Con la llegada de Dagmar, sumando sus amenazas a las de sus compañeros y el imponente bolter de Fred, dejaron aún más pasmados y acojonados a los tres que habían intentado huir. El examen médico fue sencillo, rápido y más que rutinario para la medicae. El diagnóstico era el mismo para los tres, enfermos por el kobid 35, la cepa que había empezado a esparcirse por la colmena por culpa del hacinamiento que estaba sufriendo la población civil y la falta de alimento en condiciones para algunos estratos de los ciudadanos, como en este caso, los operarios.
No había mucho que hacer, pero los trabajadores de aquel turno que estaban cerca de los Inmortales escucharon aquello con claridad, y el rumor se fue esparciendo por toda la fila. Fuere como fuere, los hombres del teniente Reutter condujeron a la fila de vuelta a sus hogares y esos tres fueron dejados en la oficina de las fuerzas de seguridad de la colmena. Aquellos hombres no se habían tranquilizado en ningún momento, pero conforme se acercaba el momento de la entrega, los llantos y sorbido de mocos se cambiaron por miradas perdidas y hombros caídos.
No fue hasta la noche siguiente, donde pudieron ver que pasó al final con aquellos tres. Escoltando al mismo turno, con un McSpoon menos hablador y de peor humor, cuando descubrieron que, de una farola, estaban los enfermos que Dagmar había diagnosticado, colgados con pesadas cadenas alrededor de sus cuellos y visiblemente muertos. Sus miradas eran las mismas que las de la noche anterior, se supieron muertos desde el momento que fueron entregados.
Fin de escena.