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Despacho del Príncipe, Castillo de Brest, finales de octubre de 1264

Sybilla reía, cantarina, al escuchar las últimas palabras de Gevrog, dibujando un gesto de disculpa en el rostro mientras cubría sus labios con los dedos enguatados- Perdona, Gevrog. -dijo, sonriendo- No pretendía reírme de ti. Sólo encuentro refrescante tu manera de hablar, que sin duda te hace ser un digno heredero de mi señora Margawse. -añadió, obligándose a suspirar, para adquirir una expresión más neutra, aunque inevitablemente complacida. 

- Ambos sois igual de claros y directos en vuestras opiniones, sin caer claro en la fea manía de mantener la boca abierta como un fonil por el que sale toda clase de comentario imprudente, tal y como ocurre con esa chiquilla de Mahé. -apuntó- Es... Refrescante. -admitió, antes de inclinarse sutilmente hacia el escritorio- En cuanto a los Brujos... Sí, sé cuál es la opinión de Margawse. A mí tampoco me agradan. Opino que toda cautela con ellos es poca, y que cuanto menos uno les haga saber sobre si mismo, mejor.-apuntó, dibujando una media sonrisa.

- Y bien, has tenido a bien mencionar tu opinión sobre la chiquilla de Mahé, pero no me has hablado de la propia Mahé...-señaló- ¿Qué opinas de ella, Gevrog? ¿Qué relación mantienes con ella, si tal cosa puede saberse? ¿Eres consciente de que es también una escaladora?

Patio, Castillo de Brest, finales de octubre de 1264

—Nada en especial, mi señor —respondió bajando la cabeza —. Los rumores típicos, nada reseñable.

Escuchó las instrucciones que le dabas, el ghoul frunció el ceño al escuchar toda esa cantidad de información que, apretó los labios, pero se mantuvo pendiente.

—Haré.. haré lo que pueda, mi señor —respondió tratando de acordarse de todo lo que le había dicho, asintió a su siguiente punto de ruta —. Espero encontrarle, estaré pendiente de lo que sucede.

Al escucharte hablar de la niebla no pareció verse muy preocupado, pero sí cauto. Asintió a tus últimas instrucciones y aguardó si debías dispensar alguna más antes de retirarte.

Despacho del Príncipe, Castillo de Brest, finales de octubre de 1264

Gevrog se mantuvo algo más sereno, distendido ante la conversación de alguien que, a pesar de ser consciente que era el agente de su sire, podía medianamente confiar.

—El capricho de Mahé es un arma de doble filo, pero por ahora la tolero —dijo serio, no hacia falta mucha complicación como para ver que le costaba mantener esa tolerancia.

—Los Brujos pueden ser útiles llegado el caso, como es la mierda para el abono —practicó un símil poco elegante, pero meridianamente claro —. Imagino que monsieur Chabroux estará varios días en Brest, fingiendo preocupación por la niebla, lo aborrezco, pero no desdeñaré sus opiniones a la ligera.

Tocado el punto de Mahé, Gevrog medió un poco más las palabras.

—Una escaladora, como todos los que han venido. Al menos es.. útil —declaró lentamente, aunque te miró con suspicacia cuando preguntaste por su relación —. ¿Es preocupación de mi madre? ¿O tuya personal? ¿Celos? —preguntó sin esconder cierto ego masculino alimentado por esa perspectiva.

Patio, Castillo de Brest, finales de octubre de 1264

-Eso es todo por hoy, Jean-Etienne. -Dijo Ingvar antes de darse la vuelta y dirigirse de nuevo hacia el castillo. -Se acercan tiempos en los que el descanso podría llegar a ser un lujo del que nos veamos privados. Así que aprovecha para descansar hoy lo que puedas. 

Y después de asegurarse de que los guardias del castillo no volverían a presentar una mala actitud hacia su ghoul en el caso de un hipotético regreso, el Gangrel regresó hacia la zona que habían habilitado para los huéspedes. Tal y como había dicho a su criado, convenía descansar algo antes de iniciar una caza que se prometía difícil.