Partida Rol por web

Huesos y quitina [+18]

El ojo que todo lo ve

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12/12/2019, 20:21
+++ Director +++
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+++ 005.42Mk +++
+++ Borde exterior del sistema Bilrao +++
+++ Estación de observación Guerom +++
+++ Tripulación: 482 almas +++

El ciclo nocturno había sido activado hacía ya tres horas estándar. La amplía mayoría de la tripulación dormía en sus camastros, con el corazón lleno de alegría al saber que les quedaba solo un día para volver a casa de permiso después de estar seis meses completos allí destinados. La sala de operaciones estaba desértica, sin el gentío habitual durante los ciclos diurnos. Varios puestos de consolas, con sus pantallas apagadas dominaban la estrecha estancia, de forma cuadrada con un piso sobre elevado en el centro donde el adepto del mechanicum se sentaba durante todo el día salvo por la noche, momento que aprovechaba para realizar sus actualizaciones de sistema y el reciclado de datos. Los que venían del sistema adyacente, controlado por el mechanicum eran muy recelosos con la seguridad, y prácticamente controlaban todas las estaciones de vigilancia. No se fiaban de los humanos sin modificaciones, aunque al final, tenían que transigir, el tratado dejaba claro que, si los puestos estaban en el sistema Bilrao, podrían estar comandados por sacerdotes de marte, pero siempre tripulados por miembros de las fuerzas navales de Nugratis.

La técnico especialista Manhort tenía su ceniciento rostro iluminado por el verdor de la pantalla que tenía delante. La taza de cafeína se había enfriado hacía media hora, pero que a una le tocara el palito más corto para cubrir la ultima guardia era mala suerte, si encima se le añadía que le tocara hacerla con el pesado de Cole, lo volvía todo aún peor. Su cabeza estaba apoyada en su mano izquierda mientras que la derecha jugueteaba con varios de sus mechones de pelo oscuro. Su nariz se arrugó al sentir el olor de Cole, esa agria pestilencia que lo acompañaba allá donde fuera – déjame tranquila – dijo como ataque preventivo – céntrate en tu consola, no estas vigilando tu sector – le reprendió, aunque en realidad ambos tenían el mismo rango.

¡Va! No seas así María – le contestó asomando por encima de la pantalla que ella miraba. Sus ojos ascendieron para toparse con ese rostro sudoroso cuyo cabello estaba pegado a su piel – es la ultima noche que pasaremos juntos – hizo que aquello sonara como si tuvieran una cita, lo que provocó que el vello de María se erizara – disfrutemos de esta noche ¿no?

Ella lo miró durante un largo minuto sin decir nada, fijamente a los ojos, haciendo que Cole se moviera un poco para atrás, asustado por la intensidad de su mirada. Al segundo paso que dio, algo pitó en la distancia y María frunció el ceño – ve a tu puesto, date prisa – Cole se giró extrañado y vio que en su pantalla había algo que no debía, y una alerta de nivel bajo se había activado.

No comprendo esta lectura, no tiene demasiado sentido – dijo el sudoroso Cole observando la pantalla. Ejecutó algunos comandos para tratar de limpiar los datos, purificarlos, pero aquello seguía sin tener sentido. Fuera lo que fuera, se acercaba a una velocidad constante y cada minuto que pasaba, se iba haciendo más grande.

Voy a conectarme a los sensores de tu sector – dijo María sacando varias clavijas de su cogitador principal, y conectando los dos auxiliares con el controlador del sector, los ventiladores bufaron al activarse y a los pocos segundos una cascada de datos apareció en la pantalla de María mientras Cole no dejaba de parpadear sin perder ojo de sus datos. Ella era bastante avezada en interpretación, se podría decir que una alumna aventajada, por ello no le costó demasiado comprender los datos números que tenía en frente. Llegar a aquella conclusión provocó que abriera los ojos de par en par.

Sin pensarlo demasiado, aporreó la runa de la alarma de la estación y todo se volvió rojo, la estridente alarma despertó a todos y en pocos minutos toda la pequeña estación fue un hervidero de actividad. Los artilleros en sus puestos, los cargadores preparando las recargas de la macrobatería, los operarios llegando al centro de mando ocupando sus puestos y el tecnosacerdote Regulus entrando con sus patas de araña metálica arañando el plastiacero del suelo.

El gestor de Guerom se conectó a su asiento y gimió cuando el chorro de datos inundó su cortex cerebral. Al hacerlo la alarma cesó en su grito, pero las luces siguieron en color rojo. Rápidamente, el experimentado tecnosacerdote reordenó los datos y el trabajo de los dos especialistas – un eficiente trabajo María, no siempre se ve una exquisita aplicación de la paradoja Tureo – hizo una pausa con su átona voz – abran el panel de observación.

Un somnoliento operario se acercó al accionador y lo presionó tras reprimir un bostezo. Frente a todos ellos, el enorme cristal blindado quedó expuesto al retirarse la cubierta de adamantio que protegía la sala, y fue entonces cuando lo vieron, cuando María se levantó con la mano tapando su boca a la par que sus ojos se inundaban de lagrimas de puro terror, cuando Cole y otros dos técnicos salieron huyendo de la sala como si hubiera alguna oportunidad de salir con vida de ahí.

La sala tembló una y otra vez cuando la macrobatería empezó a disparar descarga tras otra, los enormes proyectiles atravesaban el espacio e impactaban contra algo sin lograr efecto alguno. A los artilleros no les hacía falta que se calcularan las resoluciones de tiro, era un muro lo que se alzaba frente a ellos.

Ya estamos muertos, lancen la sonda de alarma – dijo Regulus con un mortal pragmatismo. Nadie reaccionó, pues la visión los había dejado completamente fuera de juego, por lo que el tecnosacerdote en persona, tras emitir un chasquido de estática, fue quien activó el protocolo de alerta magenta.

Cuando la sonda abandonó la estación Guerom, la macrobatería ya estaba en silencio, y la estructura se había partido en una docena de enormes pedazos que flotaban en el frío vacío. Los ojos de María, congelados por completo, fueron testigo de un océano de colmillos devorándolo todo a su paso.

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02/01/2020, 17:19
+++ Director +++
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+++ 005.42Mk +++
+++ Borde exterior del sistema Bilrao +++
+++ Crucero de lujo: Aurum Alpha +++
+++ Tripulación: 24000+ almas +++

El amplio ventanal de observación se estaba autolimpiando por una serie de servidores alados que iban danzando de un lado para otro, escaneando la superficie del cristal blindado a cada centímetro, localizando cualquier brizna de suciedad o marca de huellas que dejara algún descuidado operario o alguno de los afamados y bien posicionados miembros de la familia Castelli.

A esa hora, la nave se encontraba en el ciclo nocturno; solamente estaba el enjambre de servidores y el primogénito de la familia, Albert Catelli, un chico joven, no muy agraciado, de mirada perdida y rostro bobalicón. Lo seguía de cerca su escolta, el medicae Kerem, un anciano doctor que tenía el dudoso honor de velar por la salud del chico; las consejeras Amirah y Nettie, además del guardaespaldas Jun. No es que tuvieran un trabajo trepidante, pero la paga era sustanciosa. A esa hora preferirían estar descansando, sin embargo, se encontraban ahí, siguiendo de cerca el anadeo de Albert, que se encaminaba hacía una de las barandillas de metal plateado que delimitaban todo el enorme ventanal de la bóveda.

Acababan de llegar al planeta más alejado de la estrella del sistema, un gigante de hielo llamado Viceter. Ahí, la familia Castelli pugnaba con violencia con otras familias por el control de las ricas vetas subterráneas de metales preciosos. Una exploración realizada hacía seis años reveló que aquel mundo muerto era más rico de lo esperado. Todas las casas prospectoras de Nugratis reclamaron el hallazgo como suyo, pero nadie tenía la razón. El administratum se hizo el invidente y permitió que la guerra se diera por la conquista del mundo helado; así llevaban cuatro años.

Los Castelli se estaban imponiendo en la lucha, y cuando llegaran a controlar las minas adyacentes a la principal, se rumoreaba que iniciarían negociaciones para un armisticio; el mechanicum estaba presionando mucho para que dejaran aquellas peleas intestinas y comenzaran a suministrarles aquellos materiales que tanto necesitaban en sus forjas, en el sistema vecino.

Albert se aferró a la barandilla y apoyó el mentón sobre la palma de su mano izquierda, observando su reflejo. Donde se había colocado lo dejaba mirando hacía popa, por lo que únicamente veía la inmensa negrura del vacío con su infinito moteado de estrellas distantes; su brillo casi etéreo dejaba embelasado al heredero de los Castelli.

Su escolta parecía estar afanada en una pequeña discusión, bisbiseos le llegaban, pero no conseguía entender nada. Él se sabía tonto, y todos sabían que así era. No se podía ocultar la falta de entendimiento del joven, pero es el precio a pagar por una endogamia sin mesura, donde el incesto era algo hasta deseado entre las familias de alta cuna de Nugratis. Para Kerem era una autentica pesadilla tener que velar por la salud de un fruto de tamaña ignominia, pero para las consejeras era un regalo divino, el día que el patriarca muriera, y todo pasara a estar bajo el control directo de Albert, ellas tendrían acceso a una de las mayores fortunas del sector. Ese bobo era demasiado fácil de manipular, y más cuando estaba prendido de una de ellas.

Nettie, de mejillas coloradas, ojos almendrados de color dorado se acercó contoneándose y agitando el abanico de plumas moradas de los pavos reales de los jardines privados del gobernador. El vestido que llevaba, bien ceñido de cintura para arriba, no dejaba lugar a la imaginación al estrujar sus turgentes pechos en un exquisito escote de palabra de honor. Él la vio acercarse por el reflejo, y su corazón se aceleró, nervioso, al ver como ella lo miraba.

- ¿Qué os preocupa querido? - preguntó con aquella aterciopelada voz - parecéis turbado esta noche ¿no preferiríais tomar una copa de amasec en el camarote? - preguntó sugerente, no hacía falta que dijera el "a solas", iba implícito en el tono de voz.

Albert no llegó a girarse, solo se irguió y miraba al infinito - Nada - dijo con su gangosa voz - no me pdeocupa nada - espetó haciéndose el ofendido. Cuando iba a seguir respondiendo con alguna insulsa frase, algo atrajo su atención en el firmamento, un destello en la distancia, breve como un suspiro - ¿Han vidto edo? - preguntó a su séquito mientras hundía el dedo indice en el cristal, provocando que varios servidores se acercaran alarmados para poder limpiarlo. 

Acto seguido, todos sintieron como la nave puso los propulsores a máxima potencia, el cambio repentino de velocidad provocó que Nettie cayera sobre Albert, empujándolo contra el cristal, partiéndose la nariz por la violencia del golpe. Kerem se cayó de espaldas, culpa de su avanzada edad, y el resto se mantuvo firme.

Jun se llevó la mano al oído para escuchar mejor la transmisión, y su rostro se ensombreció - ¡Todo el mundo fuera de aquí! ¡Vamos vamos vamos! - los apremió corriendo hacía Albert, y sacándolo en volandas con facilidad. El guardaespaldas, de ojos pequeños y rasgados, poseía una musculatura aumentada que rivalizaba con la de un ogrete. El resto reaccionó con cierta lentitud mientras enormes golpetazos metálicos comenzaban a sonar en sucesión, las gigantescas chapas de plastiacero comenzaron a desplegarse protegiendo la cúpula de observación.

En el ultimo momento, justo antes de caer el último metro de blindaje, Nettie, que seguía confusa al lado del mamparo, pudo ver como un millar de dientes se estampaban contra el cristal; ella solo pudo gritar de horror al sentir como todos sus planes se desmoronaban de una manera tan cruel.

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18/01/2020, 11:37
+++ Director +++
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+++ 005.42Mk +++
+++ Interior del sistema Bilrao+++
+++ Planeta Nugratis +++
+++ Colmena Morelo Primus +++
+++ El tugurio de McKnife +++

La música asolaba el pequeño y mal ventilado bar. Las luces iban danzando al son mientras el vapor por la condensación de los que se afanaban en la estrecha pista de baile bailando en un frenesí arrítmico, más propio de la pasión por las drogas duras que por aquella estridente canción. No se podía escuchar prácticamente nada, el volumen era atronador y los tímpanos de más de uno estarían fuerza de servicio por una semana, pero una buena fiesta, era una buena fiesta.

Bernhard no se estaba divirtiendo en absoluto, le tocaba entrar a su turno en unas horas, y no sabía cómo se había dejado arrastrar hasta el antro de McKnife para empalmar con su vuelta al servicio después de un permiso de dos semanas. Se quedó mirando al motivo de su perdición y comprendió porque era tan imbécil, siempre la misma canción, siempre las mismas curvas donde se perdía. Es lo que tenía Chelsea, la jodida Chelsea, pensó un agriado Bernhard que se veía incapaz de odiarla.

Ella se encontraba con una camisa de tirantes danzando en la pista, lo suficientemente cerca para que él pudiera verla y si, porque no, deleitarse con sus movimientos un tanto arrítmicos, pero inequívocamente sugerentes. Su pelo corto y negro con mechones morados lo tenía pegado a la cara por culpa del sudor. Sus labios ya no estaban tan bien pintados como cuando llegaron, pero sus azules ojos seguían brillando.

Negó con la cabeza y sonrió cuando ella se le quedó mirando mientras le hacia gestos con una mano para que se le acercara. Estaba entrando en su juego, lo sabían los dos, pero lo peor es que ella lo tenía frito con tanto si y tanto no. Cuando Bernhard hizo el ademán de levantarse, notó que su terminal de datos vibró, lo que arrancó una expresión de extrañeza en su rostro. Alzó una mano para mantener a raya a Chelsea que se le quedo mirando haciendo un mohín con los labios, aunque se le pasó pronto y prosiguió su baile, ajena a todo nuevamente.

Sin embargo, él, se quedó blanco al leer lo que le llegó, no tenía tiempo, ni para evacuar a la gente de allí ni para nada más. El informe de la alerta era algo jamás visto por el, ni sus antepasados se habían enfrentado a un nivel de alerta tan elevado. Cuando el dueño del local se acercó a su zona a seguir limpiando vasos con su trapo mohoso, Bernhard lo cogió por las solapas a una velocidad que pilló por sorpresa a McKnife – ¡VACÍA EL LOCAL! ¡EVACÚA A TODOS A LOS REFUGIOS! ¡DATE PRISA! – y se marchó dando grandes zancadas hacia Chelsea sin escuchar que el McKnife se había encogido de hombros gesticulando con su boca un “lo que tu digas amigo”.

La música seguía, lo que hizo que Bernhard negara con la cabeza apretando la mandíbula. Apartó con firmes empujones a todo parroquiano con el que se cruzó y en cuanto la tuvo al alcance, estiró su brazo derecho y tiró de ella sin que esta pudiera oponer mucha resistencia en inicio, debido a la sorpresa. En cuanto Chelsea comenzó a revolverse, él se pegó a ella y la miró a los ojos. Bernhard no era un tipo demasiado expresivo, pelo negro corto, moteado de canas, al igual que su barba, ojos claros, rostro duro y mandíbula angulosa. Un hombre de esos duros, pero cuyos ojos revelaban más de lo que el querría.

A pesar del estado mental de Chelsea, drogada y bebida, comprendió que algo no iba bien, por lo que se dejó llevar por él hasta el exterior del local. Nada más salir, con el pitido anegando sus oídos, les llegó a ambos, de manera muy distante, el rugir de las alarmas de bombardeo. Se cruzaron con muchos civiles, cientos de ellos corriendo hacía los refugios. Pero lo peor no era aquello, lo peor es que escuchaba detonaciones en la distancia, armas cortas a juzgar por su cadencia. Eso lo extrañó, pero no tenía tiempo para investigarlo.

¿A dónde vamos? – preguntó Chelsea con la voz algo pastosa por la deshidratación, tenía las pupilas del tamaño de una cabeza de alfiler, y a juzgar por su tono, no era del todo consciente de la situación – a nuestros puestos – dijo con la voz firme y yendo contra la corriente de civiles, el avance era prácticamente imposible por la de personas con las que se cruzaban – pero yo estoy de saliente – protestó poniendo morritos.

Mira, no se que de mierda te has metido, y no quiero ni saberlo, pero estamos bajo invasión, ¿comprendes eso verdad? – no, no lo comprendía pues se rio y empezó a toquetear su barba – te pones tan mono cuando te preocupas – esa fue su respuesta, lo que provocó que Bernhard suspirara cansado.

Llevaban avanzados no mucho más de trescientos metros cuando se dio cuenta de que algo no iba demasiado bien, los civiles iban en dirección contraria a los refugios, y él, por inercia, había ido en la dirección opuesta a la que huía el resto. Más detonaciones llegaron a sus entumecidos oídos. Sus ojos se entornaron y terminó por desenfundar su pistola láser compacta que llevaba siempre en la sobaquera - ¿qué pasa? – preguntó Chelsea con un tono de voz un tanto somnoliento, lejos del tugurio y sin beber más se le estaba pasando el efecto de euforia pasando al de cansancio extremo – shhhh – la mandó callar, concentrándose en escuchar mejor.

Había un combate al final de la calle, alguien estaba cortando el acceso a los refugios. Siguió el avance hasta que poco a poco los civiles corriendo presas del pánico se sustituyó por cadáveres de civiles. Cuando varios cuerpos se movieron de manera espasmódica, Bernhard corrió tirando de Chelsea hasta una callejuela lateral donde ponerse a cubierto. Les habían disparado con armas de pequeño calibre. No reconoció a los agresores después de asomarse, le parecieron más alienígenas que otra cosa, piel púrpura, sin pelo, pero cuando apareció uno que debía medir, por lo menos tres metros, con tres brazos y portando un martillo gigantesco, le quedó claro lo que eran.

Chelsea se había dormido a su lado mientras observaba. Chasqueó la lengua en señal de disgusto y la cogió en brazos. Iba a ser una caminata peligrosa, pero no se iba a rendir tan pronto. Bernhard comenzó a callejear por la ciudad, buscando evitar las calles principales y aprovechando que era de noche.

No podría asegurar cuantas horas habían pasado, pero si que la estrella estaba despuntando por el horizonte y arrojando algo de luz. Lograron sortear muchas patrullas del enemigo y evitado todo enfrentamiento, pero con la llegada de un nuevo día, Bernhard pudo mirar al cielo y horrorizarse. Ese no era el cielo de su planeta natal, tenía un color enfermo y a cada segundo que pasaba, millones de puntitos se iban haciendo cada vez más grande. No se imaginaba que era aquello, pero en cuanto las defensas en punta de la colmena entraron en acción, le quedó claro que no era bueno. Las alarmas pronto se vieron solapadas por el rugido de los cañones hydra abriendo fuego en salvas cortas evitando que se sobrecalentaran. El olor a cordita y fecyleno le eran familiares, pero había un regusto extraño que se le quedaba pegado a la lengua, algo que no supo identificar, algo que a falta de una palabra mejor, le resultó alienígena.

Tras ubicarse, supo que le quedaban tres manzanas para llegar al cuartel de ese sector de la colmena, el problema es que tendría que atravesar una de las vías principales. Chelsea seguía dormida y el estaba fatigado, no se veía capaz de salir corriendo durante tantos metros, pero tendría que intentarlo.

En cuanto asomó el rostro para ver si estaba despejado, sintió que una presencia le penetraba la nuca. Una sensación que le erizó el vello, y cuando dicha impresión se vio reforzada por un siseo, un siseo que activó todas sus alarmas, lo hizo girarse. Sus ojos se abrieron de par en par y su mano posicionó su pistola en máxima potencia, pero no llegó a disparar.

La criatura lo miraba fijamente, babeaba con su larga y puntiaguda lengua asomando, sorteando su propia hilera de dientes afilados como cuchillas monofilo. Un caparazón púrpura, un cráneo abultado y de grandes dimensiones, una sonrisa cruel, cuatro brazos acabados en garras, piernas con zarpas. Se encontraba semiagachado, hostigando a la pareja. Poco se veía capaz de hacer en esa situación, por lo que Bernhard comenzó a dar cortos pasos hacía atrás sin perder de vista a su hostigador; el xeno lo imitaba sin dejar de sisear, como un cazador salvaje jugando con su presa antes de darle muerte. Veinte largos segundos habían pasado, ya estaban casi en la mitad de la avenida; sin que Bernhard pudiera ver que había a su espalda, pues no podía dejar de mirar. Finalmente acabó por pisar un objeto cilíndrico que lo hizo resbalarse hacía atrás sin poder evitarlo.

En el preciso instante que perdió de vista al xeno, en ese miserable cuarto de segundo, la criatura saltó con una velocidad sobre humana sobre ellos. Bernhard apretó los dientes, su dedo sobre el gatillo se movía demasiado lento comparado con el monstruo; sabia que morirían en ese día, con la ominosa canción de las baterías de defensa abriendo fuego.

No cerró los ojos ni por un segundo mientras se caía, una de las garras del xeno iba directa a su cabeza, y cuando el mundo se iba a ensombrecer, un cegador destello lo dejó todo en blanco.

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02/02/2020, 18:13
+++ Director +++
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+++ 005.42Mk +++
+++ Borde exterior del sistema Bilrao +++
+++ Flota de liberación +++
 

La flota comandada por el Lord Almirante Carbey llevaba pocos días en el sistema, entrando justamente por el lado opuesto por el que los tiranidos lo hicieron. Los xenos se habían dedicado a devorar los planetas exteriores y estaban centrados en Nugratis. No se las habían ingeniado para hincar los enormes tentáculos de alimentación, pero los escaneres de largo alcance arrojaban la información necesaria para estimar que eso ocurriría en semanas, las espectro fotografías revelaron una gran acumulación de masa biológica que acababa de dejar un mundo vacío y destrozado. Se dirigían a Nugratis.

El Amanecer Carmesí se encontraba en el corazón de la enorme formación de naves imperiales. Docenas de corbetas iban patrullando a varios miles de kilometros por delante, mientras que las fragatas más ligeras abrían la punta de lanza. El otro acorazado, Castigador, iba en formación de hilera por estribor, formando una impetuosa fila de naves de batalla, de cruceros pesados que eran los integrantes de la falange, la falange de la Almirante Rose Ricinus, famosa por haber logrado numerosas victorias navales al Imperio. 

Por la parte posterior de la formación, iban los cientos de transportes imperiales, los que llevaban a los regimientos de la valiente guardia imperial, los suministros del Munitorum, naves rojas con el emblema del Adeptus Mechanicum y otras de aspecto más extraño con heráldicas nunca vistas por nadie; y en el centro de todas esas naves, se encontraba la Estrella Plateada, un transporte pesado que rivalizaba en tonelaje con los acorazados de la flota. Aquella nave era el tesoro del Lord General que ostentaba el liderazgo de las fuerzas de tierra. Esa gigantesca nave era un punto de encuentro para la soldadesca, allí encontraban una gran oferta de ocio y divertimento cuando los pases de "fin de semana" se expedían. El Lord General era famoso por amar, abiertamente, a todos los soldados del Imperio, y los trataba acorde como creía que se merecía un buen guerrero que iba a morir el día siguiente. 

Fuera como fuera, el estrategium del Amanecer Carmesí era un hervidero. La reunión a alto nivel se estaba dando con los primeros resultados preliminares, además de que las transmisiones estándar se habían establecido con la superficie del mundo. La sala, de altos techos estaba iluminada por globos lumínicos distribuidos para dar la mayor iluminación posible. En el centro de la estancia se encontraba un enorme proyector holográfico que estaba iluminado con la esfera de Nugratis y tantos puntos rojos sobre su hemisferio Norte que parecía que el planeta tuviera dos colores. 

¡El plan es sencillo! Hacemos una punta de lanza tras bombardear con los cañones nova, abrimos un agujero para que las tropas de tierra puedan desembarcar - Carbey buscaba asentimientos de cabeza entre los tácticos y demás personajes, pero pareció que solo lo miraban fijamente, atentos a la locura que estaba planteando - no podemos librar una batalla abierta tan pronto, se nos echarían encima y llevamos, por ahora, demasiados activos que proteger.

Un suspiro y una tos lo sacó de su diatriba - Lord Almirante, los números son los que son, pero creo que desperdícia la capacidad de mi falange, solicito que tenga en cuenta que mis naves - ese mis había sido un tanto ponzoñoso, pues Carbey puso mala cara - hagan lo que saben hacer, estamos de acuerdo que tenemos que abrir hueco para desembarcar las tropas en tierra para luego poder plantearnos la batalla naval, pero si solo nos centramos en los cañones nova, aún nos quedaría demasiado terreno que cubrir antes de llegar a la órbita alta, es imperativo crear una cortina de fuego a media y corta distancia.

El avejentado Lord General se levantó del trono que ocupaba y se paseó con torpeza, llevando su bastón por delante, como punto de apoyo. Negó con la cabeza demasiadas veces mientras los demás lo miraban en silencio absoluto, esperando lo que tuviera que decir - no me gusta, es un salto demasiado largo - se quejó - la artrosis me esta matando, pardiez - comentó en voz baja mientras trataba de apretar los puños - ¿qué seguridad hay de que lleguen todos a superficie? ¿eh? seguro que habéis hecho los deberes, vamos Northwode, sorprendeme como siempre - y sonrió desdentado 

El aludido dio un paso al frente, tan marcial que sus botas con suela de metal resonaron con fuerza - ¡Si señor! - esa era la voz de alguien que estaba acostumbrado a obedecer, a pesar de que fuera un Lord Comandante - La probabilidad de éxito, asumiendo que las fuerzas navales hagan bien su cometido - Carbey bufó airado - es de un desembarco con un ochenta por ciento de éxito, pero con un treinta por ciento de bajas, la cantidad de naves a desembarcar es muy grande, se calcula que serán cien tetrach pesados, cuatrocientos veinte arvus y setenta naves de desembarco modelo Agantyr. Eso sin contar otros transportes cuya información no se nos ha querido facilitar - y su mirada fue directa a la fabricadora jefa Dering, que movió varios servo tentáculos de manera graciosa, como saludando. Su homónimo se rió por lo bajo, claramente altanero, el Lord comandante Adalberto Lucido Vimaranes no quiso intervenir en absoluto, pero se divertía cuando Northwode hacía su teatro. Sus ojos brillaron en un claro desdén hacía este.

No me gusta - dijo el viejo, pero entonces Margery lo interrumpió - siéntese Lord General, se va a fatigar - ella siempre era así, y aquella intervención provocó que el Lord General vociferara una serie de exabruptos nada heréticos y nada comprensibles por un oído normal. Parecía que toda la lentitud que tenía el Lord General la compensaba con una gloriosa capacidad de escupir cuatro insultos por segundo y sin repetir. La fornida mujer le sonrió taimada y lo llevó de vuelta al trono.

Señor, sugiero cambiar el desembarco - esa fue la voz del veterano y entrado en años tacticae Funetyn - hagámoslo con naves pequeñas, arvus, valquirias... las naves pesadas llevan más carga, pero si derriban una, será una compañía al completo la que perderemos - aquella observación agradó en cierto modo al Lord General, el cual miró a su otro tacticae, Appleby, el cual asintió concordando con la opinión del primero.

Además de que son más manejables - intervino la Almirante Rose - los pilotos tendrán mayor margen de maniobra, el problema es que no hay tantas en la flota, podríamos reducir, eso si, el número de naves de desembarco pesadas en... - y se quedó mirando a Northwode, el cual estaba con su placa de datos introduciendo las nuevas variables, el Lord Comandante sabía que esperaban una pronta respuesta por su parte, pero no fue la suya la que escucharon.

Un chorro de estática fue emitida por varios de los voco emisores de la fabricadora jefa, había modulado la longitud de onda un nivel muy superior para reclamar la atención de todos - bien, se reduciría la cifra a treinta tetrach y veinte agantyr, la probabilidad de éxito asciende solo dos puntos, pero la de bajas la reduce en doce punto cuatro tres periódico. Pero solicito que se destinen tres escuadrones de cazas a la escolta de los transportes de la familia Crane, no me gustaría que se perdiera ninguno de ellos. La pureza de sus caballeros debe ser protegida a toda costa - los almirantes asintieron, pero el Lord General estuvo apunto de hacerle un gesto soez. Los Crane sonrieron en sus posiciones, pero no intervinieron.

La moral será importante, he distribuido comisarios por todos los regimientos para reforzarla. No queremos que nadie flaquee - a ese individuo nadie le sostuvo la mirada, nadie salvo Nuahda, el coronel de los penales, que le dedicó una sonrisa claramente retadora. El Lord Comisario Kungel parpadeó languidamente y asintió, acababa de aceptar el reto - el emperador protege - fue su corta intervención hasta que volvió a su asiento.

Me gustaría dejar claro que nos enfrentamos a los tiranidos, a una raza xeno que no conoce el miedo, ni el cansancio ni nada, solo un ansía por devorarlo todo - la inquisidora del ordo xenos acababa de levantarse - sus planes son muy concisos y seguramente logren el éxito que se espera, pero no olviden esto, por cada bionave destruida, saldrán diez más, por cada gante matado, otros cuarenta ocuparan su lugar - estaba preocupada y no era para menos - se trata de un mundo colmena, uno que a juzgar por las lecturas, ya ha perdido practicamente todas sus agujas y queda solo una intacta. Eso es mucha biomasa que puede consumir, demasiada... no se conocen sus mecanismos, pero se adaptaran deprisa, producirán más guerreros para lanzarnos. No subestimemos al enemigo - iba a decir algo más, pero las palabras de Renata no tuvieron mucha aceptación, todos se creían con la victoria en su mano, todos salvo el teniente coronel Salazar y la Lord Coronel Carolina Leonor Silva Brabant, los dos únicos veteranos de guerras contra tiranidos. Ninguno de los dos comentó nada al respecto, habían preparado sus respectivos informes con consejos y demás, pero la situación era la que era, y debían aterrizar si o si. Sin embargo, la inquisidora toqueteó una placa de datos que llevaba integrado en el antebrazo derecho y permaneció a la espera.

En el estrategium había cientos de personas, todas calladas y escuchando mientras la reunión se alargaba más y más, hasta que en la sala entraron cuatro enormes figuras que vestían túnicas negras. Las únicas que no se sorprendieron fueron Renata y Dering, la cual los había convocado para que sus palabras se vieran reforzadas. Si el ordo xenos había llevado consigo cuatro sargentos de la deathwatch, es que había cuatro equipos listos para entrar en acción. La amenaza era mayor de lo que muchos se habían planteado, y más de uno sintió como su piel se tornaba más blanca de lo que le gustaría. El inquisidor Malleard de Santini aplaudió la actitud de su compañera de otro ordo, se hacía acercado a ella y le susurró algo al oído mientras la reunión se retomó con otros ánimos.

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20/06/2020, 12:35
+++ Director +++
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+++ 005.42Mk +++
+++ Interior del sistema Bilrao+++
+++ Planeta Nugratis +++
+++ Desierto Sur +++
 

Blanco, el destello de luz fue tan intenso que las retinas quedaron completamente sobrepasadas por la intensidad. Cegado, Bernhard solo pudo escuchar un intenso zumbido seguido de un rugido de ¿dolor? Tras ello, le llegaron voces amigas, voces que reconocía como humanas hablando en una lengua que comprendía. Con la vista aún cegada, notó como era alzado por fuertes brazos y se lo llevaron arrastras en una dirección que no logró determinar.

Arbite Bernhard – se presentó con dificultad, estaba extenuado y se sintió desfallecer – Arbite… Bern… - no le salían las palabras.

Guarde sus fuerzas Arbite, nos han invadido – informó una voz que, por su tono, no dejo duda alguna de que era alguien al mando. Bernhard dedujo que no era un oficial, sino un sargento al menos por la dureza de su voz. Llegados a ese punto, ya poco quedaba por hacer. No estaba en su cuartel, no tenía su equipo ni a sus hombres cerca. Que el Emperador se apiade de ellos y que tengan la oportunidad de vender caro su pellejo. Una sensación de ahogo lo invadió hasta que lo dejaron sentado.

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La pareja de Arbites miraba con consternación el desierto que se habría ante ellos. Hace días que dejaron atrás la colmena, su hogar. Morelo Primus tardó dos días en caer, los xenos infiltrados desde la subcolmena habían hecho un gran trabajo y negaron la posibilidad de defender la ciudad como se merecía. Bastantes soldados de las FDP decidieron quedarse a morir defendiendo lo indefendible, pero Bernhard no, él optó por sobrevivir.

La caravana empezó con al menos una docena de vehículos privados, varios camiones de gran tonelaje, diversas motocicletas y un rhino de los arbites que Chelsea encontró cuando iban a abandonar la ciudad. Casi cien personas iniciaron su éxodo y ya solo quedaban la mitad de ellos; acosados por esas criaturas de múltiples brazos que se movían a una velocidad sobrehumana. El liderazgo de Bernhard estaba en entre dicho y el desamino lo dominaba todo, demasiados muertos y las culpas recaían por quien se erigió como líder. La gran mayoría quería ir a la capital, convencidos de que la gloriosa aguja de Novantis estaría intacta, con sus ciclópeas torres irguiéndose orgullosas sobre el firmamento, poderosas y robustas murallas defendidas por las FDP de Novantis y sus sirvientes robot. Así pensaban los civiles, ajenos a la realidad y abrazando aquella idea como si estuvieran viviendo una holo-película.

La ultima discusión acabó en la división del grupo de supervivientes. Los que optaron por ir al Norte y los que siguieron a Bernhard, el cual seguía su instinto, que le gritaba que las mayores posibilidades de salir adelante era ir hacía Yhemek, la colmena de menor tamaño del planeta y que contaba con un espacio puerto. No logró imponerse, ni convencer con su lógica; la gente no quería escuchar incomodas verdades, solo aferrarse a sus anhelos. Cuando Chelsea dijo con claridad que Novantis estaría prácticamente en ruinas, el derrotismo poseyó a los otros y la decisión se tomó.

Ahora, sobre el rhino, mirando como una enorme tormenta de arena iba en dirección a Yhemek, los dos se miraron preocupados. Habían vivido suficientes tormentas del desierto como para saber que esa no era natural, para temer que la provocaba una gran horda de tiranidos y que les iban a cortar el paso.

Vamos a tener que apretar el culo, estamos más cerca de la colmena que ellos – miró atrás y supo que el camión que les quedaba y las dos limusinas difícilmente podrían seguirle el ritmo, pero no había tiempo, tenían que jugársela. Amartilló el bolter de asalto y miró con desazón la pantalla que mostraba la munición, treinta y tres proyectiles. Sus opciones eran reducidas, pero quizás habría una posibilidad.

Mientras hacía señas a los demás para que se hacinaran en el rhino dejando atrás el pesado camión, una enorme explosión asoló por completo el cielo. Extrañado, miró por encima suya, y afiló la mirada, como tratando de vislumbrar que había provocado aquello. Le costó bastante enfocar, sus ojos no se habían recuperado del todo, pero cuando lo logró, aporreó el plastiacero del chimera varías veces - ¡ARRANCA! ¡VAMOS! ¡PISA A FONDO! – no daba crédito a lo que estaba viendo, ¡Transportes imperiales desembarcando en el mundo! ¡y a juzgar por el rumbo que llevaban, iban hacía Yhemek!

Con el corazón desbocado por la emoción, el transporte blindado avanzó levantando arena mientras las toberas iban vomitando vaharadas de humo negro. Sin perder de vista el cielo, poco a poco el ánimo de Bernhard se fue apagando. Miles de xenos voladores estaban acosando a las naves imperiales, y muchas fueron explotando en el aire mientras que otras, de mayor maniobrabilidad, presentaron batalla.

Su mandíbula estaba tensa, y cuando Chelsea le preguntó por como iba, él mintió - ¡Van ganando! ¡No pierdas de vista el frente! – la ánimo viendo como un desembarco perfectamente organizado se transformaba a cada segundo que pasaba, una auténtico caos, como soldados salían volando de sus transportes en pleno vuelo y empezaban a disparar desde el aire; era una auténtica locura.

Quedaban aún varios kilómetros para llegar a la ciudad esmeralda, pero los bosques empezaron a hacerse visibles por el horizonte. Momento en el que las tropas imperiales tomaron tierra con violencia y empezaron a llegarles los sonidos de los disparos en la distancia.

Hasta ese momento Bernhard no se había percatado de que una pequeña fracción de tiranidos se había separado para darles caza. Iban en un perfecto rumbo de interceptación, y pronto llegarían hasta ellos; los minutos fueron pasando y se les echaron encima.

El bolter de asaltó tardó quince segundos en quedarse seco. La bocacha del arma echaba humo y había logrado abatir a varios gantes de pequeño tamaño. Eran al menos cincuenta, y estaban arañando los laterales del rhino mientras algunos trepaban. Chelsea mantuvo su sangre fría y el rumbo, hasta que en frente suya aparecieron dos enormes guerreros que no logró arrollar, sino que se mantuvieron con la mirada fija en los ojos de la Arbite mientras hacían fuerza para frenar el transporte. Era evidente que no lo iban a conseguir, y los xenos eran consciente de ello. Uno de los xenos se apartó de un salto y con una de sus enormes cuchillas rajó el larguero, provocando que varias ruedas tensadoras se salieran de su posición desembocando en la rotura de los eslabones.

No hizo falta más; el rhino quedó completamente varado, solamente pudiendo moverse en círculos. Bernhard maldijo, Chelsea cerró los ojos aceptando su final, y los civiles lloraron asustados en el interior. El arbite estaba defendiendo la esclusa con una de las porras conmocionadoras que había en el transporte, pero solo los mantenía a raya. Los pequeños tiranidos no eran capaces de abrir el blindaje, pero los guerreros si.

Varios civiles murieron empalados cuando las garras atravesaron el plastiacero, la pesadilla se desató en el compartimento de carga, donde uno abrió las puertas y los asustados ciudadanos salieron corriendo presas del mayor de los pánicos. Poco pudieron hacer por ellos, los gantes saltaron sobre ellos destripándolos con una rapidez y precisión endiablada, sus garras y pequeñas cuchillas se movían a gran velocidad cortando la carne y el hueso como si fueran papel.

Estaban muertos, Bernhard lo sabía. Uno de los guerreros había saltado al techo y lo miró con unos alienígenas ojos, que destilaban una inteligencia y maldad que dejaron al arbite sin aliento. Iba a ser inútil intentarlo, pero desenfundó el cañón de mano al que le quedaba un tiro y le descargó el único proyectil.

Bernhard había matado a muchos criminales con armas de ese estilo, sabía el efecto que hacía en un cuerpo humano, como el orificio de entrada no era gran cosa, pero el de salida era un enorme boquete de carne quemada. El efecto que logró en el guerrero tiranido se le antojaba ¿exagerado? Le había desaparecido medio torso y su mente racional le decía que eso no era posible; parpadeó confuso, incapaz de escuchar nada. Había estado tan absorbido por la aceptación de su inminente muerte, que se le había pasado por alto que un extraño transporte aéreo de color negro, estaba haciendo un vuelo lateral a baja altura, ametrallando a los tiranidos mientras varios marines espaciales desembarcaban con la aeronave en pleno vuelo.

Bernhard los miró con cara de estúpido, y dedujo que uno de ellos, con una hombrera de color rojo carmesí con una gota blanca y un grial debajo de esta, que bajaba una pistola de fusión que echaba humo, era quien de verdad había matado al guerrero.

Aquel grupo de marines exterminó a los tiranidos sin cruzar media palabra con los humanos que acababan de salvar, embarcaron de nuevo en su transporte y se marcharon tras la orden del de la hombrera roja – Scissa, repliegue, tenemos una misión que llevar a cabo – y tras ello, asomado por una de las portillas frontales, ese marine le dedicó un firme asentimiento de cabeza a Bernhard hasta que se perdieron por completo en el horizonte.

Chelsea asomó la cabeza, igual de impactada y miró el punto negro que se alejaba - … creo que he meado las bragas – articuló.

Yo también – fue la única respuesta de su compañero.

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08/08/2020, 18:56
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+++ 005.42Mk +++
+++ Interior del sistema Bilrao+++
+++ Planeta Nugratis +++
+++ Colmena Yhemek +++

La noche era cerrada, y aquel lugar pasó de una quietud máxima a convertirse en un hervidero de actividad. Mientras todo el personal de tierra corría de un lugar para otro, los visioingenieros preparaban sus ungüentos y los servidores se dedicaban a transportar munición y combustible, los pilotos iban con la calma de un tsunami visto a la distancia; esa sensación de que algo peligroso se acercaba, que nada podría hacerse para frenarlo o mitigarlo, y que solo sería cuestión de tiempo que llegara.

Quincy, Delayni, Damián de Castro, Sumiye-Masaru y Solomon eran los líderes de los distintos escuadrones que habían escoltado la primera oleada. Sin la posibilidad de regresar a su nave, se quedaron allá abajo, con sus aparatos para dar toda la cobertura aérea que fueran capaces de dar a las fuerzas de tierra. Uno a uno fue llegando para reunirse en una pequeña sala para organizar lo que se avecinaba. La estancia estaba limpia y bien iluminada, aunque uno de los globos titilaba cada tres segundos exactos. La cafetera humeaba mientras iba calentando la cafeína para ser servida. Ninguno de ellos hablaba, cada uno estaba en su mundo, meditando, realizando los gestos que creían que les traía suerte, rezando o besando algún medallon familiar. Todos los pilotos imperiales compartían algo, el hecho de poseer manías de lo más extrañas buscando atraer siempre la buena suerte, una buena caza y un regreso a casa de una sola pieza, un anhelo que se remontaba a los inmemorables tiempos donde los terraqueos solo habían sido capaces de mandar sondas a otros mundos de su propio sistema solar. Podría decirse que desde que el ser humano logró el primer vuelo, la superstición se adueñó de cualquiera que surcara los cielos o el vacío.

El olor a cafeína y a tabaco sin tratar inundaba la habitación, y el silencio solo se rompió cuando un piloto, el teniente Klein, entró sudoroso y con el mono azul de piloto ya puesto. Se cuadró nervioso y puso la placa de datos en mitad de la sala para que los demás acercaran las suyas para descargarse de manera automática el plan de vuelo y el estado de la misión.

El primero en violar el silencio tras la marcha de Klein fue Solomon, como siempre – A ciegas, vuelo nocturno y sin casi nada de información; ¿Qué podría salir mal? – dijo con un tono sarcástico que sacaba siempre de sus casillas a Sumiye, la cual lo miró con los ojos entornados.

Se hará lo que tenga que hacerse – le espetó con sus aires de grandeza, lo que arrancó un asentimiento de cabeza por parte de Quincy y Damián. Delayni estaba en silencio, observando todo con gesto adusto. Tras una larga calada a su puro, Quincy tomó la palabra – Sumiye, te va a tocar la parte fea, vuelos de exploración por todo el radio de la colmena, vuela en espiral alejándote, Delayni hará de escolta – se tomó tiempo para darle a otra calada – Solomon, en base a la espera, lo mismo para ti Damián – y el ultimo bufó molesto, siempre le tocaba quedarse atrás sino había objetivos claros para bombardear.

La reunión duró bastante más, pero lo relevante fue cuando el aviso llegó; todos los pilotos a sus aparatos. La pista improvisada estaba iluminada por antorchas químicas que arrojaban una luz rojiza un tanto infernal al lugar. Las siluetas del personal de tierra danzaban de un lado para otro y los Thunderbolt estaban ya enfilados para el despegue en la principal, mientras que, en la auxiliar, de menor tamaño, estaban los Lightning del escuadrón de Sumiye que necesitaban menos espacio para despegar. Los Marauder y Avenger esperaban aún en los hangares, donde Solomon y Damián esperarían al aviso para poder salir de caza.

Subiendo por la escalerilla de color amarillo fueron tomando asiento en el interior de sus cabinas e iniciando la pre ignición. Las runas fueron activadas, los santos besados y la madera acariciada. Viejas fotos se colocaron en los huecos que los altímetros analógicos dejaban, y encendieron los motores. El rugido de los aparatos asoló el lugar y las toberas empezaron a calentarse con intensidad adquiriendo ese tono de color rojo vivo, similar a la lava. Los pilotos movieron palancas, presionaron pedales e iniciaron la comprobación.

¿flaps? Ok

¿frenos? Ok

¿timón de cola? Ok

¿timón de profundidad? Ok

¿armamento? Todo responde

¿visores y filtros? Correcto

Todo en verde, todo en verde, listos, listos, listos – el auxiliar de vuelo en pista empezó a hacer gestos de avance y se apartó justo cuando llevaron a máxima potencia los motores de los cazas para salir disparados hacía el cielo nocturno. La cabina vibró y el metal protestó, pero los viejos y fiables aviones Imperiales supieron aguantar el empuje que necesitaron para poder contrarrestar la fuerza de la gravedad y saltársela.

Mientras Quincy y los suyos se adueñaban de los cielos, de las pistas de despegue vertical, dos solitarios transportes despegaron en silencio, volando juntos durante varios kilómetros hasta que se separaron con destinos opuestos e inciertos. Los xenos movían sus peones en el tablero, y los Imperiales jugaban con sus caballos.

 

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01/09/2020, 15:53
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+++ 005.42Mk +++
+++ Sistema Utheon +++
+++ Planeta Drafeliv +++
+++ Estación orbital Xonus +++

Hacía días que no sabía nada de Carbey, y como la comandante de mayor rango del Navis Imperialis, condujo el resto de las fuerzas y transportes a la disformidad para ir directamente al sistema Utheon. La fabricadora Dering se había marchado mucho antes de que se iniciara la maniobra de aproximación al mundo colmena atacado por los tiranidos, por lo que la Vice Almirante Ricinus se vio obligada a dejar el punto de encuentro libre, a excepción de un par de fragatas de observación para mantener un punto de enlace por si Carbey terminaba por aparecer. La mujer no se engañaba, las probabilidades de que hubiera sobrevivido a aquel infierno eran demasiado pequeñas, pero siempre había una posibilidad, siempre.

La falange lideraba la marcha, imponente a pesar de los graves daños que habían sufrido durante la batalla naval, con la proa apuntando directamente a Drafeliv, el mundo forja, uno de los más importantes de todo el sector. Desde la distancia en la que estaban se podía ver sobradamente como la atmósfera, contaminada por las densas humaredas de las ciclopeas factorías, tenía un aspecto cadavérico. Ríos de lava surcaban su superficie en muchos puntos, y se sabía que el Mechanicum empleaba aquella poderosa capacidad calorífica para dar vida a sus fabricas, que cubrían practicamente toda la superficie del planeta. 

Auspex, informe - dijo con voz firme una Vice Almirante que no había tenido tiempo ni para asearse, unicamente para curar las heridas que había sufrido durante el combate. Demasiados horas supervisando las reparaciones, conteo bajas y desaparecidos, coordinando la flota, reuniones con los mandos de los regimientos, que a cada cual le traía una queja distinta cada hora. Ni el Lord General había tenido un momento de respiro ante la situación, pero así era la guerra. Los soldados no se quejaban cuando morían, y los altos oficiales y tacticaes se las veían con un sin fin de papeleo y burocracia, enterrando sus cerebros en manuales de estrategia de generales que ya no quedaban ni el polvo de ellos. 

El sondeo no tardó en darse, y el oficial de sensores informó - Almirante, parece que nos esperan - bromeó de una manera un poco estúpida, lo que arrancó un alzamiento de ceja por parte de Rose. El oficial carraspeó nervioso y hundió la cabeza en la pantalla que tenía delante - Detecto una flota al completo, toda atracada en las estaciones en órbita y astilleros. Los cogitadores están evaluando las heráldicas, pero puedo decirle, que hay seis arcas, el "Kilchattan", "Deccan", "Hierro", la "Chispa Ardiente", el "Gaspee" y el "Tirano" - se humedeció los labios, contando - sus flotillas al completo de naves auxiliares y de escolta, cruceros modelos Lunar y Gótico en su mayoría - y entonces abrió los ojos de par en par - por los anillos de saturno

Ricinus, que lo miraba atenta, apretó la mandíbula - el "Roca de Argyle" y el "Klinoromía" - el oficial asintió - esa cabrona de Dering los ha convencido; todo lo que sea por proteger sus forjas y dejando que el resto nos partamos el culo a un sistema de distancia - apretó la mano tan fuerte por la rabia que la embargaba que varias grapas se le saltaron del hombro por la tensión de sus músculos, volviendo a sangrar - siga

Pues, son dos barcazas de ataque astartes, con dos cruceros de escolta cada una y varías fragatas, no me compete a mi decirlo señora, pero puede que haya dos compañías al menos, por nave

Deberían ir tres, pero dudo que hayan traído tanto consigo, aunque siendo sus buques insignia - bufó sin terminar la frase, cabreada - avante toda, preparen una lanzadera, iré directa a reunirme con Dering ¿su nave esta? 

 

Si señora, estación Xonus 

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Horas más tarde, tras la llegada de la maltrecha flota Imperial, la Vice Almirante, acompañada de una nutrida escolta de marinos de su propia dotación, aterrizó en la estación. Su grupo recorrió los pasillos dando grandes zancadas e ignorando a la miríada de adeptos que los seguían, que alzaban los brazos, tratando de detenerlos en vano hasta que Ricinus dio con lo que buscaba, Skitarii. Una escuadra preparada y en formación frente a una gran portón, protegiendo la reunión o a la fabricadora. 

Abran, es una orden - dijo Ricinus con el ojo derecho temblando por la furia que la dominaba. Su uniforme, otrora blanco y puro, ahora estaba manchado de sangre y aceite, no tenía ninguna necesidad de cambiarse sino de arremeter contra quien parecía no ser tan leal después de todo - Abran - repitió ante la impasible actitud de los Skitarii que solo supieron enfocar a la almirante con sus sensores cibernéticos, que zumbaban curiosos. La tensión iba en aumento y la saturniana desenvainó su sable naval. La respuesta por los guardianes de la puerta no tardó en darse ni una fracción de segundo, y pronto sus armas estaban en sus manos y apuntando a la almirante y sus hombres, que, sin titubear, hicieron lo mismo. Claramente estaban en inferioridad, tanto en número como en tecnología, pero a juzgar por la actitud de Rose Ricinus, en arrojo no eran superados - Abran - repitió por tercera vez con los dientes apretados, activando la célula de energía que alimentaba la hoja de su espada, provocando que el olor a ozono hiciera acto de presencia. 

Sin embargo, antes de que la tensión estallara por los aires, la enorme puerta se abrió con un estruendo que hizo justicia a su edad y tamaño. Un astartes, en servo armadura, en dos tonos de azul, partiendo la armadura en dos con los diferentes tonos hizo acto de presencia - ¡Vaya vaya! ¿qué tenemos aquí? - dijo una voz firme, que sonaba como el chasquido de un relámpago, pero a su vez, destilaba carisma y optimismo. El pelirrojo marine, con varias tachuelas de de veteranía y la heráldica propia de un señor de capítulo estaba en medio, apartando Skitarii como quien aparta ramas de árboles que entorpecen su avance - Vaya, una Vice Almirante, creo que no nos conocemos, pero soy el Primer Capitán de los Señores del Relámpago, Duncan, para serviros - dijo jovial e incluso servicial, provocando que la tensión se disipara con tanta facilidad, que muchos, Rose incluida, se sintieron como niños pequeños ante un padre abierto y bonachón - algo me dice que no estaba invitada para esta reunión, pero ¿sabe? me han chivado que vienen del vecindario, y a juzgar por su estado, han tenido un día duro ¿me acompaña? - y poniendo el brazo en jarra, Rose, envainando su sable, tomó el antebrazo del capitán para internarse en la sala, dejando a su confusa escolta en el exterior.

Una vez dentro, Rose pudo verlo con sus propios ojos. No solo estaban los Señores del Relámpago, sino los Caballeros Lophostrix, con el primer Capitán Zarthost allí presente; él no se había presentado, sino que Duncan lo hizo, introduciendo a los otros oficiales, mencionando sus nombres uno por uno y en orden de menor relevancia a mayor. También se encontraban varios Coroneles de las fuerzas de Drafeliv, humanos todos ellos con alguna mejora y dos líderes de cohorte Skitarii. Por supuesto, la fabricadora Dering estaba en medio, como si observara una reunión de moscas que la molestaran. Si tuvo alguna queja con la intrusión de la Vice Almirante, no dijo nada, pero sus culebras mecánicas que surgían de su enorme espalda no paraban de chasquear y atacarse unas a otras; estaba ¿furiosa?

El silencio dominó la sala, y la proyección holográfica del centro de la sala mostraba a Drafeliv en todo su esplendor, y lo que parecían ordenes de despliegue y estrategias de defensa del mundo ante la eventual invasión tiranida - No tiene usted perdón alguno - dijo recobrando la ira de su enfado cuando Rose se quedó en el centro de la sala, y dio rienda suelta a su dedo acusador - nos ha vendido, a todos, allá en el Sistema Bilrao - los astartes se miraron con gravedad, como compartiendo pensamientos entre ellos.

Miente - la respuesta de Dering no tardó en darse, aunque su vox no transmitiera emoción alguna, al ser tan directa por un instante, remarcó el hecho de que también estaba enfadada - tiene con usted tres caballeros, la familia Crane al completo a su disposición ¿han perdido ya la guerra? - dijo con un insultante superioridad - las proyecciones estadísticas eran claras y evidentes como se lo hice ver al Lord General Aurelio Augusto Aulus, el cual decidió no escuchar. El puede sacrificar a todos sus regimientos, el Mechanicum jamás derrochará tantos activos bélicos en una guerra que solo tenía un cero punto tres ocho seis siete por ciento de probabilidad de éxito

¿Acaso metió en sus jodidas variables todas las fuerzas que tiene aquí acantonadas? ¿y que me dice de la flota? ¿y dos capítulos astartes nada más y nada menos? ¿cómo los ha engañado para estar aquí? no doy crédito, nos da por muertos y le aseguro que la guardia esta vendiendo cara su piel, como siempre hacen, mientras ustedes - no se atrevió a señalar a los astartes - están aquí, planeando sobre nuestras tumbas, cuando aún podemos luchar

Entonces fue el otro Capitán astartes quien dio un paso al frente, mirando con gravedad tanto a Dering como a Rose - ¿Nos está diciendo que las fuerzas Imperiales siguen con vida en la superficie luchando contra en gran devorador? - fue una pregunta, sincera, abierta - porque de ser así, Fabricadora Dering, nos ha mentido abiertamente al asegurarnos que el sistema Bilrao había caído por completo y traer hasta aquí al capitán Duncan y pedir que nos quedáramos más tiempo a mis caballeros y a mi - y entonces la miró a ella.

Vice Almirante Rose Ricinus ¿puede asegurar que las fuerzas Imperiales siguen luchando? ¿que el desembarco fue un éxito? ¿puede darnos el paradero del Lord Almirante Carbey? - parecía conocer las respuestas a esas preguntas, y hasta pareció que una risotada jactanciosa surgía de su inhumano vox - ya me parecía - añadió cuando Ricinus solo supo clavar su mirada cargada de bilis en Dering - esta decidido

No tan rápido - intervino Duncan, sin perder la sonrisa. Se pasó la mano por su cabello rojizo y miró a su primo - Aquí hay muchos vacíos, que me gustaría que se aclararan de una vez para poder tomar una decisión, así que, con todos mis respeto Fabricadora Dering, aún no esta decidido nada, por que como bien ha apuntado el Capitán Zarthost, usted convocó a mis hermanos de batalla, a mis Señores del Relámpago pidiendo auxilio hace un mes, aproximadamente - ante aquella cantidad de tiempo, Rose abrió los ojos de par en par, pero Duncan había previsto esa reacción, por lo que alzó la mano para acallarla - según he podido saber, la batalla por el mundo colmena Nugratis fue hace cuatro días. ¿nos ha filtrado información falsa a posta? ¿desde cuando sabían de la amenaza tiranida? 

El estupor quebró la sala, los Coroneles de la guardia Drafeliviana fueron los primeros, los lideres de Cohorte, en cambio, ni reaccionaron, y Dering calculaba sus opciones - No pidieron esa información y no se les concedió. Hagan las preguntas correctas la próxima vez - Duncan reaccionó con una estentórea carcajada cargada de sarcasmo, mientras Zarthost alzó la ceja con incredulidad - la amenaza tiranida era conocida, y los cálculos no mienten. Drafeliv es más importante para el sector que Nugratis. Es un hecho, es imperativo que sobreviva este mundo si queremos seguir adelante, si sus marines quieren estar listos y sus naves preparadas. Esta decidido - repitió.

Para nada esta decidido, que confiados hemos sido con usted y sus astilleros, que nos tienen varados aquí desde hace tres semanas con unas reparaciones interminables - parecía que todos habían jugado al vals de Dering, pero lo que esta no había previsto fue que sobrevivieran elementos de la armada Imperial al ataque a Nugratis. Ese margen de error que decidió aceptar como algo asumible le acababa de estallar en la cara - Por favor Vice Almirante, cuéntenos lo sucedido en Nugratis, y asegúrese de traer consigo, y de inmediato, los registros de la batalla, por el momento, que sus naves atraquen, sean reabastecidas y reparadas de urgencia; algo me dice que iremos a la guerra.

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25/10/2020, 13:14
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+++ Interior del sistema Bilrao+++
+++ Planeta Nugratis +++
+++ Desierto Meridional +++

A pesar de ser un desierto, los tiranidos no habían tardado demasiado tiempo en, las zonas más infestadas como eran las cercanas a las dos principales colmenas del planeta, erigir sus nauseabundas estructuras. Chimeneas esporas, que se contraían con espasmos cada quince minutos y expulsaban a la atmósfera sus aberrantes excreciones; tubos fumarolas vomitando vaharadas de humo verdoso, aumentando la temperatura de Nugratis. No se veían más de las típicas estructuras, salvo que uno se internara aún más dentro de aquel horrendo lugar.

Las piscinas de digestión estaban relativamente cerca unas de otras, con enjambres devoradores yendo de un lado para otro trayendo consigo criaturas de todo tipo; cadáveres humanos, restos biológicos e incluso miembros de los cultos genestealers; híbridos, humanos favorecedores de los rebeldes; en definitiva, todo lo que tuviera una parte por billón de materia orgánica, era vertido a los lagos de color verde iridiscente.

Un grupo de guardias tiranidos avanzaba pesadamente hacía el interior, como patrullando. Sus patas iban levantaban polvo con cada poderosa pisada mientras que unos ojos oscuros observaban como avanzaban alejándose del lugar. El Hermano Sargento Lucio fue el primero en salir. Su armadura artesanal con el símbolo de la Guardia del Cuervo no brilló, pero se hizo visible. El resto de sus hermanos también hicieron acto de presencia. Phidias, de los Injuriadores con el bolter Stalker preparado. Takany, de los Aves de Presa, el único explorador, había aparecido en lugar opuesto y señaló en una dirección. Steintreter, de las Alas de la Tormenta, el apotecario de la escuadra, asintió al explorador y reclamó la atención de Azrael, de la Guardia Negra, que llevaba las bombas de fusión en cada mano, listo para prepararlas, mientras que el ultimo miembro de la escuadra Tenebris, Lyting, de las Águilas Llameantes, jugueteaba con varias granadas nova mientras vigilaba la retaguardia.

La escuadra Tenebris se movió sin emitir ruido alguno, apoyados por stummers y perfeccionados por el sigilo que caracterizaba a todos ellos. No era una casualidad que todos fueran expertos en sigilo, todos compartían la misma ascendencia. Corax era el padre genético de todos ellos. Ni tan siquiera hablaban por el canal de escuadra, todos sabían su cometido y parte de su perfeccionamiento los había avisado de que la hora había llegado sin si quiera consultar sus cronos. Avanzando y colocando cargas en puntos estratégicos de la zona, uno a uno fue activando los contadores de sus bombas de fusión.

La escuadra Ferrum se hallaba a varios kilómetros de la posición de Tenebris desatando un infierno contra los tiranidos. El Hermano Sargento Admund, de los Manos de Hierro estaba disparando con su bolter pesado con munición kraken destrozando a varios guerreros con su certera salva. Kerameikos, el apotecario y portador de un rifle de plasma, disparaba en sobrecargado contra una marabunta de gantes que trataba de flanquearlos; el azul y dorado del emblema los Leones Celestiales brilló con intensidad por sus disparos. El tecnomarine Karlik, de los Señores de Hierro, partió en dos con los servo brazos de su servo arnés a un genestealer que saltó contra su hermano Schwalach. El Templario Negro negó con la cabeza y abrasó con su cañón de fusión, el cuerpo de un lictor que saltaba por detrás del tecnomarine – en paz – dijo con gravedad y sin humor alguno. Searcy, de los Amos de Protelo no dijo nada, solo soltó una áspera carcajada mientras disparaba una bola gigantesca de plasma con su cañón friendo a gran cantidad de termagantes que les disparaban con sus armas biológicas. El que quedaba, el hermano Rahotpe aguardaba pacientemente con su lanzamisiles preparado para cuando apareciera algo de mayor tamaño que fuera digno de derribar. El Heraldo de Ultramar tenía la vista puesta en el cielo, donde la escuadra Venator se la jugaba en las alturas.

La noche era algo fría en las alturas. Garras y quitina se daban de bruces contra acero y ceramita. Los marines de la Deathwatch iban maniobran en el aire, dando cortas y precisas descargas con sus mochilas a reacción, aguantando en el aire todo el tiempo que necesitaban. Si Ferrum se encargaba de la distracción terrestre, Venator de la aérea; el problema fue que habían atraído a tanto tiranido, que estaban superados.

El Hermano Sargento Mao Fu, de las Cicatrices blancas acababa de partir por la mitad a una gárgola mientras que con un disparo de su pistola de plasma le quitaba al Hermano Blaine otro gante alado que tenía en su espalda. El Ángel Oscuro se lo agradeció terminando de atravesar con sus garras relámpago al guerrero tiranido alado con el que se batía en duelo. Graveline, el Pantera Blanca, descendió desde gran altura con los retros apagados cargando contra la enorme mole que era el Harridan, atacando su enorme y blindada espalda con su lanza de energía. Sobre aquel enorme tiranido también estaba el hermano Jomei, de los Contendientes; su puño de combate no dejaba de golpear y la criatura se quejaba por ello, tratando de maniobrar para zafarse de los dos marines que no le daban tregua. Sus fauces se abrieron dispuesto a devorar al quinto integrante, el hermano Abiditaan, de los Novamarines. El tecnosacerdote estaba levitando gracias a las bobinas Magleb mejoradas; en vuelo sostenido y preparado. Cuando el Harridan estuvo a un segundo de devorarlo, este levitó lateralmente y colocó el hacha del Omnissiah en horizontal, con la palma de la mano izquierda extendida haciendo de tope en la asta del arma, aprovechando de ese modo la velocidad del tiranido en su contra, y atravesando de lado a lado en sentido longitudinal. El apotecario Kreuzer, de los Grifos Dorados, apoyaba su sargento contra la marabunta de gárgolas, cortando con su espada sierra a todo lo que se ponía en alcance a la par que maniobraba con gracilidad.

La distracción aérea era un éxito, pero pronto se verían superados si Tenebris y Scissa hacían su trabajo, las fuerzas xeno que deberían estar asediando la colmena Yhemek, habían acudido para repeler el ataque de la Deathwatch.

Los últimos, la escuadra Scissa, se encontraba en otro punto distante, algo alejados de las estructuras tiranidas y en mitad del desierto, pero los mantifex no habían tardado nada en acudir a su posición. Los túneles que seguramente construiría algún trigon eran usados por estos, y tras ellos venían más xenos. El Hermano Sargento Caronte, sacerdote sanguinario, exhortaba a los suyos a defender el circulo. Su pistola de fusión acababa de vaporizar a un mantifex tiñendo de icor ácido el emblema de los Ángeles Sangrientos de su hombrera derecha. Marcio, de los Ángeles Escarlata, no dejaba de llenar de llamas con su lanzallamas pesado el túnel principal, recibiendo con promethium ardiendo a los que se atrevían a salir de ahí. Renzull, de los Desgarradores de Carne estaba siendo asediado por incontables gantes, pero él los ignoraba disparando su cañón de asalto contra un trio de guerreros que acababa de surgir de un túnel secundario; su armadura de exterminador lo protegía de los tiranidos de menor tamaño, pero Pat, de los Caballeros de Sangre, iba acabando con ellos con sus espadas sierra gemelas. El capellán, Groffudd, de los Caballeros del Cáliz, se unió a Caronte, destrozando con su cruzium a los que trataban de superar el circulo, pues, en el centro del mismo, estaba Mattos, el bibliotecario de los Ángeles Descarnados. Su armadura azul estaba impoluta, sus hermanos hacían muy bien su trabajo. Segundo tras segundo, estaban siendo superados, pero no podían romper la concentración de Mattos, que estaba haciendo de faro psíquico atrayendo a todas las fuerzas tiranidas que pudieran, apoyando así a Venator y Ferrum, y dejando vía libre a Tenebris.

El suelo tembló bajo los pies de Scissa, y Caronte supo al instante lo que era, el enorme trigon hizo acto de presencia con un rugido ensordecedor que vio eclipsado por media docena de explosiones que hicieron que, durante una fracción de segundo, el cielo se iluminara.

La voz de Lucio sonó por el canal de todas las escuadras – Retirada, punto omega – y con esas simples palabras, todas las escuadras comenzaron la extracción. Habían tenido suerte hasta ahora, puede que en la retirada no fuera así. La escuadra Scissa tendría que luchar si querrían salir con vida de allí, o al menos, de tener una oportunidad. La sed de sangre empezó a hacer acto de presencia en los hijos de Sanguinius.

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20/12/2020, 19:11
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La canción de dos docenas de cadenas arrastrando por el suelo era lo único que se escuchaba dentro de aquel cuartucho, en el sótano de un edificio del anillo exterior de la colmena, cerca del muro. Hacía ya más de media hora que el asedio había terminado, y el eco de los disparos ya no llegaba, solo había una tensa quietud. Los veinticuatro miraban al suelo mientras iban andando en circulo, doce en sentido de las agujas de un chrono antiguo, y otros doce en el opuesto. Iban arrastrando los pies con pesadez en aquella procesión sin destino, sus respiraciones estaban sincronizadas y solo les quedaba esperar.

En los pisos superiores, una puerta se encontraba cerrada a cal y canto, con dos soldados de los Recios flanqueando la entrada y vistiendo una armadura de color negro, "Los Cancerberos", una pequeña unidad con un propósito claro, velar por la seguridad de los sancionados y del resto cuando el elegido era incapaz de recuperar el control de si mismo.

En el interior de la habitación la iluminación era realmente precaria, los globos de luz estaban apagados y solo el calor de una serie de velas lograban arrojar algo de luz al lugar. Sentado frente a una mesa de madera finamente tallada con filigranas en pan de oro y en el centro, el águila bicéfala, una figura encapuchada cerraba un incensario con cuidado y lo depositó a un lado dejando que el aromático humo empezara a inundarlo todo. Sobre el escritorio, una máscara le devolvía una mirada vacía a su observador, el cual, acababa de espolvorear ceniza sobre un recipiente que tenía a su derecha, removió el contenido del mortero mezclándolo bien. Al terminar, dejó el pisón sobre una toalla para no manchar la mesa y cogió el recipiente de cerámica negra y un pincel. Lo embadurnó bien para luego retirarlo dando dos golpes sobre el borde del cuenco para quitar el sobrante, y empezó a aplicar aquel ungüento sagrado sobre su máscara. 

Con gestos delicados y precisos, poco a poco fue cubriendo la superficie de metal mientras se dejaba embriagar por los olores. El aceite, el olíbano y la mirra anegaron rápidamente sus fosas nasales cuando inspiró con fuerza, y el encapuchado suspiró cerrando sus ojos exhalando el aire de sus pulmones. Sus labios empezaron a moverse, recitando versos que no podían ser escuchados por un humano normal y las palmas de sus manos se juntaron frente a su plexo solar. Su respiración pareció detenerse por completo.

Poco a poco la temperatura de la habitación fue descendiendo gradualmente, a un ritmo lento pero constante. Los pergaminos crujieron cuando se empezaron a helar y las velas, que habían aguantado bastante, pronto se extinguieron dejando que sus finos hilos de humo ascendieran para arremolinarse en el techo junto a la fumarada provocada por el incensario. 

La concentración que poseía había alcanzado la comunión perfecta entre su alma y la dimensión maldita, y la primera abandonó su cuerpo físico. Las leyes de la realidad ya no lo encadenaban, y poco a poco fue ascendiendo, observando todo cuanto le rodeaba. Soldados fatigados retirándose de las murallas, medicaes tratando de salvar a los que el Emperador les había dado otra oportunidad, cadáveres de xenos que se contaban a millares, oficiales coordinando la incineración para negar al gran devorador algo de sustento. Ya había superado gran parte de los edificios que rodeaban la aguja principal. Miró al desierto y vio muchas motas doradas rodeadas de una negrura que parecía eterna, los tiranidos con vida, carentes de alma y emociones, no dejaban huella en la disformidad. Eran como una sombra indefinida que acababan de lograr extinguir uno de esos faros dorados. Aquello fue un golpe para su psique, pero se obligó a no pensar en ello y miró al cielo.

Ahí estaba, el ruido, las millones de garras arañando el cristal que era su mente en ese momento. Conforme más ascendía, más intenso se hacía, pero tenía que hacerlo, estaban a ciegas y necesitaba conocer el estado del sistema estelar. Superó las nubes y llegó a la órbita. El dolor se hizo presente, notaba como su cerebro sangraba, como su instinto de supervivencia le imploraba por volver a la realidad, pero tenía que cumplir su cometido. De tener mandíbula habría apretado tanto los dientes para sobreponerse, que varias piezas dentales se le hubieran quebrado por la presión.

El primer circulo fue sacrificado, y su luz envolvió al psíquico de los Recios dándole unos instantes de aguante, los cuales aprovechó para salir de orbita a gran velocidad y observar con su tercer ojo como los demás mundos eran cascarones vacíos y como el grueso de la flota ya se acercaba a Nugratis. Sintió la voracidad de la mente enjambre, percibió como miles de dientes  trataban de devorar su espíritu y la locura parecía abrazarle al quebrar el cristal. 

El segundo circulo fue sacrificado, y como si tuviera una cuerda atada a su cintura, fue devuelto a la realidad en un segundo, a la velocidad del pensamiento. Veinticuatro almas para salvar a una, que al volver a su cuerpo físico, lo hizo con tanta violencia que la silla se partió y cayó al frío y congelado suelo. Sangraba por los oídos, la nariz, la comisura de sus labios y lagrimales. Lo había conseguido, algo de información, y el eco de un mensaje distante. La ayuda estaba encamino, pero era complicado para él tomarse aquella noticia como algo bueno, una amarga sensación le embargaba el corazón, se había notado observado en todo el proceso, pero no había sido capaz de ver nada en ese sentido, era un ¿palpito? no tenía manera de comprobarlo.

Se tomó varios minutos para poder levantarse, se notaba destrozado, le dolía cada fibra de su ser, pero aún así fue capaz de coger su máscara. La miró con los ojos ensangrentados, y se la colocó antes de salir de la habitación. Tras pasar el quicio de la puerta, y sin mirarlos, habló con voz ronca que sonó distorsionada por el voco-emisor implantado en su máscara - Tengo que ver a Northwode, puede que tengamos algo de esperanza - y se marchó flanqueado por los Cancerberos mientras era incapaz de quitarse ese palpito de encima - puede - incluso le pareció que hasta ahí, en el mundo real, estaba siendo observado.

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25/01/2021, 10:52
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La taza de cafeína ya no humeaba, se había quedado fría y cuando Northwode le fue a dar un trago, se dio de bruces con aquella asquerosa realidad que le provocó una mueca de disgusto. La dejó donde estaba, suspiró y se volvió a reclinar sobre la montaña de libros y placas de datos que tenía rodeando el escritorio. No tener apenas tacticaes a su disposición hacía que el trabajo se le hubiera multiplicado por diez; la falta de personal preparado y experimentado hizo que Northwode apenas pudiera delegar, y solamente estaba contando con las "jóvenes" promesas que había sobre el terreno, aunque una de ellas, parecía haber cometido un grave delito. 

Con el rabillo del ojo vio la placa de datos donde estaba toda la lista de las ejecuciones tras la investigación de los miembros del Officio Prefectus. No se pudo reprimir y la repasó, por cuarta vez en aquella noche. Los Recios parecían llevarse el mayor precio en cuanto a números, todos eran soldados rasos, elementos prescindibles, pero en la columna de los Hidalgos de Brabant figuraba alguien importante. Expulsó el aire de sus pulmones amargado, imaginando las reacciones de Silva Brabant y, por supuesto, de su rival Vimaranes. Esos nobles podrían resultar un dolor de huevos importante, pero el motivo por el que Northwode decidió frenar todas las ejecuciones fue uno muy simple, uno contemplado en un artículo olvidado por todos, un estamento que daba la potestad al máximo oficial para frenar ejecuciones si entendía que podría afectar a la moral de la tropa de un modo irreversible. El Lord Comandante había pasado demasiados años cerca de brilarienses, y esa fe ciega por sus maestros de Sakto, fe y devoción, era algo que no podía ser tomado a la ligera.

Repasó nuevamente las declaraciones, no podía reprochar nada a la investigación, estaba bien hecha, habían preguntado a todos menos a los supervivientes de los Hidalgos, y de los Recios solo se mencionaba a la Sargento Ledesma por haber sido interpelada por una de las hermanas. Ellas si que habían sido entrevistadas, y no podía reprocharles nada, por los videos y declaraciones escritas que leyó, eran impecables y demostraban lo que ya se decía de ellas, pragmáticas al ciento por ciento, confiables, directas y sin un ápice de mentira. Todas coincidían en sus declaraciones, no era como las de los Khard Mayners, aquello era un cristo a falta de una palabra mejor. Fuere como fuere, no había caso, no habría juicio ni nada que se le pareciera, solo una ejecución. Pasó de pagina en la placa de datos y volvió a la lista de condenados suspirando nuevamente.

Perdido en sus pensamientos, con la mirada clavada en aquel nombre, la puerta se abrió dejando entrar la luz del pasillo central al despacho que ocupaba. Las figuras de tres comisarios cruzaron el quicio de la puerta sin ser invitados. Northwode lo miró con hastío, al que iba en medio, a Percival. La proporción de granos en el culo en los altos rangos del Astra Militarum empezaba a ser una auténtica pesadilla.

La ejecución tiene que darse, es una humillación para el Officio Prefectus y todo lo que representa, nos esta dejando como auténticos inútiles - empezó sin ambages y con el brazo liberado de su cabestrillo aunque aún vendado - Lord Kungel será informado de inmediato de su intromisión - aquella amenaza provocó una cansada sonrisa en los labios de Northwode.

¿Su brazo esta mejor? - preguntó mirando fijamente a los ojos de Percival - parece que si, aunque no entiendo porque lleva la venda - el ceño del comisario se frunció y su mirada se afiló - me alegra verle mejorar Comisario Percival, aunque no haya sido invitado ni tenido la educación suficiente como para llamar a la puerta - los otros dos comisarios se tensaron y envararon sus espaldas con los puños apretados - creí haber dejado clara la situación, invoqué un artículo que ustedes suelen hacer que no existe y lo he aplicado en la posición que ostento

¡Los maestros de Sakto y toda su parafernalia son una organización ilegal! - protestó interrumpiendo a Northwode y provocando que este, parpadeara con lentitud haciendo acopio de toda su paciencia, aunque imperceptiblemente, había deslizado su mano derecha por debajo de la mesa. Ese gesto no lo vio ninguno de los tres encendidos comisarios - ¡Lord Kungel tendrá todo preparado para declararles ilegales y que sean retirados todos sus privilegios! ¡Solo hay un Officio Prefectus! ¡no necesitamos organizaciones paralelas para contentar a esa panda de pijos! - vociferó fuera de si, con el rostro enrojecido tras la humillación que había sufrido horas antes cuando se llevaron a la rea para poder rezar.

Lord Kungel no esta aquí, el mando máximo soy yo, la cúpula entera, y como verá, me esta haciendo perder el valioso y escaso tiempo del que disponemos para organizar la defensa de esta colmena condenada a una muerte que me niego a aceptar, así que cierre el pico, y vaya a hacer algo útil por una vez en su absurda vida ¿me entiende comisario? ¿se lo pongo por escrito? la moral esta por los suelos y están perdiendo el tiempo en este asunto zanjado en lugar de velar por el ánimo de los soldados. 

Esto no quedará así - respondió señalando con dedo acusador a Northwode - no quedará así, se arrepentirá de sus palabras, aunque me vaya la vida en ello, se ha ganado un peligroso enemigo - y tras aquella amenaza, pronunciada con lengua de serpiente, Percival y sus dos acompañantes se marcharon con paso firme.

Cierre al salir, gracias - fue la despedida de un calmado Lord Comandante cuya mano se había quedado firme en la pistola láser de emergencia que tenía bajo la mesa, viejas costumbres que se negaba a dejar atrás.

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25/01/2021, 19:12
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Las reparaciones del "Castigador" ya estaban practicamente terminadas, pero no daría tiempo a que se completaran. Ambos capitanes, Duncan y Zarthost habían sido bastante claros, en veinte horas Terranas zarpaban con todos sus destacamentos y flotas auxiliares, apoyadas por las fuerzas drafelivianas y unas pocas del Mechanicum, estuviera o no la flota de Ricinus lista para partir. Aquello no fue del gusto de la Vice Almirante, pero el Lord General había estado de acuerdo con ellos. Las palabras aún resonaban en su cabeza, con una mezcla de culpabilidad y orgullo herido.

Vice Almirante - empezó el avejentado y experimentado alto oficial de la Guardia - no se cual es el estilo de la Armada, puede que necesite que todas sus naves estén limpias, pulidas y con cada perno en su sitio. Bien, así no trabajos en la guardia, si te pillan con solo los calzones puestos, coges tu maldito rifle láser y sales a combatir al enemigo. Me sorprende que usted no lo sepa, pero el enemigo no espera a que estemos preparados, no conocen el honor ni nada por el estilo, por eso, a un buen guardia más le vale estar preparado, porque de lo contrario, no durará ni un miserable día. Partiremos en veinte horas, estén como estén sus naves, con ellas o sin ellas, me da igual, y antes de que se pudiera atrever a decirme que controla a los transportes, ya le puedo decir que tengo a sus capitanes cogidos por las pelotas, así que se vendrán conmigo, transportando mis regimientos, a librar mi guerra - todos esos mi no iban para ella, sino para ambos marines. Duncan sonrió enternecido y Zarthost solo lo miró con ojos desapasionados. El único que tuvo un mal gesto fue Vimanares, pero no dijo nada, solo compartió una extraña mirada con la tacticae Saye.

Rose no sabía como, pero había llegado al Enginarium. Ensimismada en sus pensamientos, tratando de sanar su orgullo. Un eco de cientos de voces le llegó amortiguado por las enormes paredes de la sala de maquinas de su navío. Reconoció la canción y sonrió con cierta alegría. Se conocía bastante bien su nave, por lo que en seguida cruzó la puerta que debía y se encontró con los cientos de niños de la nave trabajando mientras cantaban aquella dichosa canción. El sobrecargo estaba enseñando a una joven a ensamblar los diferentes componentes que con el trabajo de otros se terminaría por convertir en alguna bomba de vacío para un reciclador de aire o algo similar. Varios adeptos del mechanicum vigilaban los trabajos con inexpresivos ojos hasta que el sobrecargo reparó en la Vice Almirante y se levantó corriendo para ir hacía ella con ese extraño garbo por culpa de esas cortas piernas. 

Los chicos no dejaron de cantar, repitiendo aquellos movimientos una y otra vez, aprendiendo el duro oficio de tripulante de una nave, donde nacieron y seguramente morirían sin haber respirado el aire puro de un planeta o sentido en sus pies la firmeza de la tierra húmeda. No era una vida que ella deseara para nadie, pero así eran las cosas en el Imperio del Hombre, no había igualdad ni justicia, si te tocaba nacer como un esclavo operario, morirías como tal.

Señora ¿qué hace aquí? - le preguntó el hombrecillo que se había quitado el gorro y lo apretaba con ambas manos frente a su pecho, un gesto de culpa y temor. Era bastante más bajo que ella, muchísimo, le llegaba por la cintura, y se veía obligado a mirar hacía arriba forzando su encorvada espalda. Tenía el rostro sucio, y los surcos de sus arrugas, que denotaban su avanzada edad, estaban tan llenos de aceite de motor, que practicamente era su piel. La barba debería ser gris, pero le ocurría lo mismo que a su piel, años de trabajo y ambientes infestados de aceite la habían tintado de manera permanente, para alguien que no lo conociera le parecería que acababa de salir de un cubo de lubricante para motor.

Es mi nave, puedo ir donde me plazca - la agría respuesta de Ricinus arrancó un respingo de pánico en el hombre, pero ella sonrió - no hay ofensa, tranquilícese Rory, quería saber como estaba la nave, las reparaciones, ¿la nave aguantará la lucha?

Mi señora... - respondió - ya sabe usted que no se me esta permitido...

Venga Rory, se muy bien que te han vuelto a pillar husmeando entre las placas de datos de los adeptos y toqueteando donde no te dejan - algo de rubor asomó por sus mejillas, o eso parecía, con tanta negrura en su rostro era difícil verlo con claridad - venga, desembucha, nos conocemos desde hace mucho.

El sobrecargo suspiró y sonrió con cierta suspicacia, cogió un taburete, se subió a él para poder llegar al oído de la Vice Almirante evitando ser escuchado por los adeptos, que lo miraban fijamente - la nave aguantará, es dura, pero me preocupan las cubiertas inferiores... he estado mirando y están usando soldaduras rápidas, mientras que en las interiores, de las buenas, ya sabe, lentas, cuesta más fundirlas porque el metal es más duro... debería ser al revés mi señora, pero a mi no me escuchan, ¿qué sabré yo? - y se encogió de hombros.

Rose torció el gesto, y maldijo en silencio a esos cabrones del Mechanicum y su monopolio de la tecnología. No podía en duda su fe ni los espíritus maquinas, pero que no dejaran que aquellos que habían nacido con un talento natural para la maquinaria, le resultaba agobiante. Sabía que podía confiar en Rory - gracias, me imagino que será lo de siempre ¿no? el adepto A dice una cosa, el B la otra y sus egos les impide coordinarse - el sobrecargo asintió sonriente y se colocó la gorra sobre su pelada cabeza - vuelve al trabajo, me encargaré de esos cabeza tostadora - y se marchó de ahí con paso rápido, intentando solucionar lo que le había dicho. 

 

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08/02/2021, 18:17
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+++ Orbita de Nugratis +++

El espacio se rasgó con violencia y se convulsionó repetidas veces vomitando nave tras nave. El inmaterium no quería saber nada de ellas y la abrupta salida del espacio disforme al real, fue una maniobra arriesgada y descabellada, pues dejaron a toda la flota a muy corta distancia del planeta que debían proteger. Las barcazas de los marines espaciales iban liderando la marcha con sus naves auxiliares, seguidas de cerca por las naves de la Vice almirante y las que el Mechanicum había cedido en contra de su voluntad.

Nadie en su sano juicio se hubiera lanzado en aquel salto con tan poca capacidad de maniobra, pero los Caballeros Lophostrix habían tomado el control de ese punto del plan, la inserción. Expertos en el combate naval, aquellos marines espaciales se ganaron la confianza de todos gracias a su historial de ataques relámpago sobre el enemigo, saliendo del espacio disforme prácticamente en la boca de las flotas o defensas enemigas que iban a asaltar; nuevamente demostraron de que eran capaces, y la Vice Almirante se encontró sorprendida de aquella maniobra. 

La flota de ataque Imperial había salido con todo preparado, y pronto la distancia que los separaba de los tiranidos que justo habían llegado al planeta, se llenó de torpedos, naves de ataque y bombarderos. Los cañones nova dispararon en sucesión a lo que sería su distancia corta de acción, y la flota tiranida empezó a virar para hacer frente a la nueva amenaza que no habían previsto. Esos minutos de sorpresa, como cuando un cazador pilla a su presa comiendo, fueron letales para los xenos, y sus bajas se contaban a millares de naves pequeñas y docenas de las de medio y gran tamaño. A pesar de todo, el golpe dado no fue devastador, pero se estaba abriendo la brecha que necesitaban para que los transportes, que iban al abrigo de las naves de combate, pudieran hacer su maniobra de desembarco y salir de ahí aprovechando el pozo de gravedad de Nugratis.

En su puente de mando, Rose iba viendo como se desarrollaba todo, dando gritos y ordenes, mirando a través del cristal blindado de su puente como la enorme esfera parda de Nugratis se iba haciendo cada vez más grande. Las barcazas de los marines espaciales iban descargando sus cañones de bombardeo contra los xenos, y reconoció para sus adentros, que aquel espectáculo era lo más bello que había visto nunca; sus líneas blindadas, su robustez y fuerza, sin duda eran naves formidables que agradeció en silencio tenerlas de su lado en esta batalla.

¡Concentren el fuego en los sectores sesenta y noventa y dos! - gritó Rose Ricinus, aferrando con tanta tensión el reposabrazos de su asiento que tenía los nudillos blancos - ¡Cubran ese tentáculo de bionaves que intentan flanquear! ¡Vulture! ¡Anima Ignis! ¡Apoyen a la flotilla del Mechanicum! - puede que el primer Capitán se llevara el mérito de la maniobra de entrada, pero bien sabía el Dios Emperador que ella se iba a llevar la gloria de la victoria - ¡Que los transportes sigan a la espera! - el puente de mando era un auténtico hervidero, voces y gritos, pidiendo correcciones de tiro, actualizaciones de estado a otras naves, avisos de enginarium, pero fue el técnico de auspex quien sacó un gesto de sorpresa del concentrado rostro de Rose.

¡Mi señora! ¡La flota tiranida se encuentra sobre los restos de nuestras naves de la anterior batalla! ¡el cogitador confirma que en el centro de la flota se encuentra el Acorazado "Amanecer Carmesí"! - se quedó pasmado este también, y tecleó rápidamente para buscar una doble confirmación incapaz de decir nada más.

¿¡Qué pasa?! - le apremió Rose, impaciente por el súbito silencio del operador de auspex.

¡CIERREN MAMPAROS! ¡CIERREN MAMPAROS! - aquel atrevimiento por parte del operario que se había levantado de su asiento y gritaba a pleno pulmón, provocó que el comisario del puente quitara el cierre de su pistola naval y la desenfundara con rapidez, Rose, en cambio, confió en el instinto del su tripulación.

¡YA HAN OÍDO! ¡A TODAS LAS NAVES! ¡CIERREN LOS MAMPAROS! - a ella si la obedecieron y las naves, una a una, hicieron caso de la orden de la Vice Almirante, pero justo cuando le iba a preguntar, Rose Ricinus fue testigo de como una estrella en miniatura hizo acto de presencia justo cuando las ventanas blindadas los protegieron del destello.

+++++++++++++++++++++

De Carbey no quedaba nada orgánico, ni músculo, ni piel, ni huesos. Carbey como tal ya no existía, los enjambres devoradores se habían encargado de aprovechar hasta la más mínima cantidad de sustancia orgánica que le quedara, sin embargo, su cerebro, lleno de implantes, había sido ignorado. Las partes mecánicas y electrónicas serían asimiladas con más lentitud, aprovechando todo lo que a los tiranidos les hiciera falta; pero Carbey, estaba vivo, en cierta manera.

No sentía nada, no tenía ojos, no tenía oídos, no sentía su piel, pero tenía consciencia, una fragmentada y algo básica, pero era todo lo que quedaba de él. Los implantes habían sido capaces de, en su comunión con el Acorazado, salvar dos partes de Carbey, el almirante que un día fue, y el inhumano odio que sintió cuando empezó a ser devorado por los pequeños devoradores. 

El "Amenecer Carmesí" sintió a su prima lejana, El "Castigador" cuando esta apareció de la nada y tan cerca. Carbey también lo sintió, pues era uno con su acorazado moribundo. Realmente no tenía mucha información, pero ese despertar, provocó en lo que quedaba de él una bilis recalcitrante que hizo lo último que quería hacer, su último deseo, abrazar al Dios Emperador llevándose consigo a toda la escoria xeno que pudiera. La nave y él hicieron su último esfuerzo, reactivaron los generadores de plasma y anularon todos los controles de seguridad iniciando un fallo en cascada. 

La mente enjambre percibió aquella súbita subida de energía como había hecho el operador de auspex de Rose. Mientras el último alertó para proteger sistemas y tripulación, la mente del gran devorador empezó a lanzar contra la nave todas las bionaves que tenía para tratar de crear una cubierta protectora de carne y quitina. Sin embargo, no fue suficiente todo lo que decidió sacrificar, y lo que quedaba del "Amanecer Carmesí", implosionó con fuerza e intensidad suficiente como para diezmar toda la flota xeno que conformaba aquel tentáculo de un enjambre aún mayor.

Carbey sintió morir su consciencia, y si hubiera podido sonreír a la vez que mostraba el dedo medio, lo hubiera hecho de buen gusto.

+++++++++++++++++++++

Aunque aquella explosión supuso la victoria para el Imperio, las naves de ataque quedaron con sistemas dañados y cegados. Serían reparaciones relativamente sencillas, pero prácticamente, iban a tener que confiar en su experiencia para poder atacar a los tiranidos que se batían en retirada del planeta. Las comunicaciones se restablecieron con el planeta, y el aviso se pudo dar tan pronto como fueron capaces de transmitir un mensaje al planeta. 

Rose dio la orden de desembarco total con el rostro algo agriado, ese cabrón de Carbey le había robado toda la gloría con aquella sobrecarga del reactor de su acorazado. Ese petulante y altanero alto oficial se había ido con toda la gloría y a lo grande, como a ella misma o a cualquier otro oficial naval le hubiera gustado. Morir con su nave en una gran batalla llevándose consigo a todos los enemigos que fuera capaz con ese ultimo acto.

La vice almirante no se permitió perder ningún segundo más en aquel pensamiento, y se centró en lo que tenía que centrarse, en la batalla que presentaban los elementos tiranidos que seguían enfrentándose a ellos mientras protegían a los transportes. Puede que la mente enjambre estuviera retirándose, pero no lo estaba haciendo a la desesperada, no, lo estaba haciendo con frialdad y cálculo, retirando las naves que estaban intactas y sacrificando las dañadas para darles tiempo. 

¡Apunten en manual maldita sea! ¡dejen de llorar y compórtense como los jodidos oficiales que son! 

+++++++++++++++++++++

Buena caza Duncan - le dijo por radio un Zarthost que observaba la situación de la batalla. Los Señores del Relámpago se desplegarían en superficie mientras que sus Caballeros Lophostrix se mantendrían en el espacio, tratando de empujar a la flota tiranida fuera del sistema. El primer capitán se encontraba en el estrategium, observando el distorsionado holograma que representaba a Nugratis, las fuerzas leales y los pocos elementos tiranidos que eran capaces de detectar. Los daños que habían sufrido en los auspex, sumados a la intensa radiación residual de la explosión del acorazado, habían dejado un hueco blanco en mitad de sus lecturas. 

La flota Imperial atacaba apuntando a ojo, guiados por escuadrones de observación que se las veían contra enjambres de "cazadores" tiranidos que intentaban borrarlos del mapa. Apenas eran capaces de proteger a sus escuadrones, las alas de ataque estaban todas protegiendo el desembarco, escoltando la entrada atmosférica y seguramente, destinados a la lucha planetaria. Se habían quedado algo desprotegidos contra intentos de abordaje, y así quedó de manifiesto cuando su nave, la "Klinoromía" pasó a alerta Primaris, varias naves tiranidas habían penetrado su grueso blindaje y estaban entrando tiranidos. 

Zarthost preparó su pistola de plasma y salió a la caza - tenemos visita Hermanos, démosles un caluroso recibimiento

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04/05/2021, 18:46
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Su jadeo solamente era respondido por el eco que este provocaba. La catedral, con su gigantesca nave central de techos tan elevados que era imposible ver donde acababa, se abría ante el "manchado", un hibrido deforme, jorobado y con tres brazos, uno de los cuales lo usaba a modo de tercera pierna, pues una de ellas estaba atrofiada y prácticamente la arrastraba flácida. El mero hecho de andar ya era un suplicio, pero tener que correr, era una tortura. El lugar estaba mal iluminado, apenas había velas encendidas, el culto había sacrificado a casi todos sus miembros y solo unos pocos habían vivido lo suficiente para ocultarse en su guarida, una milenaria catedral abandonada en la subcolmena, cuyo acceso no lo conocía nadie, ni si quiera los pandilleros que se jactaban de ser los amos y señores de aquel submundo. 

Al final de la nave, donde debería estar el pulpito, se alzaba una gigantesca estatua que vigilaba todo el ancho y largo de la catedral. La piedra, de color gris, daba vida a una deidad aberrante con cuatro brazos y lengua afilada, lo observaba con gesto firme, y el "manchado" se sintió renovado en su esfuerzo de llegar y avisar al maestro, el cual, abrió sus ojos cuando le llegó el patético jadeo de su siervo. El abultado cráneo que palpitaba a un ritmo tranquilo se alzó para observarlo desde su trono, a los pies de la deidad xeno. Su mirada denotaba una inteligencia sobrehumana, y de no ser por su aspecto orondo, infundiría aún más terror a los ojos de cualquier habitante de Nugratis.

Miamo, mi... - empezó atropelladamente, ahogándose en su saliva purpura que se vio obligado a escupir a un lado. Aquel gesto provocó que a su señor le temblara ligeramente el parpado de su ojo izquierdo - miseñormiseñor - repitió atropelladamente, incapaz de recuperar el aliento - mi señor, los humanos, los humanos, el imperio ha vuelto, la orbita esta llena de naves y nuestros amos se han marchado - parecía angustiado, aterrorizado, pero se encontró en respuesta, que su señor alzó velozmente uno de sus brazos derechos y lanzó una onda psíquica que abofeteo al "manchado", provocando que este lanzara un aullido lastimero y callera al suelo de espaldas; una imagen patética para los ojos que se iban centrando en la escena.

La voz, imperiosa y profunda, resonó en la cabeza del deforme - ¿Crees que no lo se ya? estúpido - le espetó con tal desprecio que hizo que se encogiera todavía más, balbuceando y babeando - hace una hora que mandé preparar la limusina para salir de esta ciudad infecta de infraseres como tú. Aún tenemos contacto con las otras colmenas que son nuestras, inútil ¿dónde estabas?

mi señor, lo siento - sollozó - conseguía información en la aguja - el deforme era pequeño para ser un hibrido, como un niño, cabía por túneles donde los demás eran incapaces, y el único motivo por el que el "manchado" no fue devorado por los suyos, es que aportaba bastante información al poder llegar a los lugares donde el resto de miembros no llegaban - mi señor es muy inteligente, el más inteligente de los patriarcas - poco a poco fueron surgiendo de entre las sombras más híbridos. Algunos de aspecto brutal, otros más humanos que xeno, y una que destacaba sobre el resto, la magus. Al verla, "manchado" lloró todavía más, temiéndose su aciago final - mis señores, mi amo, mi ama, se los suplico, manchado es útil, sigue siéndolo, ya verán - solo un ojo lloraba, una especie de melaza de color violáceo y que provocaba que no pudiera abrirlo, acumulándose lentamente por la horrible mejilla.

Cállate de una vez, gusano - le espetó la mujer, que se presionó las sienes - calla ese chillido tan molesto que tienes por voz - y tras quejarse, se giró levemente para mirar al patriarca, recobrando su actitud habitual - Ya esta todo listo, y los túneles despejados. Los motoristas han informado de que saldremos en mitad del desierto como así planeó, los pandilleros están entretenidos ayudando a sus nuevos amos, no tendremos problemas si salimos ya - dijo con letal suavidad la magus, que tenía un brazo alzado. Cuando hubo terminado su escueto informe, y tras compartir una rápida comunicación telepática con el patriarca, la mujer chasqueó los dedos, y al instante los porteadores hicieron acto de presencia. Cuatro aberrantes, gigantescos todos ellos, que se agacharon para coger, cada uno, uno de los extremos del trono para alzarlo como si de un palanquín se tratara. Poco a poco, la catedral se fue vaciando en silencio, nadie quería turbar la quietud que tanto deseaba el patriarca.

Todos ignoraron al sollozante "manchado" que no se había movido del sitio más que para temblar. Todos lo despreciaban, nadie quería su compañía, pero tampoco lo habían matado como este esperaba aterrorizado. Cuando finalmente se quedó solo, se giró gimoteando y siguió el rastro de su familia con penoso garbo.

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19/06/2021, 08:45
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+++ Espacio aéreo de la colmena Yhemek +++

El desembarco estaba yendo mejor de lo que se esperó; como cabría de esperar, la aeronave del Lord General formaba parte de la ultima oleada, la que ya había entrado en la atmósfera de Nugratis y que iba bien escoltada. Aurelio, solo en su transporte, observaba el frente con un monitor que conectaba directamente con todas las valquirias. Haciendo zoom una tras otra, buscando buenas posiciones de observación; fue viendo como el ataque, algo alocado a su juicio, iba surtiendo efecto. Había secciones completas del espacio puerto ya tomadas, pero una en cuestión, una de las principales, parecía en apuros, un biotitan los estaba atacando, y sonrió satisfecho al ver que las estaciones de defensa aérea estaban disparando al cielo cubriéndolos a todos - vaya panda de locos hijos de puta - dijo en voz alta negando con la cabeza, pero orgulloso. Se intentó imaginar a si mismo en la situación, tomando esa decisión, y no tuvo claro que haría, si protegerse a él y los suyos en tierra, o a los que venían. Esa diatriba duró poco en su mente, la nave se bamboleó con violencia y la voz del piloto resonó por el compartimento de carga donde Aurelio se encontraba.

Señor, agárrese, viene una bandada de guerreros hacía nosotros y un Harridan - informó con voz un tanto despreocupada, pero a pesar de ello, maniobró para evitar más xenos voladores e internarse en la formación buscando la protección de la manada. Ya quedaba relativamente poco para desembarcar.

Las naves se enfrentaban con valor a los tiranidos, derribando y siendo derribadas. Un interceptor se las arregló para destrozar en pleno vuelo a un trio de guerreros alados mientras su fuselaje se iba desmontando en pleno vuelo, docenas de gargolas arrancaban paneles, manguitos, servos y sistemas hidráulicos. Cuando perdió la capacidad de gobernar su aparto, fue directo hacía tierra, gritando a pleno pulmón, encomiando su sacrificio - ¡MORID MORID! ¡POR EL EMPERADOR! - la cabina era un festival de luces rojas y avisos sonoros de alertas. Con el rostro enrojecido, los ojos inyectados en sangre por los capilares rotos a causa del esfuerzo por mantener la palanca lo más enderezada posible, el anónimo Leroy, capitán, aceptó su muerte y decidió irse por todo lo alto.

Otro grupo de combate, varios escuadrones de aeronaves de todo tipo, iban a tacando al Harridan con todo lo que tenían. Pasada tras pasada lograban arrancarles partes de su cuerpo, músculo y quitina, salpicando el cielo con su vil icor oscuro. Aún con toda la artillería Imperial centrada en él, el enorme xeno iba partiendo en dos transporte tras transporte gracias a su gigantesca boca llena de dientes. Nadie quiso contar cuantas vidas se había cobrado aquella abominación - ¡Tenemos que pararla de una vez! ¡Escuadrón! ¡formación de punta! ¡iremos de frente! - ordenó el jefe de ala, un tal Quincy que se había quedado en tierra tras el primer desembarco.

Mientras la zona de combate no tenía respiro alguno, en la cola del desembarco, literalmente, las ultimas naves, un extraño grupo de valquirias iba cogiendo velocidad, velocidad de ataque parar ser exactos. Eran cinco valquirias en total, una Vendetta, tres Vulture y una estándar; todas ellas de color negro, sin numeración en el fuselaje ni emblema alguno. Negras como la noche, como lo eran sus intenciones. 

Líder obsidiana, armas preparadas - fue la orden dada del piloto que estaba al mando del escuadrón, concretamente en la cañonera Vendetta, donde una figura de color negro y tez blanquecina avanzaba con dificultad por el interior hasta que llegó a quedarse justo tras la cabina de mando, por donde pudo ver, a través del blindado cristal, como las tres Vulture adelantaban el aparato en el que se encontraba. La pantalla táctica del artillero atrajo su mirada, y entornó los ojos señalando con su mano enguantada lo que le interesaba, aquel punto dorado que se veía con claridad.

El artillero se apartó levemente para que el brazo pudiera alcanzar la consola y permitir así que su dedo presionó la misma, iniciando la demarcación de objetivo. El pitido de confirmación y un mensaje de alerta salió en pantalla:

Confirme - dijo el de negro al artillero, el cual, sin vacilar, marcó el objetivo y el ordenador de abordo lo identificó y fijó. Apartó la mirada de la pantalla y observó su presa, como se acercaba a ella cada vez más, como sus vulture, leales a él, lo iban flanqueando como si fueran su nueva escolta, aquel ostentoso "pájaro" de color dorado donde iría ese Lord General que debía ser quitado de en medio. No le preocupó que hubiera una investigación, porque no la habría, aquel desembarco era una matanza en toda regla, ¿quién cuestionaría una baja más? si ese anciano engreído quiso ir con la tropa, que muera con ella - derribadlo - ordenó, y se permitió el esbozo de una breve sonrisa.

La confirmación llegó a todas las aeronaves del escuadrón, y el vulture retembló cuando los accionares activaron la salva de misiles de la nave. Su estela de humo fue directa hacía el objetivo designado y para su regocijo, observó como, vanamente, el piloto del dorado Valquiria 001 intentaba maniobrar para evitar aquella salva de misiles. Hizo varios quiebros esquivando dos misiles, pero el resto fueron imposibles. El primer impacto le arrancó un ala y empezó a girar sobre su eje, el siguiente le dio en la bodega de carga, el tercero en la cabina y con el cuarto impacto la nave estalló en mil pedazos en el aire.

Rumbo a la colmena - ordenó volviéndose a su asiento en la parte de carga. Las cinco naves negras viraron y apuntaron con sus morros las agujas de la colmena Yhemek. Cuando se sentó en la parte de atrás, otra figura habló - buen trabajo, serás recompensado por ello - y dio un sorbo a una copa que llevaba entre los dedos. El piloto, para el gozo de aquellos dos confabuladores, activó el vox interno y enlazó el canal de comunicación de las fuerzas Imperiales; se había convertido en una debacle, gritos de confusión por todas partes, algunos intentando mantener la calma...

¡Aquila 001 ha caído! ¡Aquila 001 ha caído!
¡Que el Emperador nos asista!
¡Retirada! ¡Retirada!
¡Todos en sus puestos! ¡seguid luchando!
Por todo lo divino... estamos condenados...
¿¡Ordenes!?
¡Seguid con el maldito desembarco desgraciados!
...

y así se marcharon hacía la colmena.

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02/07/2021, 21:54
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+++ Interior del sistema Bilrao+++
+++ Planeta Nugratis +++
+++ Colmena Yhemek +++

El centro de mando era un hervidero. Los técnicos iban de un lado para otro, los operadores de vox coordinandose y a cada segundo, el holo mapa central actualizándose a ojos vista con los datos que iban añadiendo los asistentes. Northwode se encontraba justo encima del mapa, observando con plena satisfacción como los diferentes sectores iban pasando del morado al dorado, indicando que cada vez más zonas estaban bajo el control del Imperio. Lo había apostado todo a una carta y le había salido ganadora, a pesar de los partes de bajas que iban apareciendo en cascada a su derecha. Miraba de vez en cuando la lista de nombres anónimos para él, deseando haberlos conocido, tomado una copa o compartido una anécdota. Sentía cada muerte como si fuera de un ser querido, pero en lugar de entristecerse, sintió un profundo orgullo por su sacrificio, sin importarle lo más mínimo que en vida hubieran podido ser cobardes por un día. Al final, era ese sacrificio final lo que contaba para él. 

Las naves de desembarco ya estaban llegando al recién conquistado espacio puerto, los cielos quedaron libres de criaturas xenomorficas y Northwode, al fin, pudo respirar aliviado; pero ese sentimiento le duró más bien poco. El aviso de que el Aquila 001 había caído lo dejó perturbado en su interior. Se sintió observado por todos los allí presentes, pero el Lord Comandante no dijo nada en primera instancia, se atusó el bigote con gesto adusto y miró el holo mapa nuevamente - así es la guerra - comentó para nadie en particular, verbalizando un pensamiento. Esa sencilla y obvia frase fue suficiente, haciendo que todos volvieran a sus actividades. Viendo que todo volvía a la normalidad tras ese lapso, se acercó a sus escoltas y le susurró algo al oído a su sargento mayor. Sus fieles guardaespaldas, con los que llevaba sirviendo más de cuarenta años. A pesara de formar parte de la plana mayor, seguían portando con orgullo sus insignias del regimiento que los convirtió en verdaderos hombres, el 506 aerotransportado, la Compañía de los "Ases".

Cuando se disponía a separarse de ellos, de los cuatro, de sus hermanos de sangre, Dick, Donald, Toy y Heffron, sintió que un individuo acababa de entrar en el centro de mando. Con un claro gesto de hastío se dio la vuelta parar mirarle a los ojos sin disimular le asco que despertaba en él - Comisario Percival, ¿no debería estar en el frente? - preguntó de manera retórica, pero la única respuesta que recibió fue una sonrisa cargada de suficiencia. A Northwode, veterano de mil frentes, no se le había escapado que la pistolera del comisario tenia el cierre abierto.

Lord Comandante Northwode, queda usted arrestado y a la espera de juicio - el acusado enarcó una ceja, pero se mantuvo sereno, dejando continuar a esa rata del comisariat - bajo las acusaciones de: Obstrucción a la justicia militar, obstrucción al comisariat, traición y sospechoso de asociación herética - ese último cargo arrancó de entre los labios de Northwode una áspera carcajada.

Mire, despreciable ser, usted no tiene la altura suficiente como para venirme con sus cuentos de brujas. No se que cable se le ha roto en este planeta Percival, pero esto empieza a ser una broma de muy mal gusto - sus escoltas se envararon llevando sus manos a sus rifles anti abominación, gesto que Percival respondió llevando su mano al bolter; pero en todo ello, había algo que escamaba sobremanera a Northwode, el comisario no tenía miedo alguno - le sugiero que se marche de aquí de inmediato a hacer algo útil ¿me comprende?

Perfectamente señor, pero los cargos han sido relatados y el juicio programado para esta misma noche, deponga las armas, que sus escoltas se hagan a un lado, y acompáñeme - hizo un gesto con el brazo que aún llevaba escayolado y cuatro agentes del comisariado aparecieron flanqueando a Percival. Todos iban preparados, con sus pistolas bolter empuñadas aunque ninguno la alzó.

¡Retírense! ¡tengo una operación en ciernes que culminar! ¡abandonen todos ahora mismo mi strategium! - ordenó a voz en grito, con el rostro enrojecido por tamaña afrenta e insulto que le estaban dedicando. Percival solamente parpadeó ante la actitud del Lord Comandante, pero los otros cuatro titubearon e incluso dieron un paso para atrás. Northwode sentía que no tenía la situación bajo control.

Resistencia a la detención, nuevo cargo añadido - respondió con altanería. Se hizo un súbito silencio que fue interrumpido por unos pasos que iban llegando hasta donde estaban. Cuando Northwode vio a quien acababa de llegar, su mirada se afiló y su preocupación fue en aumento.

Lord Comandante - esa voz, sonaba como un susurro que helaba la sangre de cualquiera. Un cadáver andante por lo blanco de su tez y la falta de brillo en sus ojos, Kungel en persona estaba ahí - ya se le han leído los cargos, no nos abochorne y entréguese, en el juicio tiene todas las garantías de que podrá defenderse como le corresponde a alguien de su nivel. Tiene mi palabra - y una fina y afilada sonrisa se dibujó en sus labios.

Northwode no necesitó más, esos cabrones eran los traidores, esos desalmados ya habían hecho el juicio previamente y estaban ahí para cobrarse su sentencia basada en mentiras. Operarios, técnicos y asistentes observaban la escena con absoluta perplejidad, buscando cobertura como si estuvieran en una de esas holopelículas clásicas de vaqueros espaciales - esto es una farsa, ¡que os quede claro a todos! ¡bienvenidos a la política militar Imperial! - entornó los ojos y los clavó en Kungel - donde las ratas solo saben destacar royendo los huesos de los verdaderos héroes - el Lord Comandante desenfundó su pistola láser y descargó su arma sobre Percival, el cual trató de ponerse a cubierto como el cobarde que era, pero poco pudo hacer; los haces de energía sobrecalentada atravesaron su escayola perforando su brazo roto y abrasando uno de sus pulmones cuando la guerrera no pudo ofrecer resistencia alguna. Un grito ahogado surgió de su boca justo cuando otro rayo le atravesaba la mandíbula y la mejilla provocando que cayera de bruces al suelo agonizando. Los escoltas del comisariat respondieron al fuego hiriendo a Northwode en el abdomen, destrozándoselo por culpa del proyectil explosivo, pero sus escoltas entraron en acción en ese preciso instante fulminando a los cuatro con sus potentes armas. A uno lo partieron por la mitad en sentido transversal, otro cayó con la cabeza colgando de un hilo y los otros dos sin apenas torso. El Lord Comisario observó todo aquello con asco, viendo como el herido Northwode le disparaba, sonriendo con calma en respuesta y parpadeando con lentitud por los destellos de los impactos láser sobre su campo de protección personal. El Lord Comandante se apoyaba sobre la mesa del holo mapa, con la mano ensangrentada y preparándose para disparar cuando una escuadra completa de Precs de Brilaria, la élite de sus regimientos con armas igual de poderosas que las que portaban los "Ases". Northwode no podía dar crédito de todo aquello, pero aún así su instinto se impuso y se agachó cubriéndose con la mesa para ver como sus hermanos de sangre caían acribillados por los brilarienses. Estaba mal herido, se sabía muerto, pero estaba dispuesto a irse llevándose a todos esos traidores; pero ese deseo duró realmente poco, Kungel acababa de poner la bocacha de su arma sobre su sien, y se fue girando con lentitud, rodeando a Northwode hasta acabar frente a frente, pudiendo mirarle a los ojos.

Sabíamos que nos lo pondrías fácil, pero no tanto - reconoció satisfecho por la situación - Por el poder que me ha sido otorgado por nuestra amada institución, queda usted condenado a muerte por alta traición. Guárdese sus ultimas palabras para quien le importe Northwode - tensó el dedo del gatillo sin sonreír y permitiendo ver a Northwode el rostro de Adalberto Lucio Vimaranes asomándose por encima del hombro de Kungel.

Lo sabía - susurró con los dientes llenos de sangre antes de que cráneo quedará completamente vaciado por el proyectil del bolter de Kungel disparado a quemarropa. 

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31/10/2021, 17:49
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+++ Borde exterior del sistema Bilrao +++
+++ En las inmediaciones del mundo helado Viceter +++
 

Un escuadrón de cazas thunderbolt volaba a plena potencia por entre las naves de mayor tamaño. Iban, lentamente, y como si de un vals se tratara, rompiendo la formación con la lentitud propia de los combates navales, con una sincronización perfecta fruto de años de servicio. El piloto líder miraba los imponentes motores del acorazado que se mostraba a sus doce. Poco a poco fue ascendiendo con gracia el morro de su aparato y el resto del escuadrón lo siguió en formación cerrada, formando una perfecta pica. Las catedrales devolvieron la mirada a los thunderbolt, que a gran velocidad, pasaban a escasos kilómetros de su puente de mando. Aunque realmente no se vieron, hubo un cruce de miradas entre la almirante y el piloto de aquel líder de escuadrón.

El puente de mando estaba bullendo de actividad, aunque había cierta paz. Rose, uniformada y digna, iba impartiendo ordenes por el vox de mando mientras observaba, cerca del mamparo, como las formaciones de cruceros y fragatas se iban abriendo, los tríos de corbetas tomaban posiciones cerradas con las naves de mayor tonelaje para cubrirlas de los ataques rápidos, y por ultimo, las dos enormes barcazas del Adeptus Astartes. Algo decía en su mirada que sabía que aquella batalla no iba a ser fácil, habían invertido días en acosar a los xenos, pero ahora, habían cambiado su patrón cerca del mundo helado de Viceter, ahora se estaban defendiendo, y en su imaginación, se sintió como un cazador que había pecado de confianza y en ese momento, su presa herida, se revolvía con una fiereza imprevista. Los tirandos se estaban alimentando de aquel mundo, sus auspex no habían sido capaces de detectarlo, pues la flota enjambre que allí estaba, se había quedado en el lado opuesto del planeta, por lo que a ojos de los Imperiales, el mundo estaba solo. Un operador de auspex le gritaba algo, y otro de artillería fue después del primero. La almirante llegaba a asentir para tomar el asiento que le correspondía, en su trono de mando en el centro del puente.

Miles de sudorosos humanos tiraban de cientos de cadenas de gran tamaño. Los látigos restallaban e iban golpeando a los tripulantes, que, rítmicamente se esforzaban sobrehumanamente para poder mover el enorme proyectil que debían insertar en el cañón nova. El segundo ciclo de disparo se había iniciado después del primer disparo, y bajo la atenta mirada del sacerdote marciano, los tripulantes iban tirando con esperada lentitud. Allí nadie se quejaba, y solo se escuchaba el chirrido de protesta del enorme riel que alimentaba al cañón, aderezado con los gritos de esfuerzos de miles de gargantas. Ajenos a todo lo que pasaba en el exterior, lograron recargar aquella imponente arma, una de las más devastadoras que poseía el Imperio del hombre. El proyectil vio por ultima vez como la marabunta de tripulantes corrían en dirección opuesta, llevándose el rail de vuelta al almacén de municiones antes de que se cerrara la compuerta. Hubo unos minutos de silencio y sin mayor ceremonia, cuando alguien accionó una runa en el puente de mando, el percutor golpeó al proyectil tras recorrer cientos de metros, y este fue expulsado al vacío a gran velocidad.

El disparo del cañón nova recorrió miles de kilómetros en dirección a la flota tiranida, dejando atrás la Imperial en un suspiro. Los tiranidos trataban de anticiparse para evitar que sus bionaves principales se vieran afectadas, pero ni el gran devorador era capaz de evadirse de ese tipo de armas. La salva de cañones nova llegó hasta las líneas xenos, destrozando a una de las naves colmena que se vio impactada dos veces, acabando con su existencia en aquel preciso instante. Sin embargo, los tiranidos no dejaban nada atrás, enjambres de bionaves de menor tamaño se adhirieron al cadáver, comenzando a recuperar toda su biomasa para que no fuera desperdiciada mientras el resto de la flota se sobreponía y avanzaba a gran velocidad estrechando la distancia. Otra nave colmena, herida pero activa, escupió un cañonazo de bio ácido del tamaño de una luna. El liquido, compactado por la fuerza de excreción que era capaz de imprimir aquel ser vivo de gargantuescas proporciones, llegaría a la línea de batalla Imperial en cuestión de minutos.

El capitán Zarthost, observaba con el semblante serio como aquel "escupitajo" vaporizaba una corbeta que se había interpuesto entre su "Klinoromía" y los tiranidos. Gracias a su visión mejorada, pudo captar el detalle de como la pantalla de vacío se deshacía como si fuera un velo antes de que el bio ácido fundiera las capas de blindaje externas y llegara a su generador de plasma provocando su destrucción en pocos segundos. Los cañones de bombardeo de su barcaza disparaban con gran cadencia, horadando la flota tiranida, pero siendo consciente de que no estaban marcando la diferencia, solamente diezmando al enemigo antes del verdadero combate. Su mirada se vio atraída por el holo mapa táctico, era cuestión de minutos que se enzarzaran en combate cerrado. Las salvas de las naves iluminaban brevemente con sus efímeros destellos los disparos que iban realizando. Zarthost se comunicaba con sus marines, era la única fuerza que no se destinó a la superficie de Nugratis, así que había destinado escuadras completas por toda las naves de la flota para ofrecer una mayor protección ante abordajes. Estaba asintiendo justo cuando su nave se vio impactada por cápsulas de abordaje, ya empezaba.

El sargento con el que hablaba Zarthost se estaba despidiendo de la almirante. El puente de mando del "Amanecer carmesí" estaba plagado de luces rojas, de técnicos reparando sobrecargas y operarios siendo atendidos por sanitarios. El buque insignia estaba recibiendo un duro castigo, y los tiranidos ya entraban a cientos por su interior. Los marines espaciales apoyaron la defensa de las zonas vitales del acorazado, luchando hombro con hombro con los marinos, prebostes y personal. En el enginarum se estaba dando un combate feroz, Los niños del bueno de Rory aullaban asustados, llorando a moco tendido los más pequeños, y los mayores, atizando con herramientas a los gantes que los acuchillaban a pares. Un marine acababa de ser destrozado por un guerrero, que se alzó sobre su cadáver observando con infinita inteligencia el desarrollo del abordaje, mientras varios gantes se desmarcaban e iban a por los infantes que quedaban. El pequeño squat, herido, recogió el bolter del marine caído y apoyó el cargador en el suelo apretando el gatillo en rápida sucesión para proteger a sus aprendices. Aquello era un autentico caos, pero el abhumano, duro como una roca, aguantó el poderoso retroceso y vació el cargador contra el guerrero después de haber acabado con los gantes. El guerrero herido por Rory, fue rematado por los hermanos de batalla del caído que se movieron con agilidad tomando posiciones de disparo para proteger la entrada al generador de plasma. Los xenos parecían no tener fin, los cadáveres de los niños volvieron fuera de si a Rory, que se quedó luchando con una enorme llave maurer combinada que era tan grande como él, destrozando cráneos de tiranidos mientras lo único que podían hacer él y los pocos Caballeros Lophostrix que quedaban, era retroceder. 

Ya solo quedaban dos aeronaves de aquel escuadrón de thunderbolt. Volaban a velocidad de combate por entre las naves de gran tamaño. Esquivando y acribillando con sus cañones láser los drones de ataque tiranido. Ahora entraba por la proa del "Amanecer carmesí", y lo que vio sobrecogió al líder de escuadrón. Volando a ras por entre las catedrales del acorazado, destruyendo una pareja de cápsulas de abordaje, fue testigo de como el puente de mando estallaba siendo destrozado en un abrir y cerrar de ojos. Giró su aparato sobre su eje justo para evitar una torre catedralicia, quedando sobre su cabeza el puente destruido conforme su thunderbolt lo sobrevolaba para salir por encima de este. Aunque realmente no se vieron, hubo un cruce de miradas entre la almirante y el piloto de aquel líder de escuadrón.

Rose flotaba en el vacío, su visión se estaba congelando a gran velocidad, abrazando su final con la angustiosa visión de una gran derrota; ya, en la oscuridad, el eco de la voz del Primer Capitán Zarthost le llegó por el comunicador, el Caballero Lophostrix tomaba el mando de la flota ante la caída del "Amanecer carmesí" y ordenaba la retirada general.

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28/12/2021, 19:24
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+++ Lugar desconocido +++

El túnel estaba prácticamente a oscuras de no ser por los hongos luminiscentes que iban iluminando tímidamente el angosto pasillo con su luz azulada y verdosa. Unos cuantos genestealers avanzaban agarrados a los tubos que coronaban el pasadizo, siguiendo de cerca a un nutrido grupo de cultistas que iban limpiando los túneles. No llevaban linternas, eran capaces de ver en la oscuridad gracias a la hibridación de sus genes, y sus rifles automáticos apuntaban al frente. Avanzaban en absoluto silencio, llegando a casi apenas hacer ruido cuando pisaban un charco provocado por el goteo incesante de incontables perdidas de agua y otros fluidos de las tuberías que recorrían el túnel. 

Pronto llegaron a un colector de grandes dimensiones, punto donde convergían todos esos corredores; se agacharon para sortear la verja destrozada y alzaron la vista apuntando con sus armas mientras los genestealers se colaban a gran velocidad por encima de ellos, parecían excitados, cosa que alarmó a los híbridos, que empezaron a hacer gestos para dispersarse. El lugar era bastante amplío, por lo que parecía el escondrijo de sus presas, les resultó evidente. Seguros de su posición de cazadores, se fueron dividiendo cada vez más por el colector para cubrir más terreno, buscando pistas e indicios de que rumbo habían tomado sus presas. Los tanques de almacenamiento se contaban a cientos y se perdían en el horizonte, las dimensiones del punto central de los sistemas hídricos de la colmena eran inabarcables.

Uno de ellos pareció encontrar un rastro y el resto de cultistas convergieron en la posición tras el aviso. Ninguno quiso avanzar hasta que estuvieran todos los de la partida de caza reunidos; quizás por temor a su presa o era la necesidad de atacar en manada, algo codificado en su nuevo genoma. Fuera como fuera, salieron de detrás de un enorme tanque con las armas listas, creyendo pillar desprevenidos a sus presas, pero no vieron nada. Confusos y atemorizados, se miraron entre ellos, no comprendían, el rastro estaba claro, demasiado claro.

Al compartir esa idea, un pesado cuerpo cayó frente a ellos salpicando de icor y agua estancada a los híbridos. Uno de los pura sangre estaba ante ellos, le faltaba la cabeza, y no la esperaron ver. Los gritos de alarma se sucedieron, pero ya era tarde, los que se pensaron cazadores terminaron por hacer frente a la realidad de que en realidad, ellos eran la presa. Haces de energía al rojo los atravesaron mientras sus armas automáticas intentaban responder a un fuego del que no sabían de donde venía. Cayeron por docenas, con sus cuerpos abrasados por la energía reconcentrada de numerosos rifles sobrecargados. El zumbido láser inundó todo aquel colector de aguas y pronto llegó el silencio.

Una figura salió de entre las sombras e hizo un gesto de despejado. Enfundando en una armadura de caparazón de curioso diseño, bajó su humeante rifle y más salieron de diversas posiciones. No llevaban indicativos, únicamente el emblema en el hombro, un dragón con la boca abierta con corona y cuatro calaveras, dispuestas por pares en las esquinas del blasón. Parecieron compartir unas palabras hasta que se vieron interrumpidos por otro que llegó desde el mismo lugar por el que habían llegado los cultistas - Teniente, ya vienen - dijo con calma a pesar de la carrera - convergerán en esta posición en breves, vienen de tres puntos, así que es como el comandante dijo, nos queda una única ruta de escape - informó.

El teniente asintió y dio la señal, haciendo que todos se dispersaran y prepararan para la tormenta que les iba a llegar en pocos minutos. Se reunieron en el punto establecido, donde el comandante los esperaba. Ya no quedaban muchos de ellos, no llegaban a ser ni trescientos de los casi setecientos que fueron al llegar a ese planeta, pero si algo habían dejado claro, es que cada muerte de los suyos, las cobraban bien caras. El comandante aún no se había recuperado del todo de las heridas, pero los tiranidos y sus esbirros necesitarían mucho más para acabar con él y el resto de los suyos.

Tomaron posiciones y la música empezó. Las primeras cargas hicieron explosión, bloqueando los tubos de acceso, atrapando a cientos de cultistas y genestealers, pero permitiendo pasar a reducidos grupos que fueron eliminando conforme entraban en sus zonas de tiros. Los cuerpos se acumulaban, pero los veteranos, sabedores de que aquello acababa de empezar, no celebraron nada, eran conscientes de lo que vendría a continuación. 

El suelo vibró bajo sus pies, primero fue un temblor leve, lejano, pero en cuestión de dos minutos, se les empezó a caer el techo encima. El monstruo tunelador hizo aparición, abriendo un boquete en el ferrocemento como si fuera la arena del desierto. Rugió retador y cientos de gantes guiados por guerreros emergieron de la tremenda obertura que acababa de abrir. Las tropas humanas empezaron a recibirlos con fuego de todo tipo. Cañones láser, bolters pesados, misiles de fragmentación y cientos de láseres sobrecargados. Ya no quedaba oscuridad, solo un intenso Valls de luces y explosiones que iban lanzando pedazos de tiranidos conforme iban cerrando el cerco sobre ellos. Fue en ese momento cuando se crecieron.

¡Záitsev! ¡Ahora! - dijo una voz por radio. El mencionado activó las minas de plasma abriendo una brecha de varios metros de ancho entre ellos y los xenos. Los tiranidos perdieron el empuje inicial de su carga, solo unos pocos habían rebasado las líneas de los defensores. Un guerrero se las vio para acabar con tres de ellos con cierta facilidad, pero no dieron tregua al resto que se habían abalanzado sobre ellos, vengando a sus camaradas. No solamente habían sido capaces de prever las tácticas de asalto tiranido, sino que se habían anticipado también a los intentos de flanqueo por parte de los genestealers, aprovechándose de su agilidad sobrehumana. Escuadras completas los esperaban y los acribillaron antes de que pudieran descender desde el techo. Saber su modus operandi les había costado bastantes bajas en el pasado, pero ahora se podría decir que conocían bien a su enemigo.

¡Honorables hasta en la muerte! - dijo otro - ¡Pero otro día mejor! - continuó riéndose entre dientes. Las tropas imperiales empezaron a replegarse por el único lugar posible, aprovechando la ventaja que tenían sobre el terreno - ¡Tannhäusser! ¡Quiero a tu unidad cubriendo la retirada! - dijo el comandante. El teniente confirmó con el doble chasquido de radio y avisó a los suyos - ¡Sigga! ¡Apóyale! ¡Nott! ¡Que tu sección de fuego de apoyo hasta que lleguen Tannhäusser y los suyos! 

¡A la orden! - dijeron al unísono ambas capitanas.

Ulrich, cubre las diez, Assad, las tres - ordenó el teniente mientras el mismo se apostaba para cubrir las doce.

El primero de ellos, sonrió con suficiencia y se dirigió a los dos macsagianos de su diezmada unidad - espero que hayáis traído suficiente sal, ¿eh Sina? - mencionó al último de ellos pues este, se había puesto a su lado.

Los disparos no cesaron, la retirada cobró forma y huyeron por el túnel dejando un mar de escombros cuando Záitsev volvió a detonar las cargas que pusieron ahí. Eso les daría tiempo, pero se habían cobrado una buena desde la última emboscada que ellos sufrieron días atrás.