Si bien los guardias insistieron en acompañar al maestre y ser ellos quien avisasen al lord, la determinación de éste fue tal, que finalmente algo confusos accedieron a que fuese él quien llamase a la puerta del señor. Aun así se mantuvieron tras él, hasta el momento en que transcurrido un momento, el propio Lord Everan abrió la puerta, invitó a pasar al maestre y asintió conforme a los guardias en señal de que todo estaba bien.
Observó como el maestre prendía luz, mientras el silencio de éste pareció inquietarle. —¿Qué ocurre, maestre?—
Cuando la respuesta llegó en forma de pergamino de cuervo sobre su escritorio, se tomó un instante para poder leerlo. Al terminar, simplemente se escurrió entre sus dedos cayendo al suelo. Paul no pudo estar seguro de si sus palabras llegaron a oídos de su señor, aún estando tan próximo a él. Parecía como si por un momento se hubiese ausentado por completo.
—Avisad a Meredith y que despierte a mis hijas. — Aquello no extrañó al maestre pues sus hijas ya eran mujeres, y lo apropiado de entrar en sus aposentos a altas horas de la noche, es que fuese una mujer. Más aún con aquel calor que podía dar lugar a ligereza de ropas.
Añadió algo más tras un instante. —A Carellyn...a Carellyn también.— Decidió. —Hablad con ella maestre.— Probablemente, aún siendo un asunto familiar, la amistad que la unía con sus hijas pudiese servir de apoyo cuando estas hubiesen recibido la noticia de boca de su padre.
No añadió nada más quedándose sentado en silencio en su lecho, con la mirada en otro lugar.