Partida Rol por web

Los ruidos entre los árboles de alrededor no descocentraron a Buzánszky, quien se había empeñado en resolver quien era aquella mujer. 

-¡alto ahí, Circe! - ordenó, ligeramente airado - ¿Cuál es tu campo de conocimiento? - y su mano se acercó cautelosamente a la varita. Si aquello era una trampa, no le iba a pillar desprevenido. 

Al percatarme de la presencia del intruso, decido aprovechar mi instrucción superior y conjuro Carpe Retractum sin usar la varita, para subirme a la copa de un árbol cercano.

Sal a dónde pueda verte, no me fuerces a atacarte, créeme que no tengo inconveniente en usar fuerza letal de ser necesario, tu decides. - le espeto al intruso mientras me refugio en la copa de los árboles por si debo huir volando del lugar.

Nuestra conversación había pasado a una de más seriedad, y por espacio de unos minutos me dediqué sólo a escuchar lo que Ulfric tenía que decir al respecto. Me sentí notablemente aliviada al saber que no estaba comprometido ni obligado a estar en una relación con alguien exclusivamente sangre pura, aunque igual me sentí nerviosa al saber que la reticencia seguiría allí entre algunos miembros de su familia.

Me ruboricé levemente a sus halagos, y me mordí el labio inferior con algo de nerviosismo al vez como tomaba mi mano y se la llevaba a los labios. -De acuerdo.- Dije, muy suave, sonriendo más tranquila. -Si a ti no te importa lo que puedan decir de mi, entonces estaremos bien, porque la verdad me da muy igual lo que puedan pensar.- Dije, riendo con algo de nerviosismo. -Hay quienes dicen que casarse con una persona es casarse con su familia, pero para mi eso no es totalmente cierto. Aunque me gustaría que a mis padres les guste la elección que haga de quien sea el hombre de mi vida, si ellos me dijeran que no lo aprobaban pues les tocaría aguantarlo, porque al final sigue siendo mi decisión.- Había seguridad en mis palabras, y apreté suavemente su mano. Luego, con suavidad retiré mi mano de la suya.

-Estoy más tranquila ahora, pues la verdad es que me estás empezando a gustar mucho Ulfric, y sé que puede convertirse en algo incontrolable e intenso si me dejo llevar por ello. Supongo que es por ser americana.- Dije, riendo divertida. Bajé la mirada para tomar un sorbo de té. -Bueno, pasemos a otra cosa. ¿Creciste en Alemania? ¿Cómo era la vida allí? ¿Sentiste un cambio cultural fuerte cuando llegaste a Inglaterra?-

Ulfric se alegró de que Agatha respondiera de aquella manera. No sabía que podía pasar con su familia, y había sido plenamente sincero, pero el peso de ese tipo de familia es a veces agobiante, y pueden serlo. Sin embargo, la ventaja era lo que había dicho, su primo, el cabeza de familia. Criados juntos, y amigos, aunque a veces, opuestos en diferentes realidades mágicas, no así en la relación con los muggles... o no mag. 

- A mi no me importa. Es una realidad. La familia von Hoggen es prestigiosa, y es un orgullo ser parte de ella. Y engrandecerla, o eso espero, con lo que haga en mi vida. Pero ella no es mi vida. Es lo que haga yo. Y por supuesto, aquellos con quien escoja vivirla. Si. ¿Y si a alguien no le gusta alguien que es bruja de primera generación? Pues es una pena, porque probablemente, engrandezca más a la familia que lo que pueda empobrecerla. - Se notaba, en esa forma de hablar, lo que a Ulfric le importaba su familia, y lo importante que consideraba su permanencia a ella, pero a la vez, que había cosas más importantes... y que probablemente, ya habría tenido que demostrarlo en alguna ocasión, y de ahí que hablara tan seguro. En realidad, sus estudios no habían sido fáciles, así como alguna de sus decisiones tras la muerte de sus padres. 

Cuando ella dijo que podría ser que llegase a tener un sentimiento incontrolable, a Ulfric le volvió la sonrisa, y echó incluso una risita. - ¿Eso es lo que hacen los americanos? Pues no se, si voy allí quizás sea un peligro, haciendo que las damas se vuelvan así de incontrolables- bromeó con un guiño de ojo. - Ahora en serio, me agrada que ello no te eche atrás, y no temas ser conmigo impulsiva. Yo... estoy cortado por un patrón muy riguroso, entre lo inglés y lo alemán... - Hizo un gesto con las manos, como diciendo "cuadriculado y ordenado"... 

Pues mira, crecí en Alemania, aunque no en el Castillo familiar. Mi padre estaba en Berlín, trabajando con el Ministerio alemán, así que vivimos en un pueblo de las afuera, en una urbanización, dónde vivían muchos funcionarios del ministerio y sus hijos. Vivíamos en una especie de "isla" donde hacer magia en las afueras de Berlín. Era bonito. Luego nos fuimos a Inglaterra cuando cayó, por primera vez, Quien Ya Sabes. El choque no fue grande, no para un niño de 12 años. Pero si interesante. El carácter inglés es menos formal... pero más protocolario. Aunque ya sabía algo, viajábamos mucho a Inglaterra antes. ¿Quieres saber algo de mi niñez? - Le dijo von Hoggen, mientras bebía algo más de su te, le lanzaba una mirada cariñosa, y se le iluminaba la cara como a un niño... 

Bueno, el paso ya estaba dado. Ya de alguna forma habíamos hecho declaración de intenciones, ahora sólo quedaba esperar a que las cosas avanzaran a su ritmo. Me sonreí casi con timidez, algo poco usual en mi, y le miré a los ojos, esos ojos claros que me gustaban por lo expresivos, amables, y sinceros que eran en todo momento.

Empecé a reír al imaginarlo andando por lascalles de mi pueblo natal. -Oh, no. Te apareces allá, con tus ropas elegantes, tu acentito extranjero, y el fedora; no habrás terminado de decir tu nombre cuando tendrás que comenzar a quitarte a las chicas de encima a fedorasos. Puede que hasta chicos también, esta generación es muy mente abierta.- Dije, tratando de controlar la risa. Sonreí con algo de malicia al escuchar que me daba permiso de ser a ser impulsiva.

Intenté no reirme ante lo de "Castillo Familiar". Dios mío, ¡que me estoy dejando conquistar por un miembro de la realeza alemana! Luego decían que no existían príncipes azules en el mundo... Es más, Ulfric sin saberlo me estaba haciendo comer las palabras que había dicho alguna vez a Anne. Intenté imaginarlo de niño, en un lugar donde la magia fuera el día a día. -Si, me gustaría mucho que me cuentes de tu niñez. ¿Cómo eras? ¿Qué cosas te gustaban hacer? ¿Que aficciones tenías?-

Se frenó y miró hacia tu mano, la cual iba con cautela en dirección a la varita -¿así tratas siempre a las mujeres?- comentó prestándote atención –mi campo es bastante amplio, pero bueno, digamos que se me da bien el tema de los espíritus.

Su mirada reflejó una nueva mueca de frialdad –sin embargo, parece que lo que buscan son algunos de mis inusuales y domesticados juguetitos –quizás tenía buena fama en cuanto a material y criaturas para poder manejar.

De repente, unas hojas, provenientes de las copas de los árboles parecían alborotarse. Circe dirigió su vista hacia arriba –creo que deberías tener más cuidado. Parece que un joven te está esperando- terminó por comentar y, cuando quisiste ver qué era lo que señalaba la mujer, advertiste (por el timbre de su voz) y un pelo castaño-rubio a un alumno: Altair. ¿Qué hacía allí? No lo sabías, pero por lo visto él era el causante del ruido que escuchaste.

Al querer dirigirte de nuevo a Circe, ella ya estaba terminando de pronunciar un ligero susurro. Un susurro con el que desapareció.

Subiste hábilmente a la copa de los árboles y, desde allí, escuchaste más de una voz. Pero lo importante fue que una de ellas te sonaba bastante. 

Con el revoloteo de hojas que hiciste, el portador de esa voz te miró y tú, con ventaja, también lo descubriste sin demasiada dificultad: era Sándor. Pero pese a las dos voces iniciales, cuando lo visualizaste se encontraba solo, no había nadie más.

Una vez que os descubristeis mutuamente, teníais la opción de hablar, quedaros allí, volver a la escuela o... ¿regalaros una rosa quizás?. El caso era que Sándor se encontraba en un claro del bosque y, Altair aún en la copa de uno de aquellos enormes árboles.

-Sólo a las peligrosas...- Contestó con irreverencia Buzánszky, que no apartó su mano de la varita- ...además ¿Quién dice que lo haga por usted?- añadió, enigmático. Y no era un juego pues realmente el investigador desconfiaba de su alrededor y de quien pudiera estar merodeando por allí. Teniendo en cuenta su trabajo, era buen sitio para una emboscada, usando a Circe como cebo.

Cuando Circe le hubo explicado muy por encima su campo de conocimiento, Sándor asintió.

-Está bien, pronto nos veremos...- y se esfumó. Pero antes que eso ocurriese, señaló al bosque y descubrió a Altair haciendo no se qué en la copa de un árbol. Se dirigió al muchacho.

-¡Altair! ¿Qué diablos haces ahí arriba?

Randall observó el regalo que le había hecho Cliodna. Era un pequeño peluche de unicornio que tenía algunos detalles plateados. Sonrió, recordando el día del encuentro con la Hufflepuff en el bosque y cómo durante el baile de Navidad también había llevado un vestido con detalles de unicornio. Sin duda, el unicornio parecía ser la criatura mágica favorita de Cliodna.

-Es muy bonito -reconoció al muchacho, agarrando el peluche. Fue entonces cuando se percató de que, debajo del peluche, había un cuerno de unicornio real-. Whoaaa, esto es increíble... -No sabía cómo lo había hecho Cliodna para conseguir un cuerno de unicornio, aunque era algo que él nunca olvidaría-. ¡Gracias!

Lestrange observó que Cliodna apretaba la caja, mientras se escuchaba el sonido de unas pequeñas patitas agitándose dentro de la caja. El muchacho levantó entonces la cubierta de la caja, revelando qué había en su interior.

Se trataba de un pequeño gatito atigrado y con los ojos azulados, que no tendría más de unas cuantas semanas de vida y no dejaba de maullar, moviéndose por toda la caja.

-Lo compré en la tienda de animales del Callejón Diagón -reveló Randall, con una sonrisa-. La vendedora dijo que era mitad Kneazle.

Al ver a Sandor abajo decido descender del árbol de un salto y usar un descendo para aterrizar sin problemas.

Al parecer estoy haciendo lo mismo que usted, buscando a los culpables de la muerte de mi hermano, justo estaba por ir a intentar obtener una pista de un par de licántropos que viven ne muy lejos de aquí, ya tenía todo pensado, pensaba atraparlos con un fiendfyre y amenazarlos con hacerlos arder a menos que me dijeran lo que quiero saber. - confieso con absoluta frialdad.

Todo en mi lenguaje corporal evidenciaba que me importaba muy poco exterminar a todos los licántropos de Inglaterra si con ello daba con los asesinos de mie hermano y los exterminaba.

Sándor, realmente, no había bajado hasta allí por tan noble fin pero aprovechó la ocasión que le brindaba el muchacho para adelantar acontecimientos.

-Te acompañaré- dijo con convicción - vayamos pues, pero háblame de dichos individuos, mientras hacemos camino, y por qué piensas que saben algo. 

No tengo nada en claro, sólo sé que son licántropos y hasta dónde sé, la comunidad de licántropos es muy reducida y todos oyen alguno que otro rumor, además viven cerca de la escuela, no muy lejos del lugar de la muerte de mi hermano, así que quiero tirar los hilos por allí.

Primero probaré la diplomacia y luego la violencia, lo más probable es que se confíen al verme sin varita, pero bueno en África no es que la usemos mucho, desde muy pequeños aprendemos a conjurar sin ella, claro que nunca he estado en un duelo sin una y no me fío mucho de poder hacerlo, pero de que puedo conjurar sin una, claro que puedo. - confieso mientras abro la marcha hasta la vieja cabaña a un par de horas de camino.

La vieja y aislada casa me da la tranquilidad de que es muy poco probable que tenga que soportar alguna clase de daño colateral, así que, sin previo aviso, creo entre mis msnos un pequeño conejo de llamas, la criatura estaba lista para salir y quemarlo todo a su paso, pero aún no era hora de liberar a mi creación, así que avanzo lentamente hacia la puerta con mi creación al lado y Sandor a la zaga.

Llamo a la puerta. -Sr. Baker ¿Se encuentra Usted en casa? Tengo unas preguntas que hacerle sobre un incidente con tres licanos no muy lejos de aquí, por favor, le agradeceré que colabore conmigo y así todo saldrá bien. - sentencio de forma serena pero bastante directa tras llamar a la puerta.

Aquella respuesta no fue muy del agrado de Buzánszky, que miró con torva faz al muchacho.

- Pues en ese caso ni se te ocurra matarles, a menos que ellos lo intenten. No por ser licántropos tienen que saberlo, ni siquiera tienen por qué conocerse entre ellos. Así que sé prudente y no hagas tonterías, en el peor de los casos podemos detenerles. Yo podría escrutar si saben algo...

Durante la caminata, Altair le contó sobre su habilidad de conjurar sin varita, cosa que luego demostraría. Aquel era un interesante talento que le haría muy válido para un trabajo tan discreto como el de Sándor. Sin embargo, el ánimo y talante del chaval no era el más apropiado, de momento.

Cuando llegaron a la cabaña, Buzánszky se mantuvo a la espera, expectante, preparado para intervenir en cualquier momento.

Ulfric se sonrió ante la mención de cómo arrasaría entre las gentes del pueblo de Agatha, e hizo el gesto de coger el sombrero, saludar y lanzar unos besos...  -.Voy a ir practicando, ¿no? - Y se rió un poco, tomando el pelo a la preciosa profesora. Luego continuó hablando. 

- Bueno, Agatha, de pequeño eramos unos verdaderos pillos. Digo yo, y una pandilla allá en Alemania, que sabíamos controlar poco la magia aún, y nos pasábamos las horas lanzando bolas de barro a las ventanas... a ver quien llegaba y la lanzaba más lejos, sólo con magia. Claro, cuando uno alcanzaba... salíamos corriendo. Luego, la gracia se acabó, cuando la gente comenzó a poner encantamientos  a los cristales, cansados de limpiarlos. - El subdirector se sonrió. La verdad, el que ahora fuese más "estirado" no tenía que ver con su infancia, sencillamente era cuestión de los estudios post-Hogwarts y de años de trabajo familiar sobre ello... 

- ¿Aficiones? ... Bueno, me gustaba mucho un programa en la radio mágica que hablaban de colecciones de hierbas mágicas. Intenté un par de veces coleccionarlas buscando por ahí, yo solo, pero al final me lo prohibieron. Parece que algunas eran venenosas... Y me gustaba mucho leer cosas de magia antigua... vale, no te rías, pero es lo mismo que ahora, pero antes leía muchas novelas de aventureros que buscaban objetos mágicos, y tenían su aspecto romántico, y hasta elegante... No te rías ¿eh? - Le dijo mientras hacía un teatral gesto, pero la verdad es que le estaba contando alguna cosa que conocía poca gente, quizás su tía, y sus difuntos padres. 

Apenas escuchasteis el crujido que ocasionó la madera de la cabaña al llamar y, a partir de ahí, solo hallasteis silencio. No hubo más ruidos ni sonidos. Al parecer o no había nadie en casa, o sencillamente no pensaban dejaros entrar.

Quizás habían visto u oído algo. Quizás allí no íbais a encontrar las respuestas que al menos Altair quería.

Buzánszky sacó la varita, por si las moscas, y apuntó al cerrojo. 

-¡Alohomora! - invocó para abrir la puerta.

Y se apartó, conforme se abrió, por si les emboscaban. 

Echo mano de la varita y retrocedo para respaldar a Sandor.

De verdad quiero atrapar a los bastardos que asesinaron a mi hermano, así que dime Sandor, ¿Vamos a trabajar en verdad juntos o prefieres que siga dando palos de ciego con todo lo que ello implica?. - pregunto señalando hacia el conejo de llamas que me miraba expectante esperando que lo dirigiera hacia algún lugar o que cancelara mi hechizo con su contraparte.

Sólo dame una pista, un nombre o algo y yo conseguiré el resto por mi cuenta y hasta dejaré que lo encierres en lugar de darle lo que merece. - comento en voz baja para luego elevar la voz hacia la casa.

Sr. Baker, hay sólo dos formas de terminar esto, o sale a hablar con nosotros o mi conejo de llamas malditas se va a dar una vuelta por su sala con todo lo que ello implica, si yo fuera usted, tomaría la vía pacífica. - exclamo sin recibir respuesta.

Eso suele funcionarme para obtener alguna respuesta, pero no silencio, puede que el viejo no esté en casa. - comento ante la ausencia de respuesta desde el interior de la casa.

- No voy a darte nada para que vayas por tu cuenta - contestó Buzánszky con total seriedad mientras se asomaba por la puerta - pero podrás acompañarme.

Se deslizó silenciosamente adentro y se aseguró de que estuviesen solos. Lo estaban. 

- No hay nadie. Podemos aprovechar para registrarlo todo y ver si encontramos algo.

Cuando salieron, Buzánszky hizo una propuesta al chico a fin de desinquietarle y de obtener ayuda extra, pues iba a meterse en terreno peligroso.

-Me vendría muy bien tu ayuda mañana. Tengo que hacer una visita a alguien en el callejón Diagón. Si todo va bien, obtendremos una importante pista... - explicó, sin dar más detalles.

Tras demostrar el Slytherin su agradecimiento, este (Randall) desveló lo que se encontraba en el interior de la caja.

Los ojos del gatito me miraron. Yo le miré. Acto seguido el mundo se paró. Sólo notaba mis latidos y, o veía corazones por todos lados, o al menos mis ojos adquirieron la forma. ¡Era precioso! ¿Cómo podía existir ese sonido, su maullido? Sufrí un ataque muy repentino de amor. No como cuando eres madre, imagino, pero debía ser del estilo, sí.

Cliodna…me dije tras unos segundos en shock. Di algo, lo que se te venga a la cabeza, que…soy yo, la que te está hablando, tu conciencia. Silencio, ni el ruido de los alumnos comiendo llegó a interferir en mi charla mental. Un momento, vale, no tengo sugerencias. Apáñate.

Puse el dedo en la patita de minino, para acto seguido poder sacarlo y abrazarlo–te vas a llamar philoctetes- ¿motivo? Realmente ninguno, haber visto muchas veces Hércules supongo; aunque de siempre me había gustado la idea de tener a alguien al lado que te ayudase a convertirte en un héroe y brillar por donde quiera que fuese.

He vuelto y aún no se lo has agradecido.

Rápidamente traté de mirar el rostro de Lestrange conteniendo la emoción y una pequeña lágrima que quería danzar por mi mejilla bajo una expresión de sorpresa –no…no sé qué decir- concluí en un susurro –es –increíble. Volví la vista a phil, o tetes –jamás lo olvidaré- ya que tenía tanta felicidad y miedo, que debía acompañarme (el momento) como algo inédito e inolvidable por al menos demasiado tiempo.

Las piernas comenzaron a temblarme a la par que las manos. Quise darle sentido, buscar opciones de distintos tipos, pero sin entenderlo, mis ojos comenzaron a jugarme una mala pasada. Se sincronizó con mis sentidos para hacerme tener una especie de visión: y es que creí tener a mi padre enfrente de mí, como si fuera el portador del objeto que recibí.

En mis sueños Regulus se presenciaba, me hablaba, me guiaba. Crecí convencida de que él sería el hombre que me haría el primer regalo fuera de mi zona de confort (mi madre en los Cárpatos). Quizás por ello deseé que apareciera durante muchos años. Fingí que era una mentira su muerte, que un día llegaría así, de improviso como Lestrange.

Sin intención la realidad se invirtió con la ficción, se fusionó –te…-intenté continuar la frase, sin embargo, los sentimientos galopaban sin freno. Comencé a verlo todo negro. Unos pitidos en los oídos me llevaron a desfallecer. Apenas mis dedos rozaron la mano del Slytherin cuando me caí hacia adelante en dirección al suelo, abrazada, protegiendo inconscientemente y sin dudarlo al pequeño Kneazle.