—Un lustro.— Contestó de inmediato cuando la joven le concedió el tiempo que necesitase. Se encogió de hombros, como diciendo "sino más". Pero fue cuando escuchó "Ojalá", cuando su rostro se convirtió en el de un conejo alertado levantando las orejas. Le faltó mover la nariz.
Las excusas que dio la joven lo hicieron mostrar su blanca sonrisa. Negaba y asentía a la vez sin perderla. —No, claro...por supuesto.— Afirmó. Y cuando la joven Respondió a lo de salir del agua, Tyros la cogió de la mano y comenzó a caminar hacia la orilla. No tiraba de ella, caminaba despacio. Cuando llegaron a la orilla, resopló e hizo una mueca. Echó la cabeza hacia atrás y la mantuvo así un momento con lo los brazos en jarra y los ojos cerrados.
—Aaahhhrrrg...— Lamentó. —...cómo odio las tradiciones en este momento. Y a los escoltas...— añadió mirando a Ser Badorc asintiendo hacia él, el cual respondió al gesto. Se puso sólo la camisa por encima. Ni volvió a calzarse y se sentó cruzando las piernas.
—Tu hermana y tú vais a la cumbre, ¿no?. ¿Cuando partís?— Preguntó mientras escurría el agua de su pelo. Interrumpió rápidamente aquello al percatarse de que lo que para él había sido tan sencillo como ponerse una camisa y sentarse, seguramente sería un engorro para ella. —Espera, te ayudo.— Dijo volviéndose a poner en pie con energía. Se acercó a Bardoc. —Bardoc, la capa... para Lady Aquilegia.— El hombre se quitó la capa y se la dio al caballero el cual se aceró y la pasó por encima de los hombros de ella. El escolta volvió a mirar para otro lado, igualmente imperturbable como siempre.
Tyros pasó el pie por el suelo apartando algunas piedras para que no la molestasen si decidía sentarse, mientras se secaba. Tras aquello volvió a sentarse de igual forma, dejándola espacio para que ella se apañase a su antojo.
Viendo como el caballero se burlaba de ella por intentar disculparse, Aquilegia lo miró por un segundo enfurruñada, aunque no de forma seria. Más bien, enfurruñada como niña pequeña, al mismo tiempo que adoraba esa sonrisa de Ser Tyros y la burla que le hacía. Se veía extrañamente encantador y apuesto cuando era sarcástico. Dedicándole una mirada y una sonrisa contenida, tomó su mano para salir del agua.
Al estar fuera, su vestido mojado se había pegado por completo a su silueta, sin ocultar detalle alguno de ella pues la tela ya era casi translúcida. Al menos lo era lo suficiente para dilucidar, con un poco de esfuerzo, el color de los pezones de la chica, y sin esfuerzo alguno, que estaban durísimos. Si era por el frío o por Ser Tyros, eso ni ella sería capaz de contestarlo... aunque una opción claramente le ganaba a la otra.
Una risa escapó de los labios de Aquilegia al ver el intercambio entre Ser Tyros y Ser Bardoc, y mientras el caballero se ponía una camisa y se calzaba, Aquilegia intentó estrujar un poco su vestido, que a estas alturas pesaba casi tanto como ella misma - Veníamos solo por una semana - contestó a la pregunta del caballero mientras recogía la capa de tul de su vestido y la dejaba sobre una rama mientras tanto.
Gracias - sonrió al escuchar que la ayudaría, aunque le confundió un poco ver que iba hacia Ser Bardoc. De saber que lo despojaría de su capa le habría dicho que no se preocupara, pero al final optó por no decir nada por dos importantes razones. Una, no quería que toda la escolta la viera semidesnuda, y dos y más importante, seguro su escolta no pasaría frío sin ella. - Muchas gracias - le dijo a Ser Tyros, antes de mirar a Ser Bardoc y modular un "gracias" a él con los labios. Luego, volvió a mirar a su prometido, y viendo que despejaba un poco la orilla del lago se sentó con ambas piernas hacia un lado, acercándose un poquito a él cuando se sentó para apoyar su hombro y cabeza contra el pecho del hombre.
¿Has estado con muchas mujeres? - preguntó directamente, subiendo su mirada a los ojos del caballero sin dejar de acurrucarse contra él.
El hombre ahuecó el brazo para envolverla con él, mientras se apoyaba en su pecho. Aprovechando la calma, el sol, los pequeños detalles que una vez contó a Aquilegia. Moviendo los pies en la arena sintiendo su tacto, pero esta vez junto a su prometida. Todo perfecto, inmejorable. Y cuando la inocente pregunta fue lanzada, el pie se le escurrió por la arena.
—¿El qué?— Preguntó como acto reflejo. —¿Con cuántas?...pueees...¿Pero qué clase de pregunta es esa?— Protestó. —No sé...unaaas...dos mil creo yo, puede que más, pero no creo que llegue a tres mil.— La tomó de la barbilla y alzó su rostro para que las miradas se encontrasen. Sus labios estaban apretados y sus ojos entrecerrados.
—¿Por qué... lo... pregun...tas?— Le costó preguntar, terminar las palabras. Tuvo luego que morderse el labio.
Esos segundos de paz en sus brazos fueron preciados. No podía creer lo cómoda que se sentía acurrucada con él a pesar de su atuendo poco modesto. Incluso de estar perfectamente vestida, habría sido impresionante lo relajada que estaba contra su pecho. Quizás sería porque lo conocía desde que apenas aprendía a caminar, aunque incluso entonces él ya era todo un hombre. En parte le alegraba la diferencia de edad. Si tuvieran edades muy similares, y con las veces que sus familias se encontraban a lo largo de los años, sería inevitable verlo como algo cercano a un hermano... y en ese caso el matrimonio sería mucho más difícil de procesar.
La sorpresa del hombre hizo que a Aquilegia se le escapara una risita silenciosa que solo resultó en una exhalación, aunque la sonrisa estaba clara en sus labios. Tan pronto oyó el número sus ojos se abrieron de par en par. Se había acostado, sin exagerar, con el equivalente a un tercio de todo Riverside. Sin embargo, antes de poder decir nada, y mientras la chica hacía cálculos, el hombre buscó su mirada y Aquilegia pudo notar la preocupación en su expresión. Estuvo tentada a hacerlo sufrir, pero por ahora no había hecho nada para merecerlo, y solo sería cruel.
Quería saber cuanta experiencia tenías. Supuse que sería buena idea que al menos uno de los dos la tuviera. - se encogió de hombros - Aunque con esos números, ya puedo suponer que no tendré de qué quejarme en nuestra noche de bodas. - bromeó, intentando relajarlo un poco.
La respuesta de Aquilegia desencadenó por fin lo que se había estado aguantado que no era otra cosa que la risa. Su pecho comenzó a temblar mientras dejaba caer el cuerpo hacia atrás, precisamente para poder reír, carcajear a gusto.
—¿De verdad lo has creído?... ¿Cuándo? Si no he hecho más que estudiar practicar, comerciar— Se mofó divertido pero sin crueldad, sin burla. —Pues lo mismo te decepciono, porque a ese tres mil debes quitarle el mil y quedarte con el tres.— Continuó riendo. Estiró entonces la mano hacia su rostro y la invitó a que apoyara de nuevo el rostro en su pecho, pero esta vez tumbados.
—Eso no importa. Ambos nos vamos a ir conociendo. Lo que tengamos que aprender cada uno, lo haremos juntos.— Dijo convencido.
—Y si temes falta de deseo en mí, hacia ti, puedes estar tranquila. Yo empezaba a aprender ahora mismo.— Aseguró, riendo.
—Lo importante es esto, Aquilegia. Que seamos amigos, que seamos sinceros, que nos respetemos...¡Qué nos divirtamos!. Y quizás algún día llegues a amarme.— Dijo sin perder la ilusión. No era ningún iluso. Sabía que era imposible que ella pudiera estar enamorada de él. Pero le importaba. Quería que su esposa lo amase aunque tuviese que ganárselo. Ser Tyros lo quería todo. Y luchaba por ello.
—¿Y tu hermana que opina?. Yo creo que nunca he terminado de agradarle.— Dijo con cierto pesar. —Quizás podrías darme algún consejo. Se que estáis muy unidas -o eso había idealizado él- y no me gustaría que mi presencia la incomodase.— Abrió mucho los ojos entonces. —Pero no le digas nada de que he dicho esto.—
Las carcajadas del hombre la desconcertaron, aunque al oír su explicación entendió perfectamente por qué se reía. Aún así, Aquilegia se mostraba boquiabierta frente a su respuesta. Mucho más impresionada que con las dos mil mujeres, en realidad. Dejándose guiar a su pecho, se acurrucó con toda confianza, reposando el rostro sobre este mientras escuchaba sus latidos - No te creo que fueran tres. ¿Tres? No, no creo. - dijo aún aturdida - A menos que estuvieras como mil veces con cada una de ellas... - que le parecería un poco más razonable - Llevas... unos quince años teniendo sexo, las chicas se desmayan por ti y vienes de una casa rica. Podrías tener una distinta en tu cama cada noche, así que no voy a creerte que han sido solo tres en toda tu vida. - porque eso no le hacía ningún sentido. De hecho, durante las guerras, o en sus viajes... ¿No estaba con nadie?
Quizás antes de venir aquí lo temía un poco, pero luego de ver tus reacciones... Sé que me deseas. - había podido sentirlo, por un momento, a través de la ropa.
No me preocupa esta parte, en realidad. Sé que nos llevaremos bien, que seguiremos siendo amigos, cómplices, y que serás un compañero maravilloso. Y tampoco me preocupa llegar a amarte algún día, porque sabiendo todo eso, y lo bien que se sentía estar contigo en el lago... Es solo cosa de tiempo - aseguró con una sonrisa, agradeciendo que ahora no pudiera verla, porque estaba colorada como un tomate.
Mi hermana... - sonrió con cariño - No es que no le agrades, es hemos pasado por mucho últimamente, y a pesar de ser la menor es muy sobreprotectora conmigo - se acomodó un poco, dejando una mano sobre el abdomen del hombre - Solo quiere asegurarse de que eres bueno para mí, que eres de fiar. Pero por lo que me ha dicho, creo que le agradas, y que tienes su aprobación.
—¿No?...¿No me crees?— Dijo agachando la la mirada hacia ella. —Pues es cierto. Lo prometo.— Trató de sonar honesto.
—Pero sí, con la primera estuve dos años casi. No digas nada pero era la institutriz de Joanna.— Confió a Aquilegia confirmando que no es que sólo hubiese estado tres veces con una mujer, sino que había estado sólo con tres mujeres.
—Lo que ocurre, Aquilegia, y no bromeo ahora...— su tono no es que se hubiese vuelto serio, pero parecía que se sinceraba. —...es que los días se me han hecho cortos, desde muy joven. Mucho estudio, la espada, historia, montar a caballo, precios de aquí y allá, aranceles, idiomas, heráldica, protocolo y más y más y mas...— Enumeró. —Bueno, ya te comenté, ¿no?— Recordó.
—Ha habido días que juraría haberme dormido de pie. Al final de la mayoría de ellos, o cuando he dispuesto de algo de tiempo, lo único que he querido es relajarme, darme un baño, sentir la hierba bajo mis pies. Olvidarme de todo un poco. — Dijo tampoco como una queja pero sí como si fuese algo duro, difícil en ocasiones de llevar...en muchas ocasiones, en realidad.
—No puedo evitar pensar que quizás los dioses me han recompensado contigo por tantos años de esfuerzo. De verdad. Es como si todos los días en los que no podía más y era otra y otra y otra lección. Y un viaje para un sitio, terminar. Ni un día de descanso y rápido otro viaje...y a otro. Y vuelves...y más lecciones, de todo. Esos días ahora hubieran merecido la pena porque me han llevado a estar contigo, a ser tu futuro esposo.—
Suspiró entonces un momento.
—No, no he sido hombre de una mujer cada noche. Ni habiendo querido hubiese tenido fuerzas.— Besó su cabeza mientras la apretaba ligeramente contra su pecho. —Y tampoco lo quiero ahora. ¿Para qué si ahora te tengo a ti?—
Sobre Helaena pudo notar como asentía.
—Claro, es cierto. Han sido momentos muy complicados. Lo siento mucho. Ya lo sabes, ¿verdad?— Notó entonces como chasqueaba la lengua. —Lo mismo pensaba que podía hasta alejarte de ella o algo así, ¿no?. Pero mira, que nunca tema eso. Sí es verdad que quizás los matrimonios pondrán distancia entre vosotras. Distancia de terreno, me refiero. Pero por mi parte, puedes invitarla las veces que desees y podemos ir a visitarla tantas veces como podamos. A la mínima, ¡Pum!, ahí nos plantamos.— Trató de dar una solución.
—Bueno, ya hablaré con ella más adelante cuando esté mejor y haya pasado todo. Sólo quiero que sepa que también la aprecio mucho y que nunca sería mi intención separaros ni nada parecido.—
Sonaba sincero, así que no encontró razón para no creerle, pero tres sonaba a poquísimo. Aunque por supuesto, una vez escuchó que con una sola había estado por dos años, entendió un poco mejor como es que el número era tan bajo. Si era sincera, tampoco le gustaba demasiado la idea de que hubiese estado tanto tiempo con una, menos con alguien cercano a la familia. Aquello sonaba a algo serio y que, bajo ciertas condiciones, podría reavivarse.
Inevitablemente, pensó en Helaena en esos momentos. Los hombres engañaban, era un hecho. Todo el mundo lo sabía. Los nobles rara vez se conformaban con sus esposas, y suponía que si ese momento llegaba era mejor con quien. Control de daños.
Cuando el hombre empezó a relatar su experiencia, Aquilegia subió su mirada a él. Ella había tenido una educación completa para una dama de su posición, pero eso incluía bastantes menos cosas de las que él enumeraba. Era normal que no tuviera tiempo para nada, ni siquiera para dormir, mientras que ella siempre tenía momentos libres en el día para disfrutar de paseos por los viñedos o salir a montar.
Una sonrisa enternecida apareció en su rostro al escuchar que el caballero la consideraba su recompensa, enviada por los Siete, y la mano que antes reposaba en el vientre de este subió por su torso como una caricia, rozando sus pectorales por sobre la ropa. Y si ya estaba feliz y arrullada, aquel beso en su cabeza hizo que la sonrisa le iluminara hasta la mirada. Era extraño sentirse como el tesoro más preciado de alguien, como si fueses lo que hubiese estado buscando toda su vida. Nunca nadie la había mirado o le había hablado así.
Ahora encontrarás descanso. - le aseguró, inclinando su cabeza hacia arriba para mirarlo a los ojos - Ya no estás solo, estaremos juntos. Y todo lo que sea tu carga, será la mía también. Compartiremos responsabilidades. Y aunque no pueda ir a la guerra por ti, cuando toque, me encargaré de que no tengas ninguna otra preocupación más allá de mantenerte vivo. He cuidado de Riverside, y lo haré de nuestro hogar si algún día llega a ser necesario. - subiendo un poquito, le besó la mejilla - Además, quiero un esposo que llegue a viejo conmigo, así que no puedo dejar que mueras joven por agotamiento - bromeó, volviendo a acurrucarse.
Lo agradezco - respondió a su simpatía con la situación. Entonces escuchó las propuestas del caballero, y como cuando dio las de la boda, su corazón se derritió. Es más, esta vez no quiso contenerse tanto, y pasándole por la cintura la mano que hasta el momento lo acariciaba, lo abrazó con toda la fuerza de la que era capaz, pegándose a él tanto como podía. Así fue unos segundos, en una explosión de alegría, y luego lo soltó un poco para que pudiera volver a respirar en paz.
Me encantaría que hablaras con ella. Estoy segura de que se llevarán genial. Y si ella te oyera decir que siempre podrá quedarse con nosotros... Estoy segura de que eso le haría muy bien también - respiró profundo, con la sonrisa aún en los labios.
—Cómo ha sonado eso. "Ahora encontraaaráaaas el descaaansoooo"— Dijo en tono lúgubre antes de reír. —No me asustes, futura esposa.— Bromeó recolocando los brazos sobre ella mientras volvía a acurrucarse.
—Supongo que dependerá quizás también de su esposo, no sé. Pero sí. Al menos que sepa que por mi parte, nuestra parte...—se corrigió— no habrá problema. Y sobre todo que sepa que para mí no es molestia alguna que esté cerca tuya, ni cerca mía. Que yo también la aprecio, como a toda tu familia.— Dijo con cierta preocupación, como si fuera importante, importándole aquello. En el fondo, a pesar de haber tenido que hacer muchos viajes, mucho estudio y dedicación, el hombre parecía ser una persona bastante familiar.
—Por cierto Aquilegia...—Dijo de repente como si algo le hubiese venido a la mente de repente. —No he visto a Dwain ni a mi hermano. ¿No están?. Me enteré que Terrence estaba con él, enseñando a sus arqueros, pero no le he visto. Tampoco he podido preguntar aún, pero esperaba que estuviera a mi llegada.— Preguntó un poco extrañado. Si bien la joven sabía que habían tenido algún desencuentro por no compartir su modo de vida, al igual que Lord Balon, no debió pensar que eso fuera motivo suficiente para no recibirle o saludarle al menos.
La burla del caballero hizo que se sonrojara un poco, bajando la mirada con cierta vergüenza. Ella intentaba ser cariñosa, darle algo de consuelo, y él se burlaba de ella. Inconscientemente, se arregló la capa para taparse un poco más. Tampoco podía culparlo, sabía que era demasiado seria para su edad, pero más que reír con él la chica intentó evitar no enfadarse por ello.
Estoy segura de que le gustara mucho escuchar eso. - sonrió con la comisura de los labios, pues entre menos tuviera que separarse de Helaena, más felices serían ambas. Ahora que solo sentían que pudieran confiar plenamente la una en la otra, no podían salir de la vida de la otra con tanta facilidad. En estos momentos se necesitan.
¿Si? - preguntó al oír que tenía una inquietud. Cuando escuchó su pregunta, se dio cuenta de que quizás no habría estado mal avisar del cambio de planes de Terrence, aunque pareciera haberse ido por propia voluntad - Estaba aquí hasta hace unos días, pero Ser Dwain se marchó con él y Cley Errol, el administrador de Aguasfrías, dos días antes de que nosotras llegáramos. - para no asustarlo, continuó en un tono de voz suave y tranquilo - Aunque no haya razón para pensar que haya nada malo en ello, algunas patrullas fueron a preguntar a las granjas cercanas, pero aún no recibo noticia. Apenas lo haga, serás el primero en saberlo.
—Pero ¿no dejaron razón o motivo dicho?.— Preguntó con cierta preocupación. Extrañado sin duda por ese comportamiento.
—Sí, por favor, hazlo.—Pidió cuando ella aseguró que así lo haría en cuanto tuviese noticias.
Permaneció un instante en silencio entonces. Pudo notar que en le daba vueltas a algo, inquieto. Auque no duró mucho antes de que volviese a dirigirse a ella.
—Me quedaría así todo el día, pero voy a tener que volver y mirar bien las indicaciones de tu padre y preparar todo.— Advirtió con cierta desgana. Pero si lo que había contado el caballero era cierto, era hombre de anteponer obligaciones a disfrute personal.
—Quisiera tener todo aprendido y claro para la noche. Podríamos cenar todos juntos...—Dijo dejando aquello en el aire como una propuesta que al parecer incluía a Helaena.
Aquilegia negó con la cabeza ante la pregunta de Ser Tyros, encogiéndose ligeramente de hombros. No había dicho nada, eso era lo más raro. Pero confiaba en Ser Dwain, y por lo que decían, tampoco era que se los hubiera llevado a punta de espada, así que solo quedaría esperar para ver qué pasaba.
Por supuesto - aseguró, pues entendía que estuviese preocupado por su hermano, y no soñaría siquiera con mantenerlo ignorante frente a un tema tan importante como su familia.
Un silencio algo incómodo apareció entre ambos. El caballero tenía la mente ocupada, y ya no estaba ahí con ella, no en pensamiento al menos. La primogénita se preguntó si sería mejor ofrecerle separarse por el momento, pero para su alivio fue él quien se excusó sin necesidad de plantearle nada.
Entiendo, no te preocupes - sonrió cálidamente. La propuesta de cena, por otra parte, hizo que esa sonrisa creciera un poco más - Me encantaría. - dijo con sinceridad - Se lo propondré a Helaena. De seguro estará encantada de recibirte. - porque, conociéndola, al menos querría interrogarlo... Y esa sería una oportunidad perfecta, teniendo la privacidad de estar los tres solos, sin padre o protocolos necesarios. Ahora, seguro, Aquilegia pasaría alguna vergüenza o dos... Pero si eso dejaba a Hel tranquila, valdría la pena.
¿Abres tú una escena para eso? ¿O que hacemos?
Bueno, si algo he aprendido tras dos partidas de dire, es que no debes dar nada por hecho. Así que la abrimos en el momento que Aqui hable con Helaena y esta confirme que ok.... que luego me pillo los dedos jajajaja
¿Y si le pregunto por off? Para no hacer una escena solo para preguntarle eso
Como veas... no problem...Daba la opción porque como sois tan cotillonas igual queríais comentaros algo, jajajaja
Pero también puede ser en la misma escena entre que llega y no llega Tyros... está mu liado si queréis hablar algo, y llega puntual si no :)
Ah, buena idea! Eso haré entonces.