No tuviste que esperar mucho, Mahé entró algo apurada dentro de la estancia donde habías dispuesto su baño. Te miró con una sonrisa que se formó en su rostro, satisfecha, se acercó a ti y se ofreció para que la desvistieras.
—Eres deliciosa, mi querida Leyre —felicitó Mahé —. Desnúdame, deseo asearme. Ha sido una reunión compleja, quiero relajarme y sentir algo de alivio esta noche.
Dejó que la desvistieras, pudiste ver como tu Sire bombeó sangre para tomar color en la piel y sentir el roce de tus manos sobre su piel estimulando sus sentidos para ese instante íntimo.
Con las manos aún cubiertas por guantes, esta vez de fina tela de lino, le deshago las lazadas laterales del vestido y se lo saco por la cabeza, con cuidado de no enredar su magnífica cabellera. Deposito la tela sobre la cama, y procedo a repetir el proceso con su ropa interior, hasta que mi sire acaba completamente desnuda. Retiro la tela que cubre la bañera, creando una nube de vapor que escapa libre por fin, y ayudo a la maravillosa Mahé a introducirse lentamente en el agua. Una vez sumergida, me apoyo contra el borde de la tina, para observarla mejor.
-¿Ha sido dura la reunión, pues? -Murmuro, deslizando la vista por el brillo húmedo de sus cabellos.
Mahé suspiró por el roce de tus manos sobre su piel, te sonrió con picardía mientras se introducía en el agua. Dejó su cuerpo a tu disposición para que lo asearas.
—¿Dura? No. Nuestro estimado Príncipe se ha visto amenazado estos días por una misteriosa niebla asesina que atormenta la zona —explicó volviendo el cuello —. Mandó a su chiquillo, Convarch, a investigar y ha desaparecido. Está hecho una furia, y ha mandado un anuncio a todas las cortes bretonas ofreciendo un puesto en Brest a cambio de resolver este.. problema.
Como si lo que contara no fuera grave para ella, rió un poco, se elevó hacia ti besándote los labios con ciertas trazas de lujuria.
—Los siguientes días.. tendremos que esperar.. numerosas visitas.
Le tiendo la esponja a Mahé mientras habla, para que comience a frotarse el cuerpo. Nada me gustaría más que poder limpiarla yo misma, pero mis traicioneras manos congelan absolutamente todo lo que tocan, y no quisiera arriesgarme a enfriarle el agua. En su lugar, tomo una jarra que había dejado junto a la chimenea, para derramar agua sobre su cabeza, y así terminar de empaparla.
—Los siguientes días.. tendremos que esperar.. numerosas visitas.
Suspiro con pesar. Visitas. Eso significa reuniones de cortesía, charlas intrascendentes y, en general, gente. Gente hablando. Pongo los ojos en blanco, con hastío. Mientras enjuago el cabello de mi sire, me doy cuenta de que apenas la he escuchado. Algo sobre un fenómeno atmosférico de mal fario.
-¿Una niebla misteriosa ha asesinado a Convarch? -Qué afortunados son algunos.- Eso es absurdo. No hay nieblas asesinas. Será algún asesino oculto en la niebla.
Nuestro Príncipe empieza a chochear, ¿a qué espera para abandonar ya el cargo y dejar a alguien más aguerrido y capaz? Como Mahé, por ejemplo. Ella es perfecta para ser Príncipe. Para cualquier cosa, en realidad.
—No he dicho que haya sido asesinado, sino desaparecido —matizó lavándose con tranquilidad y con una inevitable sensualidad —. Absurdo o no. Son hechos. Gevrog comete muchos fallos, pero no es estúpido. Algo sucede en la costa, puede que no sea nada, pero de ser un asesino oculto en la niebla, ¿cómo la manipula? Eso denota cierto poder.
Se movió por la tina, se volvió hacia ti mirándote desde una sugerente perspectiva que mostraba sus perfectos pechos apretados entre sus brazos.
—Hay historias antiguas en esta tierra que aun no conoces, querida. Cuentos, leyendas.. bobadas en su mayoría, pero todas tienen un germen de verdad —explicó tranquila mientras se lavaba en otra parte del cuerpo —. Como el Ankou. Puede ser solo un Capadocio, pero su leyenda es lo que se proyecta. El gato es un león, el lagarto es un dragón. ¿Y la niebla? Veremos en qué queda.