Partida Rol por web

Al finalizar el funeral, para el cual Helaena había vuelto a ponerse su triste e incómodo vestido negro, se acercó a Joanna Dragnos. Los ojos de la joven Stronghorse estaban vidriosos, unas lágrimas obtenidas no solamente por haber tenido que despedir a su madre para siempre, sino por la canción entonada por la hija de Lord Balon.

- Gracias por vuestra canción, Lady Joanna, ha sido realmente emotiva –la felicitó, con total sinceridad, pues su animadversión hacia la familia no la cegaba a los encantos de la música. A pesar de las lágrimas, le dedicó una sonrisa amistosa-. Tenéis una voz envidiable.

La tomó de la mano con confianza, como si fueran amigas íntimas, y habló intentando alejar toda tristeza de su voz.

- ¿Os importa caminar conmigo un rato? -le preguntó y, tras mirar hacia atrás, al resto de asistentes, añadió:- Si os soy sincera, lo último que me apetece ahora mismo es seguir recibiendo condolencias y estar pendiente de los invitados. A Aquilegia se le da mucho mejor que a mí -dijo, con media sonrisa-. Además hace años que no nos vemos y es una pena que no hayamos mantenido más relación, viviendo tan cerca. Así que es imperativo que nos conozcamos más, ¿no creéis? Sobre todo si las noticias que han llegado a mis oídos sobre nuestros dos hermanos son ciertas –dijo, haciendo referencia al posible matrimonio entre Tyros y Aquilegia.

—Gracias.— Manifestó acompañada de una discreta sonrisa.

Como respuesta a la petición de Helaena, comenzó tan sólo a caminar junto a ella.

—¿Noticias?. ¿Qué noticias?. — Negó con desconocimiento, hasta que sus ojos se abrieron de repente como si hubiese caído a  lo que se refería. Tampoco es que hubiese muchas más opciones. —¿Van a...casarse?— Preguntó bajando el tono al final.

—Es que siempre tengo que ser la última en enterarme de todo...siempre. No me cuentan nada nunca.— Expresó algo molesta. —Disculpadme, Lady Helaena, pero a veces resulta frustrante.— 

—Y decidme, ¿es algo seguro?— Preguntó como esperando que no lo fuese. —Porque como lo sea Tyros me va a escuchar por no decirme nada antes de marchar a la guerra— Aseguró haciendo una mueca y frunciendo el ceño.

Helaena miró sorprendida a Joanna, pues no había esperado esa reacción. ¿De verdad podía no saber nada del tema? ¡Si lo sabía toda la familia! A menos que estuviera fingiendo no estar enterada para intentar sonsacarle algo sobre el veredicto final de Lord Everam. Me estoy volviendo totalmente paranoica, pensó con desazón.

- Oh, disculpad, parece que he abierto la boca demasiado pronto –se excusó Helaena. Decidió tomar el camino más seguro que era… decirle la verdad. Además, en el caso de que su frustración fuera cierta (y no tenía motivos para pensar lo contrario), no le vendría mal añadir más leña al fuego-. Si yo me he enterado fue por una indiscreción de vuestro hermano Terrence, que nos lo confesó cuando estuvo aquí hace un par de semanas –comentó, recordando al alocado y natural joven-. Por eso pensé que vos también lo sabíais. Imagino que vuestro padre habrá mencionado algo al mío, pero no sé si habrá habido petición formal. Pero os prometo que aún no hay nada asegurado. Mi padre tenía demasiadas cosas en la cabeza con la guerra como para pensar en ningún matrimonio.

Se agarró del brazo de la joven y con la otra mano lo acarició para reconfortarla.

- Entiendo perfectamente cómo os sentís. Es la maldición de la hija pequeña –comentó, mirando al frente y suspirando-. ¿Creéis que yo me entero a la vez que el resto de las cosas? –preguntó, al tiempo que negaba la cabeza, respondiendo a su propia pregunta. Luego se encogió de hombros-. Así que no me queda otra que quejarme cada vez que eso pasa. Y me alegra comprobar que vos también tenéis ese espíritu inconformista –comentó, con una sonrisa y guiñándole un ojo.

—¿Veis?, ¿veis?. Es que es increíble que mi hermano Terrence se entere de algo antes que yo, que no está nunca en casa y encima tiene la boca más grande que la desembocadura del Río Torentine. — No pudo evitar reírse ella misma con aquella comparación y llevarse los dedos a la boca para contener la risa.

—La verdad es que yo ya me lo tomo con resignación casi siempre.— Reconoció encogiéndose de hombros. —Bueno, "casi"...— Sonrió mordiéndose el labio. La verdad es que la chica parecía bastante agradable y natural, a parte de ser bastante agraciada. 

—Lady Helaena, ¿podría haceros una pregunta un tanto personal, para mí, si no os importa? — Preguntó con duda.

Helaena rio también con la comparación que hizo Joanna de Terrence.

- Sí, la verdad es que la discreción no parecía ser su punto fuerte –coincidió-. Me temo que estaba deseando ver nuestra reacción al recibir la noticia y no pudo evitarlo –Recordó la falsa inocencia que había expresado a continuación, como si hubiera hablado inconscientemente; pero claramente se divirtió mucho viéndolas.

- Reconozco veces que no queda otra que callarse, según quién esté delante; al fin y al cabo, a nuestra edad los berrinches ya no funcionan tan bien –admitió, echando de menos aquella maravillosa infancia donde se le pasaban por alto ciertos comportamientos-. Pero ¿resignación absoluta? Eso nunca. Al menos una mirada fulminante se llevan y que se sientan mal por ocultarme cosas –le contó, recordando la mala cara que había tenido hacía unos días cuando Aquilegia había querido mantenerla al margen de lo ocurrido con su madre. Y, pensándolo bien, aunque había estado callada mientras Ser Baelor estaba presente, no dudó en presentar su debida queja ante su hermana cuando quedaron solas.

- Por supuesto, preguntadme lo que deseéis –la animó, con curiosidad por saber qué querría saber Joanna que fuera tan personal. Su mente fue preparándola para trabajar en cientos de mentiras que podría usar, en caso de que le pidiera información que nunca compartiría con una Dragnos.

Helaena arrancó una carcajada de la joven Dragnos cuando le explicó su forma de decir la última palabra cuando la dejaban de lado en los asuntos familiares , que rápidamente acalló al darse cuenta de lo inapropiado que era en un funeral y  más ante una de las hijas de la difunta.

—Disculpad Lady Helaena, no era mi intención ser...eeeh frívola.— Dijo un poco avergonzada.

Pero que Helaena le diese pie a que preguntara volvió a dibujar una sonrisa en su rostro. Quizás aún avergonzada, negó un par de veces haciendo un gesto de que mejor no había necesidad de hacerla. Pero no tuvo que llegar a insistir de nuevo, pues finalmente se armó de valor.

—La Primera Espada de vuestro padre...Ser Dwain...eeehh.— Dudó un poco mientras que sus mejillas comenzaban a enrojecerse. Pero aún así no se detuvo, sobreponiéndose a la vergüenza. —¿Sabéis si tiene alguna mujer que lo espere a su regreso?—

Helaena respondió con presteza a las disculpas de la joven, negando con la cabeza y con la mano.

- Oh, no, por favor. Reíros, Lady Joanna. Me hace falta en un día como hoy –le dijo con una sonrisa-. Odio que la gente oculte lo que realmente siente y que finjan tristeza únicamente por el mero protocolo. Si os mostráis seria y solemne, que sea porque realmente os sentís así, no porque creáis que es lo más apropiado en esta situación.

La curiosidad de Helaena fue en aumento en directa proporción con la vergüenza de Joanna. Por suerte, la joven debía de tener unas ganas enormes de hacer esa pregunta, pues no esperó a que ella volviera a animarla. Fuera lo que fuera lo que esperaba no era eso. En absoluto. Miró a Joanna como si la hubiera entendido mal, pero sus mejillas encendidas le decían que efectivamente había escuchado a la perfección.

- Eh… -Helaena no sabía muy bien por dónde empezar. Ser Dwain… ¡Ser Dwain lo tenía reservado para Aquilegia! Claro que Lord Everam le había dejado más que claro que no eran esas las intenciones que el caballero tenía hacia ninguna de las dos hermanas. Y el propio Ser Dwain había afirmado que no pensaba casarse nunca e incluso planeaba tomar el negro-. Eeeh… -repitió, como si hubiera olvidado hablar-. ¿Ser Dwain? Vaya, me habéis pillado totalmente por sorpresa. Siento mucho no seros de ayuda, pues no tengo ni idea. Ya lo conoceréis, es una persona sumamente reservada y no muestra nunca sentimientos hacia nadie –Por supuesto, no pensaba revelarle la destitución de Ser Dwain como caballero hacendado, ni sus intenciones de unirse a la Guardia de la Noche. Lord Everam aún no lo había revelado, así que no sería ella quien dijera nada.

Se planteó si contarle el beso que recibió antes de partir. No tenía importancia, lo vio todo el castillo, Meredith no se molestó en ocultarlo, así que si Joanna indagaba, se enteraría en cualquier momento. Pero, por si acaso, decidió contarle la situación de forma muy velada-. Hasta donde yo sé, hay mujeres que suspiran por él y desean su vuelta rápida, pero Ser Dwain no ha buscado una relación con ninguna –le aseguró.

- ¿Habéis hablado con vuestro padre de esto? -le preguntó. Estaba segura de conocer la respuesta, pues había escuchado más de una vez la resistencia que la joven ponía a los planes de matrimonio de Lord Dragnos. ¿Tal vez quería hacer exactamente lo mismo que planeaba ella? ¿Buscar a un hombre adecuado a espaldas de su Padre?

Que Helaena le confirmase que no había mujer en la vida del caballero, le hizo esbozar una leve sonrisa. Hasta que mencionó a su padre.

—¿Hablar con él?. No, él intentará casarme con algún heredero o señor, como hacen todos los padres.— Negó indignada. —Los hijos parecemos moneda de cambio.— Protestó. Aunque Helaena pudo darse cuenta de que no sólo se refería a las mujeres. Tampoco es que fuese una mentira. Ese era el precio de vivir como un privilegiado tanto para ellas como para ellos.

—Pero...es que no sé. Hace un tiempo estuvo en nuestras tierras. Vino a pedir consejo por el mercado que ya ha abierto en Aguasfrías, y además estuvo dando unos consejos con la espada y la lanza a mi hermano Tyros. —recordó con cierta nostalgia.

—¡Aunque da miedo!. Siempre serio y con una mirada de depredador que te encoge el corazón...pero a la vez esos ojos azul cielo...esa sensación de que nada puede pasar si está cerca...— Admitió sin poder evitar un suspiro.

—A veces parece triste...— Recordó también. —No sé Lady Helaena. Es un hombre que impresiona, te obliga a dar un paso atrás sólo con verle, pero a la vez me enterneció.—

Negó entonces como si estuviese diciendo tonterías.

—Pero qué estoy diciendo. Estaréis pensando que soy una boba y que qué os importará a vos todo esto.—  

No sabía en qué momento había tomado Joanna las riendas de la conversación, pero Helaena se encontró con que Ser Dwain se había convertido en el tema central y ahora no sabía cómo salir de ahí sin ofender a su nueva amiga. Además, tenía que reconocer que sentía mucha curiosidad por saber cómo acababa esa historia.

Asintió a la protesta de la joven sobre los padres, alzando una ceja y mordiéndose el labio para contener ella su propia indignación.

- Lo sé, ni siquiera se preocupan porque antes podamos conocer a los posibles pretendientes. Os juro que tengo verdadero pavor de que llegue mi turno -le dijo. Al menos con Joanna, una joven de una familia sin importancia real, en opinión de Helaena, cualquier matrimonio con un heredero ya era una mejora en su vida. Aunque en el fondo la comprendía, a ella también le gustaría elegir a quien quisiera-. Fíjate en nuestros hermanos. Yo no tengo nada en contra de Tyros –le aseguró rápidamente antes de continuar-, pero no puedo evitar pensar en que, si al final todo acaba en matrimonio, tanto él como Aquilegia se habrán visto obligados a ello, no es una elección propia y es una pena, ¿no creéis? –A continuación le preguntó algo por lo que sentía bastante curiosidad:- ¿También Tyros piensa como vos o sigue el juicio de vuestro padre a rajatabla? Os preguntaría por Terrence, pero ya me quedó claro que él va por libre –añadió con media sonrisa.

Escuchó la historia de Joanna sobre Ser Dwain y se preguntó si así habría sonado ella de haberle hablado a alguien sobre Todric en su día.

- Sí, pero precisamente esa mirada es la que te asegura de que luchará por lo que cree, ¿verdad? Su valía está más que demostrada –coincidió, a pesar de los disgustos que les había dado últimamente.

Aunque le sorprendió que Joanna lo describiera como un hombre triste. Helaena ya conocía su pasado y era consciente del sufrimiento del caballero. Pero ¿que esa chica que apenas lo conocía se hubiera dado cuenta? Desde luego tenía que haber estado muy pendiente de él para haberlo visto.

Pero aún más le sorprendió toda esa confianza con la que la joven Dragnos le estaba contando uno de sus más íntimos secretos. Eso no era normal, ella nunca le confesaría algo así a alguien a quien acababa de conocer. ¿Tanta seguridad le transmitía Helaena o es que a Joanna le daba igual quién se enterara de sus sentimientos?

- No, por supuesto que no. No digáis eso, no sois una boba –se apresuró a asegurarle-. Y claro que me importa. Si no quisiera escucharos, no me habría acercado a vos. Mi hermana y yo nos tenemos la una a la otra para contarnos estas cosas. Vos estáis rodeada de hombres y os resultará complicado encontrar a alguien con quien compartir cualquier pensamiento. 

—¿Tyros?. Sí supongo que acataría lo que padre quiera. Es el "hijo perfecto".— Dijo con cierto retintín, aunque rápidamente se notó que se arrepentía de ello suspirando. —No me hagáis mucho caso, Lady Helaena. Pero es que siempre "fíjate en Tyros", "haz como tu hermano", "ya podrías aprender de él". Y eso a veces frustra. Es como si él lo hiciese todo bien y el resto lo hiciésemos todo mal. — Negó como si no fuese justo. Pero su rostro se suavizó al volver a hablar explícitamente de él. — Pero la verdad es que es muy buen hombre y buen hermano. Se preocupa mucho por todo. Trabaja muchísimo. Siempre está buscando nuevas rutas de comercio, productos exóticos, atento a la flota mercante. Y estudia mucho. Siempre está estudiando. ¿Sabíais que a parte de nuestro idioma, Tyros habla, lee y escribe perfectamente en otros tres más?— Asintió convencida y reveló como prueba de que era un hombre muy aplicado al estudio.

—Lo que verdaderamente es una pena y me da mucha rabia es lo que siempre me dice padre: Nosotros podemos elegir a quien amar, pero son los padres quienes eligen con quien nos casamos. Es ley de vida—Bufó con suavidad volteando los ojos. —Cómo detesto cuando lo dice...— Probablemente porque era una gran verdad entre los nobles de Poniente. —Por eso no me extrañaría que lo que habéis escuchado sobre nuestros hermanos sea cierto, porque padre quiere y respeta mucho a vuestra familia, en especial a vuestro padre. Siempre dice que Lord Everan es un prodigio.— Se acercó un poco a Helaena como para contar un secreto. —Yo creo que a padre, le hubiese gustado que fuese su hijo y todo.— Sonrió antes de volver al tema anterior. —Y si mi hermano el bocazas lo ha dicho, seguro que es porque padre en algún momento hablará con Lord Everan de ello. Si no lo ha hecho ya.— Dijo convencida. Tras ello tomó la mano de Helaena como si quisiera tranquilizarla.

—Pero si eso ocurriese no os preocupéis. Tyros es muy buen hombre, con un gran sentido del deber. Yo estoy segura de que aunque sólo sea por eso, él respetaría y sería gentil con cualquier mujer que padre le buscase como esposa. Pero no sólo eso, hay más...— Sonrió. —Yo creo que él siente algo por vuestra hermana.— Asintió mordiéndose el labio inferior. —Bueno, no lo sé seguro, pero a mí me da esa sensación. Lo que sí que es seguro, seguro, es que la admira mucho. Siempre que por algún casual ha salido su nombre a relucir en alguna conversación, él sonríe y ensalza a vuestra hermana:"que si se nota que es una gran dama, que si se la ve una mujer responsable, que si es innegable que es una mujer muy bella"... Vamos, o yo estoy muy ciega o mi hermano está prendado de ella. — Negó como si estuviese convencida de no equivocarse, casi con toda certeza. 

—Así que pena...bueno...por vuestra hermana. En el sentido de que ella se vería obligada a desposarse con un hombre al que no ama, o al menos le guste. Pero por mi hermano, ninguna. Porque si lo que padre y Lord Everan deciden es que debe desposarse con Lady Aquilegia, por mucho que sea su deber acatar, deja de serlo si es precisamente lo que desea, ¿no?. O por lo menos si siente algo por ella no es obligación creo yo, ¿no os parece?— Barajó aquella circunstancia.

Helaena miró con pena a Joanna cuando esta le contó cómo su padre siempre alababa a su hermano sobre ella.

- Ahí tengo que decir que lo siento por vos. Por suerte, ese problema yo no lo tengo. Quiero decir, he frustrado mucho a toda la familia durante años por no ser una dama perfecta, pero es cierto que Padre ha aprendido a valorarme y quererme como soy –le dijo, con orgullo en su voz al hablar de su progenitor-. Y por muchos rapapolvos que me hayan echado e intenten "enderezarme" en algunos aspectos, nunca me han comparado con Aquilegia. Bueno, casi nunca –añadió, encogiéndose de hombros, como si no le importara demasiado.

- Eso es muy cruel –dijo, en referencia a las palabras de Lord Dragnos a sus hijos-. Pero al menos no os miente diciéndoos que vais a encontrar un matrimonio perfecto. ¿Y creéis que podréis conseguir vuestros deseos? ¿Es vuestra intención buscar una relación con Ser Dwain por mucho que vuestro padre se oponga?

Tomó nota con suma atención de todas las virtudes y habilidades del gran Tyros; y, por supuesto, de ese respeto y cariño que según Joanna tenían los Dragnos hacia los Stronghorse. Obviamente que hablaba bien de ellos y destacando lo maravillosos que son todos. Y podía ser cierto o no. Pero para Helaena eso únicamente significaba que la joven era leal a los suyos, lo cual era de respetar. Así que tomó esas palabras con cuidado y sin darles demasiada importancia o credibilidad.

Aun así Helaena sonreía a Joanna mientras estaba hablaba, dirigiéndole una mirada cómplice. Al fin y al cabo, la chica no era nada desagradable, era mucho más parecida a Terrence que a Tyros. Respecto al amor que el heredero Dragnos sentía por Aquilegia, era cierto que ella misma había notado algo cuando el joven las visitó. Pero era lógico, su hermana era una mujer hermosa, culta y agradable. ¿Quién no podría estar enamorado de ella? Tampoco era una hazaña por parte de Ser Tyros. Además el hecho de estar enamorado de verdad no le hacía el perfecto candidato para gobernar Riverside. Si hubieran tenido un hermano varón, en ese caso por supuesto que Helaena habría aceptado ese matrimonio sin problemas. Aquilegia, que no parecía ser tan ambiciosa como su hermana, gobernaría Villacolmena y el apellido Stronghorse prevalecería.

- Supongo que no –respondió al final cuando Joanna acabó-. En ese sentido, tu hermano tendría una gran suerte si finalmente hay unión entre ambos. Si os soy sincera, no sé lo que piensa o siente Aquilegia en estos momentos. Es una persona muy estoica, en parte como Ser Dwain, pues no gusta de mostrar sus sentimientos. Para ello, tengo que ir yo y sonsacarle poco a poco toda la información. Pero, claro, estos días hemos tenido tantísimo caos en nuestra casa, que no hemos tenido apenas momentos para hablar -Lo cual la hizo recordar que no estaría mal intentar averiguar en algún momento la opinión de Aquilegia y si realmente quiere a Ser Tyros o acepta casarse por deber. ¿Podría convencer a su hermana de que se niegue a ello? Helaena lo dudaba bastante, pero por intentarlo que no quedara.

- Y quedaos tranquila, confío en que vuestro hermano sea un buen esposo, por supuesto -le aseguró. Precisamente sus habilidades matrimoniales no era lo que le quitaban el sueño a Helaena. Puso entonces cara de duda, con el ceño fruncido, y añadió:- Lo que sí me preocupa es si podrían hacerse cargo ambos de las dos ciudades. No tiene que ser sencillo gobernar Villacolmena y Riverside al mismo tiempo.

—¿Buscar una relación con Ser Dwain?— Preguntó tras escuchar con anterioridad lo que había dicho Helaena y negó. —Me conformaría con que alguna vez se dignase a mirarme. Como mujer al menos...—Aclaró. —Sólo desvía la mirada, inclina un poco la cabeza y continúa. — Explicó frustrada. —Como el que ve una vaca, lo mismo. Si no fuese por el saludo, ya dudaría de no serlo.— Protestó acompañando la protesta con un bufido

—¿Lady Helaena...¿vos cómo me veis?. Quiero decir...ya sé que no soy la mujer más hermosa de Poniente, pero sí que he notado que ya muchos hombres me miran como a una mujer. Pero él, ni dedicándole mi mejor sonrisa. Si hasta abro más los ojos para que parezcan más grandes.— El realidad la hija de Lord Balon tenía unos preciosos ojos. —Porque Ser Dwain gusta de mujeres ¿no?—

En cuanto la mención sobre la dificultad de gobernar ambas ciudades, solo se encogió de hombros, como si aquello quedase fuera de su entendimiento.

—No lo sé. Sí os digo que si fuese yo la que tuviese que hacerse cargo...ni dos ciudades, ni una ciudad, ni una aldea. No tengo ni idea de nada de eso.— Reconoció

Helaena aguantó la risa cuando Joanna se comparó con una vaca, pues con la frustración de la joven no sería lo más apropiado. Aunque una pequeña sonrisa sí asomó en sus labios.

- Estáis exagerando. Es así como mira a todo el mundo, no os sintáis mal por ello –le aseguró y, a continuación, formuló la pregunta que llevaba un tiempo en su mente-. Pero no lo entiendo, Lady Joanna, ¿qué le veis? Quiero decir, entiendo que tiene algo de atractivo físico, pero por lo que me decís ni siquiera habéis mantenido una conversación real con él; por no hablar de la sequedad de sus palabras según el día, si es que llega a abrir la boca –Por cómo describía a Ser Dwain, parecía el hombre más grosero del Reino-. A mí me cae bien porque son muchos años con él y una aprende a conocerlo más a fondo y a valorar otras cualidades, pero vos... Si yo me encontrara con un hombre así de repente, probablemente no querría ni acercarme a él.

Lady Joanna y su carácter directo no cesaban de sorprender a Helaena. Y ella, tomando su pregunta con seriedad, la miró bien, de la cabeza a los pies, pues apenas se había fijado antes en su rostro ni en su cuerpo

- Pues os veo… Creo que sois muy hermosa, elegante y tenéis buena figura. Y no os hace falta que abráis los ojos más, tenéis una bonita mirada. Pero, como os he dicho, Ser Dwain no mira a nadie, hombre o mujer –Helaena sabía que, efectivamente, al caballero le gustaban las mujeres, pues estuvo casado y enamorado de esa dama, así que respondió afirmativamente a esa pregunta, sin dar detalles de cómo lo sabía.  

A la respuesta de Joanna sobre su completa ignorancia en el gobierno de una ciudad, Helaena agitó la mano, como quitándole importancia a sus palabras.

- Oh, vamos. Estáis siendo modesta, seguro que podríais –Era un halago sin fundamento, por supuesto, pues no sabía cómo habían educado a la joven. Y pensó que, de ser ciertas esas palabras, quizá podía meterle miedo con el futuro que le esperaba de casarse Tyros con Aquilegia-. De hecho, tal vez tengáis que hacerlo. Sería lógico que, de casarse nuestros hermanos, ambos vivan en Riverside y alguien tenga que regentar Villacolmena en su nombre. Vuestro hermano Terrence no está, así que os tocaría a vos –Hablaba con entusiasmo, como si fuera una gran oportunidad para Joanna, aunque esperaba que justamente tuviera el efecto opuesto en ella.

—No lo sé Lady Helaena...bueno sí. Es como...es...— Empezó respondiendo sobre lo que veía en Ser Dwain, con la mirada y el rostro de una jovencita encandilada. —Imaginaos un gran león, de pelaje oscuro y ojos como el cielo. Majestuoso, con cicatrices de sus mil batallas. Qué miedo acercarse a un animal así, pero a la vez cómo evitar ser atraída. — Dijo llevándose ambas manos al pecho y mordiéndose el labio inferior, negando como si fuese imposible no sentir atracción.

Sostuvo la mano de Helaena en un gesto de agradecimiento, mientras la describía de aquella forma. —¿Veis?...Es decir...eso...no es que crea que soy la más hermosa, pero puedo gustar a los hombres.—

Y la revelación sobre la falta de interés por  hombres o mujeres por parte del caballero sólo logró arrancar un suspiro de la joven.

—Si es que es todo un caballero. Totalmente entregado a su deber. — Comentó en una clara nube adolescente en la cual Ser Dwain era su paladín de brillante armadura.

Negó cuando la conversación volvió al asunto de su hermano y Lady Aquilegia, sobre los gobiernos. —Os prometo que no...De verdad que no tengo ni idea. Si dejan Villacolmena en mis manos, adiós Villacolmena— Dijo haciendo un gesto de despedida con la mano. —Pero con todos mis respetos, no creo que fuese como decís.— Opinó dispuesta a seguir explicándose. —Yo no tengo duda de que vuestro padre regresará victorioso de la guerra. Y doy gracias a los dioses de que mi hermano esté bajo su mando. Preguntad a mi padre. Seguro que os dice que si a Lord Everan le dieran el mando de las tropas, esta guerra duraba el tiempo que se tarda en ir y volver.— Sonrió. — ¡Pero si barrió a los Dayne y tenía tres veces menos hombres.! Imaginaos si encima puede disponer de superioridad. — Exclamó con admiración hacia lord Everan.

—Yo creo que si se diese ese matrimonio y con vuestro padre de vuelta, lo normal sería que vuestra hermana se viniese a Villacolmena y vuestro padre seguiría gobernando Riverside por muchos años. En un futuro en el que nuestros padres falten, quizás se fuesen a Riverside, no lo sé. Pero estoy convencida de que ya tendríamos sobrinos muy crecidos que podrían hacerse cargo de Villacolmena. Porque seguro que nuestros hermanos se encargarían de que sus hijos sean tan responsables y aplicados como ellos. — Sonrió.

- Ya, entiendo –dijo comprensiva. Pero no entendía. Seguía sin saber exactamente qué le veía a Ser Dwain a primera vista, sin haber intercambiado ni dos palabras con él. Para gustos…-. Oh, Lady Joanna, claro que podéis gustar. Tal vez tengáis que obligarlo a que se quede quieto y os escuche, sobre todo si os escucha cantar. Tenéis una gran personalidad y una voz incluso mejor.

¿De dónde salían aquellas inseguridades? Nunca lo habría imaginado conociendo su fama, algo que la decepcionó. Pero Helaena sabía que tenía que ser más comprensiva con la joven. Al fin y al cabo, ella se había comportado de la misma forma hasta hacía unos meses. A Lady Joanna le faltaba que Ser Dwain le diera ilusiones y luego le rompiera el corazón para acabar como ella. Así que debería ser capaz de comprender mejor lo que sentía.

O decía sentir, porque realmente no terminaba de creerse que una joven con espíritu rebelde e independiente pudiera caer rendida ante un hombre únicamente por su mirada.

Miró fijamente a Lady Joanna para escuchar su opinión respecto a la explicación que le daba sobre el desenlace de la guerra y el futuro de las dos ciudades. Era la segunda vez que le hablaba de esa gran admiración de Lord Dragnos por su padre y no podía evitar pensar que quizá la joven lo estaba exagerando para dejar una buena impresión.

- Oh, sí, eso no lo dudo tampoco. Padre conseguirá una gran victoria. Es un gran estratega y tiene a los mejores hombres de Poniente –dijo, exagerando quizá un poco. Pero no podía evitar sentir tanto orgullo-. Entre ellos Ser Dwain, que vale por cien en batalla –añadió, guiñándole un ojo a la joven. Helaena no se planteaba que pudieran perder la guerra. Le preocupaba el estado en el que Lord Stronghorse volvería, eso sí; pero confiaba en que sus habilidades y su ejército lo protegieran lo bastante como para regresar. Sonrió al escuchar la historia de cuando destruyó a los Dayne en su momento. Ella era una niña, pero nunca lo olvidaría.

- Supongo que sería todo como vos decís, sería lo más lógico. Aunque yo también espero que vuestro padre viva muchos años más –le deseó con una sonrisa-. Y en ese caso los recién casados podrían disfrutar de su matrimonio y sus hijos antes de centrarse en tan grandes responsabilidades –Suspiró y miró hacia adelante, meditando sobre la situación-. Vaya, sobrinos… Mi hermana es toda una mujer ya, pero ahora mismo me cuesta imaginármela con niños –Entonces su expresión cambió por completo: sacudió la cabeza riendo, como si realmente nada de eso tuviera importancia-. ¡Cómo nos estamos adelantando! Aún no hay nada formalizado y ya les estamos haciendo padres.

—Cierto.— Sonrió. —Pero bueno, puestos a imaginar que podría pasar se se diera el caso...Tampoco hacemos daño a nadie ¿no?— 

Los ojos de Helaena trataron de ver más allá de las palabras de la joven Dragnos. Pero lo único que sacó en claro es que la muchacha, aún algo mayor que ella, seguía teniendo un halo de inocencia algo infantil. Sin duda no había vivido las cosas que Helaena y aún creía que el mundo fuese tan cruel ni serio. Si la muchacha estaba fingiendo y su admiración por Lord Everan y los Stronghorse no era genuino y sincero, no tendría más remedio que reconocer que la muchacha era una de las mejores actrices de Poniente.

Y con esa sensación de haber escarbado donde no había agua, la joven siguió en sus trece.

—Tal vez pudiérais preguntar a Ser Dwain un día qué opina de mí, o hacerle algún comentario que pudiese apoyarme...¿Me haríais ese favor?— Pidió con gentileza.

Por mucho que Helaena intentaba ver más allá de las palabras de Lady Joanna, no fue capaz de descubrir un gesto o una entonación que le demostrara que aquella chica la engañaba descaradamente. Lo cual podía querer decir que o era una espléndida mentirosa o era una pobre ingenua. De hecho, por cómo hablaba a Helaena le recordaba a sí misma hacía años. Se sintió decepcionada de no haber sacado nada en claro que confirmara sus sospechas sobre los Dragnos. Quizá había preguntado a la persona equivocada y Lady Joanna no supiera nada de las posibles intrigas de su padre.

- Daño, únicamente a nosotras. Que nos hacemos ilusiones con un futuro que quién sabe si se dará o no –respondió, devolviéndole la sonrisa.

Y aparte de ser o una ingenua o una actriz de primera, la joven era insistente y de objetivo fijo. Se le había metido Ser Dwain entre ceja y ceja y claramente no pensaba dejar pasar esa oportunidad para sacar algo de provecho, ahora que hablaba con alguien del círculo cercano del caballero. ¿Y qué pensaba hacer Helaena al respecto? No tuvo que pensarlo mucho.

- Por supuesto, sin ningún inconveniente. ¿Preferís que sea sutil o que vaya directamente al grano? Os lo digo porque Ser Dwain no es muy perspicaz que digamos en lo que se refiere a este tipo de asuntos. Probablemente le cueste entender qué le insinúo –le advirtió, imaginándose una conversación bastante frustrante y nada fructífera.

Aunque a Helaena no le hacía mucha gracia, ya había dado prácticamente por perdida la posibilidad de que Ser Dwain se convirtiera en un hermano a través del matrimonio. Además, no podía traerle nada malo ayudar a Lady Joanna. Probablemente la respuesta del caballero fuera negativa, pues no tenía pensado casarse de nuevo, sino cruzar el Muro; y, quién sabía, en caso de que fuera positiva significaría que Ser Dwain había decidido olvidar su misión y volver a su Señor. Eso siempre sería una buena noticia, por mucho que Helaena no aprobara ese matrimonio.

Eso sí, primero agotaría cualquier otra posibilidad de mantener al hombre en el Dominio. ¿Tal vez prefiera casarse con Meredith? Esa sería una solución mucho mejor. Sí, definitivamente hablaría con Ser Dwain de ambas mujeres. No diría nada negativo sobre Lady Joanna, pero intentaría la balanza se inclinara más hacia la doncella.

—Al grano, al grano. Si no es muy despierto, al grano— Confirmó sin ningún género de dudas. Ahí ya no pareció tan infantil la joven Dragnos. Pero acto seguido mostró interés por Helaena.

—¿Y vos no perdéis el aliento por algún hombre.?— Sonrió con complicidad, sin duda embarcada ya en compartir romanticismos con su nueva amiga.

Helaena asintió, dejando el tema a un lado de su mente. Tenía tiempo para preparar la conversación con Ser Dwain. Cuando volvieran los hombres de la guerra ya se le ocurriría la forma de abordarlo correctamente.

No le pilló por sorpresa la pregunta de Lady Joanna. Al fin y al cabo, si al principio habían estado hablando del interés romántico de la Dragnos, en algún momento le iba a tocar a ella recibir interrogatorio. Por supuesto, no había nada que contar; aunque, si lo hubiera, no sería con Lady Joanna con quien lo compartiría.

- No, en absoluto. No he tenido muchas oportunidades de conocer a hombres que puedan tener ese efecto sobre mí. Por supuesto, atractivos considero a muchos, pero nada más. Y para conquistarme hace falta algo más que deleitarme la vista –respondió con una sonrisa cómplice. Acto seguido, suspiró-. Mi vida es bastante aburrida, Lady Joanna. Y ojalá llegue el día en que pueda sentir lo que vos sentís por Ser Dwain –En realidad, esperaba que no. Lo último que quería era que la hicieran sufrir de nuevo de esa manera y la única forma de evitarlo era no enamorarse nunca. Helaena sabía que en cualquier momento podría caer de nuevo, pero estaba preparada para resistirse-. Supongo que soy bastante exquisita en ese sentido –añadió encogiéndose de hombros.

—Qué cruel sois...—Reprochó divertida. —Que no es sólo que me entre por la vista...es...no sé...es algo. Algo más—  Reconoció con la mirada perdida en una nube. Increíble pero cierto. Que Ser Dwain pudiese atraer en un primer momento por su porte o por ese aura de hombre peligroso, incluso por esos ojos que a veces daban hasta miedo, era incluso lógico en algún tipo de mujeres. Pero hablar con él era en ocasiones como hablar con una pared, en otras, resultaba raro y extraño, como lo era él. Sin embargo ahí estaba la joven Dragnos suspirando por él.