Partida Rol por web

Prometo ir a sus clases si tengo tiempo señorita Menez. Gilmore era, pesara lo que pesara su horrible aspecto, un hombre muy dulce. Lo de las gafas seguro que se puede intentar, pero no me atrevería a cortar el cristal, lo mejor sería intentar adaptar la armadura a los cristales que ya tiene. ¿Los tiene? Espero que si, porque la lente si que no creo que podamos copiarla.

Huston escupió por el colmillo para luego mirarte como pidiendo disculpas por la grosería. Sin problemas, jefa, usted solo trate de tomar medidas sin que se de cuenta, las apunta y nos las pasa. Digo yo que podrían ser tipo aviador, con una armadura de varillas de acero moldeadas al rojo y patillas de cuero. ¿O sería demasiado chocante? Ya me imagino al señor Pooster, hehehehe.

Hirsch, pensativo, escuchaba todas esa veladas insinuaciones. Creo que la imaginación no nos ha jugado una mala pasada y que hemos visto todos lo mismo, aunque aventurar la existencia se "seres de ácido" sería cuanto menos adelantarse demasiado ¿no le parece?. En cuanto a pasadas experiencias, dado que todo ello parece afectar al señor Peabody al que, sin no me equivoco, está usted tratando, sugeriría que las pusiera por escrito y las dejara examinar a todos aquellos que usted considere con mentalidad suficientemente fuerte como para no verse asaltados por las pesadillas.

Laroche, que poco hacía más que estar siempre en la cabina del radio, desesperado por no poder fumar, comentó el día en que se tomó contacto con la Expedición de los Dementes, que el Talahasee había estado también a la escucha, y que posteriormente habían felicitado al los muchachos que ahora estaban acampados a los pies del Monte del Terror o el Erebus (el volcán que se encontraba en el inicio de la Barrera de Ross) y les habían ofrecido asistencia médica.

He estado muchas noches hablando con Schmidt, su radio. Un buen tipo. Alemán nacido en Texas. Y a ellos no les han prohibido fumar. No parecen tan mala gente como dice el jefe, aunque creo que no ven con buenos ojos que Schmidt y yo contemporicemos tanto.
 

El 12 de noviembre comienza a nevar de nuevo y el universo del barco queda reducido a unos pocos metros de distancia del casco. La expedición a vanza a duras penas, los vigías esforzándose al máximo. Pasan las horas, frías y húmedas de la tormenta; y por fin uno de los vigías grita:

¡El mar! ¡El mar!

El capitán ordena parar las máquinas. Cuando cesa el ruido y el movimiento, todos a bordo confirman la noticia. El barco se mece suavemente en los suaves brazos del mar de nuevo.

Durante estos dos días parece que Gilmore y Huston están metidos en conciliábulos constantemente. Sus actividades, que parecen secretas, deben incluir bastante herramienta de precisión de la que se utiliza para trabajar el hierro.

Durante toda esta noche y al día siguiente el barco avanza con suavidad. Se levanta una niebla en el horizonte de merengue. Los grandes peñascos de hielo pueden verse flotando en el mar, que dibujan la linea que delimita el cielo con el hielo con líneas ásperas y duras. Espesas nieblas ocultan la vista de nuevo y el mundo de color inconmensurable y delicado y líneas duras y frías desaparece como por ensalmo, amortajado de gris monótono.

El hielo está ahora más suelto y se aparta con facilidad. El 13 de noviembre, a las 10:20 el Gabrielle por fin llega a mar abierto, la tripulación lo celebra con júbilo y el barco toma rumbo al suroeste, hacia su objetivo.

- Puede que sea chocante...- Respondió a Huston.- ...pero si las hubiera llevado como esas no se las habría tragado el mar.- A Pooster no le convenía perder las únicas gafas de las que disponía ahora, así que no le parecía mala la idea del modelo "aviador".- Haré lo que pueda para conseguir las medidas de los cristales.- Sonrió ampliamente tras decir aquello. Suponía que en el Gabrielle ya se habría corrido el rumor de la fuerte amistad que estaba forjándose entre los dos expedicionarios, así que su sonrisa delataba que no le sería muy difícil jugársela en las distancias cortas para conseguir las medidas de las lentes. Se sentía como una quinceañera tramando algo con sus mejores amigas para poder quedarse a solas con algún atractivo joven.- Espero verles pronto, caballeros.

- Una gran idea Sr. Hirsch. Estoy segura de que podré soportar esa lectura. No pueden imaginarse la bazofia que he tenido que leerme en todos mis años de periodista. No se preocupen por mí.- Quería abrir su mente, considerar todas las variables por descabelladas que fueran. Luego ya trataría de demostrar si eran reales o no, pero no soportaba la idea de que Pooster y Peabody se guardaran algo que pudiera resultar jugoso para su historia.

No sabía qué pero algo no le gustaba en lo dicho por Laroche. La imposibilidad de fumar había agriado el carácter del hombre hasta el punto de ser uno de los temas favoritos de su conversación, lo cual era un poco cansino para alguien a la que le gustaba hablar tanto y de tantos temas como a Menez. Eso había hecho que desde Melbourne, Menez hubiera descuidado un poco su relación con el hombre de tan agradable voz, al contrario que con Macilvaine, con el cual cada vez había pasado más tiempo.

- Desde que no fumas tienes la voz más bonita si cabe, Laroche.- Aún así le parecía raro que en el otro barco sí pudieran fumar. ¿Sería cosa de los estudios que quería llevar a cabo Hirsch durante todo el tiempo que durara la expedición? Quería saber más sobre el  Talahasee y ahora era tan buen momento como cualquier otro.- ¿En qué lo ha notado? ¿Qué mas le cuenta ese alemán  texano? Estoy aburrida así que soy toda oídos.

Mi voz tiene el tono perfecto cuando fumo. Varonil. Respondió al comentario sobre el tabaco, cabreándose de paso, ya que se lo habían recordado por enésima vez.

Pues lo he notado en que de vez en cuando hace como que habla con otro, respondió a lo siguiente, y es cuando alguien entra en su cabina, que disimula. Evidentemente le he preguntado, pero me ha dado largas. No se... supongo que lo mismo que el jefe odia a Lexington, ella le corresponde. Parece una maldita historia de amor.

Parece que ahí todo gira en torno a la señora. Creo que ya tiene lo menos tres enamorados. Van a hacer películas, con ella de protagonista, por supuesto. Todo un carácter la Lexington. Por cierto, que también han tenido serios problemas. Se dice que han sufrido sabotajes, comida que se pierde, cosas que no aparecen... No me extrañaría que la señora culpara de todo a Starkweather.

La mañana del 14 de noviembre, temprano, veintiocho días después de dejar Melbourne, se avista tierra hacia el sur. Unas horas más tarde, el horizonte muestra la Cadena del Almirantazgo, dominando las tierras que hay tras ella. La tripulación está cansada pero eufórica por haber llegado por fin a la Antártida y a la Isla de Ross. El sol se abre paso a través de las nubes e ilumina la cubierta.