, miraba conforme el contenido de mi maleta. Lo importante, ante todo, era poder pasar un rato agradable juntos. Como colegas, amigos... Y ya se vería si algo más.

Educada y casi protocolarmente salimos del castillo con dirección definida, aunque de nuevo me estaba dejando guiar por el subdirector. Intenté no mirar hacia donde seguramente estaría Anne mirándome y burlándose, pero ya le contaría al volver, si es que había alguna cosa que contar. Ya una vez en el andén, me permití acercarme un poco más a Ulfric, y a sonreírle con cariño. -Por supuesto, te ayudo a lo que necesites. Pero me parece que cada vez te manejas mejor en el mundo no-maj. ¡Nada mal para sólo tres meses!- Le dije divertida, y con un suave apretón en el brazo. La conversación fluía entre nosotros con sencillez, era como si lo conociera de toda la vida, pero al mismo tiempo había muchas cosas que quería saber de él.

Me sorprendió la arquitectura del lugar apenas llegamos allí. No son cosas que se acostumbren ver en América, donde la aquitectura de sus pueblos más antiguos tienes muy pocos siglos en comparación. El paseo hasta el hotel me parecía una idea excelente, así que no dudé ni un instante. -Hm, pues sí me gustaría que me explicaras un poco lo que haremos aquí; he intentado hacerme una idea pero al final decidí que simplemente me dejaría llevar y sorprender.- Admití sonriendo.

Buzánszky aguardaba impaciente a qué el profesor terminara su retahíla de divagaciones sobre si hubiese magia o no en el maldito broche hasta que, finalmente, conjuró el dichoso hechizo. Una luz azulada destelló del broche.

- ¿Qué es eso? - preguntó, alarmado.

Lo que luego explicó el profesor era sumamente interesante. 

- Pertenece a un licántropo que vive en una casa no muy lejos de aquí. ¿Cómo se llama, chico? - preguntó seguidamente a Altair, que estaba a su lado.

-Se trata de una investigación criminal. A las víctimas les asaltó un grupo de licántropos que dieron la impresión de ir todos a una, sobretodo porque cuando abandonaron la escena del crimen fue a la llamada de alguien, una persona, no un licántropo.

Buzánszky volvió a repanchigarse sobre el sillón. 

-El otro día conocí a una tal Circe... ¿Le conoce? Por lo visto es nigromante. No me dijo más sobre ella.

-Buenas tardes profesora- respondió con una sonrisa.

Esta sería la última vez que quedasen para conseguir la transformación. Si no lo conseguía ahora debía de olvidarse de poder estar con Anne los días de luna llena. Asimiló las palabras de Agatha.

-Gracias por todo profesora, aunque no lo consiga, le agradezco la ayuda- se obligó a ponerse en la peor situación, pero al igual que había pasado en el torneo de duelos, no dudaba de sí mismo. A veces gracias a esa confianza conseguía grandes resultados, pero otras jugaba en su contra y la caída era mayor.

La ayuda que le ofrecía Agatha incluso si fallaba hizo que sonriese y se sintiese verdaderamente agradecido con ella. Sabía por qué quería transformarse, ¿lo haría por él o por Anne? Poco importaba en realidad.

-Voy a intentarlo. Aléjese… por si acaso- Se colocó en posición, respiró con tranquilidad. Dibujó la imagen en su mente, una chica, corriendo por el bosque, el pelo castaño ondeando por la brisa de la noche e iluminado por la luna. A su lado, salía del bosque un lobo, una criatura de color blanco, con unos ojos amarillos llenos de inteligencia. Él quería ser ese lobo, él ERA ese lobo.

Abrió los ojos frente al espejo, con la imagen en su mente. Movió la varita mientras se concentraba en esa imagen. El movimiento fue fluido, rápido y preciso. No esperaba menos después de demostrar su dominio en el torneo. Le pareció que sus ojos cambiaban, de azul a dorado.

Se sintió a si mismo mutar. Las manos le picaban, las sentía más fuertes, más toscas. Un ligero dolor en la espalda le hizo inclinarse- Aguanta…- gritó para sí con los dientes apretados. Al mirar de nuevo al espejo allí estaba él, pero no se reconocía, veía la imagen del lobo blanco- vamos, ahora el cambio de verdad- Agitó la varita. Sonó un clack, su espalda se arqueó y en la muñeca sonó otro clack.

Abrió los ojos. Los ojos amarillos y soltó lo que pareció ser un gruñido de dolor. La varita le cayó al suelo, y después se encontró el mismo con las rodillas en tierra. Miro al espejo.

Tenía los ojos azules.

¿No lo he logrado?... He fallado…

- Curioso, cuanto menos... comportamiento curioso para unos licántropos, profesor. Efectivamente, este objeto puede tener que ver. Pero si, tendría que verlo alguien que supiera más. - Negó con la cabeza, le daba mucha rabia no poder hacer más, y  a la vez no descubrir más de aquella cuestión. Le parecía verdaderamente curioso, pero además, sabía que ese objeto era... inquietante. 

- No conozco a Circe. No puedo darle referencias de ella, pero con los que trabajan con ese tipo de magia hay que tener mucho cuidado, profesor, señor Black. De verdad, ojalá pudiera ayudarles más. 

- Al contrario Ulfric: ha hecho mucho por nosotros. Ahora tenemos un camino claro que seguir y eso gracias a usted - contestó con franqueza. 

Resolvió que aquella visita había terminado y se levantó. 

- Muchas gracias, profesor, por su inestimable ayuda. Es posible, si no le es molestia, que vuelva a contactar con usted al respecto próximamente.

Le estrechó la mano y salieron del despacho. Aquel estaba siendo un buen día. 

CALLEJÓN DIAGÓN

Tras comer en el mismo colegio, Buzánszky se llevó a Altair al Callejón Diagón a través de la Red flu. No tardaron en llegar a su destino, marcado en rojo: Olivander's. 

Entraron en la tienda y aguardaron a que el hombre estuviese libre para atenderles. 

- Buenas tardes, señor Olivander - saludó Buzánszky - ¿Tiene ya "lo mío"? - Preguntó misteriosamente, sabiendo perfectamente el tendero de lo que se trataba.

Buzánszky había llevado la varita rota que Lauren Blumer encontró en el lugar del crimen de los hombres lobo para ver si podía identificar a su dueño. Es sabido que Olivander recuerda todas las varitas que vende y a sus dueños, así que resolvió que era una buena manera de resolver el entuerto con una visita. Sin embargo, Olivander no consiguió recordarlo de primeras, así que Sándor se la dejó para que el experto investigará su procedencia. Ahora era momento de conocer los resultados. 

- Al contrario, el honor ha sido mío. Confío en que de verdad vuelva, y tengamos oportunidad de colaborar juntos en resolver este o cualquier problema que tenga entre manos. Un placer, señor Black. 

Ulfric le dio la mano cordialmente a ambos, les reiteró que las puertas de su despacho estaban abiertas a cualquiera de sus necesidades, y se retiró de nuevo a trabajar. Aunque, desde luego, tenía algo que pensar. 

Callejón diagón: Ollivanders

Garrick Ollivander ya estaba mayor, esa era la realidad, sin embargo su mente razonaba como la de un joven. Se despidió de su cliente con una gran sonrisa (al que atendía antes de la llegada vuestra) y, tras escucharse las pequeñas campanas de la puerta indicando la salida de este (el cliente), Ollivander fijó sus ojos azules plateados y pálidos en vosotros.

Con rapidez torció su gesto, eliminando cualquier atisbo de sonrisa –Oh sí, claro…lo suyo, por supuesto –comentó haciéndose el olvidadizo -¿cómo no recordar a una varita tan singular?- fingió de nuevo, usando un gesto amable que marcaba algunas arrugas en los alrededores de su boca.

Acto seguido se dio la vuelta acercándose a una de las estanterías que tenía a sus espaldas –la dejé por aquí…- dijo subiéndose a la escalera que había apoyada en el mueble –sí, aquí está- soltó mostrándola desde lejos.

Bajó con cuidado los peldaños y acercándose a su puesto dejó la varita encima del mostrador, apoyando a su vez ambas manos –bueno, creo que tengo malas noticias para usted señor Buzánszky- el hombre ya no os miraba –no recuerdo a su dueño –parecía estar mintiendo –puede que la edad ya esté haciendo su efecto- jugó con una buena excusa a su favor –pero…- volvió a fijarse en Sándor bajando el tono de voz –su material es bastante peculiar: Madera de serpiente con un núcleo de retina de basilisco -arrugó la frente -¿No sabría usted dónde puede haber madera con características como estas?- inquirió esperando que entendiera la pregunta –seguro que a partir de ahí podrá saber lo que desea. Pues por mi parte no tengo mucho más que ofrecer –irguió su posición separándose del mostrador –lo que sí le pido es cautela, que vaya con cuidado. Su portador puede ser…peligroso –de hecho os transmitía sinceridad con esta frase. Lo mismo hasta parecía evocar su propio miedo, o alguna amenaza bien por fuerza externa o meramente como algo auto inculcado.

MINISTERIO DE MAGIA

Aquella mañana, Sándor ni siquiera pasó primero por su despacho y fue directo a ver a la señorita Hayes, en la recepción.

-Buenos días, señorita Hayes. Quisiera que me pasara el contacto de la señora Circe, si es tan amable. 

Hayes estaba contenta, al parecer tenía un buen día –Muy buenas- ladeó la cara como si eso le ayudara a pensar ante tu petición– ¿la señorita Circe? ¿Esa mujer tan extraña y enigmática?- comentó como si fuera la típica vecina con la que te paras a hablar –me pidió expresamente que no quería molestias, que no diera su dirección para banalidades. Comentó algo de que requería concentración. Supongo que es por los motivos que la han traído hasta el colegio- advertiste que le encantaba hablar.

-Aun así, tome. Escriba aquí su mensaje –solicitó prestándote una pluma y una hoja- se lo haré llegar hoy mismo- dijo bajando la voz un poco, como si tratara de contarte una especie de cotilleo –pero que quede entre usted y yo, señor Buzánszky. Nosotros no hemos hablado de esto- dijo para resguardar su espalda ante posibles trifulcas.

-¡Sí, esa! - contestó con súbito entusiasmo Buzánszky, contento de saber que no había errado el tiro.

- Si se tratara de una banalidad, no estaría aquí molestándole a usted tan temprano... - protestó Buzánszky -... así que no se sienta mal por ello. 

Tomó la pluma que le prestó Hayes y escribió a Circe una misiva. 

-Aquí tiene, Srta. Hayes, muchas gracias - le devolvió la pluma y la carta con una leve sonrisa que de seguro pillaría de improviso a la secretaria, poco acostumbrada a tal despliegue de emoción gestual por parte del húngaro, que aprovechó para apoyar un codo en el mostrador y contestar a su cuchicheo. 

- ¿Decirme usted a mí? No sé de que está hablando... - disimuló, con un poco de broma - Si le parece bien, me gustaría devolverle el favor invitándole a cenar... - Ahí ya no hubo broma posible.

En Ollivanders

A Buzánszky le decepcionó por completo la respuesta de Ollivander. Bueno, no del todo: madera de serpiente y ¿retina de basilisco? aquella varita no era cualquier cosa, y era de agradecer aquella información pero Sándor quería un nombre y no lo tenía, quería algo más concreto y Ollivander lo sabía y se lo ocultaba ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué nadie hablaba claro en aquel país?

- ¿Se refiere al Bosque Prohibido?- preguntó sin ambages- ¿Qué fabricante pudo hacer ésta varita? 

Secretaría del Ministerio de magia

Hayes no pudo evitar reírse con tu acto y aquel inusual gesto que seguramente le recordó a los actuales futbolistas muggles, esos que salían en anuncios de colonias.

-¿Cenar? Estoy muerta de hambre y es la hora punta del desayuno- dijo cogiendo el papel doblado que acababas de escribir, el que le enviaría seguidamente a Circe –Aquí no creas que por ser magos te mandan ranas saltando o tartas encantadas flotando. Sólo veo lechuzas y lechuzas con papeles que van a los distintos despachos del ministerio. Algo que este mes ha sido realmente exagerado con el tema del torneo–seguía hablando –así que me conformo con que ahora puedas traerme un trozo de pastel. De lo que quede, que tampoco soy muy exigente en lo que a dulces se refiere- casi podía ser tele operadora ya que ella misma se daba conversación –Bueno, con eso y saber que no hemos ni estamos hablado, tu favor estará saldado- expresó contenta.

Comprobaste que Hayes había realizado su trabajo correctamente, pues recibiste una lechuza dos días después de enviar la carta.

Estimado señor Buzánszky,

Debido a la escasez de mi tiempo, vernos antes del evento me resulta casi imposible. Pero le propongo encontrarnos en la primera prueba del torneo.

Me pasaré por allí, estaré en los alrededores del laberinto.

Así trataremos ese asunto suyo.

Circe

 

En Ollivanders

Al parecer, el profesor Burzanski estaba en una buena pista, pero el comerciante de varitas se negaba a colaborar como eta debido, así que, había llegado la hora de resolver esto al estilo africano y con un leve movimiento de manos conjuro un fumos empezando a llenar la tienda de un denso humo negro, al tiempo que rompo en llanto.

Está pasando de nuevo, y lo peor de todo es que usted lo está provocando señor Ollivander, cuando alguien me miente, pierdo el control de mis emociones y mi magia empieza a descontrolarse, sólo es cuestión de tiempo antes de que mi ropa se prenda en llamas y todo será su culpa, gracias a Usted nunca sabré el nombre del asesino de mi hermano y usted lo está encubriendo. -  digo mientras me arrodillo en medio de la sala y una expresión vehemencial se va adueñando de mi.

Tal vez mi tía Bellatrix tenía razón, tal vez sólo debo dejarlo salir y no luchar contra mi magia y el obscurial, lástima que sea aquí. - añado entre sollozoz mientras me retuerzo en el piso dejando salir aún más humo de las manos.