La madrastra malvada llevaba ya 10 minutos mirando su propio reflejo sobre un plato de plata, mientras aclaraba sus dientes con un dedo y acicalaba su cabello. Fue el aterrizaje de la Bruja quien llamó la atención de la mujer recordándole que estaba en medio de la fiesta. Erigiéndose, metió en su corsé la llave de la torre donde había encerrado a su hijastra y se lo reajusto para realzar sus pechos.
Se acercó a la recién llegada y saludó con una leve inclinación de cabeza. -Querida – dijo a modo de saludo. Hacía rato que había dejado de escuchar los alaridos del Bardo, el vino especiado ayudaba a ello. Chasqueó los dedos, y su mozo llegaba apresurado con su parasol para cubrir la pálida piel de la madrastra malvada mientas ella caminaba, curiosa, entre los asistentes.
Por un momento se quedó perpleja de la falta de decoro y elegancia de la Princesa Guerrera. La madrastra malvada no pudo evitar mirarla con rechazo de arriba abajo. Aquella muchacha le recordó en seguida a su propia hijastra. Pero por fortuna, la había dejado a “buen recaudo” encerrada en la torre más alta del castillo, evitando así que la avergonzara públicamente. ”Oh madrastra, quiero ir a la fiesta del príncipe Froilán” “Oh madrastra quiero mi propio vestido” “Oh madrastra, las ratas y los pájaros me cantan” Loca y malcriada niña… pensó la mujer mientras un escalofrío le recorría el cuerpo al recordar la vocecilla de la chica.
Dio un trago a su vino especiado y se dirigió al servicio, preferiblemente al bardo si así conseguía acallarlo:
-¿Y cuándo veremos al afortunado cumpleañero?-
El hada madrina llegó tarde, no porque quisiera intencionadamente retrasar su presentación sino porque el contable cúmulo de trabajo era cada vez más desorbitado y la carta del rey se había traspapelado entre las anotaciones de sus ahijados.
Su aparición, como siempre, primero fue un pequeño remolino de hojas que se arrejuntaron para formar la figura regordeta de la mujer. Con la mano en el pecho respiraba rápido, posiblemente debido a alguna actividad que la hubiera ocupado gran parte de su tiempo y ahora podía verse en el rubor cansado de sus mejillas o el cabello levemente revueltos. Los príncipes cada vez piden cosas más imposibles. Casi muero con ese dragón.- Carraspeó su garganta mientras sacaba la varita y viraba en pequeños círculos sobre ella, dejando que la magia que emanaba terminara de arreglarla y dejarla perfecta. Ya no había ningún pelo fuera de sitio ni ninguna arruga en su vestido, estaba visible para el próximo trabajo.
- Disculpad la demora, mis pequeños no pueden esperar.- Levitando a ras del suelo, saludó a todos y observó a Princesa Enapuros, una de sus ahijadas*, y la sonrió de forma dulce, casi maternal, dejando que los hoyuelos bajo los ojos iluminara el rostro. Comprobó que no podía quitarle la vista a Príncipe Encantador, su posible amor y quien posiblemente ayudaría a que floreciera. Todo dependía de los deseos de sus ahijados.
También comprobó la llegada de Princesa Guerrera, quien recordaba perfectamente su infancia y los extravagantes deseos en comparación con la delicadeza que estaba acostumbrada. Le daba miedo de pequeña, más de mayor.
-¿Y cuándo veremos al afortunado cumpleañero?-
Escuchó la voz de la madrastra detrás suya, apenas se había percatado de su presencia hasta ese momento. Recordó a su hijastra, la conocía y había intentado ayudarla en más de una ocasión, pero la influencia de la mujer sobre la joven era demasiado fuerte. Al menos podrá ir con un bonito vestido a la fiesta de Froilán.
- ¿Todavía no llegó? – Suspiró aliviada, comprobando que su tardía llegada había pasado a temprana.
* Con permiso, al ser un hada madrina, he puesto de ahijadas a las princesas de aquí. Si está mal avisa y modifico jefe :)
Esperando me hallaba en el limite de palacio esperando poco a poco a que los invitados del rey llegaran antes que yo para hacer mi entrada triunfal, y allí estaban ya muchos de ellos - Creo que son suficientes... ya va siendo hora. - Fue entonces cuando me lancé al aire de un salto para empezar a volar y danzar en el aire con mi estela por detrás.
En zig zag atravesé el gentio empezando por la muchedumbre de segunda, los malos de relleno para luego seguir danzando por los demás - Cuidado. Abran paso. Apartad, apartad. Vaaaaaaamos que nos sois intangibles. Me nublais la visión. Uy, cuidado princesa, por debajo. Hola perrete. - Así uno a uno hasta que tras muchas curvas llegué a ella. Me frené y la miré de abajo a arriba - Vaya... ¿también te invitaron? - le pregunté al Hada madrina - En fin, da igual, yo me lo pienso pasar bien. Voy a saludar al rey
Entonces rodeé ascendiendo a la Hada madrina y luego seguí volando hasta posarme en la cabeza del dragon - Hola su majes... Uy, que pequeño se vé todo el mundo desde aquí. Criados, creo que se han dejado una mesa muy alta - y trás mirar bien donde estaba me dí cuenta - Uy, si es un dragón. No te importa que esté encima tuya ¿Verdad?
No se fija en quien, pero en cuanto le animan alza la voz y canta más fuerte. Su voz termina alzándose sobre las vuestras y el dolor de cabeza que se genera termina porque lo apreséis y lo colguéis del primer árbol que veis.
El lado bueno es que el silencio hace que el dolor desaparezca.
El lado malo que ha pasado un poco más de tiempo del debido.
@Hada Madrina, por mí no hay problema, pero deben aceptar los príncipes y princesas citados. ;) O bien en rol, en notas, o por el off-topic.
Y así, amigos, los hilos del destino comenzaban a tejerse sin ser nuestros personajes conscientes de que pronto no importaría ser más grande o pequeño. Pero por ahora, todo seguiría su curso...