Algunos toman de los frutos, otros no, en cualquier caso observo con atención a todos los que hablan en silencio, y también a los que callan. La cercanía de Katalina para hablarme me hace inspirar aire para mantener el rostro lo más serio posible, a pesar de que por mi mirada se puede notar que no me ha dejado... indiferente. Me pregunto en verdad quién será ella. Pero hay cosas más importantes, cosas que han pasado y cosas que van a pasar.
Retiro la bolsa tras coger yo también uno o dos frutos, observándola y evaluando que probablemente no dure demasiado.
Por la noche atacan, cuando dormimos. Pero por el día están entre nosotros... hay que vigilar.
Luego me fijo en la pequeña y niego con la cabeza.
Lo más fácil es volcarse en protegerte -le hablo a ella directamente- y eso creará confianza y camadería entre los que creen en ti. Te aseguro que ellos se han fijado en eso y que es posible que al menos haya uno de los asesinos entre las personas que se acerquen demasiado. Puede que ¿Dareon? creo que se llamaba se diese cuenta de ello y al avisarte fuesen a por él.
Miro a los protectores de la niña, con calma, evaluándolos, y sabiendo que probablemente a más de uno no le gustará mis palabras, sin embargo, no me preocupo, sino todo lo contrario: apoyo la mano en mi cadera mientras dedico aún uno o dos segundos más en observarles antes de seguir hablando.
El conocimiento es necesario para saber de dónde venimos, para no repetir los errores. Será mejor compartirlo.
Y acto seguido recorro con la mirada a todos los demás, tratando de adivinar sus pensamientos. Me acerco un poco hacia las llamas que ha prendido la gélida mujer compañera del rapaz nocturno.
El día terminaba con el nacimiento de un atardecer, mientras vuestras miradas bailaban de uno a otro, sin saber que pasaría en unos segundos entre vosotros.
Unos segundos que serían la antesala del dolor y la guerra.