Correcto, McHilvaine, agradezca la información de mi parte. Puede retirar el SOS, parece que ha pasado la crisis. Comente a quien pregunte que ofreceremos las explicaciones oportunas a las autoridades neozelandesas en cuanto nos las pidan.
El parlamento había tenido lugar en la sala de mando. Todos los oficiales, excepto Turlow, que estaba de guardia, estaban ahí. También estaban Menez, Peabody, Pickwell, O'Connel, Greene, Packard, Pulaski, Drummond, Webb, Pacquare y Humphries.
El capitán se dirigió a los operarios de la sala de máquinas y a sus jefes, el ingeniero jefe y su ayudante.
Muy agradecido por su heroico desempeño, señores. Constará en el libro de bitácora. Me aseguraré de que sus carreras vayan viento en popa si tras el contrato deciden ir por su cuenta, pero crean que me sentiré muy honrado si deciden seguirme en mi próximo destino.
Había muchos heridos. Peabody y Pacquare tenían las piernas en alto y con más vendas que la momia de Tutankamon, Pickwell exhibía el muñón de su mano izquierda, consumido por el ser, todavía acostumbrándose a la idea de haber perdido un miembro. El doctor había dicho a Peabody que probablemente le quedara una cojera de por vida. Lo de Pacquare no había sido tan grave. Una fea cicatriz. Nada más.
Se había sabido que Brunel, a pesar de haber tenido que sufrir una amputación de la pierna, estaba vivo, y que se recuperaría, Dios mediante, con mucho descanso y cuidados.
Ahora, terminó con un brillo peligroso en la mirada, quiero esos engendros fuera de mi barco. Haremos una breve singladura hasta la fosa más profunda del Antártico y serán arrojados ahí. No pienso arriesgarme a pasar el ecuador con esas cosas.
Mensajes finales, señores. Acaba la escena :)
Menez, tras recomponerse de lo sucedido, se deshacía en cuidados de sus compañeros expedicionarios. No era para menos pues sus cuerpos quedarían con aquellas marcas, que les recordarían lo sucedido, durante el resto de sus vidas.
-¡Héroes!¡Héroes! Eso es lo que son y así tendrán que ser recordados.- Decía apoyando las palabras del Capitán. Cualquier pequeña intención de continuar con el estudio de la piedra que ella había tomado de las montañas se había esfumado después de lo visto y vivido. otro gallo hubiera cantado si hubieran encontrado la forma de matarlas. Ni siquiera eso habían logrado. Se tenían que resignar a sumergirlas en aguas heladas con la esperanza de que un cambio climático global la Tierra, que elevara la temperatura de las aguas, no llegara mientras ellos y sus descendientes pisaran el planeta. ¡Qué le iban a hacer! Tenían tanto material aún por estudiar que les iba a faltar tiempo.
- Si me disculpan, sigue habiendo muchas cosas por hacer.- Y a eso se dedicó la incansable y menuda mujer, a organizar todo lo referente a los expedicionarios. Clasificar el abundante material, continuar con las investigaciones, todo bajo una mirada periodística encaminada hacia su propio éxito profesional.
¡Menuda historia me va a quedar!
Las ojeras y la palidez del rostro habitualmente rebosante de salud de Peabody dejaban bien a las claras a cualquiera que le observase que el increíble desgaste, el profundo cansancio que sentía, era tanto físico como anímico. Si algo había que destacar era, sin embargo, su renovada adoración por O´Connel.
Las cosas han cambiado un poco..., desde la última vez que estuvimos en esta situación... - tartamudeó, la primera vez que ella le visitó en el camastro donde apenas podía pestañear sin sentir terribles dolores - Quiero decir, yo en la cama, allá en el hielo, y usted... - sin duda notando que se estaba metiendo él solo en un jardín, trató de aclarar sus ideas, aunque sin demasiado éxito; aquella mujer producía ese efecto en su habitualmente bien ordenada mente - Sé que le debo..., te debo la vida, Maggie, y te estoy muy agradecido por ello; has sido muy valiente, y yo..., gracias, Maggie... - pronunció las últimas palabras como si estuviera dispuesto a entregarle su propia cabeza en una bandeja si ella se lo pedía; además, era obvio que le encantaba pronunciar su nombre. Pero se frenó en seco, antes de decir algo irreparable. Nunca había manera de saber lo que ella pensaba, ni cómo reaccionaría, y a él le asustaba demasiado espantarla de nuevo, quizá para siempre.
Estuvo, por supuesto, de acuerdo con el Capitán. No había que correr el mínimo riesgo, y se comprometió a supervisar, en la medida de sus exiguas posibilidades la fabricación del contenedor de vidrio y los mecanismos necesarios para mantener la nevera en funcionamiento pasara lo que pasase. Añadió también halagos y agradecimientos para todos, en especial para Menez, que había mostrado un coraje y una sangre fría encomiables; si antes la apreciaba, ahora buscaba su aprobación sin disimulo alguno, como muestra de respeto y admiración. Había llegado a quererla como a una hermana.
Maggie, fue evidente, dio a Peabody la callada por respuesta. Imaginen ese gesto adusto de amazona irreductible y lo tendrán.
Poco a poco se impuso la... ¿Normalidad? Los doctores del barco tuvieron que restringir seriamente las visitas a los actores del drama que se acababa de producir. Estuvieron repartiendo día tras día pastillas de colores: tranquilizantes, antiácidos... Toda la farmacopea. Por que era un drama que, para los más lúcidos, continuaba. Puede que a escala geológica, claro. Puede que algunos millones de años en el futuro alguna semilla del ser despertara en un entorno tropical y, entonces... ¿Eran tan obtusos? No hacía falta tanto. ¿Y los otros? Los habitantes de la torre. ¿Y qué decir de futuras expediciones? ¿Se veían en el papel de Jonás durante la próxima expedición a las Montañas Miskatonic? ¿Y... ? Incluso, para los más longevos, durante su ancianidad, el cambio climático sería motivo de preocupación.
En tanto los heridos se curaban y los más sensibles tenían pesadillas, el SS Gabrielle hizo un corto viaje a lo que los geólogos suponían la parte más estable de la Placa Continental Antártica.
FIN DEL CAPÍTULO 12