Carolina se quedó mirando a Sabre con gesto sereno, y asintió - Los Nova-terrano de Salazar se merecen el exterminio, lo único bueno de esta situación, ha sido que esos desarrapados son cada vez menos, y será cuestión de tiempo que deshagan ese regimiento y reintegren a esos raspamonedas por otras unidades, bien lejos de nosotros - dijo con altanería, pero no le costó ni un segundo en recobrar la compostura para ceñirse en el tema importante - estoy segura de que la mejor manera sería entregar esa información que has obtenido directamente al Inquisidor. Si estas de acuerdo, reúnete conmigo en una hora, mandaré un enlace para que te lleve a donde yo este
- La autoridad, liderazgo y mando de la campaña en Nugratis y de todo el sistema Bilrao no podría estar en mejores manos que las nuestras, espero exista la manera de salvaguardar nuestro honor sin que se nos escapen - asintió despacio, entendiendo que quizás fuera mucho pedirle al destino el retener ambas cosas -; por nuestro futuro y el de estas gentes, espero que el Inquisidor Santini lo comprenda.
Sabre Rose se puso en pie y saludó marcialmente, dejando claro que estaba de acuerdo con el camino marcado, antes de acercarse a la puerta un pensamiento la detuvo y se giró una vez más hacia Carolina, su rostro mostrando no más preocupación que si estuviese lloviendo al otro lado.
- Están afuera, en grupos numerosos, y Ledesma entre ellos - habría añadido "tened cuidado" pero no deseaba ofender, tan sólo informar de la presencia de nova-terranos -. Os veré en una hora, mi Lord Coronel.
Le habría gustado decir más, expresar los sentimientos y pasiones que le despertaba Carolina, ponerse en la evidencia de los amantes y enamorados y aferrarse al clavo ardiendo de la esperanza de un nuevo ósculo cual regalo de los cielos; en su lugar sonrió y suspiró feliz, habiendo podido experimentar aquel arrebato emocional en su vida y comformándose con ello. Si algo le habían podido enseñar las instituciones adoctrinadoras de El Imperio de la Humanidad era que, en el universo de cuadragésimo primer milenio, sólo había guerra.
Con la puerta a sus espaldas la Magíster activó su escudo de fuerza y recorrió los pasillo perseguida por su maldición particular, Hueyo Coalemo, quien tomó aquel gesto como señal del peligro que había y posó su mano sobre su propio sable mientras apretaba el paso.
Mathis entrecerró los ojos al mirar a Dionís, aparentemente confundido, aunque rápidamente arqueó las cejas cuando la comprensión llegó a su mente. Sin embargo, antes de que pudiera explicarse, llegó aquel arrebato sobre honor mancillado. Sin duda podría intervenir. Podría decirle que no tenían razón, o que le daba igual quién empezó aquello, que simplemente no pensaba permitir delitos de sangre entre camaradas. Pero, ¿iba a cambiar algo con aquello? Seguramente, no. Al menos, no a mejor. Y él por su parte ya había movido sus fichas en aquel tablero, así que solo le restaba esperar lo mejor y prepararse para lo peor.
Estrechó la mano de los recién llegados y se esforzó por retomar el hilo de pensamiento que había dejado atrás.
-¿Dónde estaba? Ah... Claro, usted no ha conocido a muchos Inmortales, ¿verdad? Ni iloeteranos, me atrevería a decir. Eh... ¿Cómo decirlo? No somos las ovejas más mansas y racionales del rebaño del Emperador, por expresarlo de algún modo más poético. Tenemos tácticos y pensadores, claro, pero somos un mundo en guerra casi constante. Los pieles verdes nunca dejan de venir, nunca se cansan. Y nosotros no pensamos cansarnos antes que un xeno, si entiende por donde voy-explicó, removiendo un poco más la bebida.
-Cualquier iloeterano que se precie le dirá que puede vencer a cabezazos a un orko cualquier día de la semana. Lo sorprendente es que algunos no mentirían. Recuerdo a un tipo, un operador de arma pesada, un auténtico armario fuerte como un grox... Decía que era campeón de boxeo sin guantes, y lo cierto es que su cara me sonaba... Pues bien, en una ocasión le vi arrancarle los brazos a un orko y matarle a golpes con ellos. Y después a un par de xenos más. Creo que al final le hirieron, y no sé donde acabó, pero que el Emperador bendiga a ese animal-comentó con una sonrisa nostálgica, reviviendo aquello ante sus ojos-esos son mis nativos y mis vecinos, quizás ahora entienda mejor por qué me defino como "atípico". En Iloeter nos ganamos el servicio a la guardia exterminando WAAAGHS, como los llaman los xenos, defendiendo nuestro mundo, contraatacando y volviendo con la cabeza del kaudillo. Si alguna vez se acerca a nuestro estandarte de batalla, comprobará que la cabeza en él es de verdad, aunque no se lo aconsejo si quiere conservar los dientes. La coronel es una mujer de armas tomar-explicó, con una débil sonrisa de disculpa, acompañada de un buen trago a aquella bebida.
-Disculpen la charla, creo que me he extendido un poco. Le felicito por su idea, doctor, aunque no todos hayan podido acudir.
Mi enhorabuena, Doctor. Tanto por sus palabras, como su exitosa reunión y, sobre todo, por este vino. Sus características lo hacen singular. Siendo casero, podría decir que me gustaría contar con algunas botellas en mi bodega de forma permanente. ¿Sería posible?
Gracias Cotagem, me alegro de que sea agradable a su paladar. - susurró con una sonrisa sincera para no interrumpir el relato del iloeretano. - Pero me temo que las pocas botellas que pude elaborar serán consumidas en esta celebración. Pero por supuesto cuente con una de las botellas de la siguiente tanda que haga.
Escuchó el relato con interés, sin duda era una curiosa manera de ganarse el derecho a luchar para el emperador. Aunque parecía una velada amenaza que no le gustaba nada. - Me alegró de oír las buenas noticias, será bueno contar con tu maestría a los mandos de tu nao. - dijo sonriendo hacia Dionis. - Y para nada se disculpe mi teniente, las historias de nuestros regimientos y como el Emperador ha tejido el destino para que nos reuniésemos en este frente siempre son curiosas. Personalmente me alegro de que el Emperador haya querido que combatamos junto a dos regimientos como los vuestros pues debo decir - hizo un gesto un poco teatral como si susurrase para que su voz no saliese del círculo. - que los Custos estamos un poco fuera de nuestro elemento. - sonrió un poco quitándole hierro al asunto. Por todos era sabido que su especialidad estaba en los asaltos en el vacío. - Infantería mecanizada e infantería pesada, ambos regimientos con experiencia contra el enemigo y bien pertrechados... El martillo y el yunque. - se encogió de hombros. - Si tan solo... - miró a los presentes negando con la cabeza sin saber muy bien como acabar su frase pero... ¿Acaso hacía falta?
—Épica historia, teniente Reuters. Animaría y enorgullecería a cualquiera que lo escuchara, especialmente en los de su regimiento. Estas historias crean cohesión y entretienen.—dijo Gomes, subrayando la última palabra. La afirmación era honesta, aunque se podía leer entre líneas una crítica a lo sucedido en el barracón, cuando en un momento de baja moral por lo sucedido, ante una sugerencia para levantar los ánimos sólo recibió reproches y violencia.—También se crearía si se escucharan las diferentes versiones de algo, y no hubiera un posicionamiento hacia un lado—en referencia al conflicto Recios-Hidalgos—No todos son iguales en cada país, mundo y regimiento. ¿No cree? Y dudo que conozca a todos los Hidalgos para encasillarnos.
—Pero cada uno al final toma sus decisiones... y aprende. Por ejemplo, tras perder 2 vehículos y tripulación insustituibles, he aprendido que absorber fuego para aumentar la supervivencia de mis aliados, más desprotegidos al ir a cuerpo, ha sido un error. Tan solo he oído críticas, insultos y reproches. Fíjese, que el alto mando ha criticado la decisión, no desde el punto de vista táctico, sino desde el punto de vista de perder a los nuestros por salvar a los suyos.
—Si tan solo... si tan solo preguntasen alguna vez, quizás estaríamos más unidos. Pero han elegido declararnos enemigos suyos por hacer justo lo que los Recios hubieran deseado que hubiera hecho mi regimiento en aquella ocasión. Incumplir la orden dada y salvarles la vida, como tratamos de hacer en la toma del espacio-puerto. ¿O cree que esas simples esporas hacían alguna mella en el chimera? No, teniente. En nuestro blindaje no, lo hacían en su carne.
Gomes intentaba dejar las cosas claras a su entender al teniente Reuters. A él le escuchaban los de los otros regimientos. Si de verdad quería que funcionasen como un grupo cohesionado, tendrían que cambiar su actitud hacia ellos. Si no, Gomes no volvería a dar una orden contraria a los intereses de su regimiento para salvar a nadie que no fuera brilariense.
Llegada la hora acordada, un enlace de Carolina, que tenía más aspecto de sirviente que de combatiente, reclamó la presencia de Sabre Rose. La condujo por entre las calles de Yhemek, las silenciosas calles de Yhemek. Protegidos por la noche, el enlace callejeó durante unos veinte minutos hasta que llegaron a un vehículo destartalado. Condujo durante unos diez minutos, dando vueltas sin sentido a ojos de Sabre, hasta que se detuvo en otra calle para cambiar de transporte. Ahora tocó un pesado camión de mercancías. Carolina estaba tomando una serie de medidas que indicaba la preocupación de la Coronel a sufrir las consecuencias de Vimaranes, o que tampoco confiaba demasiado en este, creyendo que le había puesto vigilancia.
Fuera como fuera, Sabre tardó una hora en llegar al punto de encuentro, donde Carolina esperaba vestida con harapos, pareciendo una humilde costurera que bien podría llamarse Sourcil, digna de algún relato épico y fantástico de un pasado mejor. Carolina la saludó con un gesto de cabeza, pero nada más reunirse las dos, Santini salió de entre las sombras, como si de un mago se tratara. Las miró a ambas con curiosidad y hastío a partes iguales - ¿para que me reclaman ustedes dos? ¿por qué viste de esa guisa una noble y alta oficial de Brilaria? - su voz sonaba melosa, pero a la vez, evocaba la imagen de la hoja de un puñal presionando la carótida de un incauto.
Tomó un trago más después de aquello, mirando el vino dulce reposar. Pensativo.
-...¿y ha pensado que estaba hablando de matar a otra gente para hacerlo, no es cierto, Teniente?
Preguntó, de manera casi casual. Era más un tiro a ciegas, y una proyección, que el hecho de que pudiera leer la mente de nadie: simplemente sentía cómo los ojos de todos estaban sobre ellos, y cómo el relato, que a duras penas era claro, se retorcía acá y acullá. Y dudaba que alguien que se defendía como "partidiario de ellos" no estuviera también influenciado por el relato. Había un cierto punto de amargor ahí, pero al menos sabía que no era el responsable, sino alguien que podía ser un valioso liado en el futuro; probablemente no mirara dos veces si uno de sus hombres quería dejarles tirados porque haría mucho alboroto, pero Dionís estaba empezando a resignarse (o eso pensaba) a la idea de que eso era lo que su futuro le iba a disponer.
"..."
-Ah, mi Cont-
"...!!!!"
Cosa que no podía decirse de todos los brilarios. Mientras que podía entender perfectamente como la situación era demencial por todos los lados y cómo se habían convertido en parias en apenas unos días... con los Recios, por contrapartida, como pobres víctimas de abuso, con todo el mundo convenientemente ignorando que fueron ellos quienes iniciaron las hostilidades, porque nada une al populacho como escupir al humillado, y- no, dionisinho, se recriminó cerrando los ojos por unos momentos. Céntrate.
-Con la venia de mi Contagem-
Dijo, tomando una posición estratégica entre los dos, de intermediariaje, para evitar cualquier posible mal.
-mientras que puedo entender, y comparto, la situación, y el clima de soldadesca está tornándose abiertamente hostil en poco tiempo -admitió- Doy fé de que el Teniente Reutter es una de las personas más cabales y racionales para con esta materia que se han encontrado en este lugar, y como sus grados responden no permitirá que sus hombres abriguen falta de respeto.
Aquello era quizá una exageración creativa, como se probaría cuando el hombre no hizo ningún gesto de incitar a alguno de sus hombres a que aplaudiese para guardar la cara; pero en estas cosas mentir y exagerar en el punto justo eran la clave del éxito, y además siempre era preferible alguien a quien tu desgracia era solo una inconveniencia menor por la que no arriesgarse mucho que una persona que fuera activamente maliciosa en su odio. Si no creyera en eso, jamás hubiera podido llegar demasiado lejos en Brilaria.
-Órdenes hubo, y se condujeron, y no es un tema ligero de conversación, que el dar y el tener es el oficio de todos nosotros -dijo, tratando de reducir lo que podía ser una posible bomba a punto de estallar- y mientras que el mensaje es uno que jamás discutiría tratar, mi Contagem, acaso la persona quien recibe no sea la persona más merecedora de ello.
Mathis sonrió levemente ante el intento conciliador del doctor, aunque consideraba que no era algo necesariamente a realizar con él... Sin embargo, esa sonrisa duró poco en los labios del iloeterano, cuando las palabras de primero el oficial brilarés y después el conductor se volcaron sobre él. Siendo sinceros, fue sobre todo obra de Gomes, y aunque Dionís intento atenuar un poco aquello, simplemente no fue suficiente. La sonrisa había desaparecido de los labios del teniente, y también de sus ojos, cuando aquella perorata acabó. Se mantuvo unos segundos en silencio, sosteniendo la mirada a su contraparte de los Hidalgos, para finalmente suspirar.
-Sigh...-tras lo que, con una última mirada a la copa, la apuró de un trago, para después tenderle el contenedor vacío al doctor-si fuera tan amable de cogerlo...
Y por supuesto, esperaba que lo cogiera, porque no se molestó en sostener la copa más allá del par de segundos justos para que el hombre se hiciera cargo de ella. Si se caía al suelo, se caía.
-¿Quiere ponerse así? Muy bien. Vayamos por partes entonces, y ya que parece que le gustan las historias, le contaré otra-replicó, con una sonrisa sin alegría.
-Había una ocasión en que unos soldados Inmortales volvían del frente, con el deber cumplido, junto a otros camaradas. No todo había salido como le habría gustado al oficial, pero eh, el trabajo estaba hecho. El caso es que, al volver, en vez de vítores se encontraron armas apuntándoles. Se les obligó a desprenderse de su equipo, se les trató como a criminales... Ese oficial anónimo-replicó, con ese "anónimo" cargado de sarcasmo, ya que era evidente que hablaba de sí mismo-venía del mismo planeta del arranca-brazos, ¿se acuerda de él? Ese oficial, como decía, ¿ordenó a sus hombres disparar a todo lo que no llevara sus colores? ¿Les hizo resistirse al arresto? No. Ese oficial les dijo a los suyos que mantuvieran la calma, entregaron las armas, y fueron encerrados. Tras barrotes, contagem. Barrotes-replicó, con una carcajada seca-como si los guardias armados no fueran suficiente disuasión... Un mensaje encantador. El caso es que ese oficial tenía a los suyos tranquilos, y de repente, tras ser interrogados, llega un momento en que las luces desaparecen. "Oh, un ataque xeno, preparaos" pensó el oficial. Pero no. Eran humanos. Humanos que venían nocturnamente, con puñales, sin duda listos para contarnos otra historia-explicó, con el mismo tono distendido con el que había comentado la otra anécdota.
-¿Le gusta esa historia, Contagem? ¿Y a ustedes?-preguntó, mirando alternativa y brevemente al doctor y al conductor del chimera.
-Pero el tiempo de las historias se ha acabado, al final. Las historias tienen un momento y un lugar, y hay que saber cuando hablar y cuando callar. Y usted, Contagem Gomes, no sabe. En primer lugar, mi apellido es Reutter. Reutter, no Reuters. En segundo lugar, yo no les estoy encasillando, pero antes de continuar con ese punto, me gustaría pasar al tercero: madure. ¿Cree que estamos jugando a las peleas o algo por el estilo con los xenos? Esto es la guerra, y el enemigo mata gente. Y las vidas de cualquiera de mis hombres valen menos que un Chimera. Maldita sea, mi vida vale menos que un Chimera. Y ustedes estamparon dos, ¡dos! No venga a llorarme porque el Alto Mando le ha hecho notar esto que le digo yo ahora, porque en mi no va a encontrar simpatía con eso. Menos aún teniendo en cuenta que había un plan operativo, consensuado entre todos los oficiales, que decidieron ignorar. ¿En pos de la gloria? ¿En pos de salvar las vidas de sus compañeros? Ni lo sé ni me importa-relató con dureza y crudeza, en lo que era una bofetada casi literal de no ser porque se había propinado con las palabras y no con la mano.
-Yo no tengo que preguntar absolutamente nada. Y con esto, quiero continuar con el segundo punto. Por si no le ha quedado claro en la historia, ese oficial anónimo era yo. Sus hombres, Contagem. Sus hombres intentaron asesinarme. Sin medias tintas, sin provocación alguna. Por supuesto empezaron por la sargento Ledesma y los suyos, pero dudo mucho que hubieran dejado testigos de haberles salido bien la jugada. Por desgracia para ellos, parece que las literas son bastante más arrojadizas de lo que uno podría pensar-replicó, con una sonrisa feroz-y murieron. Pero me atacaron, a mi y a los míos. Atacaron a soldados encerrados, desarmados y que no les habían hecho nada. Y sin embargo, ya ve. Les encasillo tanto-continuó, remarcando exageradamente esa palabra-que he venido aquí. Estoy hablando con ustedes. O, al menos, lo estaba, hasta que han empezado con sus gilipolleces, claro.
-Así que por favor, Contagem, dígame-finalizó, apoyando cordialmente una mano en el hombro del mando del otro regimiento, y apoyando la otra de forma extremadamente poco sutil en la cartuchera donde reposaba su pistola láser-¿qué debería hacer a continuación?
Nilsa escuchaba en silencio, eran dos oficiales y no tenía derecho a meterse en medio de la conversación, pero las excusas patéticas del brilariense estaban calentando a la, de normal, fría francotiradora. Fría cuando no estaba en situación de asueto, claro.
Pero aquel encuentro se podía calificar de todo menos asueto normal. Era puro politiqueo, y le estaba costando horrores mantener la boca cerrada ante las excusas baratas del Contagem Gomes. Faltó que el tal Dionís metiera baza, estaba harta, pero Mathis - El Teniente Mathis. - se recordó a si misma, decidió que aquel era un buen momento para decir basta. Y vaya si lo era.
La rubia mujer y su rubia acompañante asistieron, justamente indignadas, a la reprimeda que el Teniente les atizó de forma totalmente justificada a aquellos dos representantes del mayor grupo de bastardos que habían tenido el deshonor de encontrar, y teniendo en cuenta que habían penales presentes en el planeta, aquello eran palabras mayores.
El teniente, con una prosa educada y totalmente contundente, repartió estopa a diestro y siniestro, encerrando poco a poco a aquellos dos hasta dejarles sin salida. El rostro de la mujer mostró una sonrisa torcida, y su mirada, fría, contemplaba como la sangre llegaba al río, no podía ser de otra forma.
- Amén, Teniente. - dijo con total simpleza y convencimiento al terminar Mathis. El odio y resolución que transmitieron aquellas palabras fueron lo suficientemente elocuentes para que cualquiera que la oyera supiera que estaba totalmente de acuerdo con Mathis, y dispuesta a iniciar lo que hiciera falta.
Ella había estado dentro del barracón cuando los hideputas cabrones de los brilarieneses habían entrado a matar a todo aquel que estuviera dentro, por lo que nada de lo que aquellos dos dijeran le valía, para nada. Para ella, estaba claro quienes eran los traidores, cerdos, marranos descendientes de una mala madre que lloraban como nenas lo que no eran capaces de defender como hombres.
Lidio escuchó con sorpresa y decepción nada disimulada a Mathis. Cuando éste acabó de hablar, un gesto de dolor cruzó su rostros antes de volver a su estado normal de seriedad.
—Para empezar, ya veo que antes que dar las gracias por salvarles la vida, prefiere atacarnos y vilipendiarnos. No se preocupe, no volverá a ocurrir. Ya me queda claro que usted sacrificaría a toda su unidad por salvar a un Chimera nuestro. Y se lo agradezco, me ahorraré problemas.—empezó diciendo con disgusto—Para seguir, tras llegar a ese inmundo barracón, EXACTAMENTE IGUAL QUE USTEDES, fuimos requeridos para dar un informe. Lo vieron, si es que no se siguen cegando con extrañas ideas. ¿Que hubo luego un trato distinto? Piénselo, en parte es lógico. Nadie que no sea brilariano sabría qué hacer en nuestras reuniones que parecen un campo de tiro 'diplomático'. Además, aseguraría que tampoco arde en deseos de entrar en ese juego. Quizás es hora de que se pregunten si proteger a esos taimados de los Recios es una buena idea. Mas es decisión suya. Pero lo que me asombra y ofende, es que diga eso de MIS HOMBRES—dijo señalándose a sí mismo, elevando poco a poco el tono de voz—Esos hombres, MIS HOMBRES, lucharon con ustedes. Murieron por ustedes. Sufrieron como ustedes. Les han visto a todos la cara varias veces, ¿o me equivoco? ¿Acaso vio a alguno de ellos en ese atentado del que me habla? ¿LOS VIO? ¡NO! ¿Sabe por qué? Porque mis hombres no estaban. No participaron. Nada. Estuvimos dedicándonos a otras cosas. Nos echa la culpa y no fuimos nosotros. Recapacite.
Gomes respiró y se atusó el uniforme, tranquilizándose y rebajando el tono agresivo a uno más conciliador.
—No, teniente... Reutter—continuó, esforzándose en pronunciar correctamente el nombre de Mathis—Se empeñan en hacernos sus enemigos. No lo somos. No lo hemos buscado. Si el Emperador quiere, seguiremos luchando juntos un tiempo más, y es mejor hacerlo bienavenidos. En sus manos queda a partir de ahora esta situación. A usted le escuchan—dijo señalando al resto de gente tropa imperial que había allí, de los no brilarienses.
Gomes entendía que la conversación no tenía más que ofrecer. Miró al Doctor y a Mathis, e hizo un saludo militar de despedida.
—Con su permiso, les dejo que celebren sin nadie que les perturbe.—se iba a dar la vuelta, cuando recordó algo—Otro consejo le quiero dar. Aunque soy ordenado y entiendo el lugar de cada uno, soy bastante comprensivo con la gente, pese al origen, y detesto el 'juego'. Sin embargo, sus palabras y acciones son motivo de sobra para el Sakto. Que no le oigan otros brilarienses. Hay muchos que desenvainarían encantados.
Ahora sí, se dio la vuelta, esperando que el resto de Hidalgos hiciera lo propio. No era su lugar. Al menos no esa noche. Ya verían si el tiempo lo cambiaba.
-Yo no me empeño en hacer enemigo a nadie, Contagem-replicó, mientras el otro se daba la vuelta-pero usted ha venido a mi con recriminaciones, en vez de tendiendo la mano, y ha esperado que yo agacharía la cabeza y le daría la razón. Si quiere hacer amigos, pruebe a no intentar cargarles con sus errores-añadió, sin amilanarse un poco.
-¡Ah, y sobre el consejo! ¡Si algún brilarés vuelve a alzar la mano contra mi o los míos, le juro por el Emperador que le vuelo la cabeza!-añadió como despedida.
La Magíster saludó marcialmente a Santini, reconociendo su autoridad aunque estuviese fuera de la escalafón militar.
- Inquisidor Santini, los Khard-Mayners elevan vuestro nombre a las estrellas de la distante y sagrada Terra de El Emperador como grito de batalla - comenzó, habiendo compartido campo de batalla con los mineros convertidos en levas imperiales y habiéndoles escuchado alzar la voz para insuflarse de coraje frente a los tiránidos -. Por todo lo que ello implica no me cabe duda que sois la persona adecuada para hacerle entrega de esta grabación, pues en la confesión de nuestro pecados encontraremos magnanimidad.
Fue entonces que Moris ofreció a Santini la grabación.
- El arte del Sakto evita que algo así pueda ocurrir entre nuestras gentes - alegó la Magíster, posando la palma de una mano sobre el pomo de su sable para no dejar lugar a dudas de a qué se refería -. Sin embargo nuestras leyes quedan supeditadas por las del Astra Militarum y haría falta del respaldo de una autoridad superior para retar a duelo a muerte... A un Lord Comandante.
La ofrenda y oferta habían sido presentadas, ahora sólo quedaba saber cuál sería el veredicto.
- Ambicionamos el poder pues nos sabemos aptos para ejercerlo, sin embargo ni todas las formas de obtenerlo valen ni la herejía puede ser ignorada para retenerlo - dictaminó como Magíster de Sakto, el honor de todo su planeta estaba en juego y, al igual que habían asesinado a la cúpula gerontocrática de Brilaria para liberarse de su opresión, tampoco podía caber duda a la hora de ejecutar a Vimaranes por sus crímenes -. Nobleza obliga.
El Inquisidor observó a Sabre con detenimiento, seguramente estaría sondeando los pensamientos más superficiales de la Magister, pero no fue capaz de encontrar evidencia alguna de que eso estuviera sucediendo, solamente el pálpito.
Serio e imperturbable, escuchó lo que Sabre tenía que decirle, pero no comentó nada, ni tan siquiera reaccionó a la mención de los Khard, a los que el mismo salvó del exterminio con una decisión salomónica. Llegado el momento, cogió el aparato que contenía la grabación y lo escuchó delante de las dos, mirando, al alternativamente a Sabre y a Carolina. Hubo un instante en el que los ojos de Santini brillaron. Tomó aire y entornó los ojos - Sois mas valientes de lo que pone en los informes, o quizás sea un agudizado sentido de la supervivencia y autopreservación. Realmente, me da igual. No me voy a andar con rodeos, y la información que hay aquí, debe, por imperativo Bermellón, ser secreta. Mi indulgencia tiene un límite, pwro pero se reconocer un buen trabajo. Mis agentes no tenían manera de entrar en las dependencias de Brilaria, Vimaranes ha cerrado las puertas, y solamente podían pasar los de su confianza o ralea. Sois traidores - sentenció con una cadavérica expresión, pero no dejó de hablar - pero un traidor de un traidor, para mi es un aliado. No temáis, aunque Lord Silva de Brabant, deberá acompañarme tras esta reunión que jamás se ha dado - Carolina no pareció sorprendida, sino que más bien, lo esperaba - os agradezco esto, dejaré a los Hidalgos de Brabant al margen si usted, Lord Silva de Brabant, me convence de su lealtad, me habéis regalado ls clave que me hacía falta, y buscaré su colaboración en el futuro, su mundo, Brilaria, esta en el punto de mira del Ordo Hereticus. Sean inteligentes, y cooperen como hasta ahora. Podrían salvar algo más que su propia pellejo.
ahora bien, sigame, y usted, Sabre Rose, haga valer su posición y sea leal al Trono. Estoy harto de escuchar el "Brilaria primero"; no, el Imperio primero.
y sin mayor dilación, sin dar tiempo a responder a Sabre, Santini cogió del brazo a Carolina y ambos se desvanecieron en las sombras, como si nunca hubieran estado ahí. Una sensación de angustia pudo subir por la garganta de Sabre, pero había visto la mirada de Carolina antes de desaparecer, y era de pura determinación e inquebrantable; aguantaría.