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Enfermería. Tercer día de la Madre. Mes del Padre. Año 289 A.C.

A Carellyn le dio algo de lástima que fuesen a matar a un pajarito sólo para que ella hiciese un experimento. ¿Y si no era capaz? ¿Y si no funcionaba? Habrían acabado con su vida de un modo cruel para nada. Aunque, bien mirado, tal vez no fuese para nada y ese pensamiento terminó de decidirla. 

—Esta noche —convino, asintiendo con la cabeza—. Aquí estaré, maestre. 

Ya estaba decidido. Lo intentarían esa misma noche. Tomó aire profundamente y se dio cuenta de que estaba enredando los dedos en la tela de su vestido por los nervios, así que lo soltó y se dispuso a marchar. 

Sin embargo, antes de que llegase a salir recordó que había otra cosa que quería decirle al maestre y retrocedió sobre sus pasos. 

—Oh, maestre Paul. Hay un asunto más por el que quería preguntaros. ¿Habéis oído alguna vez algo sobre la gente que nace en el Séptimo día del Desconocido en el mes del Desconocido? —preguntó, mirándolo con cierta expectación.

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El maestre sonrió a su pupila, aunque parecía que ambos estaban de acuerdo en que aquello no era del todo lo que deseaban, incluso podía ser peligroso y jugar con la vida y la muerte, aunque fuera de simples pajarillos, nunca estaba bien. Por otro lado ambos sentían la necesidad de intentarlo pues lo que se avecinaba desde el norte debería ser contrarrestado de todas las maneras posibles y Carellyn parecía que iba a ser una pieza clave, aunque aún faltaba tiempo, o eso esperaba Paul.

-Lo tendré todo preparado Lady Carellyn.

Despidió a la muchacha y cuando se disponía a seguir con lo que estaba haciendo esta volvió a preguntarle algo. Paul se quedó algo sorprendido ante la cuestión pues aquella era una fecha muy concreta, lo suficiente para que no fuera una pregunta hecha al azar por pura curiosidad si no que debía tener un motivo detrás. El maestre sabía que no se trataba de Carellyn, así que tenía que estar preguntando por otra persona.

-Es un pregunta muy curiosa Lady Carellyn. ¿Acaso conocéis a alguien que haya nacido en un día como ese? -El maestre sonrió y dando opción a la muchacha para contestar si así lo estimaba oportuno siguió con su explicación.- En realidad cualquier día debería ser igual que otro para nacer. ¿No le parece? -Dejó un momento para la reflexión y después continuó.- Pero a decir verdad el séptimo día del Desconocido del mes del Desconocido es una fecha marcada por el misterio. Es un hecho comprobado que en esa fecha nacen muchos menos bebés de lo habitual, se diría incluso que es algo extraordinario que suceda. ¿Porqué? Es algo que no tiene explicación lógica. Hay supersticiones al respecto, gente que piensa que los nacidos en esa fecha son brujos o brujas lujuriosos, o niños malditos que traen desgracias, cada zona tiene las suyas, incluso hay lugares donde se piensa lo contrario, que son niños y niñas bendecidos por los dioses y que auguran cosas buenas. Algunos maestres han llegado a la conclusión que el miedo por concebir ese día, en las regiones donde sería un estigma, podría adelantar los partos o atrasarlos para que nacieran otro día, aunque en mi opinión no podemos tomar eso como base para explicar lo que sucede. Como ve Señorita Carellyn, yo mismo debo seguir estudiando, en esta vida nunca sabemos lo suficiente.

Sonrió a la muchacha esperando que aquellas palabras finales la animaran a seguir creciendo en conocimientos, pues estaba claro que en breve todos dejarían de acudir a sus clases para poder atender sus obligaciones adultas y esperaba haberles podido transmitir el afán por el estudio y el conocimiento para que siguieran desarrollándose como personas cultas.

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La muchacha asintió con la cabeza a la pregunta del maestre.

—He oído que Lady Malora nació ese día y pensé que tal vez deberíamos incluirlo entre los temas a investigar —explicó, para después escuchar atentamente todo lo que el hombre le contaba. 

Cuando terminó la explicación, le dedicó una sonrisa.

—Resulta interesante, a decir verdad. Últimamente siento que no he aprendido todo lo que debería y he desperdiciado vuestro afán conmigo, maestre Paul. Quiero disculparme por ello y deciros que voy a esforzarme por recuperar el tiempo perdido. No es mi intención estudiar para siempre —aclaró, por si acaso con sus últimas palabras se hacía una idea equivocada—, pero sí lo suficiente para no avergonzaros.

Con eso, echó una última mirada inquieta alrededor y le hizo una inclinación cortés a modo de despedida.

—Nos veremos esta noche entonces —aseguró antes de, ahora sí, abandonar la torre del maestre.

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Cuando Carellyn regresó a la enfermería ya había caído la noche. Se había asegurado de que ni Aquilegia ni Helaena la necesitasen más por esa noche antes de encaminarse por los pasillos tranquilos del castillo, cuyos visitantes ya se habían retirado en su gran mayoría a esas horas. 

Era sencillo notar que estaba nerviosa cuando entró en la enfermería. Sus ojos se movían inquietos y sus dedos se entrelazaban con la tela de la falda de su vestido. 

—Buenas noches, maestre —saludó, acercándose a él en cuanto lo vislumbró—. ¿Lo habéis conseguido? Estoy tan nerviosa que tengo el corazón en la garganta —le confesó—. Pero no he cambiado de opinión.

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Por alguna razón que Lady Malora hubiera nacido en esa fecha no le sorprendió, no quería ser supersticioso pero estaba claro que la mujer respondía al estereotipo del tipo de persona que la gente imaginaba que nacía en esos días.

-Está claro que Lady Malora también tiene capacidades especiales, pero usted también y no nació ese día, así que quizás no sea más que una casualidad... -Aunque no había ninguna explicación para el bajo número de nacimientos en aquella fecha se resistía a pensar que todos los bebés que eran alumbrados en la misma fueran gente predestinada o con ciertos poderes. Mientras pensaba en esto escuchó las explicaciones de Carellyn y le sonrió con ternura.- No creo que lleguéis a avergonzarme nunca Lady Carellyn, podéis estar tranquila por eso, aunque apruebo que sigáis queriendo aumentar vuestro conocimiento, recuerde que nunca terminamos de aprender.

La charla terminó y Paul se despidió de la muchacha para terminar de ojear los libros que tenía entre manos. Enseguida bajó a las cocinas y dejó el recado para que alguien le consiguiera un pequeño pajarillo, si había alguien en el castillo que a veces pedía cosas raras era el maestre así que nadie le dio demasiada importancia. Unas horas después alguien le trajo una pequeña cesta con tapa donde podía sentirse algo dentro, ya tenían el sujeto de pruebas para aquella noche. Al caer la noche la chica apareció puntual a su cita.

-Buenas noches Lady Carellyn. -Se la notaba nerviosa y el maestre comprendía porqué, él también lo estaba, pero por otro lado decidida a hacerlo. Paul señaló la pequeña cesta donde la criatura reposaba ajena a lo que iba a sucederse en breves momentos.- ¿Quiere tomarse unos instantes para reposar? ¿Quizás beber algo de agua? -La experiencia del maestre le dictaba que aquellas cosas había que afrontarlas con calma, aunque era difícil mantenerla ante un evento así. Cuando ambos estuvieron preparados abrió la tapa de la cesta con cuidado, lo suficiente para meter la mano sin dejar demasiado hueco pues no quería que el pajarillo echara a volar, lo cogió en su puño con suavidad y cuando estuvo seguro que no escaparía sacó la mano.- Bien, entonces comencemos. ¿Necesita que haga algo mientras intenta repetir aquello? La avisaré cuando el pajarillo esté listo. 

Aquella parte era la más dura, no le gustaba arrebatar una vida inocente, aunque fuera la de un simple pajarillo, pero llegados a ese punto ya se había hecho a la idea que era necesario. Comenzó a apretar con suavidad para dejarlo sin aire pero sin quebrarle ninguno de sus frágiles huesecillos hasta que sintió el cuerpecillo inerte entre sus dedos. Con un triste gesto afirmativo y sin decir nada más indicó a Carellyn que el ave estaba muerta.

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Negó con la cabeza a la pregunta sobre el reposo, pues se sentía incapaz de permanecer quieta en ese momento. Aunque sí que asintió a lo del agua. Se movió con familiaridad por la enfermería hacia el lugar donde sabía que había una jarra con algunos vasos y se sirvió uno. Empezó a bebérselo a sorbos cortos mientras trataba de respirar despacio y profundo. Pero su respiración se detuvo en seco cuando vio al maestre meter la mano en la cesta de esa manera.

Carellyn había esperado que el pajarito ya estuviese muerto cuando ella llegase y de repente se daba cuenta de que no era así. Le dio muchísima pena ver al animalito en su mano y notó que los ojos se le humedecían.

—Creo que no —respondió, tragando saliva—. Ser Dwain me decía frases para guiarme hacia mi interior, pero probaré intentando recordarlas en mi cabeza. Si no funciona, podéis probar a decirlas vos. 

Apartó la mirada entonces, sintiéndose incapaz de contemplar cómo se apagaba la vida del ave. No tenía ningún remilgo a la hora de comer animales, pero nunca había matado ella a ninguno, ni lo había contemplado desde tan cerca. Se recordó a sí misma por qué lo hacían y sacó fuerzas de la necesidad de aprender más sobre su... don, o lo que fuese. 

No volvió a mirar hasta que no se dio cuenta de que el maestre le estaba haciendo gestos. Entonces tomó aire despacio y se acercó a él, extendiendo las manos para que le pusiera el pajarito en ellas. Asintió con la cabeza y cerró los ojos, esforzándose por conseguir una respiración lenta y cadenciosa. 

—La muerte se combate con vida —murmuró, para sí misma, concentrándose en las propias sensaciones de su cuerpo, intentando relajarse cada vez más. 

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Carellyn permaneció concentrada mientras su cuerpo se relajaba y las respiraciones se hacían más pausadas. El Maestre no quitaba ojo del pájaro, y por un momento se sobresaltó pues vio unas plumas del pecho del pajarillo moverse. pero debió ser debido a una brisa momentánea que entró por la ventana. Mientras, el tiempo trascurría sin que pareciese que el pájaro moviese nada ni diese señales de vida.

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Carellyn no sabía si habían pasado segundos o minutos cuando volvió a abrir los ojos. Había logrado relajarse bastante, pero también estaba algo decepcionada por el escaso éxito de sus esfuerzos.

—Creo que esto no está funcionando, maestre —dijo, frunciendo la naricilla—. Ser Dwain me hacía algo con su voz... Como si me hipnotizase, ¿sabéis? Y entonces él me guiaba. «La vida son latidos... respiración... consciencia... y movimiento...»—recitó—. Y cuando decía eso iba sintiendo cosas, como si conectase con algo dentro de mí. —Le parecía que se estaba explicando fatal, así que lo resumió negando con la cabeza—. Pero ahora no estoy sintiendo nada parecido. Nada de nada.

El pajarito seguía muerto entre sus manos y empezaba a agobiarla la sensación de que lo habían matado para nada. Bajó la mirada para contemplarlo entristecida. 

—¿Podríais tratar de decir vos esas cosas? —pidió, aunque ya se esforzaba pensando más en el pobre animal que en experimentar nada—. Así, despacio, dejando espacio entre cada una. 

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El maestre permaneció muy atento a lo que pasaba, alternando su mirada entre Carellyn y el pajarillo que sostenía entre sus manos. Sentía la tensión en su cuerpo y no sabía muy bien si quería que aquello funcionara o no. Por un lado quizás nada de aquello había sucedido y tan solo se había tratado de alguna broma de Ser Dwain, lo sentía por Carellyn pues parecía que creía que todo había sido real. Y por otro lado si era cierto las consecuencias para la muchacha podían ser impredecibles y eso se preocupaba por cualquier síntoma que pudiera indicar desfallecimiento o malestar en Carellyn. Por un momento pensó que lo estaba consiguiendo, vio moverse algunas plumas en el pecho del animal, pero después nada.

Debió ser algo de aire.

La ventana estaba abierta y de vez en cuando entraba alguna ráfaga de aire fresco. La cara de Carellyn transmitía la decepción por no haber logrado su objetivo, estaba claro que la muchacha estaba decidida a volver a hacerlo y esa tenacidad enorgullecía al maestre, aunque tenía sus dudas que los métodos que proponía pudieran ser de utilidad, quizás Dwain sabía lo que hacía, si no había sido una broma, pero él se movía a oscuras y sobre todo con cierta incredulidad. A pesar de todo lo haría por Carellyn. Asintió levemente e intentando mostrarse solemne siguió las indicaciones de la muchacha.

-La vida son latidos... respiración... consciencia... y movimiento... -¿Era aquello suficiente? Casi toda una vida dedicada al estudio no lo había preparado para aquel momento, le hubiera sido más sencillo intentar convertir a Carellyn en un caballero ducho en la espada y el arco que guiarla por el sendero que Dwain había marcado, pero una vez allí solo podía continuar apoyando a la muchacha. Como no sabía qué más decir, repitió.- La vida son latidos... respiración... consciencia... y movimiento.

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Sin duda en otra situación Carellyn podría haber disfrutado de ver al maestre tratando de imitar a Ser Dwain. Pero en aquella, estaba demasiado centrada en lo que tenían entre manos como para reírse por ello. Cerró los ojos de nuevo, concentrando toda su atención en las sensaciones de su interior. Trataba de seguir la voz del maestre, avanzar en cada paso con ella... pero aunque él lo intentó varias veces, al final la muchacha terminó por abrir los ojos de nuevo, sin que el pajarito se hubiese movido lo más mínimo. 

Apretó los labios, dolida por lo que habían hecho y frustrada por la decepción de no haber logrado ningún avance. Era una chica muy paciente, pero también era una adolescente. 

-No funciona -dijo, con el ceño fruncido y mirando al ave con tristeza-. Nada funciona y lo hemos matado para nada. Creo que deberíamos esperar hasta que Ser Dwain vuelva y que él nos lo explique todo mejor. 

Se puso en pie, aún con el animal entre las manos. 

-Si me lo permitís, se lo llevaré a algún animal que pueda alimentarse con él, al menos así su muerte no será en vano.  

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A pesar de todo el esfuerzo y concentración que Carellyn estaba poniendo en aquel asunto el pajarillo no volvió a respirar. El maestre sentía mucha pena por su pupila pues estaba claro que estaba decepcionada, pero por otro lado si todo aquel asunto era una broma del caballero o una equivocación tampoco pasaba nada, no quería imaginarse como sería la vida de Carellyn con ese tipo de poderes y lo que podía llegar a pasarle o podían hacerle, la gente temía lo que no comprendía y todo aquello era algo increíble.

-No se martirice Lady Carellyn, si le consuela le diré que el pajarillo vivió un poco más gracias a usted, me lo trajeron entre un buen número que habían sido capturados para uno de los platos que se servirán estos días, con tanto invitados en el castillo los cocineros tienen que echar mano de todo de lo que disponen para ofrecer una buena cantidad y variedad. Siento que esto no haya salido como esperaba y estoy de acuerdo con usted, será mejor esperar al regreso de Ser Dwain, ha demostrado ser un hombre con unos conocimientos que me eran desconocidos.

Cuando Lady Carellyn se puso en pie Paul se apartó un poco dejando libre la trayectoria de la muchacha hacia la salida.

-Por supuesto, puede hacer con el lo que estime oportuno. Y no se rinda, no siempre nos salen bien las cosas pero eso no significa que volvamos a intentarlo y tengamos éxito. Seguiremos reuniendo información para esclarecer todo este asunto, quizás algún libro nos de un poco de luz a su situación y le ayude a canalizar ese poder.

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Carellyn ya estaba encaminándose hacia la puerta cuando los ánimos que el maestre le daba le hicieron mirarlo. Tenía los ojos tristes y el desánimo curvaba sus labios hacia abajo, pero hizo un esfuerzo por dedicarle algo parecido a una sonrisa. En un impulsó se acercó a él y le dio un abrazo, sin llegar a soltar al pajarito. 

—Gracias por todo, maestre. 

No dijo nada más. Respiró profundo y salió de la enfermería llevando el cuerpo del animal consigo. 

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La marcha de Carellyn dejaba con una gran tristeza al maestre pues veía alejarse a una chica con las ilusiones rotas, muy distinta de la que había entrado allí aquella mañana, llena de alegría y entusiasmo. La recibió con los brazos abiertos cuando esta se volvió hacia él y correspondió su abrazo con reciprocidad, intentando transmitirle el consuelo y energía que necesitaba.

-No hay nada que agradecer, sabe que puede contar conmigo para lo que necesite.

Tras aquella breve despedida la muchacha dio media vuelta y salió de allí llevando entre sus manos el pajarillo muerto y dejando al maestre pensativo sobre todo lo que había sucedido allí. Debía redoblar sus esfuerzos para ayudarla y la mejor manera que sabía era mediante la investigación.