Partida Rol por web

Todo transcurrió tan rápido que Lidio, quien ya se dirigía a la torreta y mostraba su espalda a la tragedia venidera, apenas tuvo tiempo de girarse y ver ojiplático como masacraban a su gente y detenían a la Maestra de Duelo.

—¡TRAIDORES, NECIOS, BASTARDOS! ¿¡HABÉIS MASACRADO A MIS HIDALGOS!?—Lidio no daba crédito a lo que había sucedido—Otra vez los pérfidos recios atacando a su salvadores por la espalda. Otra vez traicionando al los Brilarianos y al Imperio. ¡No merecéis el agua que bebéis ni el aire que os rodea! ¡¡NO MERECÉIS LA BENDICIÓN DE NUESTRO EMPERADOR!!

Entonces, impulsado por la ira provocada por el orgullo mancillado, señaló a la sargento Ledesma y le habló directamente:

—¡TÚ! No tienes autoridad sobre mi gente, y menos tras esta traición. Te...—habría ordenado que liberaran a Sabre, pero se mordió la lengua. Maldición, Probo, respetaré tu decisión. Suerte. Lidio contuvo sus palabras y continuó—Te exijo que me escuches, y a todos los felones bajo tu mismo emblema. Aunque mereces morir ejecutada cual vil rata,  te daré la oportunidad de tener cierto honor, si es que sabes lo que significa, en tu muerte.—el sargento cogió su arma, la extrajo con violencia de su funda, la cual arrojó dando a entender de que sólo había un posible final, y con voz marcial y orgullosa pronunció la fórmula que tantas veces había precedido duelos en Brilaria, su país natal— ¡SAKTO!

Hizo el saludo correspondiente y esperó, con pose marcial, la respuesta de la sargento Ledesma.

¡BLAM!

Un proyectil de bólter estalló a pocos centímetros de los pies del sargento Lidio. Muchos de los presentes se giraron para ver a Varinia empuñando su pistola bólter a una decena de metros. -Esperaba que los penales se abalanzasen contra sus aliados a la mínima oportunidad; después de todo no son más que chusma carcelaria repleta de drogas de combate.

Avanzó hacia el grupo, observando con mirada dura los numerosos cadáveres de Hidalgos y Recios dispersos por doquier. Alzó la voz, para que todos aquellos que estaban cerca pudiesen escucharla -Lo que no esperaba es que leales siervos del Emperador aprovechasen para saldar cuentas entre ellos como perros rabiosos. El próximo que levante la mano contra un miembro de otro regimiento se las verá conmigo y mis hermanas de la Espina Negra. Y sólo para recordarlo, somos de largo las más numerosas en esta sección del muro.

Se giró hacia el Hidalgo. -Sargento, si tan deseoso está de manchar su acero con sangre, sugiero que sea la del enemigo. Somos pocos en una ciudad rodeada por xenos, el último bastión imperial en el planeta por lo que sabemos actualmente. Derramar sangre de un aliado es ahora mismo alta traición contra el Imperio del Hombre.

Su mirada se cruzó con la de la sargento de los Recios  -En cuanto a usted, le pido de un oficial a otro que nos permita custodiar a la maestra de esgrima. Será lo mejor para desactivar la tensión entre ambos regimientos. La custodiaremos, por su propia seguridad y la de todos, hasta que el comisariado decida qué hacer.

Sus chicos se habían descontrolado más de la cuenta. El páter frenó la carrera mandando alto.

-Vaya, así que son chicos malos al fin y al cabo- Dijo con una sonrisa asesina en el rostro.

-¡Que no quede ninguno! ¡Han traicionado por última vez al Emperador, su redención es imposible, ahora el castigo del fuego será lo que reciban! ¡Compañías penales, redimid a vuestros hermanos felones!-

La ira se entremezclaba con las ansias de quemar viva a aquella escoria que había perdido los papeles. Por la droga, sí, pero eso no era escusa para Sanguine. No.

Los últimos enemigos fueron masacrados sistemáticamente a pesar de que se habían cobrado un alto precio entre los suyos. Pero apenas había acabado de morir el último gante, cuando el caos se adueñó por momentos de la muralla. Aquella asquerosa sarta de pecadores y blasfemos se había entregado a sus vicios y ahora se atrevían abiertamente a atacar a leales sirvientes al Trono Dorado. Y lo que era peor, varias de sus propias hermanas cayeron víctimas de su rastrera infamia, valerosas guerreras, irremplazables en aquél mundo perdido y asediado. Haber sobrevivido a los xenos para ahora morir a manos de semejante escoria...

Sin pensarlo un momento, echó a volar de nuevo, ametrallando con su bólter a todo legionario que tuvo a tiro, fuera un maníaco o no. A sus espaldas pudo escuchar más gritos seguidos de disparos, otras unidades de la Guardia habían empezado también a matarse entre ellos. ¿Pero qué locura se había desatado de repente entre los que hasta hacía poco combatían juntos?

Vio que la Superior Varinia tenía la situación más o menos controlada, por lo que ella se mantuvo concentrada en reducir a cero el número de convictos con vida, al menos mientras siguieran empuñando sus armas.

Tras que Caelestia sacara el arma del torso de aquel xeno, su mirada se enfocó en el caos que estaba sucediendo, por suerte Varinia puso todo en orden mientras ella atravesaba a un muy drogado penal con su espada sierra, abriéndole las entrañas. Algo que detendría a muchos hombres, pero la hermana tuvo que recurrir a la pistola bolter para descerrajarle un disparo al hombre a la cara, puesto que al parecer las drogas de combate lo tenían en un estado alterado. Con un gesto de desagrado, enfundó la pistola y puso un pie en el cadáver del penal, sacando el arma de este sin muchos miramientos.

Los pasos de la Celestial la acercaron al costado de Varinia, los visores de su casco se fijaron en Lidio y los demás presentes, mientras el arma sierra de la hermana goteaba sangre de xeno y vísceras humanas por igual.

El último de los grandes xenos que quedaba en pie cayó. El asalto a la muralla se había acabado, al menos en su sección. Bender aplicó el protocolo ejecutando un barrido ocular que no sacó nada en claro. Pequeños fuegos causados por los disparos láser, el viento removiendo hojas, espasmos ágonicos de las criaturas esparcidas por el campo de batalla... ninguna amenaza.

Sin más ameanazas para la colmena, Bender concentró sus energías en calmar el agitado espiritu de la Batería. El vetusto equipo llevaba dormido mucho tiempo, más allá del mantenimiento y maniobras de prácticas, y no se enfrentaba a una batalla real desde hacía siglos. Bender procedió a poner el gigantesco aparato en modo Reposo desactivando el gatillo, purgando el cañón, recargando el enorme cargador automatico y acomodando los hidráulicos en posición de descanso. El espiritu-maquina ronroneo satisfecho mientras se iba durmiendo. Siempre que podía, a Bender le gustaba mimar a los espiritus y cumplir los ritos de mantenimiento adicionales recomendados, aunque no fueran obligatorios. La anciana batería apagó sus servomotores uno a uno, quedando encendidos sólo los disipadores de calor del cañón, que bajarían su temperatura lentamente para no propiaciar microgrietas en el material.

Tras Bender, había ruidos de batalla en la muralla, pero eso no le incumbía hasta que el Pater gritó llamando a combate. Se levantó del asiento y buscó cobertura tras la batería, desenfundando su batería apuntando a la multitud de penales en deserción.

- Me pongo en manos de la Sororidad - alegó Sabre Rose, consciente que tras aquel desbarajuste no sería capaz de obrar su labor sin escalar aquella situación -. La justicia sabrá ponerlo todo en orden.

Dedicó una mirada altanera hacia las filas de los Recios, en especial a la sargento Ledesma, a quien se le había negado la captura de la maestra de duelo. Envainó su sable, desató la funda de su cinto, anudó en lazada satén la vaina con la empuñadura y la ofreció formalmente a la Hermana Varinia, asintiendo en su dirección abtes de  ahumóar el cristal de su casco para que dejasen de verse sus facciones; pese a estar muy disimulado por su educación y carácter podía llegar a percibirse cierto grado de nerviosismo en la brilaresa.

Las palabras y gestos del resto de su regimiento le dieron consuelo, algo que llevarse consigo.

Junto a las hermanas de batalla, logre acabar con los últimos Xenos de la zona, era un día de gloria para la casa de Santiago, sin alguna duda nuestros esfuerzos y entrenamiento de nuestra vida, si inicia a dar frutos, nada para alguien con mas de 100 años, victorioso, levanto mi espada al cielo, por haber sobrevivido a la masacre, así con todo pulmón grito por nuestra batalla. 

¡VICTORIA! ¡VICTORIA! ¡VICTORIA!

Pero antes que pudiera hacer algo al respeto, disparos desde mi retaguardia iniciaron, sin temor alguno me agacho para no recibir un disparo, no sabía que estaba pasando, no se si los Xenos nos han rodeado o nuestras propias tropas nos han disparado, cuando me levanto a ver la situación, hay veo el horror de lo que ha pasado, al parecer nos han traicionado nuestras propias tropas. ¡¡Por los santos del imperio!! ¡¡¡ACASO EL CAOS LES HA COMIDO EL CEREBRO!!!! Furioso por la traición, dejo a un lado a las hermanas de batalla que igual han sufrido bajas para ir ver a mis hombres, nuestros hombres... 

A llegar solo logro sostener algunos cuantos en su agonía y ver el miedo en sus miradas porque su alma inicia dejar su cuerpo, los pobres Hidalgos que habían sobrevivido a la mas feroz de las batallas y haber recuperado su valor a la hora de regresar para enfrentar a los Xenos, ya hacía su sangre manchando mi ropa como mis manos. ¡¡¡POR EL EMPERADOR Y SU IMPERIO!!! Volteo ver a los traidores en un odió en la mirada, como si de mi propia familia la hubiera perdido. Ser ejecutados por nuestras espadas es una forma de piedad ¡¡Que sean puestos en la primera línea y sean comidos por los Xenos mientras aprovechamos la distracción para bombardear la zona y tal vez así  logren recuperar el perdón de nuestro emperador!! Lo decía todo mientras apuntaba con mi espada en movimientos agresivos y sin control. 

Todo había acabado pero los ánimos seguían inflamados, poco había que decir o decir, se puso detrás de Varinia reforzando su autoridad.

Observó con satisfacción a los enemigos muertos y a los rebeldes ser controlados.

Esperó paciente a que acabaran de hablar. Cuando hubiera un momento en que el tema central ahora, la custodia de Sabre Rose , permitiera intervenir diría a Varinia.
- Señora con su beneplácito me gustaría atender a los heridos entre nuestras tropas ¿Alguien de nuestra unidad está herida? - Quiso saber.

La situación fue controlada con rapidez, las hermanas de batalla fueron las que menos dudaron en reventar a todos aquellos penales drogados y que no habían sido capaces de superar por si mismos el efecto de las drogas. Los Mayners, en cambio, algo más novatos y verdes, solo supieron sin defenderse sin que los demás intervinieran, no estaban del todo seguros en como actuar. Cuando el sacerdote hizo acto de presencia, el cual optó por no administrar el cóctel de relajantes para contrarrestar los efectos del frenzon, exhortó a los demás para acabar con la vida de los traidores al Imperio. Fueron esas palabras las que necesitaban algunas escuadras para arremeter contra los penales, resolviendo la situación de una vez por todas.

Los Mayners perdieron a una docena de hombres, y las hermanas vieron morir a cuatro de ellas y muchísimas más heridas, las cuales recibieron las atenciones de Ceres, la hospitalaria sabía cual era su deber y ahora mismo, las hermanas de la Espina Negra la necesitaban.

Con ese fuego apagado, quedaba otro, el iniciado por Sabre Rose, seguido por el resto de hidalgos y frenado de manera firme por la hermana Vaniria. Aquel disparo debería ser suficiente para frenar al Sargento Gomes, pero Sabre Rose había optado por rendirse a la hermana a pesar de que el revólver de la sargento Ledesma le seguía apuntando al rostro. 

La mandíbula estaba tensada al máximo, sus ojos entornados y sus hombres con las armas listas para acabar con la vida de Gomes, Alfonso y Dionis. El disparo y la firmerza de Vaniria hicieron que muchos titubearan, pero Ledesma se mantuvo firme observando como Sabre le cedía su sable de energía a la sororita. La sargento gruñó algo y relajó el brazo bajando el arma pero no enfundándola. Ledesma acababa de hacer gala de una fuerza de voluntad encomiable al frenar la respuesta de los suyos y ahora, por ceder ante la innegable autoridad de las hermanas de batalla - De acuerdo - dijo con tensión - toda suya Hermana de Batalla, confío en su criterio - pero no dejaba de mirara a Sabre Rose, prometiéndose a si misma que acabaría con ella. Al parecer en los rangos de mando de los Recios imperaba mejor criterio que en la soldadesca. 

A Lidio no lo amilanó nada de lo que ocurrió, ni el disparo ni los gritos. Tan solo el acto de O Probo le hizo frenar sus intenciones castigadoras.

Mas la esperpéntica escena que acababa de ocurrir le revolvía las tripas. Una compañía masacrada, Sabre Rose detenida, el honor maculado y sin satisfacción,... esto no podía quedar así. Aunque hoy fuese el día. Quedaba claro que no entendían el Sakto, pues carecían del orgullo y conocimiento necesarios. Así que su justa venganza debería llegar por otro lado.

Envainó su espada y miró a los hidalgos que quedaban vivos y 'libres', Dionís y Santiago. Les hizo una señal para que se quedasen junto a él y, mientras esperaba la orden siguiente, pidió comunicación con su superior brilariano. Tenía mucho que contar, y no se iba a callar.

El pater limpió la ahora apagada hoja de su espada sierra, mientra contemplaba con ojos brillantes toda aquel ajusticiamiento. Guardó de nuevo su espada.

-¡Compañías penales, atended todos!- Gritó ante sus hombres.

-¡Este es el precio por dejarse llevar bajo el dulce sueño del Frenzon! De ahora en adelante, si no quedan enemigos a los que abatir y no estoy yo u otro de los sacerdotes presentes para la administración de los aceites calmantes ¡Mataos entre vosotros! Pero no desperdiciéis ninguna de las sagradas vidas de los verdaderos soldados leales al Emperador- En realidad el pater había calculado mal el tiempo que les llevaría el acabar con los xenos, pero no había escusa. Descontrol igual a muerte, al menos confió en que lo tuvieran presente para otra vez.

-Recluso Bender ¿Donde estás?- Bramó de nuevo, buscándole hasta encontrarlo.

-Cógete a los hombres que necesites y realiza una batida de recogida de armas y material que nos sirva para reciclar entre las filas de tus traidores hermanos muertos, te estaré vigilando, quiero un inventario de todo al finalizar, y como se os ocurra la agradable idea de escamotear lo más mínimo, te corto las manos- Sonrió al recluso de manera cruel y sádica -¿Entendido? Pues empieza-

-El resto que esté desocupado, de rodillas y a rezar por el perdón de vuestros descarriados hermanos, ración de comida reducida a la mitad en para el día de mañana-

El tal Lidio no parecía muy contento por la situación, pero a decir verdad Varinia tampoco lo estaba. Aquello no era un asunto agradable para nadie, ni para la implicada (a la que seguramente le esperaba un consejo de guerra) ni para su regimiento (que perdería una valiosa oficial completamente competente y capaz) ni para el restos de los soldados (si pensaban salir de allí iban a necesitar cada espada de Sakto, pistola bólter o rifle láser disponible).

-Lenore, la espada de la maestra de esgrima- dijo, señalándosela con el mentón a la novicia antes de ésta la recogiese con delicadeza. Dos pares de hermanas se situaron a la espalda de la primera, sin decir nada pues en aquel momento sobraban las palabras. -Intentemos a partir de ahora que esto vuelva a parecerse a la eficiente fuerza de combate que fuimos hace unos momentos sobre estas murallas. Y oremos- dijo, hincando rodilla en tierra y cerrando la mano alrededor del hueso parietal de Santa Vetruria que colgaba de su cuello- porque el Emperador, en su infinita misericordia, acoja a nuestros caídos. Murieron con honor y de nosotros depende que su sacrificio no sea en balde. En su honor quemaremos hoy miles de cuerpos de escoria xeno ante las murallas de esta Ciudad Esmeralda, Y PUEDO PROMETER QUE SERÁ LA PRIMERA DE MUCHAS OLEADAS QUE DERROTAREMOS. ¡POR EL IMPERIO! ¡POR NUGRATIS Y TERRA!

Se incorporó, sin preocuparse hasta entonces de la sangre y vísceras que manchaban su servoarmadura. -Por supuesto, hermana Ceres, vaya a ocuparse de las heridas. Creo que nuestra escuadra ha salido bastante bien parada, pero seguro que otras unidades podrán beneficiarse de sus talentos. Y ustedes- señaló a la escolta de Sabre Rose- ocúpense de localizar al comisario con autoridad más cercano. La maestra de esgrima tiene mi garantía personal de que nada le ocurrirá mientras mis hermanas la acompañen, así que abran bien los ojos. Es una orden.

Los penales sublevados no tardaron en caer ante el esfuerzo conjunto de los leales al Emperador, aunque algún que otro proyectil de Aurestia fue a dar a los penales que el padre Sanguine había vuelto contra el resto de su regimiento. Llevaban los mismos uniformes y estaban atacándose unos a otros, después de todo.

La situación entre Hidalgos y Recios fue finalmente controlada, y se arrodilló junto a Vaniria para acompañarla en su rezo, como tantas otras de sus hermanas. La seguridad de la acusada quedaba en sus manos, hasta que pudiera realizarse el proceso interno de la Guardia que diera un resultado a todo aquello. En su opinión, aquello era malgastar fuerzas cuando tenían otras preocupaciones, muchas de hecho. Y sin dudano iban a darles mas que un minúsculo tiempo de respiro antes de volver a hacerles empuñar las armas en defensa del Imperio.

Sabre Rose asintió ante la hermana Varinia al pasar su sable y ante la hermana Lenore al recibirlo, no podía estar en mejores manos si no iban a ser las suyas.

- Ni mi vida ni mi honor corren peligro con la Sororidad - les reconoció antes de doblar rodilla y unirse a ellas en rezo.

No dedicó mirada a los Recios, aprovechando el tiempo en su lugar para encontrar la paz en la profesión de la fe tras la victoria en el muro. Se avecinaba su ordalía y, aún convencida de haber actuado con propiedad, necesitaba de aquel momento para templar sus nervios. El comisariado y el magisterio de sakto eran instituciones homólogas pero muy diferentes y, más allá de Brilaria, la segunda estaba supeditada a la primera.

- ¡Por Nugratis y Terra! - repitió la oración final de la sororita, negándose a que la duda nublase su orgullo y liberando en grito el dolor que oprimía su pecho.

Bender contempló la carnicería de sus compañeros de regimiento. Cadáveres y heridos demasiado magullados para continuar siendo útiles por doquier. Una pérdida de eficiencia lamentable. Aun con todo, le emocionaba pensar en todas las mejoras e implantes que los técnicos habían instalado en aquellos desgraciados. Ninguno de ellos sabía apreciar el valor del glorioso metal, pero él si. Seleccionó un pequeño grupo de penales que le pareció más de fiar y se pusieron a recoger. Puede que hubiera algo útil al fin y al cabo.

Ceres llamo a María, su aprendiz y juntas se fueron a remendar a aquellas que lo necesitaran entre las hermanas primero para luego pasar a los demás regimientos. Aunque no se acercaría a los penales.
El trabajo que tenían por delante era mucho y en muchas ocasiones, mas que sanar, hubo de administrar piedad, pero era parte del trabajo y de las circunstancias.

Tratamiento para los que estaban al alcance de una cura, una plegaria o extrema unción para los que no podían ser salvados y a seguir.

Tras las largas horas de intervenir a la canonesa, la batalla y tratar de salvar todas las almas que pudiera para el emperador hicieron que acabara agotada por el esfuerzo. Cuando volvió con su escuadra se sentó con ellas, aunque no dijo nada salvo un quedo
"Necesito reponer munición y algunos suministros" 
Tanto ella como su aprendiz cayeron en una duermevela nada más sentarse con el trabajo acabado. Ni siquiera les dio tiempo a escuchar la contestación a esa afirmación.

Las servo-armaduras impidieron que ninguna de las dos se derrumbaran pero la respiración pesada transmitida por el comunicador a la unidad, que había quedado abierto, acompañada de los ojos cerrados delataban no solo la necesidad de descansar, sino la necesidad de desconectar de la visión de los cuerpos rotos, de las suplicas de los heridos, de las esperanzas de unos de ponerse bien volcadas sobre ellas y de la desesperación de otros de verse acabados.

Caelestia contempló lo que sucedia sin hacer preguntas; la situación se habia controlado y los penales ya no estaban ocasionando problemas, asi que era momento de revisar que todo estuviera bien en sus armas, recitando los salmos adecuados mientras comprobaba munición y el correcto funcionamiento de la espada sierra. Para cuando Varinia se arrodilló, Caelestia siguió su ejemplo y oro junto al resto de sus hermanas. La hermana dedicó una mirada al exterior de la muralla y al Carnifex, que habia resistido tanto y habia regenerado tanto, desconfiando en extremo del enemigo incluso habiendo sido este derrotado ya.

Tras no ver indicios que la preocupasen se junto con el resto de hermanas, entendiendo que habria que escoltar a Sabre Rose para algún tipo de juicio de guerra.

Aquella no era la recompensa que los Hidalgos se merecían por su desempeño en la batalla. 

No pudiendo hacer nada, al igual que Lidio, le dio una patada frustrado a una piedra hasta tirarla de la muralla, una piedra que resultó ser un trozo de asquerosa pseudoquitina de aquellas xenosidades. Como nobles que eran ninguno de ellos era ajeno a la traición por parte de los aliados, o a la impotencia que suponía ver como cuándo alguien pasaba a no ser popular y a ser la víctima y además ultrajado... y todo porque aquella mujer había tomado la iniciativa y, tras haber matado a todos los hombres que iban a ayudarla (tres a uno o más a su favor para una fuerza de aniquilación, en serio) ¿¿¿había acusado a los nobles que había masacrado de que venían a matarles???

"..."

Y la gente les daría la razón. Por supuesto. Porque habían decidido rendir respetos a sus deberes, pero seguían siendo nobles, y el pueblo llano en el fondo de su corazón los odiaba. La prueba de ello era que la única persona que se había mostrado relativamente normal frente a todo era la Hermana, el Emperador la bendijese.