Castillo de Saint-Pabu, Tréguier, mediados de octubre de 1264
La Corte de los Sabios se había ganado sobradamente la fama que tenía en Bretaña, la condesa Noella era una mujer ilustrada y avanzada para su época, reflejada en la figura de Leonor de Aquitania, y algo que muchos varones no llevaban demasiado bien. Pero había obrado con astucia, Noella había asentado su poder desde la marcha del antiguo Príncipe por razones desconocidas, nadie en los reinos bretones ponía en duda su liderazgo y las buenas relaciones con la Príncipe de Bretaña fortalecían su posición.
Aquella noche te había hecho llamar como era habitual, se encontraba en su despacho frente ante un buen surtido de legajos antiguos que repasaba con auténtica pasión. Cuando entraste, te viste ignorado por un par de minutos, algo del todo habitual en ella, que se veía absorbida por las lecturas.
—Maëlys —dijo tu nombre, alzó la mirada para buscar la tuya —. Gracias por venir, ¿cómo llevas tu lectura de Averroes?
Maëlys realizo una reverencia al presenciarse en el despacho de la príncipe y permaneció en pie hasta que la mujer que se hallaba frente a ella se percatase de su presencia. Para alguien que no estuviera acostumbrado a la mujer, podría parecer que esta le ignoraba a sabiendas. Pero ella sabía que estaba enfrascada en lo que tenía delante. Sonrió ligeramente al observar la escena. Lo más seguro es que el contenido de aquellos pergaminos fuese realmente cautivador.
Excelencia, volvió a hacer la reverencia pero más ligeramente dando unos pasos para acercarse más al escritorio Bien, encuentro su visión de las teorías de Aristóteles de lo más interesante. Aunque… confieso que siento curiosidad por leer alguno de sus escritos sobre astronomía, pero al parecer son bastante elusivos. ¿En qué puedo serviros esta noche señora?
Noella asintió parca en emociones ante tus intereses, era habitual y, a pesar de las apariencias, apreciaba tus inquietudes culturales. Que demostrara entusiasmo por algo era otro cantar.
—Me temo que esas lecturas deberán posponerse —comunicó asentando la mirada definitivamente en ti —. ¿Te has enterado de la misiva que hemos recibido de la corte de Brest? Sí, imagino que sí. Vas a ir tú en mi nombre. El puesto en su corte me es indiferente, tú ya lo tienes aquí. Pero la niebla, tal como la describe, me intriga. Quiero saber más.
Asintió ante la pregunta, lo había oído por los pasillos del castillo, pero no se había molestado en descubrir el contenido de la carta que había llegado enfrascada como había estado en sus lecturas y en sus pasatiempos cuando nadie la necesitaba para otros menesteres alrededor de la corte.
¿Una niebla misteriosa? Eso despertaba también la curiosidad de Maëlys, y ya empezaba a buscar en su mente todos los libros en los que pudieran mencionarse cosas del estilo. Si había algo que le gustaba aún más por encima de aprender cosas, era desentrañar misterios. Sera un honor actuar en vuestra representación Contesto solemne. Y tal vez era cosa de ella, pero juraría que había notado cierto tono de posesión cuando hablo sobre la recompensa o lo que había sumido que era la recompensa que se ofrecía. Lejos de molestarle que la condesa la disuadiese de aceptar lo que se daba, sintió cierto agrado al ver que la quería allí de vuelta una vez se hubiera resuelto todo. Le hacía sentir que tenía un sitio en el mundo. ¿Cuándo deseáis que parta?
Noella volvió a sus vetustos textos que repasaba con obsesión, sin mirarte parecía ya despedirte, aunque bien sabías que sería un error creer que no te estaba prestando atención.
—Eso es todo. Marcha de inmediato, el camino es largo. En el patio te esperará tu escolta, en este mundo de bárbaros toda precaución es poca —dijo con tranquilidad, alzó entonces la mirada para verte los ojos —. Ve y sé mis ojos, no me defraudes.
En el patio del castillo, bañado por la luz lunar, pudiste encontrar tu anunciado escolta junto a un carruaje preparado especialmente para esos tránsitos. Al verte llegar, volvió su mirada mostrándote una sonrisa propia de un caballero.
—¿Mademoiselle Maëlys? Soy Jean-Jacques Foreville, vuestra espada y escudo, me honra haber sido nombrado vuestro escolta en este viaje a Brest —asintió marcial —. Me hablaron de vuestra belleza, mademoiselle, me alegra ver que no exageraban con vos —añadió adulador.
Le habría gustado tener más tiempo antes de partir, poder mirar algunos libros viejos, empezar la investigación ya antes de llegar a Brest, pero no iba a ser posible. De hecho apenas había tenido tiempo para empacar unas pocas cosas antes de salir al patio.
Agachó levemente la cabeza en señal de aceptación ante las palabras del caballero antes de contestarle.
Vuestras palabras son amables, caballero. Comentó con una suave sonrisa manteniendo las distancias ante tan halagadoras palabras con las que era obsequiada. Pero no estaba allí para contemplar su belleza, si no para cumplir con el cometido de la protección. Estoy segura que bajo vuestro cuidado podre estar tranquila ante cualquier eventualidad. Esperaba sinceramente que tuvieran un viaje tranquilo. ¿Nos vamos? Dijo antes de subir al carruaje para que pudieran ponerse en marcha.
Con un gesto enérgico, asintió, te ofreció ayuda para subir al carruaje.
—Vamos entonces, mademoiselle —dijo mientras, tras ayudarte a subir al vehículo, él montaba en su caballo.
El viaje se alargaría varios días, mas esperabas que se hiciera lo más ameno posible.
Fin del prólogo.