Ahí estaban, encerrados, bajo un extraño arresto para evitar más escaramuzas entre ellos y los Recios, tratando de salvar las máximas vidas del fuego amigo. Percival estaba sentado en la mesa, mirando a Sabre Rose en el interior de la celda, espartana como debía ser, con un catre de mala calidad y un agujero a modo de letrina en una esquina sin posibilidad de taparse cuando tenía que evacuar.
El comisario seguía con el brazo en cabestrillo, y mientras repasaba su placa de datos, lanzaba furtivas miradas a la prisionera hasta que recibió la acostumbrada visita de quienes sirvieron con ella en el muro durante la ultima batalla (no eral caso de Andiara, pero acababa de ser reasignada a la escuadra del Contagem Gomes) - ¿qué quieren otra vez? - preguntó cansado. Sobre la mesa que ocupaba Percival se encontraba su gorra y su pistola bolter preparada, al alcance de la mano. El commissariat había tenido demasiada manga ancha con los Maestros de Sakto y la falta de comisarios en los regimientos provenientes de Brilaria, y Percival, que deseaba que el Lord Comisario Kungel estuviera ahí para cortar de raíz ese problema, se encontraba de manos atadas y con la frustración asomando por la boca por no poder ser él quien determinara que eran ilegales como organización y fueran disueltos de las filas de las Guardia.
Aclaración: el motivo de vuestra visita es vuestro, puede ser cualquier cosa. Necesitaba juntaros y junté. Motivaciones?:
Y si ideais alguna propia pues genial. Pero teniendo en cuenta el ritmo lento de la partida, no voy a ingerir meses en que decidáis juntaros.
Tras lo acontecido en los días anteriores, Lidio, mientras esperaba impacientemente a hablar con sus superiores de los Hidalgos sobre Sabre Rose y los taimados Recios, se concentró en levantar la moral de su gente, algo difícil estando encerrado en los barracones, y entrenar con la espada.
Lo único bueno que pasó en ese tiempo fue el aviso de su ascenso, el cual aceptó orgulloso. Por fin era Contagem, teniente para los milicianos. Su forma de ser le había quitado la posibilidad de obtener el cargo tiempo atrás, pero por fin lo había obtenido, como no podía ser de otra forma.
Con sus nuevos galones en el uniforme, tras recibir permiso para visitar a Rose, avisó a su escuadra para que fuesen a verla. Cogieron alguna muda para que pudiera cambiarse, pues probablemente no le habían concedido ni esa premisa. El recibimiento por parte del Comisario, aunque esperado, denotaba ya hostilidad:
—Salve al Emperador, Comisario Percival. Traemos muda para nuestra Maestra. Con su permiso se la daremos para que pueda cambiarse.—Lidio hizo una señal para que Andiara, la más moderna del grupo, hiciese lo propio.—¿Hay alguna novedad? Llevo días esperando que me llamen para declarar. Como testigo directo de lo sucedido y mando de la unidad masacrada por los Recios, mis palabras deben tenerse en consideración. La humillación para nuestra O Probo, y por tanto los Hidalgos, requiere una aclaración, como poco.
Sabre Rose había pasado el tiempo en su celda en silencio, con demasiado que pensar; todo había ocurrido muy rápido y necesitaba procesarlo. Lo que habría tenido cabida en Brilaria no se aplicaba bajo la sombra proyectada por el Astra Militarum.
No dejes falta sin repercusión ni derrota sin silencio: Sólo la fuerza gobierna en la galaxia y es imprescindible que los rectos de espíritu actúen ante los brutos, es la única manera de mantener el orden; cuando conozcas el fracaso, calla, medita, reza y aprende, pues sólo los mezquinos malmeten cuando sufren un revés.
Por más vueltas que le diese a la cabeza no lograba escapar a aquel bucle dentro de su código; había actuado contra los miserables Recios por sus crímenes pero había fracasado tanto al ignorar las repercusiones de sus actos como en buscar el respaldo de la institución del comisariado y, sin las dos primeras, en llevar a cabo el acto con la discreción que merecía aquella ejecución.
Había sido derrotada por su propia inconsciencia.
Buscaba en rezos, meditación y ayunas la templanza perdida. Lo único que importaba ahora era la mácula sobre su persona, sobre su regimiento y sobre Lord Coronel Carolina Leonor Silva Brabant. Bastaría con una mirada suya para que se arrebatase la vida, con tal de que aquel acto avanzase la agenda de Brilaria pero, hasta aquel momento, todavía no había recibido noticias del mando o del Magisterio de Sakto.
La llegada de Lidio Gomes, Dionís da Val-Texeira, Alfonso De Santiago y un rostro nuevo la sacaron de su estado para alzarse en respeto hacia ellos. Había un cambio en el sargento Gomes, algo sobre su uniforme era distinto... Aquellas solapas, aquel cinto y aquellas insignias, ¡Lo había logrado! Contra la presión de ciertos elementos dentro de la jerarquía había alcanzado el rango de Contagem.
Por primera vez desde lo acontecido en el muro una sonrisa brotó en su rostro, orgullosa de ver que aquel hombre al que se le había negado durante tantos años el ascenso que bien tenía merecido por fin lo recibía tras su excepcional liderazgo contra la embestida tiránida.
Por mi derrota no pude estar a su lado.
- Comisario Percival, os suplico me permitáis el decoro de cambiarme y rendir cuentas ante la honra impoluta de Brilaria - habló con voz queda a aquel que no tendría compasión de ella si se mostraba altanera -. Ante vos se encuentran quienes no consentirán que avergüence más a mi institución ni se ponga en entredicho a la vuestra.
No dirigiría la palabra a su gente, no sin que ellos se lo permitiesen. Entre rejas, en lugar sucio y con la peste de las evacuaciones sin ventilar no cabía duda que haría bien en guardar silencio, aceptar la humillación y aguardar la oportunidad para redimirse... Aunque fuese por el filo de un puñal.
Motivo: Carisma: tratar de convencer al Comisario que nos dé un poco de privacidad para que Sabre Rose pueda cambiarse de ropa y hablar con sus compañeros de regimiento
Tirada: 1d100
Dificultad: 46-
Resultado: 30 (Exito) [30]
Carisma: tratar de convencer al Comisario que nos dé un poco de privacidad para que Sabre Rose pueda cambiarse de ropa y hablar con sus compañeros de regimiento
Dificultad: 46- Resultado: 30 (Exito)
Percival puso los ojos en blanco, pero hizo un gesto para que pasaran a darle lo que habían venido a traer a la prisionera - ¿declarar? ¿declarar en que? - preguntó de manera directa sin moverse de su asiento sin dar crédito - ¿de verdad creen que va a haber juicio? no, no lo habrá, habrá una ejecución ante un pelotón de fusilamiento, hay pruebas concluyentes, no hay caso, más de cincuenta testigos de soldados y suboficiales de distintos regimientos y más de sesenta hermanas de batalla que vieron todo, no señor Gomes, no hay nada que hacer, todos relatan lo mismo y solo ustedes intentan decir que no fue así. No se de que humillación necesitan recuperarse, pero les aconsejo que lo hagan por sus propios medios y sin matar a nadie más - entonces intervino la rea.
El comisario se levantó, cogió la pistola, comprobó la recamara y su estado para luego enfundarla; se caló la gorra con parsimonia - tienen diez minutos, y no intenten ninguna tontería - señaló con la pluma las dos esquinas, donde dos cámaras de vigilancia estaban instaladas - tienen suerte de que el Lord Comandante Northwode haya ejercido su influencia para evitar más muertes entre nuestras filas, concretamente de su regimiento y el de los Recios, porque si, antes de que se piensen que se favorece a un regimiento más que a otro, no es para nada así, los Recios tienen sus prisioneros también por haber acabado con varios de los suyos, no vamos a tolerar ni un solo enfrentamiento más entre ambos regimientos - y sin más se dirigió hacía la puerta para dejarlos solos.
si queréis decirle algo más antes de que se vaya, os escuchará, sino, asumid que os ha dado los 10 minutos.
Aquello era ridículo.
Un Comisario JAMÁS hubiera sido atrapado en un calabozo maloliente sin ninguna otra cosa, como si fuera un mono, o... o... cualquiera de ellos. Aquello era un insulto descarado sobre ponerles en su posición, y poco menos que una declaración de guerra. Después de todo habían crecido en un entorno noble, sabían cómo se hacían esas cosas. Era sólo que no hubiera esperado que se llegase a aquellos extremos de miserabilidad, incluso cualquier hijo de padres que atrapara a un rival de buena crianza podría torturarlo si bien quisiera, pero en verdad que no lo humillaría como a plebeyo.
-...
Sería como todos decían que había pasado, todavía le costaba de creer.
Era cierto que no podían hacer nada, si podían hacer esto y nadie recriminaba, y que debía de ser cierto por pura presión de las letras y los ojos (incluyendo las Hermanas benditas), pero aquel camastro y aquella posición indecente... no. Aquello no era parte de todo aquello. Aquello era algo más. Que le ahorcasen si supiera a santo de quién era algo más, pero merecería la pena ahondar en ello en el futuro, incluso si corría peligro su cabeza. O, bueno, incluso si corría peligro su cabeza... después de todo, parar después del primer intento de asesinato era de cobardes, y hasta un pacato como él había crecido en una familia en la que aquello era poco menos el pan de cada día.
-Este no puede ser el encierro que se de a un Comisario -sacudió la cabeza- No puede ser en absoluto.
Dijo, comprobando en los rostros de los demás, tratando de buscar si pensaban lo mismo que estaba pensando él.
Nunca había sido una mujer inteligente. No es que fuese una tonta cualquiera. Había leído allí en Brilaria, mucho... pero siempre se la había dado mejor el entrenamiento físico. Se había criado en una granja y lo suyo había sido ejercitarse. No era una mujer inteligente pero sí una mujer fuerte.
Tenía una propuesta para salvar a su compañera de regimiento, pero tendría que ser Sabre Rose quién aceptase en primera estancia.
Esperó a que el Comisario Percival abandonase la estancia.
Tampoco había tenido mucho contacto con Sabre Rose, pero estaba segura de que la propuesta no le gustaría, aunque pudiera salvar su vida.
-Señora...Rose -no sabía como debía dirigirse a la Duelista en estos momentos -Esto va más allá de una afrenta al honor, y, a pesar de que tus acciones y tu final no va a afectar al honor de los Hidalgos de Brabant, ¿Qué tal si presentamos alguna propuesta para salvar su vida? Tengo una, que se me acaba de ocurrir con lo que ha dicho el comisario Percival... Pero le aviso desde ya que no le va a gustar.
-En la antigua Terra, en épocas pretéritas, las distintas casas nobles rivales intercambiaban rehenes, pupilos los llamaban, normalmente bajo el auspicio de alguna casa más poderosa a la que estas eran vasallas. Percival ha dicho que también había presos entre los Recios. Y si... y si ofrecemos un intercambio.
Estaba casi segura de que si ella misma estuviese en ese brete, le costaría elegir entre la muerte ante un pelotón o trabajar codo con codo con esa escoria que eran los Recios. Pero en estos momentos la guardia necesitaba hasta el último hombre en el frente, los Recios podían ser escoria sí. Pero eran humanos al fin y al cabo, hermanos de un modo extraño. Pero los Tiranidos... -Los tiránidos son un enemigo poderoso, sin fin, y ambas partes odiamos a los tiránidos casi tanto como nos odiamos entre nosotros. Usemos eso.
-La otra opción que se me ocurre es presentarnos voluntarios, esos Recios y nosotros mismos como parte de un escuadrón suicida antixenos. Primera línea de frente, en las brechas más conflictivas, para ganar el perdón del emperador. Casi como esas legiones penales, pero con más derechos.
La que hasta aquel momento había sido la guardiana del honor de los Hidalgos de Brabant escuchó con cuidado lo que decía la cañonera Andiara Mirari, unas propuestas que provocaron que se le rizase el vello contra sus mejores esfuerzos por mostrarse receptiva.
- Canhoneira Mirari, me gustaría poder alabar vuestra alcurnia en este nuestro primer encuentro cara a cara pero vuestro dossier era muy escueto - sonrió, tratando de ofrecerle un atisbo de simpatía -; parece ser que fuera de Molfoceno, en los pastos paradisíacos de nuestra Brilaria natal, se escondían tesoros que me eran desconocidos hasta ahora - plantó su mano derecha extendida sobre su pecho en representación de su sinceridad en aquella declaración -. Os estoy agradecida por vuestra sugerencia y creo que el deber me compele a perseguirla en aras de librar al regimiento de la mácula de mis actos.
Aquellas últimas palabrasle dolían en el orgullo pero era imprescindible convencerse a sí misma de aquello, más aún cuando las cámaras del comisariado estaban presentes. Tomó la muda de ropa, pasó los dedos sobre su hilado y lo acercó contra su cuerpo para que le llegase el olor a jazmín del planchado, por fin algo en aquel lugar que no apestaba a evacuaciones, herrumbre y pobreza.
Miró entonces en dirección al resto de caballeros allí reunidos, sus declaraciones la honraban, qué fortuna la suya de pertenecer a un regimiento tan soberbio como aquel. Sabía que el proceso había sido corrompido por el ansia del comisariado por deshacerse de la institución del Magisterio de Sakto, de allí que no hubiese habido una investigación formal, papeleo ni declaraciones de cara a los brilareses, cuanto menos importunasen su atropello, mejor.
Sin embargo, una vez más, las cámaras y quienes estaban detrás.
- El funcionamieno de la justicia aquí es muy distinto del que aplicamos en casa o entre nosotros, mis maiorem, sin embargo debe de funcionarles bien pues han mantenido nuestro sistema a salvo de invasiones desde los tiempos de los colonos de Terra - por poco no le salta una arcada al decir tamaña atrocidad -. Sería mi deseo, si tuvieseis a bien considerarlo, el que respaldaseis la primera propuesta de la Canhoneira Mirari - depositó la muda de ropa a un lado para dejar libres sus manos -. Haced sabed que me gustaría también participar de la vigilia, si el milagro de la recuperación de la Canonesa llegara a obrarse podría morir sabiendo que he contribuido a la obra de El Emperador.
Todo aquello era política aunque genuinamente deseaba que la canonesa, quien se había enfrentado en combate singular a un Tirano de Enjambre, se aferrase a la vida para bendecir a Yhemek, la Ciudad Esmeralda, con su ejemplarizante presencia.
Sabre Rose busca que se deje de disputar el procedimiento, puesto que el comisariado les tiene manía y apilar cargos de desacato e insubordinación no hacen más que simplificarles la labor de desacreditar a los Hidalgos de Brabant.
Mientras decidían que camino tomar, a los pocos minutos de quedarse solo, unas voces airadas sonaron en el exterior, aunque resultó imposible entender que se estaba discutiendo al otro lado de la puerta, sonaba fuerte, y era una voz femenina, otra que parecía ser la del Comisario Percival y la tercera, una masculina aunque evocaba cierta juventud. No pasó demasiado tiempo hasta que la puerta se abrió con un fuerte golpe revelando a una Hermana de Batalla de la Orden que había desembarcado con ellos, el Comisario Percival, y un joven soldado de los Hidalgos.
El comisario no tenía muy buena cara, pero la hermana, sonreía triunfal - Hola, soy la Hermana Mozzera - parecía joven, no una veterana como otras que los Hidalgos vieron durante las batallas - y este joven, aún no se ha presentado, pero me ha hecho una valiente promesa ¿verdad? - el joven, azorado y rojo como un tomate asintió demasiadas veces en el breve tiempo que lo hizo.
No apruebo nada de esto, la prisionera no puede salir de aquí - protestó Percival
Me da igual, hay cosas que superan con creces a su justicia, y como usted mismo me ha dicho ahí fuera, las ejecuciones han sido suspendidas hasta nuevo aviso, y aquí tenemos a buenos soldados que lucharon hasta el final en la muralla - se giró para encararse con el resto de Hidalgos, aunque especialmente a Sabre Rose - estamos buscando devotos que recen con nosotras durante una larga noche de vigilia, al comisario no le gusta, pero la vida de la canonesa requiere del sacrificio de los héroes del Imperio - Percival iba a protestar otra vez, pero la Hermana se impuso rapidamente - las hermanas de la Espina Negra fuimos la que la entregamos y velaremos por su seguridad e integridad, aunque estoy segura, que su estricto código del Sakto, hará que todo funcione mejor - se giró para clavar sus ojos en Sabre Rose - ¿verdad?
Era una oportunidad irrepetible y, de haber venido de cualquier otra mano, habría preferido quedarse entre rejas; sin embargo una Hermana de Batalla de la Orden de la Espina Negra había acudido allí en compañía de un jóven de verdad, de alguien que había abandonado Brilaria antes de morir y ser traído de vuelta por el rejúvenex.
Un instante tardó Sabre Rose en reconocer a Tácito Tavares, uno de los rostros más angelicales y de las mentes más vacías que jamás habían surgido de la casta nobre de Molfoceno. Demasiado lindo para ser eliminado, se le había convencido de ir con una de las últimas remesas de maiorem como paje.
Y ahora... ¿Qué hacía allí?
- Tenéis mi palabra y mi honor, Hermana Mozzera - alegó Sabre Rose en respuesta a la pregunta que se le había formulado mientras recogía su muda limpia y lista para salir - . Si no fuera inconveniencia ¿Compartiríais conmigo la promesa de aqueste mozo?
Sonreía.
Como sonreiría cualquiera de recibir un regalo envuelto que marcase los segundos con un tic tac.
Lidio contempló la escena sin intervenir, contento porque Sabre Rose pudiera salir de un lugar tan poco digno para alguien como ella. No sabía cuanto tiempo le quedaría, pero viendo como estaban las cosas, a los demás tampoco parecía quedarles mucho más.
Dejó que todo transcurriera según las sororitas marcaban, presto a acompañarlas al rezo.
Bien - dijo satisfecha mirando a Percival - abra la jaula, venga - lo animó con una actitud apabullantemente agresiva y que no dejaba lugar a replica. El comisario, en cambio, la miró visiblemente cabreado y frustrado, pero no había duda de que temía a la hermana, por lo que tras unos segundos y un largo suspiró, desactivó la cerradura magnética para dejar salir a la prisionera - la quiero de vuelta mañana tras el alba
Mozzera asintió mostrando los dientes mientras Percival abandonaba la estancia, como si hubiera sido relevado de sus funciones. Una vez solos, Mozzera cambió por completo su actitud, como si ahora fuera otra hermana - bien, confío en su honor y en el de todos ustedes, a pesar de lo que ocurrió en la muralla, muchas la vimos sobreponerse en el desembarco y conseguir que la muralla fuera defendida, no entendemos porque hizo lo que hizo, pero solamente el Dios Emperador podrá dictar sentencia, por nuestra parte, hicimos nuestra parte y ahora buscamos que ustedes, y más de los suyos, se unan a nuestra vigilia, este chico - lo apretó con fuerza del hombro, provocando que pusiera una cara de dolor que disimuló rápidamente, aunque segundo tras segundo, se iba poniendo cada vez más pálido - nos vino a buscar - no debería saber que seguramente tendría más de cien años - todos los suyos dicen que su encierro es una deshonra y una falta a su honor, me da igual, tiene una oportunidad de demostrar que es una mujer honorable - entonces miró a los demás - ¿venís ya o tenéis que terminar algunos asuntos antes de ir?
Sabre Rose aguardó la respuesta de los demás, pues estaba endeudada con el regimiento por haberse solidarizado con ella.
Más aún cuando lo hicieron contra sus deseos explícitos.
Ella estaba lista para dejarse la osamenta calcificada en el sitio de tanto rezar por la canonesa cuya orden había aportado a la hermana Mozzera. Sin ella salir de aquella celda habría sido profundamente inconveniente para mucha gente.
Lidio sonrió veladamente al ver como el comisario se iba tan fustrado. Era una especie de pequeña victoria moral.
Luego escuchó atento a la Hermana y miró con curiosidad al joven. Había algo en él que le llamaba la atención, aunque no lograba saber el qué.
Cuando la sororita les preguntó Lidio, como militar de mayor graduación, tomó la palabra.
—Vayamos ya. Cuanto más fe pongamos en la vigilia por la Canonesa más se elevará nuestra voz, y más fuerte llegará nuestro rezo al primero de todos los hombres: el Emperador.
A pesar de no decirlo, esperaba que todos los suyos acudieran. Aunque no fuera por la Canonesa, aunque no fuera si quiera por ellos mismos y su alma, que lo hicieran por los compañeros caídos y por su Maestra de Duelo. Era importante que todos estuvieran en la vigilia.
Tener al Comisariado de enemigo era una mala idea, pero ser noble era sobrevivir a hacerse enemigos poderosos: si había personas que consideraban aquella catástrofe como un hecho indiscutible de la vida eran los Hidalgos.
-Nada que preparar, hermana. Será un honor que nos permitan unirnos a sus rezos.
Para Dionís, que siempre había sido un hombre más bien capillitas y tirando a arrugado y gris, aquello no era ningún problema, y siempre había tenido muy buenas relaciones con el clero y el administratum. Sólo ahora su vida había tomado un giro más... directo... con un cuerpo que le apretaba y le bullía por todas partes, y con una vida en la que todo eran sangre, vísceras y abominaciones. Pero también la sensación del viento soplando sobre su chapa, y la de conducir una tan noble bestia como era el Carvalho.
-Después de vos, Magistra, Contagem.
Hizo un gesto. Como Alféres, estaba autorizado a pasar por delante de los soldados rasos en la formación y que se le concediera el privilegio de ser el primero en desembarcar y el último en desembarcar el vehículo por encima incluso de oficialía, pero seguía estando por debajo de aquellos dos hombres, y a eso se reducían todos sus privilegios, excepto si recordaba bien poder vestir borgonieta en San Vulkano sin necesidad de descubrirse. Y la borgonieta le resultaba harto agobiante.