Muchos estudiosos concuerdan que el siglo XIII fue el más violento de la historia de la humanidad, con la excepción del XX. Fue un crisol de guerras, revueltas y conquistas que se propagaron por todo el mundo conocido, desde la península ibérica hasta China. Llamado también el Siglo de los Castillos, fue un período donde se consolidaría el modelo feudal y se sembrarían las semillas que provocarían las graves crisis posteriores.
La conquista de Constantinopla, durante la Cuarta Cruzada.
Si hay un acontecimiento que va a tener especial eco en las décadas, y siglos, futuros fue la Cuarta Cruzada (1202-1204). Con el resultado agridulce de la anterior Cruzada, los cristianos se decidieron a enmendar los fracasos pasados1 lanzando una de nueva. Pero resultó un desastre para la Cristiandad, los cruzados se revolvieron contra los bizantinos y sus promesas incumplidas, en apenas dos años el poderoso imperio bizantino fue aniquilado para alzar el insustancial imperio latino. Todos sabemos que volvería alzarse el original casi algo más de medio siglo después, pero las heridas dejadas por esta severa derrota nunca cicatrizarían del todo propiciando la definitiva caída de los herederos del imperio romano dos siglos después.
Huelga decir que las cosas entre Francia e Inglaterra no habían sido distintas en el último siglo, siempre a la gresca con tal o cual heredad o derecho de sangre sobre tal o cual región. La cosa es que Felipe II de Francia, conocido como Augusto, les dio fuerte a los ingleses conquistando Normandia y, después, dándoles duro en la Batalla de Bouvines en 1214 donde, además, les dio un repaso a los aliados alemanes, flamencos y holandeses. La hegemonía francesa era incontestable y, huelga decir, que también tuvieron tiempo de su propia cruzada doméstica contra los cátaros aplastando a estos y a los aragoneses en la Batalla de Muret.
San Luis, o el Hombre que amaba las Cruzadas
Al parecer los europeos le cogieron el gusto a eso de las cruzadas, hubieron hasta tres más con suerte dispar, la última intentando conquistar Egipto, pero debemos imaginar que los franceses, curtidos en machacar ingleses y alemanes, se les atragantó el calor africano siendo aplastados por los musulmanes. Podríamos mencionar la octava, pero esta aun no ha sucedido en el marco temporal que nos moveremos y sería citar la nueva derrota cruzada, a cargo de los franceses otra vez, y es que Luis IX de Francia2 era un tipo obstinado para esto de dar cera al musulmán. Hay también una novena, pero sería considerada un spin-off de la octava, ya que su promotor, Eduardo I de Inglaterra llegó tarde para unirse a la toma de Túnez3 y, queriendo tener su propio fracaso histórico, se lanzó contra Acre para sufrir su propia dosis de derrota militar. El tiempo de las Cruzadas había pasado.
Pero oye, en este intenso decimotercer siglo también tendremos la victoria cristiana contra los almohades musulmanes en la Batalla de las Navas de Tolosa de 1212 en (¡adivina!) otra cruzada promovida por el reino de Castilla, que sería el inicio de ese largo período hispánico llamado la Reconquista. También tendremos las cuitas levantiscas de un tal William Wallace en Escocia, las aventuras conquistadoras de los mongoles de Gengis Khan o los enfrentamientos arquetípicos entre los estados papales y el Sacro Imperio Romano. Lo dicho, el siglo XIII no fue un siglo aburrido.
Bretaña sería conquistada por el imperio carolingio entre el siglo VIII y el IX, elevado a la condición de reino por los emperadores carolingios para asegurar la lealtad bretona, gozarían de tal condición hasta que un tal Alano Barbatuerta4, exiliado en Inglaterra, decidió volver a casa junto a un numeroso grupo de muchachos forzudos y armados. Huelga decir que las intenciones de Alano no eran las de promover la paz y la concordia con los reyes bretones locales, a principios de IX había conquistado la península y fue reconocido como Brittonum dux5.
Personificación de Bretaña, dicen
Pero estamos en plena época vikinga, los mares eran suyos y el contacto entre Bretaña e Inglaterra se vio roto por el dominio de los normandos en el Canal de la Mancha. Como en esa época no habían aviones, internet o teléfonos, nuestro amigo Alano se las tuvo que apañar para mandar sobre los territorios conquistados —que marrón para él, ¿verdad? —. Y aunque abandonó la dignidad de rey por la de duque, de facto gobernaba como uno sobre lo que, a partir de ese momento, sería el Ducado de Bretaña.
Debemos suponer que al rey de Francia no le hacía ni puñetera gracia tener un amigo de los ingleses como vecino, por lo que se apresuró a recordar a esos advenedizos bretones quien mandaba por la zona. Los duques asintieron al rey francés dándole la razón como a los tontos, pero lo cierto es que durante la práctica totalidad de período medieval bretón vamos a tener un Ducado de Bretaña bastante independiente a las pretensiones francesas. Vasallo, eso sí, del trono de París, pero con sus propias movidas internas sin que nadie les tosa demasiado.
Juan I de Bretaña, llamado el Rojo, por su barba, no por ser comunista
Tendremos una danza de dinastías que se irán sucediendo: la de Nantes, la de Rennes, la Penthièvre, la Plantagenet y, finalmente la de Dreux con el actual duque de Bretaña, Juan I el Rojo6. Juan cabalga una ola de paz, bienestar y bonanza económica en el ducado. Antes de la Crisis del Siglo XIV, el Ducado de Bretaña se encuentra en su apogeo.
1 Hablamos de Ricardo Corazón de León y su tratado con Saladino, que garantizaba el paso libre de los peregrinos cristianos a Jerusalén al acabar la Tercera Cruzada.
2 Conocido como San Luis por ser un tipo bastante peculiar a pesar de ser rey, y es que lavar los pies a mendigos, azotarse la espalda o compartir mesas con leprosos no era algo que practicaran demasiado los monarcas de su época.
3 Al más puro estilo Walder Frey de Juego de Tronos, pero en este caso nuestro estimado San Luis había muerto por enfermedad en plena campaña militar.
4 Nos preguntamos en qué momento alguien puede imaginar una barba tuerta, estos bretones y sus fumadas..
5 Imaginamos que es porque al rey de Inglaterra no le hacia demasiada gracia tener un vasallo que le tuteara, ya que los ingleses habían tenido sus juergas importantes con siete reinos peleándose en su isla unos años antes.
6 Llamado así por su prominente barba roja, ¡chúpate esa Federico!