Partida Rol por web

Lejos quedaba ya el reino de Fábula, donde la muerte del Rey Buencorazón seguro que dejaría un hueco difícil de rellenar en los cuentos de los niños.

Sin embargo, Carismático sabía que ya no pertenecía allí. Había sido un Antagonista, había luchado del lado de los Protagonistas, no había cedido ante la Muerte. Había amado. Y sus ojos decían que había perdido.

Finalmente sus pasos dan hacia la costa del Océano del Destino, hacia una pequeña embarcación. Las historias que allí se contaban no eran para infantes, pero él estaba preparado para el cambio, para enderezarse con su carisma como el Capitán de su propio sino. Se encaminó, dejando una época de blancos y negros atrás y abrazando unos grises que quizá, sólo quizá, le permitirán recuperar lo que le habían arrebatado entre sus dedos.

Tras saborear la maldad, tras saborear la bondad, tras perderse en la locura, al fin había encontrado lo que, sin saberlo, había estado buscando. No era una princesa, no. Era ni más ni menos que la Señora Oscura, su carácter hacía que incluso el Hechicero a veces temblase ante su mirada, pero no era nada que un buen desayuno de cereales no pudiese manejar. Aunque poco a poco se dio cuenta de que su felicidad tenía una tara. Ella estaba herida.

Por capricho del destino su conocimiento sobre los rincones más oscuros y luminosos del corazón de los hombres era vital para sanarla. Sin dudarlo usó su magia y se plantó allí donde le guiaban los augurios: en mitad del Océano del Destino. Sonrió. Ni siquiera las ignotas profundidades del mismo serían capaces de ocultar su objetivo.

Toda Criatura que se opusiera a él conocería las bondades de aquella retorcida barba.

Bailar con la muerte cambia a cualquiera, y el Mercader Misterioso no era menos.

Sus ojos estaban perdidos y parecía más un cadáver en vida que cualquier otra cosa. Sin embargo el olor del salitre que le traía el Océano del Destino le hizo parpadear dos veces y volver a centrarse. Sonrió a su compañera y comprendió que debía descubrirse a sí mismo, o más bien redescubrirse. Tenía una buena cantidad de dinero y todos son consciente del poder del dinero, más aún cuando dejas las historias infantes atrás y comienzas a tratar con adultos, y en aquello el Mercader Misterioso era un verdadero experto.

Sí, lo tenía bastante claro, era el momento de comenzar un verdadero Imperio para que no volviese a bailar, nunca.

Con ojos melancólicos la doncella miraba a través del ojo de buey.

Sabía que cruel era su destino: amando la libertad y sin embargo atada a la muerte, viajando sin cesar acariciando un Océano del Destino del que jamás conocería los secretos que encerraba. Se sentía como la Brisa atrapada en una vela condenada a empujar sin cesar.

Sabía también que debería estar agradecida por aquella oportunidad y, pese a todo, no pudo contener la lágrima que se derramaba por su mejilla. Si tan sólo tuviese más fuerza...

... Entonces, cayó un relámpago.

Próximamente...