Partida Rol por web

Como Lord Selwyn había anunciado, no tardaron mucho en presentarse en la sala de reuniones del Lord acompañados de un sirviente que les había guiado hasta el lugar.

Vestían ropas limpias y no portaban armadura ni armas. Su aspecto era de aseo reciente. Parecía que incluso alguno de aquellos rostros lo agradecía. 

Junto a Lord Everan se encontraba Ser Tyros. Una escueta y protocolaria presentación por parte de ambas partes tuvo lugar.

Lord  Selwyn observó el mapa de poniente con agrado, asintiendo con admiración. —Qué maravilla.— Comentó únicamente. 

—Bien Lord Everan, permitidme sin más preámbulos ir a lo que nos ha traído hasta aquí.— Pidió sin esperar respuesta afirmativa, pues la dio por hecha. Señaló entonces en el mapa la zona de sus tierras y las de sus acompañantes.

—Lord Stannis me ha pedido que recorramos la costa para que se nos unan las casas leales al Trono.— En principio todas, aunque el inicio de esta rebelión podía haber hecho pensar que aquello no podía darse por sentado. Tan sólo seis años habían transcurrido desde la coronación del nuevo rey.

—Muchas de las que han querido apoyar al Rey, no tienen acceso a costa, por ello nuestros barcos y las de otras casas han estado a disposición para transportar sus tropas.—

Deslizó el dedo por el recorrido que habían hecho desde el Norte, Tierras de la Tormenta y la costa de Dorne hasta llegar a la desembocadura del río Torentino. Miró un instante a sus oficiales.

—¿De cuánto es el contingente ahora mismo?—

—Ciento cincuenta y tres barcos, el último recuento.—

—Y algo más de doce mil soldados, Lord Selwyn—

Volvió a mirar entonces a Lord Everan y dibujó una sonrisa en su rostro. —La desembocadura del río está muy concurrida.— Volvió entonces a lo que les ocupaba.

—Una vez nos unamos a las tropas de la casa Hightower y sus vasallos, nos reuniremos en El Rejo a su flota y a la Flota Real. Calculamos que llegaremos al medio millar de barcos o más, y un contingente de unos cincuenta mil soldados.—

Semejante flota y contingente hacía presagiar que no sólo pretendían enfrentar a la flota de las islas, sino ir más allá.

—Una vez allí, Lord Stannis nos dará a cada comandante las órdenes pertinentes para transmitir.— Concluyó.

Relajó ligeramente la espalda sobre el asiento.

—Aún así, hay algo que me gustaría comentaros en privado, sin querer faltar al respeto a ninguno de los presentes...— Dijo desviando la mirada a los presentes. Sus oficiales asintieron como si aquello ya lo esperasen. Ser Tyros se limitó a mirar al Lord y aguardar su respuesta.

Everam llevaba una túnica con los colores de su casa y un bordado muy recargado con el caballo rampante en la pechera. Salvo por el anillo en el dedo y el alfiler bien a la vista, carecía de más joyas. Tampoco arma alguna pendía de su cinto.

Con un asentimiento agradeció las palabras de Lord Selwyn al fijarse en el mapa. Ordenó las ideas en su mente, dispuesto a recibir toda la información que le fueran a aportar y todos aquellos datos que no le darían pero se esconderían en las palabras no dichas.

Los números a los que aspiraban eran increíbles. Con una fuerza así serían capaces de aplastar a los hombres de hierro, enfrentándoles de forma directa. Y lamentablemente ese parecía ser el punto débil de todo aquello. Quizás los Siete Reinos saliesen victoriosos, pero sería un éxito tan amargo que pocos hombres volverían a sus casas al acabar la contienda. Los hombres de hierro contarían con menos flotas y menos tropas, pero conocían su zona y eran una inclemencia demoníaca a tener en cuenta en el mar y todos sabemos que la meteorología es lo que más barcos ha hundido, más que cualquier guerra.

No expresó sorpresa ante aquellos números, tan solo miró el mapa, al Lucero y al resto de oficiales. Pero sí le extrañó la petición de privacidad.

Everam asintió a Ser Tyros, para que se retirase junto a los hombres de Lord Selwyn.

Una vez abandonaron la habitación mientras Lord Selwyn observaba como lo hacían, volvió a posar su atención en Lord Everan.

—Doy por hecho que el Rey  puede contar con un contingente de tropas digno, por parte de vuestra casa.— Parecía que aquello era algo que daba por sentado y no entró en más detalles. Frunció entonces ligeramente el ceño con gesto pensativo.

—Lord Stannis es conocedor de la intención del Rey de solventar esta rebelión de un solo golpe y encabezar personalmente a las tropas al llegar a las Islas.— Expuso.

—Si bien nuestro Rey sigue siendo un gran guerrero, le preocupa su seguridad y me ha encargado que valore una escolta adecuada. Discreta, no muy numerosa. Que pueda pasar más como apoyo de su Majestad que como guardia del mismo.— Continuó.

—Disponéis de hombres bien entrenados. Me preguntaba si quizás podríais desempeñar esa tarea...—

Everam dejó que Lord Selwyn expusiera su petición. Aunque por la manera que tenía de relatar aquello, pareciera que ya asumiese que lo pedido sería satisfecho.

Sus ejércitos eran los más poderosos de todo el Dominio y competía con los de algunas de las grandes casas de Poniente. Everam lo sabía y la corona también.

Tras la rebelión que afianzó a Robert Baratheon como Rey, la figura del demonio del tridente se extendió por todos los reinos y allende de los mares. Era un increíble guerrero y ahora junto a los Capas Blancas, sus guardaespaldas conformados por los guerreros más hábiles y fuertes de los reinos, que aquella petición de apoyo llegase podía implicar que temían por la vida del Rey. 

No sabía cuanta libertad tenía para hablar con aquel hombre, así pues decidió ser cauto.

-Estoy dispuesto a asumir ese cargo, a cambio de algo- terminó por decidir.

Ya que no habían venido a por él por la razón que creía... estaba dispuesto a estar en el centro de todo y no estaba pensando exactamente en el combate.

-Que se me incluya en las reuniones tácticas y estar presente en las decisiones de las órdenes a transmitir.

Lord Selwyn frunció el ceño ante la respuesta de Lord Everan. Realmente parecía no esperar esa respuesta, esa especie de trueque y tampoco pareció agradarle.

—No os ofrezco un cargo Lord Everan, os estoy ofreciendo un "ENcargo" a llevar con cierta discreción. El Rey es orgulloso y no cree precisar de protección. Su hermano considera que sí. La figura del Rey es demasiado importante para ponerla en riesgo, aunque ni él mismo se percate de ello a causa de su valor.—

Corrigió.

—Y no esperaba negociación alguna por un honor como el de proteger a nuestro Rey, y luchar junto a él.— Aunque fue expresado con tranquilidad y calma, sin duda no le faltaba un toque de reproche a aquellas palabras.

—Es el Rey quien decide a quienes quiere a su lado en los consejos y reuniones, no yo. Ni siquiera Lord Stannis.—

Aclaró.

—Pensé en vuestra casa por motivos evidentes, aunque parece que pude haberme equivocado. En cualquier caso otros señores con vasallos tan cualificados como los vuestros, estarán más que honrados ante el ofrecimiento.—

Pareció zanjar pues cambió de tema en ese preciso momento.

—Bien, con qué tropas de la casa Stronghorse puede contar el Trono y cuándo podrían estar preparadas para marchar...— Preguntó de una manera afirmativa. —Porque, entiendo que cumpliréis el vasallaje real, ¿no es así?— En lo que anteriormente no había duda, parecía haber florecido alguna. Perecía seguir entendiendo que la casa se comprometería, aunque fuese por las terribles consecuencias que se derivarían de faltar al reclamo del Rey. Aún así pareció querer escucharlo de boca del propio Lord.

Everam había confundido el modo de afrontar aquella conversación. Lord Selwyn podía ser un hombre inteligente pero no dejaba de pertenecer a la tierra de las tormentas y para ellos, los habitantes de el Dominio eran gente blanda. Rara era la petición expresa que había hecho, que más que petición había sido exigencia. Everam había creído tener la posición para pedir o incluso exigir, y acababa de ser demostrado que su posición era tan reemplazable como el de un soldado cualquiera en la guerra.

Y lo cierto es que el lucero tenía toda la razón. Por mucho que Lord Stannis fuese el comandante de la flota real, la decisión última de como afrontar cada enfrentamiento correspondería al rey. Y su papel en todo aquello probablemente no fuese nada apreciado por el hombre que regía los siete reinos, así que difícilmente podría inmiscuirse en los asuntos reales.

-Contaréis con mi propia persona al lado del rey, junto a mis mejores hombres-, zanjó también él aquel tema, sabiendo que una negativa a atender aquella exigencia podía conllevar terribles resultados. Lamentaba tener que marchar en ese momento, porque dejaba a su casa descabezada. Aunque su mujer volviese, seguirían siendo sus hijas y el maestre quienes llevarían el castillo, las tierras colindantes y las heredades de Ser Dwain.

-Esta noche celebraremos una cena en vuestro honor y agasajaremos a todos los hombres que irán a luchar por la corona y por sus tierras. Mañana por la mañana mis tropas marcharán con vos-, declaró. -Contad con mínimo 500 hombres de la casa Stronghorse. Me reuniré con mis vasallos y ese número crecerá- Dejaría protección en el castillo conformada por los jinetes del Azote, que sobre barco no serían tan eficaces. Y si llegaban a tierra, en las islas, Everam prefería contar con tropas de a pie. También dejaría a los Pluma negra, Los Acechadores y Los Vigías en sus puestos. Todo aquello junto a la guardia de la ciudad entendía que sería número suficiente para guardar sus tierras en caso de alguna sorpresa desagradable. Salvo El Azote, se llevaba a todas sus unidades más experimentadas y mortíferas, dejando atrás a los que un enfrentamiento así habría conseguido endurecer; pero aquella no era una guerra en la que dar oportunidades, pues no podía permitirse mostrar un ejército débil ni tampoco tropa alguna que pudiera entrar en pánico. Llevaría al grueso de sus fuerzas.

Lord Selwyn se recostó ligeramente sobre el respaldo de la silla mirando con gesto evaluador a Lord Everan. Un rostro menos afable que el que había mostrado desde un principio manteniéndose un instante en silencio tras su respuesta. Lord Everan no tuvo que esforzarse mucho en vislumbrar que la duda que se había generado en el Lucero, no provenía del contingente que había propuesto. Finalmente tras un momento, asintió como si diese por bueno todo aquello.

—No esperaba menos, Lord Everan. — Respondió primeramente.

—Esta noche nos sentaremos a vuestra mesa y aceptaremos agradecidos vuestra hospitalidad.— Se pronunció a continuación.

—Permitidme en cualquier caso un consejo de señor  señor. De aliado a aliado.— Expresó de forma retórica pues no esperó a una confirmación para lanzar aquel consejo.

—Hay momentos para dar y momentos para recibir... Ahora es momento de dar.— No añadió nada más, como haciendo bueno aquel dicho de "a buen entendedor..."

Volvió a incorporarse plantando las manos de forma animada sobre la mesa como un redoble de tambor y asintiendo de nuevo.

—Me alegro de que el Trono pueda contar con la Casa Stronghorse y su señor.— Concluyó. — ¿Estarían mañana preparadas vuestras tropas para zarpar?—

Everan pudo intuir ante aquella última pregunta parecía referirse al contingente de su casa, dando por hecho que a partir de ahí pasarían a por el aportado por sus vasallos.

No había tenido información suficiente sobre aquel hombre más que las leyendas que de él emanaban. Everam había actuado de forma soberbia, orgulloso sin darse cuenta que su nombre no significaba tanto fuera del Dominio como para cambiar ningún parecer u opiniones en el ejército o la flota Real. Se había visto con capacidad y había forzado el momento, quizás dañando en el intento cualquier futura relación con Lord Selwyn. La única forma que tendría de solventar aquello era demostrando su compromiso y la lealtad de sus tropas, además de lanzando un mensaje a los 7 reinos de su fuerza, sobre la necesidad del rey de tener a los ejércitos Stronghorse a su lado.

Everam encajó aquel consejo como si fuera un golpe. Así funcionaban los reyes y sus abanderados, pedían, pedían y pedían, y cuando tocaba dar, seguían pidiendo, pues servir al rey era agradecimiento suficiente. Inclinó la cabeza, en actitud servicial, agradeciendo sus palabras, como si hubiera actuado como un niño malcriado y hubiera necesitado aquella reprimenda.

-Estarán preparadas-, confirmó, haciendo referencia a sus tropas. Necesitaría reunirse con Tyros y Dwain cuanto antes. Y había demasiadas cosas que dejar atadas antes de mañana, pues tendría que abandonar sus terrenos junto a sus ejércitos. ¿Y qué haría con el joven Aldern? Tendría que decidirlo.

-Esperaría contar con su presencia a mi lado esta noche en la cena si no es inconveniente, solicitó al Lucero.

Fuese cual fuese la respuesta y salvo que hubiera algún otro tema que tratar, aquella reunión se daría por concluida.

—Gran noticia.— Asintió conforme ante la disposición de las tropas de la Casa Stronghorse. Casi dando por concluida la reunión con Lord Everan hizo un gesto para levantarse de la silla, que interrumpió ante la última cuestión.

—Desde luego, Lord Everan. Será un honor compartir mesa con mi anfitrión y su familia.— Respondió con una sonrisa afable, satisfecho por como había acabado aquella conversación. 

—Si estáis conforme, me retiraré un rato a descansar hasta ese momento. Temo que no podremos disfrutar de muchas comodidades en un tiempo.— Supuso como algo inevitable.

Hasta entonces Everam había disfrutado de su vida, de su hogar y de la compañía de su familia, mientras que Lord Selwyn y toda la flota llevaba ya muchos meses lejos de sus tierras y sus gentes. Pero así era la guerra, tal como llegaba te arrancaba de la tranquilidad y si decidía devolverte lo hacía escupiéndote tras haberte masticado.

-Hacéis bien. Debéis llevar muchas lunas sin poder disfrutar de algo de tranquilidad y en la medida que Riverside pueda procuraros acomodo y descanso, tendréis a todo el servicio del castillo a vuestra disposición-

Según se marchase Lord Tarth, Everam mandaría llamar a Ser Dwain. También esperaba que Ser Tyros estuviese cerca y no se hubiese ausentado en el transcurso de aquella breve reunión. Tenía que hablar con los dos, pues actualmente eran sus únicos vasallos.

Lord Everan tuvo que esperar más de lo previsto hasta contar con la presencia de los caballeros. El primero en acudir a su llamada fue Ser Tyros. Quizás la frecuencia con la que los Stronghorse y los Dragnos tenían contactos, había dejado pasar por alto que el heredero de Lord Balon, se había convertido en un hombre alto y fuerte, con un porte y presencia nobles. Algo más tarde apareció Ser Dwain como siempre enfundado en sus ropas de cuero negras y en esta ocasión con dos espadas gemelas cruzadas a la espalda. A estas alturas Lord Everan había dejado de escandalizarse de que el caballero portase armas a cualquier hora del día y en cualquier situación. Tal vez ese estado continuo de desconfianza y de alerta era lo que lo había mantenido con vida, o simplemente eran secuelas de una vida que lo había trastornado hasta el punto de nunca sentir seguridad en ningún momento.

Con ambos caballeros en la sala, Lord Everan ya podía empezar la reunión y hablar con sus vasallos...

Mientras esperaban la llegada de Ser Dwain, Everam había servido dos copas de vino del rejo, tratando de conversar de forma distendida con Ser Tyros. Le preguntó sobre la salud de su padre, sus hermanos y su opinión acerca del desarrollo de la villa de Aguasfrías, pues bien sabía que el mayor de los Dragnos estaba más que interesado en mantener una estrecha relación con el siempre testarudo y sombrío Dwain.

Fue la llegada del caballero la que generó un cambio en el ambiente, convirtiendo la reunión en algo más oficial, en un encuentro entre lord y vasallos. ¿Cuando había sido la última? Fácilmente la convocatoria que les llevó a participar en la rebelión del rey Robert, o como la conocían sus enemigos de entonces, la rebelión del usurpador.

No le gustaba dar aquella noticia, ni llamarles a armas, pero una casa noble contaba con sus vasallos y éstos solo demostraban su valía y amortizaban la defensa que se les ofrecía, presentándose.

-Volvemos a la guerra- anunció. Ambos conocían los avances de la flota Greyjoy y que la aparición de la flota Real por el Dominio solo podía significar una cosa. -Lord Selwyn trae órdenes reales para aglutinar el mayor número de tropas de tierra para unirse al enfrentamiento contra los hombres de sal. Entre la flota Real y la flota del Rejo, Poniente verá en mar una fuerza que jamás haya visto, pero necesita hombres que sepan luchar en tierra para invadir las islas y defender las costas.

Dejó algo de tiempo antes de continuar y por si tenían alguna duda. -Sé que apenas os estoy dando tiempo, pero nuestras tropas,- dijo incluyendo a las tres casas en ese "nuestras, - deben estar preparadas para zarpar mañana. ¿Con cuantas tropas engrosaréis los números de la casa Stronghrose?-, preguntó, dando por hecho que ambos, Tyros y Dwain, estarán a la cabeza de sus respectivos ejércitos. Dejo las manos apoyadas sobre la mesa, mirando alternativamente a los dos caballeros.

Ser Tyros aceptó el vino de buena gana. Parecía sentirse cómodo con Everan. No en vano, se conocían desde hacía ya muchos años. Cuando Everan entraba en la adolescencia, Tyros era un niño de ojos marinos y curiosos.

No puso reparo alguno en relatar la dolencia de su padre. Al parecer, se trataba de una inflamación del pie que llegaba casi hasta la rodilla y que estaba siendo tratada por el maestre. En principio no reportaba una gravedad preocupante, pero según contaba, era realmente dolorosa, lo que suponía que tuviera que guardar reposo en numerosas ocasiones y que su mente no estuviese centrada al completo a causa de los dolores. Sobre su hermano no hizo comentario nuevo a lo que había hecho con anterioridad. Era casi una causa perdida en cuanto a su desarraigo con las responsabilidades familiares, aunque sin duda era querido por su hermano y familia. Sí añadió en cuanto a su hermana, que si las cosas en la guerra trascurrían a vuestro favor y así lo querían Los Siete, a la vuelta comenzaría a valorar su enlace con algún noble de casa vecina. Aquel comentario pudo hacer pensar a Everan que dejaba entrever que su consejo sería bien recibido y tenido en cuenta.

Respecto a Aguasfrías, no dudó en alabar la dedicación de Ser Dwain, aunque le chocaba su forma de vida, ausente de riquezas, residiendo en una plaza fortificada en lo que sería la estancia de un simple oficial de infantería. Algo muy lejano sin duda, a un hombre de su posición. 

En el transcurso de aquella charla distendida, justo antes de la entrada de Ser Dwain, Everan pudo ver en su rostro que valoraba y sopesaba hacer una pregunta al señor del castillo, con cierta duda. Probablemente algo personal, fuera de todo protocolo. Pero fuera la que fuera, se vio interrumpida por la llegada del caballero.

Una vez sentados a la mesa, ambos prestaron atención a las palabras de su señor. Ninguno se sorprendió o sobresaltó ante las noticias. Eran esperadas por todos, con seguridad, desde hacía tiempo. El primero en tomar la palabra, fue precisamente Ser Tyros.

—Si estáis de acuerdo, milord, La Casa Dragnos aportará a vuestro ejército, sus cinco navíos de guerra.— Propuso primeramente. —Una compañía de infantería, otra de arqueros y una de ingenieros, junto a nuestro maestro constructor, así como asumir los costes de manutención de todo el ejército a vuestro mando.— Lo que incluía las tropas de Lord Everan y de Ser Dwain. — Uno de los barcos iría con sus bodegas cargadas de madera y herramientas para la construcción de maquinaria de asedio de ser necesarias.— Finalizó su propuesta.

Lord Everan conocía bien las tropas de las que disponían los Dragnos y sus recursos, y sabía que dejarían en sus tierras a la guardia montada de la ciudad para mantener el orden y a sus caballeros como guardia de la familia. Aportar más con tan poco tiempo sin poner en peligro a su familia y dominios, era imposible, por lo que pudo corroborar que el compromiso con los Stronghorse, por parte de los Dragnos, a priori, era absoluto. 

Llegado el turno de Ser Dwain, éste fue más escueto y menos locuaz.

—Una compañía de infantería, otra de arqueros.— Añadió. —y una de infiltración...— Terminó  con tono gélido y serio. La compañía de infiltración a la que hacía referencia eran sin duda su polémica compañía de Los Redimidos, conformada por todo tipo de delincuentes y criminales. Ser Dwain la había justificado alguna vez con una frase: "El pecado como forma de redención".

Everam mostró preocupación sincera por la dolencia que lord Dragnos estaba padeciendo. Ofreció los servicios de su propio maestre, tratando de hacerlo lo más cautamente posible, pues aunque todo hombre educado en Antigua tenía los conocimientos necesarios para tratar las enfermedades más comunes, no todos ellos se especializaban en afecciones menos habituales. Y aunque conocía al maestre de Villacolmena, era de sobra conocido que si los Stronghorse tenían una unidad como los Hijos de la Madre era porque la disciplina que recibían provenía de los mejores.

Sobre la hermana de Ser Tyros, Everam prefirió mantenerse callado. Tenía un problema grande entre manos con sus propias hijas, y sabía que no podría tratar de resolverlo hasta que volviera de la guerra. Asintió al heredero de los Dragnos, en el breve silencio que siguieron a sus palabras, dándole a entender que tendría en cuenta aquella pieza de información y seguramente en algún punto del futuro recibiría algún consejo de su parte.

Con la llegada de Ser Dwain, el asunto a tratar comenzó.

De lo aportado por la casa Dragnos, Everam quedó satisfecho. No esperaba menos de ellos. Lo cierto es que la relación que mantenían era una especie de simbiosis de mutualismo, en el que ambas partes salían beneficiadas, y todo seguiría así si el status quo se mantenía y no trataban de ir más allá…

Ser Dwain sin embargo no podía aportar demasiado, pues tampoco había tenido muchos años para hacer que sus tierras fuesen prosperas ni para agrandar un ejército que había empezado casi desde el polvo. Los Redimidos nunca había sido una unidad del agrado del Lord y desde el principio Everam había mostrado su rechazo, pero entre la cabezonería de Dwain y el uso para el cual habían sido destinados, que había resultado ser clave en algunos asuntos, el lord había acabado por permitir su existencia.

El problema llegaba con el encargo de Lord Selwyn. Teniendo que proteger al Rey con sus mejores hombres, tendría que dejar el liderazgo de sus tropas a alguien capaz y de confianza. Dos de esos hombres estaban en ese cuarto, pero tenía razones para que ninguno de ellos ejerciera el mando.

Asintió complacido a ambos caballeros. -¿Podréis estar preparados para mañana?- En el caso de Tyros, sería tan sencillo como enviar un cuervo para comenzar los preparativos. Sin embargo con Dwain, habría que enviar un mensajero y también dejar preparado como se llevaría la gestión de sus terrenos mientras él estuviera ausente.

Tenía que reunirse por un lado con Aldern, y por otro con sus hijas y el maestre para dejar todo cerrado, aunque esa última reunión podría postergarse hasta la mañana siguiente si fuera necesaria.

Ser Tyros asintió a la pregunta del Lord. 

—Nuestros barcos ya están preparados milord. La afluencia de la flota en la desembocadura ya era aviso para anticiparlo. Los almacenes y las carretas está listos. Sólo concretar las cantidades que necesitemos y podrán ser cargadas en media mañana. Mientras se cargan las bodegas de víveres y provisiones, los soldados de la Casa tendrán tiempo de sobra para estar preparados.—  Hizo entonces una pausa con rostro pensativo.

—No creo que haya problema en estar ya en camino antes del atardecer.— Valoró tras hacer sus cálculos.

Tras la explicación de Ser Tyros, Ser Dwain tomó la palabra.

—Mis hombres siempre están preparados, milord. — Afirmó sin pavoneo. No parecía extraño en cualquier caso que si el caballero era tan susceptible como para portar armas hasta en los desayunos, hubiese inculcado esa inmediatez de acción a sus tropas. 

—Con enviar un barco que pueda trasportarlos sería suficiente. Los marinos no tendrán tiempo ni de pisar tierra.—