Partida Rol por web

Las ubicaciones para rolear son:

• 3.2 Casa de las Plumas
• 3.3 Casa de los Gritos
• 3.4 Correo
• 3.5 Dervish y Banges
• 3.6 Estación de Hogsmeade
• 3.7 Madame Pudipié
• 3.8 Harapos Finos: Moda para Magos
• 3.9 Honeydukes
• 3.10 Las Tres Escobas
• 3.11 Zonko

TRES ESCOBAS

Minerva se atusa la falda de la túnica y sacude su capa al entrar al establecimiento, para sacudir la nieve que ha quedado pegada a la tela de fino terciopelo verde. Madame Rosmerta la saluda y la acompaña a una mesa limpia y preparada con un mantelito navideño junto a la chimenea. Minerva le agradece la consideración, sus huesos ya no son lo que eran y el frío siempre le afecta. Casi siempre lleva un hechizo de calor sobre el cuerpo, pero a veces resulta engorroso.

Mientras espera a la joven Presley, se pone a ojear la carta de la taberna.

- Querida, se te están subiendo los precios... - Rosmerta se acerca y se disculpa, los precios están en cantidades muggles, una broma pesada de los Weasley. Finalmente aclara que los platos principales están a 2 sickles, las bebidas, entrantes y postres a 1 sickle (toda la bebida se sirve en jarra grande). - Bien, mucho mejor... traeme una limonada y el pollo asado.

LAS TRES ESCOBAS

Había olvidado lo hermoso que era Hogsmeade durante la época decembrina. No sólo debido a la nieve que todo lo cubría y lo hacía parecer una postal mágica, sino los múltiples adornos que colgaban de uno y otro lado. En otro momento me gustaría perderme entre sus calles y visitar una vez más cada una de sus tiendas, sin embargo esta vez me movía la prisa. Agradecía que la directora Mcgonagall hubiera aceptado verme tan pronto, había llegado a Londres hacía un par de días y sólo ayer había enviado la lechuza sobre mi interés por el puesto, así que había quedado entre encantada y aterrada cuando no tardé en recibir una carta de respuesta con la invitación a almorzar.

Salté del andén y avancé con prisa por las calles heladas, sintiendo el penetrante frío a través de mis ropas. Por suerte fue atravesar las puertas de Las Tres Escobas y soltar un suspiro de alivio. Si, era tal como lo recordaba. Busqué con la mirada entre las mesas hasta dar con la conocida figura de mi tutora. La reconocí de inmediato, y los nervios se acrecentaron. La profesora Mcgonagall era una persona encantadora, pero causaba una impresión de severidad cuando se le conocía por primera vez.

Me acerqué hasta su mesa, sonriente y efusiva. -Profesora Mcgonagall, que gusto verla de nuevo.- Dije cuando llegué hasta ella, tomando asiento en la silla frente a ella. -Soy Agatha Presley.- Habían pasado muchos años desde que nos vieramos, y desde luego yo ya había dejado de ser una jovencita recién graduada, por lo que quizás no me reconocería de primera vista.

LAS TRES ESCOBAS

Minerva sonríe a la recién llegada. - Querida, estoy vieja, pero no para tanto, siempre reconoceré tus brillantes ojos. - Sabía que mi respuesta le avergonzaría por insunuar que podría no haberla reconocido, pero resultaba divertido tomarle el pelo a los alumnos después de tantos años. - Tranquila estaba bromeando. Salgo poco del colegio, así que tengo pocas oportunidades para actuar de forma distendida. - Dice con una mirada cómplice. - Estoy encantada de verte de nuevo, se que tenemos una entrevista por delante, pero he pensado que estaría bien disfrutar del almuerzo poniéndonos al día y luego ponernos serias en el postre. ¿Que opinas? - Pregunta esperanzada mientras da un sorbito a su limonada y limpia sus labios con el filo de la servilleta que reposaba en su regazo.

En ese momento Rosmerta se acerca para anotar el pedido de la más joven.

Por supuesto que la profesora Mcgonagall logró ruborizarme con ese comentario, haciendo que por un segundo tartamudeara sin saber como responder a eso. -O-oh.. b-buen... ehm...- Cuando aclaró que se trataba de una broma solté una carcajada de alivio, sintiendo la tensión que había tenido hasta el momento desaparecer al instante. No me había dado cuenta que hasta ese momento había estado mentalizada de que iba a encontrarme con mi tutora, olvidando que yo ya no era una becaria sino una profesora también.

-Me parece una fantastica idea, profes--... Minerva.- Dije tanteando, no muy segura hasta que punto de familiaridad me permitiría tratarla. Tomé la carta y alcé una ceja al ver que los precios eran en dinero no-maj. Rápidamente Rosmerta me aclaró sobre la carta y sonreí. No recordaba haber conocido a los más jovenes miembros de la familia Weasley, aunque creía recordar la cabeza roja de alguno de los mayores entre los alumnos. Pedí la tarta de cordero* con la ensalada jardinera y una cerveza de mantequilla para empezar.

-Y bueno...- Empecé, quitándome los guantes y la bufanda para dejarlos en un asiento contiguo. En ese momento me di cuenta que no tenía idea de como hacer una conversación trivial con alguien de la comunidad mágica británica. Es decir, ¿cómo podía iniciar sin mencionar de algún modo la Guerra Mágica? No quería traer un tema triste a la mesa tan pronto... -Así que ahora es directora...- Fantástico, Agatha, preguntar indirectamente por la muerte de Dumbledore. Eres una idiota.

LAS TRES ESCOBAS

Sonreí a la agradable y nerviosa joven, aunque ahora parecía empezar a relajarse. - Me temo que sí, supongo que escuchaste sobre la muerte de Albus, al ser subdirectora, heredé el cargo. - Dice con bastante dolor al recordar la muerte de su predecesor y amigo. - Solo espero dejar bien alto el lugar que Albus me dejó. Pero no hablemos de mi aburrida vida, cuentame que has hecho mi niña, seguro que tu vida ha sufrido grandes cambios durante todos estos años.

Minerva está sinceramente interesada, tanto que no puede esconder sus ganas de escuchar tu historia. Ambas vais comiendo clamdamente mientras la conversación transcurre.

LAS TRES ESCOBAS

Maldije para mis adentros al ver el dolor reflejarse en la mirada de la profesora, pero me relajé al ver que su respuesta fue calmada. -Me enteré por lechuza a través de Melina Grindelwald primero, luego cuando llegaron las noticias a America. De verdad lo sentí mucho, era un gran mago.- Dije, seis años tarde, pero de alguna manera estaba presentando mis respetos a quien había sido quizás la persona más cercana a Dumbledore.

La comida nos fue servida con prontitud, de manera que pudieramos amenizar el almuerzo con conversación casual. -Oh, profesora, tengo entendido que no fue tan aburrida como lo hace parecer.- Dije, más esa historia ya había sido mil veces contadas, dudaba que hubiera en el mundo mágico quien no conociera la historia de los acontecimientos hace no tanto tiempo, pero que se sentían como una vida. -En comparación, mi vida ha sido muy tranquila. A diferencia de muchos de los que estudiaron conmigo, yo decidí no realizar el viaje tradicional de conocimiento, ni siquiera luego de terminar mis años de becaria.- Le conté. Una parte de mi se arrepiente de no haberme atrevido a hacer aquel viaje, pero lo cierto era que no me atrevía a viajar en soledad. La idea siempre había sido viajar con Melina, pero para entonces ya había dado a luz a Annelie y se encontraba en un matrimonio que no terminaba de convencerme. El tiempo había terminado por probar que mis presentimientos eran correctos, y ahora mi ahijada sufría por ello. -Regresé a América y estuve unos años trabajando en la granja de mis padres, desconectando un poco del mundo mágico hasta cierto punto. Cuando decidí volver, envié solicitudes para entrar a trabajar en Ilvermorny y en Salem. Conseguí un trabajo como profesora adjunta en Ilvermorny y me dediqué a mi trabajo el resto del tiempo. Cuando... Bueno, cuando comenzaron las noticias de lo que estaba ocurriendo en Inglaterra, me uní a un grupo de apoyo para brindar refugio a mestizos e hijos de no-majs que llegaron a America, en caso que la fuerza de los mortífagos intentaran alcanzarlos aquí. De nuevo fue Melina quién me tuvo informada sobre lo que pasaba por medio de un código, aunque los últimos meses que no supe nada. Seguramente por orden de su esposo, sabiendo que yo era hija de no-majs y queriendo proteger su reputación. Ya después de eso, sólo supe que todo había acabado con el resto del mundo mágico. Pensé en venir entonces pero...- Me mordí el labio. Había sido una cobarde, temiendo que aún hubiera peligro para alguien como yo, que si intentaba viajar me quitarían la varita y me acusarían de haber robado la magia. Bajé la mirada con verguenza. -No fue hasta que comenzaron a solicitar profesores para Hogwarts que envié una lehuza, pero ya había encontrado profesor de Transformaciones para entonces. Fue al enterarme que nuevamente el puesto estaba libre que me dije que esta vez no me conformaría con una lechuza. Y bueno, aquí me ve.- Terminé, tomando la cerveza de mantequilla y bebiendo un generoso trago. -Como ve, no ha sido muy emocionante.- Dije a modo de disculpas, como si me apenara no tener una historia llena de intrigas y emociones para agasajarla.

LAS TRES ESCOBAS

Minerva le miró con un poco de tristeza, pero también con comprensión. -Verás querida, si quitamos la guerra del esquema, mi vida es la de una directora de escuela, vieja y solterona. Y la guerra no es algo de lo que me guste hablar demasiado.- Ella sabía que lo entenderías, muchos amigos y alumnos murieron en la guerra, sobrevivir a ella era algo que pesaba en la pobre mujer, hubiera preferido cambiarse por cualquiera de sus jóvenes alumnos fallecidos, ella era solo una vieja rancia que había vivido lo suficiente. La culpa hacía que Minerva fuera una de las que mas donaciones hacía a la Fundación de Megan.

- Puedo entender perfectamente que esperaras para venir, lo cierto es que me alegro de que no vinieras blandiendo tu varita como haría un Gryffindor insensato, hubiera sido bastante duro para mi si te hubiera ocurrido algo, es suficiente con que volvieras ahora. - Te da un par de golpecitos suaves en la mano con la suya, como muestra de un tímido agradecimiento. - Procuraré que seas feliz aquí y cuidaré de ti, las cosas andan algo revueltas y, antes de ofrecerte el puesto definitivamente, creo que es mi deber contartelas, por si decides no aceptar.

Su emblante se escurece y sus ojos pierden brillo, sabes que lo que viene a continuación no te va a gustar. - Ha habido un par de asesinatos en los ultimos dos meses... el padre de una alumna en octubre, un hombre muggle, muy agradable y... el anterior profesor de transformaciones, hace tan solo unos pocos días. No se ha encontrado al culpable y es muy probable que los casos no estén relacionados, pero todo el mundo anda buscando a La Quimera, no sé si escuchaste sobre él en EEUU.

Minerva se siente mejor ahora que te ha contado la verdad, pero está nerviosa ante la posibilidad de que prefieras volver a casa en vez de quedarte a enseñar a los niños.

LAS TRES ESCOBAS

Asentí comprensiva por las palabras de la profesora respecto a su vida. Cuántos jóvenes habían caído, cuántos hijos perdieron a sus padres, cuántos padres perdieron a un hijo... Pero era algo que ya había quedado atrás. O eso pensaba, antes que la profesora continuara con su explicación.

Lentamente dejé los cubiertos sobre la mesa, mordiéndome el interior de mi labio inferior mientras escuchaba sobre el final aciago de mi predecesor, algo que no había sido publicado en El Profeta aún. No tuve que hacer mucha memoria para recordar los artículos que hacían mención a la Quimera de San Mungo. Me había preocupado por Milena, quien era sanadora allí, pero no había sido afectada por el ataque. Luego, en los periódicos no-majs se había hablado de aquella "misteriosa infección" que había dado muerte a varias personas. -La noticia llegó, si. Aunque no fue hasta que leí El Profeta que supe hasta que punto había sido la gravedad de los ataques. ¿Creen... El anterior profesor era hijo de no-majs?- Pregunté. -¿Mostraba los síntomas de la enfermedad? Perdone si estoy siendo excesivamente curiosa.- Dije, abandonando por el momento el resto de mi almuerzo.

LAS TRES ESCOBAS

Minerva te miró comprensiva, sabía que la noticia podría asustarte. - No, era sangre pura, de buena familia, aunque todos sus familiares murieron a causa de la guerra. Personalmente, creo que las muertes no tienen nada en común, pero hay que esperar a que concluyan las investigaciones.

Minerva pide ahora un té relajante, para completar su comida, algo que le calme los nervios y los nudos en el estómago. - Se que puede ser dificil tomar una decisión en estas circunstancias pero, no creo que lo de el pobre Jaden sea obra de mortífagos...

Minerva movía su té con la cucharilla, produciendo un suave tintineo, mientras miraba alternativamente a la taza y a Agatha, esperando que la joven resolviera sus conflictos internos y le dijera si se quedaría o si prefería marchar.

LAS TRES ESCOBAS

Por supuesto, necesitaba unos minutos para asimilar aquellas palabras. Toda mi vida había transcurrido de una manera sencilla, sin grandes preocupaciones. Una vida campestre, y luego una vida de magia que aunque emocionante de por si, había estado extenta de peligros. ¿Estaba dispuesta a dejar atrás esa tranquilidad, sabiendo los horrores que se vivieron en Inglaterra? Y ahora, un nuevo peligro, del que se conocía poco. Vendría a ocupar el puesto de un hombre asesinado...

Miré a la profesora McGonagall. Ella era una mujer que había afrontado peligros que jamás debió ver; ella se había quedado por sus alumnos, para protegerlos. Ya admiraba a mi tutora desde el momento que había llegado a Hogwarts, nerviosa e inexperta. Ahora la admiraba mucho más. Por otro lado, me aseguraba que lo del anterior profesor de Transformaciones no tenía nada que ver con el odio a los no-majs. Vacié mi pinta y tamborileé la madera de la mesa. Sí, estaba decidida.

-De acuerdo, Minerva.- Acepté, con una sonrisa. -Será un cambio grande, y entiendo que tendré que tratar con el hecho de cubrir el puesto de alguien que ha muerto por misteriosas circunstancias... pero confío en usted y en las palabras del profesor Dumbledore: No hay lugar más seguro que Hogwarts.- Dije. No pude evitar agregar al final. -Además, tenía entendido que el puesto maldito era el de DCAO.- Dije con una risita. Si, estaba nerviosa. Pero habían alumnos necesitando de un profesor, y era un puesto que estaba dispuesta a asumir, a pesar de las circunstancias.

LAS TRES ESCOBAS

Minerva te sonrie con alivio y alegría, está claro que deseaba que te quedaras. - Claro que sí, no pienso permitir que nada malo vuelva a ocurrir en mi escuela. Esto hay que celebrarlo, ¡Rosmerta querida! ¡Dos chupitos de licor de cereza! - Dice Minerva a la camarera con una sonrisa picarona. - El que hace ella casero esta muy rico, tiene bastante alcohol, pero trae la cereza incuida y todo, una maravilla. - Dice con emoción.

Cuando Rosmerta deja los chupitos, piensas que las medidas deben ser diferentes, el vaso, dentro de ser pequeño, no era exactamente de chupito.  Minerva levanta el vaso y te invita a brindar. - ¡Bienvenida a Hogwarts! Espero que encuentres entre nosotros un nuevo hogar. - Tras eso, bebe el licor y finalmente se come la cereza, la vez por primera vez como si fuera una niña pequeña. Debe haberse sentido bastante sola estos años atras.

- Tengo una habitación magnifica preparada para ti en el castillo, lejos de las aulas, para que no te molesten, tiene buena luz y la ventana grande mira hacia el lago, creo que te gustará.

LAS TRES ESCOBAS

Ya de por sí la alegría con la que la profesora McGonagall recibió mi respuesta fue suficiente para confirmarme que estaba tomando la decisión correcta. En este momento la directora necesitaba rodearse de personas de confianza, y ver que se sentía agradecida de mi futura presencia en Hogwarts me hizo sentir especial.

Tomé el chupito de cereza que trajo Rosemerta para nosotros, y brindé junto con ella. -Gracias, y que así sea.- Dije, llevándome el vaso a la boca. El licor quemaba un poco, pero definitivamente la cereza de girnalda le daba un sabor agradable. La descripción de la habitación era una maravilla, y sonreí animada por la perspectiva. -Suena magnífico, profesora. Procuraré mudarme tan pronto pueda, aunque tengo que terminar algunos trámites en los registros no-majs por mi mudanza a otro país, así que me quedaré unos días entre Hogsmeade y el Caldero Chorreante, ya que no puedo "aparecerme" dentro de los terrenos del Castillo. Pero antes que reinicien las clases me tendrá instalada allí.- Le aseguré. Tendría también que ir al Ministerio para activar la chimenea para viajar con Polvos Flu... Iba a ser una semana larga.

-Aunque, si no es molestia, me gustaría pasar el día de Navidad en Hogwarts. ¿Aún se quedan algunos chicos en el Castillo?-

LAS TRES ESCOBAS

Minerva asiente satisfecha. - No te preocupes por eso, entiendo que para arreglar trámites es mas comodo quedarte por aquí, mientras me aseguraré de que la habitación esté impoluta, puedes enviar si gustas parte del equipaje cuando quieras. - Para suavizar la fuerza del licor, Minerva sirvio un poco de té.

- Muchos chicos siguen quedandose en Hogwarts por Navidad, aunque este año no vamos a hacer el banquete en el colegio. - Minerva se apresura a explicarse ante tu cara de sorpresa. - Se ha preparado una fiesta y baile en el Londres mágico, estará protegido y pueden acudir incluso los estudiantes, así que llevaré a todos los que se quedan y quieran ir a esa fiesta. Los pocos que han decidido que no les apetece se quedarán en el Castillo vigilados por Neville. - Luego te mira con ánimo renovado. - Creo que deberías venir a la fiesta conmigo, sería una oportunidad de conocer a los chicos, algunas familias y otras personalidades de la ciudad.

LAS TRES ESCOBAS

Agradecí con una sonrisa a McGonagall mientras me llevaba el vaso de nuevo a la boca, comenzando a agarrarle el gustillo al licor. -Tomaré su sugerencia, enviaré la mayor parte de mis cosas esta tarde, lo prometo.- Cuando me comentó respecto a que harían la fiesta fuera de Hogwarts la miré con sorpresa. Era primera vez que escuchaba que celebrarían en otro sitio que no fuera en el Gran Comedor, pero realmente me alegraba pues daba la oportunidad a muchos almunos de pasar la fiesta con su familia y amigos a la vez. -Me encantará asistir, por supuesto.- Asentí, animada por la invitación. Como decía la directora, sería una buena oportunidad para integrarme dentro de la comunidad mágica británica, y podría ir conociendo a colegas de trabajo como a futuros estudiantes de mi materia.

A partir de ese momento, nuestra conversación pasó a muchos otros temas, recuerdos de mis dos años haciendo de becaria, y antes de darme cuenta habíamos pasado gran parte de la tarde riendo y conversando, poniéndonos al día como dos amigas que no se han visto en mucho tiempo.