Yo veo tus tiradas, Dom. 63 de CON, y bueno...
El D8 también lo veo, pero es un 1, no un 7! Fullero! XD
Nah, ahora en serio, tus dos tiradas aparecen perfectamente.
Motivo: dedos del pie de Dominique
Tirada: 1d10
Resultado: 8
Si te pasa, simplemente refresca la página. Veamos, del pie... comenzando por el meñique, tiro un d10 dando dos a cada dedo del pie derecho, por ejemplo. Te sale el dedo gordo, eso significa un problema para caminar. Mueves menos que los demás y tu pj adquiere una atractiva cojera, y tendrás un malus de -10 a trepar y otras cosas que requieran destreza con los pies, como correr, saltar o esquivar.
Sactamente Chester. ¿Tú no lees el off topic, jodío?
Charlene llevaba semanas siendo muy profesional. Nada de explicaciones ni de mandangas cuando Chester le miraba disimuladamente. Un muro. Un trozo de algo... ni siquiera hielo, que bien decía la experiencia al fotógrafo que más bien hacía arder que dejar indiferente. La pasión de la paleobióloga era su trabajo, su ambición... nada de líos en el trabajo, decía su actitud.
Hasta que tuvo el accidente y se vio obligada pasar horas y horas tumbada en un lugar donde el hielo, por el efecto del calor, se derretía bajo los pies de uno. Donde hacía falta ayuda para ir a hacer las cosas íntimas de cada cual. Hasta que pasó dos o tres crisis de fiebre verdaderamente serias y se encontró una y otra vez con el careto de Chester junto a su lecho maloliente.
Qué pasa Field, susurraba llena de rencor. ¿Ya no te gusta mi aspecto? Eso en los momentos más lúcidos. En otros momentos sencillamente murmuraba incoherencias o hablaba de cosas incomprensibles para el fotógrafo. Algo de su oficio, suponía. Desde luego su aspecto ya no era nada bonito: las orejas inflamadas por sabañones y costras de las heridas que se había hecho ya hacía tiempo. Las puntas de los dedos, la nariz... negros, supurando a veces, los labios rajados, resecos y pelados y el aliento... en fin, para qué seguir.
Fue impresionante durante el momento de triunfo verla revivir. El ser más bien desagradable que la enfermedad había hecho de ella durante los últimos días de repente tenía ojos brillantes y reía. Reía alegre como una muchachuela.
Así se hace machista cabrón, decía sin duda refiriéndose a Starkweather. Si se es un hijo de puta más vale serlo con clase. Oye tú, fotero ¿sigo teniendo tan mala cara? Agarró de los pelos al bueno de Chester y le pegó un revolcón en la nieve riendo sin poder parar.
Un revolcón con lengua XD
La verdad es que tienes un aspecto horrible - dijo Chester tras el sorpresivo revolcón. Y quizás era verdad, pero al menos volvía a sonreír. Al menos todo aquel sufrimiento había servido para algo: habían sido los primeros en llegar hasta allí. Ahora solamente faltaba esperar al resto de la Expedición Starkweather-Moore y emprender el camino, ahora sí, hacia las misteriosas montañas antárticas.
Sí, todo el dolor había servido de algo, pero ¿había valido la pena? Esta era la auténtica pregunta. Y viendo la cara de Charlene, la cojera de Dominique y a Abermale en general, el fotógrafo empezaba a sospechar que la respuesta era un rotundo no.
Por esforzarse tal vez demasiado Sutton había salido escaldado, y no precisamente por un efecto del calor, si no mas bien por todo lo contrario.
Tras ser rescatado de aquel hoyo la verdad es que el dolor y el sufrimiento hicieron que lo que menos le importase fuera el factor responsable de su terrible estado. Febril y enfermo, se sentía morir casi tanto como lo podía estar una persona antes de estar efectivamente muerta. Sus extremidades ennegrecidas con la piel purulenta y podrida eran una visión tan dramáticamente elocuente que ya no podía negarlo.
Al principio había pasado a formar parte de aquella expedición por mera obligación, pero con el tiempo se había dejado seducir por la pintoresca idea de formar parte de aquella aguerrida y desafiante aventura. Por si alguna vez hubiese albergado la duda, ahora estaba claro que aquel no era su lugar, y durante los días de "reposo" no hizo otra cosa que rezongar entre dientes lo mucho que detestaba aquel maldito infierno helado.
Aunque la celebración fue un cierto bálsamo para su deprimente estado, la verdad es que no formó parte del mismo, o al menos de manera directa, pues su situación no se lo permitía y la verdad es que no se encontraba en absoluto con ganas de celebrar muchas cosas. Desde su punto de vista, solo les habían pasado desgracias y le costaba encontrar ninguna razón por la cual el mero hecho de estar vivos fuera algo de lo que alegrarse.
Motivo: ConstituciónX5
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 12 (Exito)
Motivo: curación
Tirada: 1d3
Resultado: 1
Motivo: Cordura
Tirada: 1d6
Resultado: 4
Vale, Chester y Sutton habían tenido sus más y sus menos, y Chester estaba más fastidiado de lo que le gustaba admitir porque siempre era Sutton quien ganaba las discusiones... pero verle así, tan alicaído y preocupado, no tenía ni puñetera gracia. El pobre hombre parecía sinceramente preocupado, y tenía motivos para ello: nadie sabía si se iba a recuperar por completo, y su situación no era nada halagüeña. Un poco a su pesar, Chester no pudo evitar sentir cierta compasión por él. En uno de los descansos se acercó hasta la improvisada cama hospitalaria en la que solía estar tumbado. Sacó su último cigarrillo, lo encendió, le dio un par de caladas y se lo pasó a Sutton.
Ánimo, Anthony; lo peor ya ha pasado. Has salido vivo de una trampa mortal, que es más de lo que muchos expedicionarios veteranos pueden decir, y estás recibiendo las mejores atenciones que se pueden obtener por debajo de los 66º latitud Sur. Verás como en nada vuelves a andar y a perseguir... jovencitas, o lo que sea que se pueda perseguir por aquí abajo - concluyó con una sonrisa.
Tras analizar lo que acabo de decir y viendo el lamentable estado que tenemos lo mas sensato seria suplicar atencion medica a los de la Lexington. La mitad del grupo esta para el arrastre y la otra mitad podria estarlo en cualquier momento, suerte que todavia no ha muerto nadie.
No me hagan caso amigos, lo que acabo de decir es mas una pequeña venganza personal soltada sin pensar demasiado en las consecuencias. Necesitamos que nos presten auxilio de inmediato y creo que tu, amigo Chester eres el mas adecuado para redactar un mensaje dando la bienvenida a la nueva expedicion y solicitar de su auxilio para con nosotros.
Creo conveniente que seamos lo mas diplomaticos posibles, pero sin ponernos en una posicion de debilidad, ten en cuenta que esto lo oira Starkweather y sabe dios quien mas por lo que no quiero que se hagan una ida equivocada sobre nuestras capacidades.
Hemos sido los primeros en esta loca carrera y seguramente los primeros que llegan hasta aqui en avion, por lo que eso tambien merece ser respetado por los demas.
Animo amigos, en poco tiempo estaremos restablecidos y nos reiremos de esto en torno a unas jarras de cerveza.
Termino la frase con una sonrisa en la cara, que dista mucho de lo que siento realmente.
Tumbado sin moverse del catre Sutton aceptó el cigarrillo que le ofreció Chester y dio una calada con mano temblorosa pero gesto agradecido.
La verdad es que él y el periodista se habían distanciado desde su encontronazo por el "tema Abermale", razón por la cual que fuera a visitarle en tan buenos términos era una sorpresa. Sin embargo, no sería él quien se quejase de que hicieran las paces.
- Gracias.- Respondió con voz gangosa.- Pero tal y como me va a quedar el cuerpo no creo que a la vuelta a la civilización vaya a tener mucho éxito entre las féminas.- Comentó con una ligera sonrisa en un esfuerzo de parecer mas animado de lo que en realidad estaba.
Tomando otra calada, tosió con debilidad y le devolvió el cigarrillo a Chester.
- Si es que volvemos...- Puntualizó finalmente con tono mas sombrío de lo que hubiese querido.
En verdad era impresionante ver la pequeña mole del Talahasée en cuyo casco se veían las numerosas abolladuras provocadas por encuentros con el hielo, aunque parecía que ninguna de seriedad, abrirse paso por entre los gigantes grises que recién acababan de caerse de la barrera de Ross. El brillo inconfundible de unos prismáticos en el puente os avisó de que os habían visto. De la radio brotaron respuestas educadas a la bienvenida más bien diplomática de Chester.
La voz áspera y ronca del operador de Lexinton, Schmidt, con su inconfundible acento alemán, sustituyó a la del operador del Talahasee.
Enhorabuena por su logro, señores. De parte de la señorita Lexington y de parte de los muchachos. Hemos escuchado su conversación con el Gabrielle, y parece que de ella se desprende que han tenido algunos problemas de salud. ¿Necesitan que les enviemos a nuestro médico?
Enhorabuena tambien para ustedes por haberlo conseguido y gracias por su ofrecimiento, ciertamente tenemos algun compañero que necesitaria cuidados medicos y les agradeceriamos les hecharan un vistazo.
Si son tan amables les esperamos aqui arriba, Un saludo.
Bueno, lo peor parece que esta pasando, tendremos que acondicionar esto un poco para recibir la visita.
Miles, longfellow, oculten de la vista el material susceptible de ser espiado, como los calefactores de los motores o cualquier componente mecanico que crean conveniente y cierren los aviones.
Si tenemos medios convendria levantar otra tienda por si tienen que pasar la noche nuestros invitados. ordenaremos esto un poco y solo mostraremos lo estrictamente necesario de nuestros pertrechos, nunca se sabe...
Por cierto, no leo el mensaje que Chester ha dicho, bueno, suponiendo que estuviera como destinatario...
Guardián: no lo ha puesto. No he esperado ya que unas palabras de circunstancias tampoco son tan importantes.
Convenido entonces, esperen un momento, por favor. Pasan cinco minutos o así hasta que vuelve. Tardaremos todavía al menos un día en tener preparado el De la Cierva. Hay que desembarcar todo antes de siquiera pensar en montarlo, ya que el barco no puede estar amarrado mucho tiempo a la barrera, y tras eso casi todos los hombres estarán ocupados en trasladar equipo fuera del borde, pero nos daremos toda la prisa que podamos.
No se preocupen, aqui les esperamos, y suerte con la estiba.
Hasta pronto.
Dominique había tomado, de nuevo, la decisión más sabia. Cuando había vidas en juego, las rivalidades debían quedarse a un lado.
Prepararemos una tienda por si tienen que alargar su visita... aunque la verdad, dudo que quieran quedarse voluntariamente; en su barco tendrán calefacción, comida caliente, hornos e incluso lavabos con papel higiénico suave.
Fue al decir en voz alta aquellas cosas cuando Chester se dio cuenta de lo cómoda que era la vida en la civilización, y lo difícil que era todo cuando te apartabas tanto de ella como ellos habían hecho.
Pero igualmente prepararemos la tienda; quizás se gire una tormenta y no puedan regresar a su barco, o podrían pasar mil desgracias más. Es mejor estar prevenidos.
Y aquella sí era una lección que había aprendido deprisa. Si algo te coge desprevenido en el Polo, es probable que no puedas permitirte el lujo de cometer otro error en tu vida.
Por fin, desde donde los prismáticos y los objetivos de Chester os indican que se está descargando el Talahasee, se eleva una mota pequeñita que se hace cada vez más grande. Al mismo tiempo el barco ha soltado amarras y se está apartando de la barrera. En la nieve un grupito de hombres trabaja frenéticamente montando un avión mucho más grande que el que viene hacia vosotros.
El De La Cierva es un aeromóvil de lo más extraño. Asemeja la carlinga de una avioneta de la gran guerra con una enorme hélice justo en su cúspide.
Parece un aparato bastante inestable, que petardea por el cielo y se balancea al ritmo del viento. Es curioso ver cómo el piloto dirige el morro de la carlinga contra el viento, pero luego avanza en un ángulo completamente diferente para acercarse a vuestro campamento. No en linea recta, sino haciendo una amplia curva. Aterriza luego adaptando la aerodinámica del aparato de manera que parece que procura hacer menos y no más resistencia al viento, y así, la carlinga cuelga casi perpendicular a la asombrosa hélice. A pesar de la maestría con que lo maneja, están a punto de volcar en la toma de tierra. De semejante engendro se bajan dos personas, una con un gran maletín, y otro, el piloto, que saluda tranquilo y no demasiado hablador.
Buenos días, aquí les traigo al doctor. Mira los boeing, claramente con ganas de echar un vistazo, pero quedandose en su sitio. Tiene acento de nueva inglaterra.
El doctor Curtis tiene un marcado acento inglés. Es tranquilo y frío. No se para en cortesías. Pregunta enseguida por los enfermos:
Disculpe pero tenemos prisa. Por lo que nos han contado ustedes es muy posible que tenga que practicar alguna amputación y soy necesario en el campamento Lexington, no estamos faltos de congelaciones. ¿En esa tienda?
Las curas son largas y dolorosas. El que parece peor, Sutton, es atendido el primero. Cambia los apósitos, desinfecta, pincha, examina. Todo ello sin dosis extra de morfina, ya que necesita testar el sentido del tacto y la sensibilidad al dolor cuidadosamente, así que Sutton, con un cinturón en la boca, para poder morder, debe soportar más de una hora de torturas. Es curioso, pero precisamente a Sutton no le toca ser amputado. Tras quedar convenientemente drogado, el doctor se acerca a Dominique, que yace en la tienda de los enfermos y que ha presenciado todo el proceso. Parece malo visto de fuera, pero cuando te lo hacen es peor. Su pie tiene un esguince, aunque con el frío que hace hay poca inflamación y, además, justo está haciendo con él lo que hay que hacer: moverse con moderación. Sin embargo los dedos de los pies si están hinchados como globos y completamente negros: de una textura asquerosa, surcada de grietas por donde asoma la carne palpitante y de un extraño color entre rosa y verdoso.
Le parecerá extraño, dice amable el doctor, mientras le tortura, pero este color verdoso es el signo de una carne sana, ¿lo huele? Es sin duda un aroma fuerte, pero buena señal. Sin embargo este dedo -y señala el dedo índice del pie herido- no presenta el mismo aspecto. De estar en una tierra más hospitalaria lo dejaríamos así hasta que la parte muerta se cayera por si sola, pero me parece que usted tendrá que ser de utilidad en el tiempo más breve posible, y el Gabrielle viene bien equipado. Además, este dedo no es tan esencial como el pulgar para la función del pie. Voy a amputar.
Y es justo cuando está diciendo lo último que, como un prestidigitador, con la mano que se ve, da un pellizco en los mofletes de Dominique, talmente como si fuera un rapazuelo, y con la mano que no se ve, ha extraído una especie de tenazas y, rápido y hábil, corta el dedo por la segunda falange. Con celeridad toma una pequeña jeringa que ya tenía preparada y mete un buen chute de morfina al pobre aviador.
Tras eso y con una despedida corta y seca, se va hacia Williams que pone a punto el De La Cierva. Deja medicamentos e instrucciones para hacer las curas. Se marchan.
El día que llega el Gabrielle amanece para los enfermos justo cuando ya las dosis de morfina decrecientes van permitiendoles una lucidez más o menos decente. Han sido muchos días de postración y fiebre las que han tenido que soportar los tres enfermos -Charlene, afortunadamente, no sufre amputación alguna-.
Es el 14 de noviembre. Como antes hizo el Talahasee, el Gabrielle se abre paso por el horizonte. La visión es hermosa.
Los torturados: tirada de cordura y roleo en consecuencia. Si se saca, aguantáis las curas estóicamente, si no, podéis hacer mucho teatro, con exclamaciones, maldiciones, gritos y pérdidas de control que obligan a que varios compañeros os sujeten.
Podéis tener conversaciones con el piloto y el doctor, aunque sean relatadas en retrospectiva... en la escena siguiente.