-Oh, por supuesto que no. Mi buen Eadwig es todo un cúmulo de virtudes de caballero. Humilde, discreto, y poco dado a fisgonear conversaciones ajenas. Eso lo hace muy merecedor de mi confianza. –Contestó Ingvar alegremente a la pregunta de la toreador. Casi parecía que la situación le divertía. –Pero no sólo eso, casi añadiría que mi confianza en este grupo crece por momentos. Cada vez estoy más seguro de lo que puedo esperar de cada uno de nosotros. –Y sonriendo ampliamente hacia el grupo, preguntó con sorna. -¿Y no es eso precisamente el origen de la confianza?
Volviéndose hacia Artur, que acababa de hablar, respondió a su pregunta.
-Me lo parece, me lo parece. Veo que vuestro instinto os sirve bien, compañero. No en vano, gran parte de las leyendas mortales versan sobre hechos que sucedieron a miembros notables de la Estirpe. Comprendo que aún no conozcáis las leyendas de Bretaña, así que dejadme ilustraros sobre algunas de ellas a los que no las conozcáis.
El normando hizo una pausa, en la que entrecerró los ojos como si tratara de hacer memoria sobre algo aprendido hacía ya tiempo. Cuando los abrió y retomó la conversación, su voz grave parecía querer emular al mismo Bragi.
-Los nombres se habrán borrado con el tiempo, pero lo cierto es que el buen rey Gralon, monarca de Ker-Is primero, y de Quimper y Cornualles después, era en realidad Gradlon, un importante aunque misterioso vampiro bretón. Su posteridad, sin embargo, nunca tuvo que ver consigo mismo, sino con su Sire y su chiquilla. Porque de hecho, esa chiquilla se llamaba Dahut, y la leyenda de los nuestros también la sitúa como la causante de la caída de Ker-Is. Pero aún más importante es su línea de sangre… porque el Sire de Gradlon no era otro que el legendario Conan Meriadec, monarca de Bretaña… -Hizo una pequeña pausa, y su voz abandonó el tono del relato para recuperar su habitual ironía. -…del que por supuesto, descienden casi todos los Toreador, Brujah, y Ventrue de Bretaña. Y quizás uno o dos Ravnos, quién sabe. O yo mismo, aunque no pueda adivinar qué negocios llevarían a Conan tan al Norte.
Ingvar hizo una pequeña pausa, en la que su rostro se oscureció de forma pasajera, antes de añadir en tono más serio.
-Pero por muy importante que fuera Dahut… y sin menospreciar ni por un momento la perversidad femenina… no creo que el mismísimo Diablo se tomara tanto interés por ella. Sin embargo, en esa leyenda hay un nombre que encaja bastante como esa figura de rojo que engañó a Dahut. Riothamus de Cornualles.
El nombre pronunciado por el guerrero normando pareció resonar en las paredes de la sala, colgando en el aire durante un largo y tenso momento antes de dejar paso al silencio.
¿Me suena algo de lo que ha contado Ingvar? ¿Puedo tirar academicismo, política o teología?
Absorta en su lectura, apenas se fijó en quien salía o no de la estancia, tampoco tenía importancia en realidad. Lo que la entretenía era que tenía que retroceder en algunas ocasiones por perderse demasiado en lo que leía y perder de vista la tarea que tenían entre manos. Cuando cerró el libro resoplo un tanto frustrada, de todo lo que había leído no había sacado nada que no supiera ya.
Permaneció atenta a las conclusiones de sus congéneres, viendo como casi todos habían sacado la misma información y como el caballero hispano deducía con tino lo que era Dahut en realidad. Más la sorpresa se la dio el normando. Enarcó una delicada ceja al escuchar sus palabras, no esperaba que alguien de fuera conociese la historia de Bretaña.
Veo que habéis estudiado nuestra historia a fondo señor, es… le dirigió una sonrisa algo forzada. refrescante terminó por describir, no todo el mundo se toma esa molestia. Pero, hay cosas que esa historia no cuenta. Existe una leyenda relacionada con el ahogamiento de Dahut, en ella se dice que la mujer no murió en realidad, lo cual resulta obvio teniendo en cuenta que era una cainita, pero ya se sabe cómo son los humanos con estas cosas. Agitó una mano de manera suave, pero me estoy yendo por las ramas. A lo que iba, lo que se dice que sucedió, es que Dahut lejos de perecer ahogada, se convirtió en uno de esos seres míticos que se dedicaban a atraer a los marineros con sus cantos, para luego matarlos. Una sirena.
Guardo silencio unos instantes, dejando que lo que acababa de contar pudiera ser asimilado por todos ellos antes de seguir hablando y compartiendo lo que sabía sobre lo que estaba escrito en aquellos volúmenes.
En cuanto a Ker-Is, que por cierto, me recuerda mucho al mito de la Atlántida, por aquello de ser una isla que quedó sepultada bajo las aguas, que si mal no recuerdo también fue por una maldición, hay quienes sitúan la isla donde se encontraba la ciudad, en algún punto en mitad de la bahía de Duoarnenez, pero eso ya son todo habladurías, suposiciones e hipótesis, nadie ha conseguido nunca dar con algo que corroborase dichos supuestos. Que por cierto también es muy similar a lo que pasa con el mito de Atlantis.
A la Brujah cada vez le quedaba más claro que tenían entre manos algo muy gordo, su propio mito de la Atlántida, y eso despertaba un gran deseo de investigarlo a fondo y tratar de buscarlo para ver cuánto había de verdad en ello.
Ingvar: Oh, por supuesto que no. Mi buen Eadwig es todo un cúmulo de virtudes de caballero. Humilde, discreto, y poco dado a fisgonear conversaciones ajenas. Eso lo hace muy merecedor de mi confianza.
Alzo las cejas, casi en genuina sorpresa.
-Si queréis os dejo viajar a solas con él -replico, devolviendo mi atención sobre los libros- No sabía que predicabais la misma religión que San Guenolé. Decid, ¿cuántos nombres de miembros masculinos sabéis vos?
Tras mis palabras, me obligo a devolver la atención sobre el tema que nos ocupa.
Artur: ¿alguno ha encontrado en los tomos o pergaminos donde podría estar esa ciudad sobre las aguas, la que se perdió por culpa de la perversidad femenina?
-Bueno, según la historia, a Dahut le correspondía regentar Cornualles. Eso estrecha el círculo.
Las intervenciones de Ingvar y Maëlys ponen mi mente a trabajar, aunque con desidia. ¿Cuánto falta para el amanecer? La tentación de arrojarme al jardín en cuanto despunten los primeros rayos de sol comienza a acrecentarse, conforme se enrevesan los hilos del destino en la bobina que hemos comenzado a devanar esta noche. ¿Qué tal me sentaría un bronceado como el de la esclava?
-Recapitulando. Genealogía de los monarcas de "la Atlántida" -dibujo en el aire el gesto de las comillas con los dedos- Primero estaría Conan de Meriadec, monarca de Bretaña y padre nuestro de todos los vampiros elegantes de Bretaña; luego encontraríamos al infame rey Gradlon, rey de Ker-Is, Quimper y Cornualles; y finalmente a la chiquilla rebelde, Dahut. La dama que... no falleció al ser arrojada al mar, sino que se convirtió en una sirena*. Parece que en este punto todos estamos de acuerdo en que es muy probable que la "niebla mágica" se deba a la propia Dahut, que ha aparecido de entre las aguas para succionar el alma de todo caballero bretón que se cruce en su camino. -Finalizo, añadiéndole ciertos tintes dramáticos a mi voz.- ¿Estamos seguros de que todas las víctimas han sido varones?
Sin embargo, dejo caer mis hombros con desilusión, al recordar un dato concreto.
-En cualquier caso, estoy convencida de que encontramos más apasionantes versiones de esta historia en la abadía que fundó San Guenolé en Landévennec. Quizás los que vayan a la península de Crozon quisieran investigar en su biblioteca.
No sé si me despiertan una tremenda lástima por tener que releer una y otra vez el mismo relato, como en un dejà vu eterno; o les envidio por poder encerrarse durante horas en la quietud de una biblioteca con la excusa de la investigación, mientras yo tengo que abrirme paso por aldeas cochambrosas y se me obliga a hablar con mortales de dientes podridos y pieles cruzadas por viruela.
El normando había observado durante unos momentos a Leyre de Abin con una expresión que rozaba la incredulidad. Lo cierto era que le sorprendía que la toreador hubiese logrado mantenerse con vida hasta ese momento, aunque probablemente se debiera a que nadie la tomaba realmente en serio. Bueno, está bien, si voluntariamente quería adoptar el rol de bufón, no era su problema. Tal vez llegara un momento en el que lo lamentara, pero ese tampoco era en absoluto su problema.
De modo que, sin perder el tiempo en contestar a sus burdos intentos de ofensa, prestó atención al resto de la conversación. La brujah aportó algunos datos extra que él desconocía, y luego también la toreador quiso demostrar que sabía algo más que soltar veneno. No mucho más, pero al menos mencionó un lugar de interés.
-Si la abadía está en Crozon, entonces todos nos dirigiremos hacia allí. Podría ser un buen punto de reunión una vez hayamos investigado las aldeas. -Y en ese punto, se giró hacia el silencioso chambelán. -François, ¿podrías indicarnos la localización de ese lugar?
-En cualquier caso, está clara la relación del mito de Dahut con la niebla. Pero las preguntas que debemos hacernos ahora es si realmente estamos ante el renacimiento de una criatura centenaria, o si alguien se está inspirando en ese mito para ocultar sus acciones. Si es así, no debería resultar difícil de solucionar.
-Pero en el primer caso...-Comentó, ligeramente pensativo. -Habría que descubrir qué o quién ha sacado a Dahut de su sueño legendario. Y sus intenciones. Porque los ataques aislados sobre aldeas no parecen exactamente lo que yo haría si tratara de vengarme o de recuperar mi reino. Salvo, claro, que los esté utilizando para recuperar fuerzas, en cuyo caso tenemos un serio problema de tiempo sobre nosotros.
Hizo una pausa, observó la oscuridad de la noche que se colaba entre los ventanales del castillo de Brest, y añadió.
-Pero tendremos tiempo de debatir todo esto más adelante, cuando tengamos más datos y menos leyendas. Por el momento, decidamos la composición de las expediciones de mañana. Yo estaré en el puerto al anochecer listo para partir.
Eadwig, que había entrado al salón junto a Ingvar, no avanzó hacia el centro de la sala, sino que se quedó en segundo plano, mientras el resto debatía el resultado de sus lecturas. No se inmutó ni siquiera cuando Leyre insinuó alguna broma entre la relación del caballero con Ingvar, para ser preciso, la desestimó sin el menor interés.
Tampoco se lo veía muy motivado por las historias que estaban contando. Sonaban a cuentos de hadas, sirenas, ciudades hundidas. Si había algo de cierto en todo eso ya lo averiguarían, pero por el momento lo único que llamó su atención fue el nombre de Conan de Meriadec. Todos los vastagos de Bretaña decían descender de él, cierto era que su sire Pierrik también habría afirmado ser descendiente de él en alguna ocasión.
Fuera de las historias de vástagos ancestrales, todavía el grupo seguía sin poder organizarse.
- Ingvar y Leyre al parecer están decididos a ir a Kermovan. Si Maehys todavía está decidida a ir a Camaret conmigo, así lo haremos. Nos vendría bien se Selín puede venir con nosotros ya que carecemos de una embarcación, de otra forma por lo menos yo optaré por ir a caballo. – dijo el caballero desde su rincón. Cuando el resto de los cainitas comunicase sus intenciones ya estarían en condiciones de dar por terminada la reunión.
- Estoy de acuerdo con las palabras de Eadwig. También opino la conveniencia de dividir el grupo tanto para obtener más información como para minimizar la cantidad de problemas que grupos amplios de nuestra sangre pueden provocar en poblaciones pequeñas. Y como ya dije, considero que si la dama Selin quiere acompañarnos, ella, la dama Maëlys, yo mismo y el propio Sir Eadwig podemos ir a Camaret. Si todos estamos de acuerdo con esa distribución, sólo quedaría decidir en qué punto nos reuniremos los siete tras nuestras indagaciones, y tras cuanto tiempo.
El chmabelán miró con cierto desasosiego a Ingvar al ser impelido por este por su pregunta, François señaló sobre la misma zona donde planeabais moveros.
—La abadía de Landévennec se encuentra de camino hacia las aldeas de Kermorvan y Camaret, al principio de la península —hizo una pausa mirando a todos los presentes —. En la abadía no hay vástagos, es un lugar.. peligroso.. para ustedes, mis señores.
Una mirada fugaz pero significativa se dirigió a un crucifijo de madera colgado en una de las paredes de la estancia en la que debatíais.
Estoy callada, atendiendo a todo lo que dicen, ellos conocen mejor que yo esta zona, por lo que no tengo mucho que decir sobre las rutas que deberíamos tomar, la decisión que tomen me parecerá bien. Al mencionarme, miro al caballero, al cortesano y finalmente a Maëlys, la cual era la más interesada en las piedras, desde un principio ella había elegido ya su destino.
-Les acompañaré a Camaret.- Digo con mi particular acento. Solo quedaba por decidir la mujer cuyos ojos eran tan negros como una noche sin luna, ella no había dicho nada sobre sus preferencias, quizás si viniera con nosotros los grupos quedarían algo descompensados, esperaría a que se decidiera, aun quedaban unas horas para el amanecer y necesitábamos dejar esos detalles lo más claros posibles.
Miro hacia el chambelán y escucho su advertencia sobre la abadía, mientras muevo los ojos con él, deteniéndome en el crucifijo. No era buena idea acudir ahí, su advertencia había sido bastante clara y si no era estrictamente necesario, prefería recorrer otro camino. El hecho de que hubiera sido fundada por Guenolé, la hacía un lugar relevante, podíamos encontrar muchas más información, siempre que lo que hubiéramos leído tuviera algo que ver con los sucesos que debíamos investigar.
Bajo la mirada pensativa. Dahut… Solo teníamos las palabras que había escrito un hombre, las cuales no tenían que ser del todo ciertas, tal vez ella no había causado toda esa desdicha. Necesitaba saber más, mucho más, si quería actuar con prudencia.
¿Un lugar peligroso, una Abadía? Por unos instantes el guerrero normando observó con extrañeza al chambelán hasta que terminó de comprender lo que él quería decir. Procedente de una religión pagana, Ingvar había escuchado menos historias que los demás acerca de ese tipo de lugares, pero no le eran ajenas. Lugares de Fe... Lugares en los que, según se decía, la magia del Crucificado expulsaba a los miembros de la Estirpe. Interesante... Así que San Guenole podría haber sido algo más que un simple monje.
Pero era igual de cierto que si, tal como decía François, el lugar estaba hechizado para los vástagos, no sería un buen punto de reunión. Sopesó las ventajas e inconvenientes antes de hablar de nuevo.
-Kermorvan está mucho más cerca de Brest. Llegaremos antes. -Dijo, tras escuchar la confirmación del grupo que se dirigía a Camaret. Cuatro, como mínimo, por lo que él viajaría en minoría. Miró hacia Sybilla, como si quisiera anticipar su decisión, sin conseguirlo. -Por otra parte, nosotros seremos sólo dos o tres. Yo puedo guiar con bastante velocidad un grupo así a través del bosque. ¿Os parece una idea razonable si nos reunimos, dentro de ocho noches, en la propia Camaret?
En la abadía no hay vástagos, es un lugar.. peligroso.. para ustedes, mis señores.
Alzo las cejas.
-¿Por qué? ¿Hay lupinos por los alrededores? -Pregunto, casi intrigada.
Le pido a Dios que no me venga con historias sobre Dios y vampiros que entran en combustión espontánea al ver un crucifijo. He vivido durante años en un convento y las pocas veces que mis hermanas invocaban la fe, normalmente lo hacían como calentamiento previo a justificar algún tipo de castigo físico.
Ah, qué tiempos aquellos. Se pueden decir muchas cosas de las monjas cistercenses, pero desde luego saben cómo usar una vara.
¿Os parece una idea razonable si nos reunimos, dentro de ocho noches, en la propia Camaret?
¿Esas dulces palabras presagiarán el comienzo del fin? Antes de que todos los cainitas de la sala decidan volver a demostrar sus magníficas dotes de liderazgo, y vuelvan a enzarzarse en una discusión absurda, me levanto con rapidez, arrastrando la pesada silla de madera de forma que su sonido chirriante al rozar contra el suelo acalle cualquier posible respuesta.
-Parece que ya está todo decidido, pues. -Me recoloco las ropas en su lugar adecuado, y mientras hablo retiro una de mis trezas para que caiga sobre mi espalda- Iré a despedirme de mi sire antes de que llegue el amanecer. Nos veremos mañana en cuanto caiga el sol.
Era una pena que hasta la la abadia no llegase la influencia cainita, pero entendio perfectamente el por que lo decía el chambelán
Le agradezco el aviso chambelán, nos mantendremos alejados del lugar Las palabras de la joven desviaron su mirada hacia ella. Me temo que no, que se trata de la fuerte creencia de los monjes del lugar por lo que nos lo dice. Luego miro en dirección del joven caballero y alterno hacia el hispano para poder confirmar su elección. Como bien habéis apuntado, mi elección sigue siendo la que ya comente al principio, asi que os acompañare a Camaret. Y no veo problema alguno en que nos reunamos en la misma tras ese tiempo.
- Creo que el chambelán se refiere a que la fe en tal lugar es tan fuerte que es capaz de dañarnos.-apuntó- O a que... En tal sitio habitan humanos lo suficiente avezados como para reconocernos y saber perseguirnos.-añadió, encogiéndose de hombros- Bien parece que al final entre vosotros, queriéndolo o sin querer, habéis decidido por mí. -dijo, a continuación- Acompañaré al señor Ingvar, y a la señorita Leyre de Abin hacia Kermovan. - declaró, con un suspiro- ¿Qué luna hay esta noche?- preguntó, de pronto.