Bueno, aquí lo mismo. Tú decides si quieres que sea una reunión más formal (por ejemplo le citas en el salón) o más como si fuese casualidad. En ese caso, Lord Martyn pasa casi todo el tiempo con su hijo. Gran parte de él el los jardines del castillo. No quiere decir que no pueda cruzárselo en un pasillo o en algún otro sitio. Si es casual, abres tú. Estará con el niño seguro. Si no es jugando en el jardín, lo llevará a dormir o estará enseñándole los caballos, la camada de gatitos...algo. Si es más formal, acudirá sólo y abro yo :)
Pensando en salir a distraerse un poco antes de seguir con sus obligaciones de anfitriona, Aquilegia se dirigió a los establos. Era curioso como ese lugar le provocaba una nostalgia más latente, como por el solo hecho de pisar aquel lugar ya pensaba en Aldern y en su padre. En los largos paseos a caballo, en los viñedos, en tantas risas y momentos memorables que quizás para otros serían simples tonterías. En lecturas, meriendas bajo la sombra de los árboles, latidos acelerados junto al dorniense y momentos de pura admiración mientras escuchaba las historias de Lord Everam. Tan solo podía esperar que estuvieran a salvo y que el Guerrero, el Padre y la Vieja los protegieran. Si iban a volver sanos y salvos, necesitaban que el coraje, la justicia y la sabiduría estuvieran de parte de ellos.
Aunque temía que la nostalgia y el pesar la envolvieran en su paseo a caballo, al pisar el establo se encontró con la agradable sorpresa de Lord Martyn y su pequeño hijo, Quentyn, una criatura adorable y sorprendentemente bien educada para su corta edad. Al menos así le había parecido en los cortos encuentros que habían tenido, y no tenía razones para dudar sobre el resto del tiempo.
Lord Martyn - sonrió sinceramente, agradecida de que aquel momento entre el hombre y su hijo le despertaran de sus preocupaciones - Quentyn - agachó la cabeza y sonriendo ampliamente realizó una profunda reverencia, más por hacerle la gracia al niño que nada. Pobre chico, con lo que debía aburrirse siendo el único crío en un casa que además estaba de funeral.
No sabía que te gustaran los caballos - comentó al niño mientras se acercaba a ambos - Quizás si tu papá está de acuerdo, podrías montar en uno con él e irnos los tres de paseo. - le ofreció al chico con entusiasmo, esperando que eso lo entretuviera un poco, para luego subir la mirada a Lord Martyn.
El pequeño Quentyn miró a Aquilegia con aquellos enormes ojos muy abiertos, mientras mordisqueaba su manita. En seguida estiró la mano hacia la larga melena de la joven, interrumpiendo aquel intento de agrarrala el propio Lord Martyn que anduvo rápido, consciente de los gustos del pequeño, agachándose junto a ella.
—Quentyn, no. Hay que saludar, primero. Cómo se saluda.— El pequeño miró a su padre y luego a la joven dama inclinando torpemente la cabeza. —Muy bien, eso es.— Animó al pequeño mientras lo tomaba en brazos, momento que el pequeño aprovechó para comenzar a juguetear con el pelo de su padre.
—Le están saliendo los dientes y lo muerde todo. Y todo lo que es posible agarrar, lo agarra.— Explicó con una sonrisa.
—Agradezco vuestro ofrecimiento, pero me da miedo que monte, aún estando conmigo. — Reconoció. —Si el caballo se asustase por algún motivo y yo no pudiese sujetarlo, o se me resbalase...— Negó seguramente pensando en más posibilidades y en sus consecuencias.
—De momento...— Dijo alzando al pequeño y colocándolo sobre sus hombros, mientras éste apoyaba el cuerpecito sobre la cabeza y agarraba el pelo de su padre como si fuesen riendas, comenzando a reír. — ...me quedan un par de años de hacer de caballo a mí.— Auguró llevando su mano a la espalda de su hijo para asegurar su equilibrio.
—Pero si no os importa pasear y charlar con un caballo...— Bromeó.
No pensaba moverse ni alejarse para evitar que el pequeño niño le agarrar el cabello, es más, sonreía al ver que se atrevía a ello, pero cuando su padre lo corrigió Aquilegia adquirió un rostro más serio también en señal de apoyo a las instrucciones educativas del mayor.
Por supuesto, la seriedad no le duró mucho. Volvió a sonreír con cariño al ver como el infante jugaba con los preciosos bucles de su padre, un hombre apuesto marcado por la tragedia de un romance fallido con doloroso final. Aquilegia se alegraba de que Lord Martyn al menos tuviera el consuelo del fruto de su amor con su difunta esposa, un niño que le recordara a ella, una motivación de mejillas sonrosadas que le incitaría a seguir adelante y a buscar el mejor futuro para sí mismo solo con tal de darle el mejor futuro posible a él. No todos lo harían, pero a reinos de distancia se veía que Lord Martyn era un excelente padre, y estaba segura de que no se conformaría con algo menos que lo mejor para Quentyn.
En un principio asintió, lamentando haberlo puesto en esa situación y al borde de disculparse, pero al ver que se ponía al niño encima y que ambos seguían de buen humor, uno riendo y el otro bromeando, la primogénita sonrió también con indudable calidez. Era difícil no conmoverse con la escena.
Los caballos son mis animales favoritos, y no es ni de cerca la primera vez que paseo y charlo con uno. - contestó haciendo crecer su sonrisa mientras se disponía a pasear junto a Lord Martyn, siguiendo el paso y camino que este determinara - Espero que se encuentre cómodo, y que Quentyn tenga todo lo necesario. - se aseguró de decir, pues no quería que ninguno de los invitados que amablemente se habían presentado al funeral en tiempos tan complicados se vieran siquiera mínimamente incómodos en sus estancias.
—De ahí el escudo de vuestra casa, ¿no?— Continuó la broma de Aquilegia sobre los caballos.
En cuanto fue preguntado sobre su estancia, se apresuró a asentir.
—Sí todo perfecto, gracias. Además Quentyn lo está pasando muy bien con vuestra jefa de caballos y con todos los animales que le enseña. — Aseguró. —Dadle las gracias de mi parte cuando tengáis ocasión. Ahora mismo no he podido hacerlo en persona aunque espero poder hacerlo antes de partir.—
Su expresión se tornó entonces preocupada, empática.
—¿Y vos Lady Aquilegia?. ¿Cómo os encontráis?. De repente Riverside es más grande que antes, supongo. Con vuestro padre en el frente, entiendo que muchas cosas se os ha venido encima a parte de la lamentable pérdida de vuestra madre... —
Osla - aclaró con una sonrisa enternecida cuando Lord Martyn mencionó a la mujer. De seguro Osla habría estado enseñándole toda clase de animales y cachorros a Quentyn. Más aún, de seguro le habría dado una clase magistral sobre equinos que le habría servido hasta al mayor de los Mullendore - Se las daré encantada. Estoy segura de que ella estaba feliz de poder compartir sus conocimientos con el pequeño. - dejó crecer un poco más su sonrisa. Quizás la mujer sería más reservada de lo normal cuando se trataba de humanos, pero no tenía duda alguna de que era una buena persona.
Con el cambio de expresión del hombre, supuso lo que vendría. Al escucharlo, suspiró levemente y asintió, bajando la mirada.
Bueno, estoy bien considerando las circunstancias - madre muerta, padre en guerra, hermana loca y asesino suelto - El funeral de mi madre ha sido todo lo que podría haber pedido. Me siento realmente agradecida de los amigos que tenemos. - lo miró para sonreírle dulcemente.
De hecho, esperaba poder pedir su ayuda- dijo inmediatamente después - No sé como ayudar a mi padre cuando vuelva. Sé que no es un tema alegre, mucho menos cómodo, pero pensé que si alguien podría darme un consejo útil y realista sería usted, que ha pasado por una situación similar. - frunció ligeramente el ceño - Mi madre era tan joven, tan buena, tan amada, y yo... no sé que consuelo podría ofrecerle a mi padre. Desearía poder ayudarlo, aunque fuera en lo más mínimo. - fijó sus ojos en los del Mullendore en un ruego silencioso por una respuesta, por oír algo que pudiera hacer más que abrazarlo y decirle que todo estaría bien.
El lord asintió completamente conocedor de lo que quería decir y a qué se refería. No dudó en asentir ante las palabras de Aquilegia, aunque dudo por su gesto en cómo responder a esa cuestión.
—Cada persona sufre las tragedias de una forma distinta, pero una cosa sí estoy convencido que tenemos en común vuestro padre y yo.— Anticipó primeramente. —Vivimos alegrías y penas a través de nuestros hijos.— Dijo con seguridad y convencimiento.
—Compartid con él las alegrías, los buenos momentos, y los malos también... El será más feliz si sus hijas lo son. Seguid cumpliendo como una buena hija y una buena dama. Pocas cosas te llenan tanto como el orgullo por tus hijos. No busquéis una fórmula milagrosa, Lady Aquilegia. Al final es el tiempo quien se encarga de cicatrizar las heridas. Estad junto a él y prestarle apoyo. El tiempo hará el resto.— Afirmó sin duda hablando desde la propia experiencia.
Aquilegia esperó pacientemente a la respuesta del hombre. La necesitaba casi tanto como aire para respirar, así que no importaba si tardaba un día entero con tal de que eventualmente le diera alguna solución, algún consejo, por banal y nimio que fuera. Algo que la ayudara a sentirse útil para su padre cuando volviera.
Las primeras palabras de Lord Mullendore le hicieron sonreír apenas con la comisura de los labios, asintiendo en completo acuerdo con él. Su padre era bondadoso, y no había felicidad de sus hijas que no compartiera, así como sabía que el corazón de este se rompería si en algún momento supiera de alguna tragedia que les afectara. Aquilegia se había esforzado toda su vida para evitarle un dolor así.
Esa es la mejor respuesta que podría haber esperado. - sonrió aliviada. Podía compartir las cosas buenas con su padre, y aunque se viera obligada a agobiarlo con algunas malas noticias, podría compensarlo con el tiempo. Solo debía permitirle sanar, llorarla, y darle razones para sonreír después.
Muchas gracias, Lord Mullendore - dijo con absoluta sinceridad - Lamento haberlo molestado para esto, pero mentiría si no dijera que lo sentía necesario.