De nuevo una mañana callada... el silencio poblaba el ambiente mientras los muertos seguían tendidos sobre el suelo, y la muerte parecía dichosa de poder danzar sin dueño en aquel lugar.
Y de nuevo un cuerpo tendido, que esta vez disponían un cuerpo yacente que sin desuello o heridas disfrutaba del abrazo eterno de la Parca, mientras a su lado se tendía su ofidio acompañando aquella misma muerte sin sangre que mostrar.
Sobre el suelo, el cuerpo de Silvia... ningún rastro... ningún esfuerzo... solo un cuello partido, un giro brusco que cambiaba la vida por una eternidad sin más...
Un giro que por pequeño que pareciese dejaba calladas muchas palabras, muchas sospechas y muchos miedos que un día nacieron y poco a poco Oldland brindaba entre los demás.
Aquellas palabras que sellaba la muerte con su beso y que dejaba para el final.
Poco antes de la noche Olenna había vuelto a retirarse a su lugar habitual. Los cuerpos empezaban a amontonarse y en esta ocasión echó una última mirada a los muertos antes de entrecerrar los ojos y descansar. En el tiempo que tardó en conciliar el sueño se preguntó qué pasaría si realmente los asesinatos cesaban y la barrera seguía ahí. ¿Era posible que quien la hubiera levantado les observase, mirándoles morir de hambre? En el peor de los casos podrían aguantar semanas.
Y es ahora, al amanecer, cuando ella vuelve a abrir los ojos sin necesitar buscar para saber qué cadáver va a encontrar. Se pone en pie despacio y se dirige hacia el cuerpo de Sylvia para observarlo durante unos segundos. Luego camina, arrastrando su bastón y prestando atención a los susurros de la piedra, hasta que con el sonido de su voz se detienen sus pasos.
—Los muertos hablan —enuncia—. El viejo dice que no quedan semillas, pero es tontería —explica mientras hace un gesto hacia la Eve recién muerta—. Él dice que sólo queda que muera la del martillo para que las luces se completen y podamos salir. El árabe pide volver, dice que ya no será semilla. Sólo la niña acusa a alguien, pero acusa cada vez a uno. Acusa también a Sylvia diciendo que la muerte es un truco como la primera vez. —Niega con la cabeza—. Yo tengo otra sospecha.
Y tras esas palabras vuelve a mirar al hombre alimaña para repetir la pregunta del día anterior.
—¿Qué han dicho tus ratas?
Los ojos oscuros de Nimay buscaron por puro instinto un lugar vacío a su lado al despertar aquel amanecer. Aquel que la pequeña Theora había ocupado cada noche desde que estaban allí atrapados y en el que ahora ya sólo quedaba la capa de Deidre como último recuerdo. El hombre suspiró entre dientes y se puso en pie al mismo tiempo que el elefante comenzaba a moverse para incorporarse.
Aquel día no olía a sangre, pero sí a muerte. Caminó hacia el cuerpo que recibía el nuevo día tendido en el suelo y contempló un instante a Sylvia, apretando los puños a ambos lados de su cuerpo. Entonces negó con la cabeza mientras sus músculos se tensaban bajo su ropa. Cuando levantó la mirada apartándola de la mujer de la serpiente, sus ojos se dirigieron directamente hacia el hombre de las ratas, al que señaló con la barbilla.
—Sus ratas no le han dicho nada —respondió a Olenna a pesar de estar mirándolo a él— porque él ha cambiado al volver de la muerte. Anoche le pedí a la rueda sus secretos. No pude hablar entonces porque cuando llegaron a mí ya estaba quedándome dormido, pero lo hago ahora. Las ratas le contaban los secretos de los muertos, pero usó una magia oscura para regresar a la vida y ahora es él quien da muerte.
De nuevo, el brillo de un sol naciente me acariciaba las mejillas. Me pedía sin necesidad de palabras que buscara el cuerpo, pues el calor me confirmaba que yo aún vivía y respiraba.
La noche había sido un poco desvelada, por ello, levantándome del suelo con tranquilidad me acerqué al resto. No escuché ni a Olenna ni a Nimay, pues cavilaba entre pequeños pasos que me alejaban del árbol en el que había descansado. Separando con suavidad mis labios, me dispuse a hablar, mas pocos me podían ya escuchar entre aquella estatua del ángel caído y sus interminables barreras.
-Te he visto esta noche- dije mirando a Sarghagas -yo velo por vosotros, yo soy cupido...y te he visto- musité ladeando la cabeza, perdiendo mi azul en el nuevo horizonte que eran sus pupilas de Eve.
Como si tratara de conocerle o mejor dicho, re conocerle, me quedé frente a él.
La Grovehn permanece algunos segundos esperando la respuesta del hombre alimaña. Sin embargo esta no llega, y cuando lo hace es desde la boca del otro hombre presente. Olenna mira a uno y a otro alternativamente mientras una sonrisa torcida, como la de quien comprende las cosas en ese momento, aparece en su rostro.
En el momento en que las palabras de Yaiza se unen a las del hombre elefante los ojos de Olenna sólo se detienen un instante en ella. En lugar de seguir a la mujer vuelven al Eve de las ratas y empieza a rodearle sin prisa.
—Eso explica cosas.
Me despierto. Noto el movimiento de Quón casi solapado a mi propio cuerpo, 2 en 1. Y ojalá fuesemos 3, pero ella nos habría traicionado. Sigo situada tal donde me quedé ayer, al lado de Vyka. Me froto los ojos al alzarme para ver que la victima fue Sylvia, y con ello, busco la posición de Bethanny mordiéndome medio labio inferior... aunque tras mi paciencia he visto la luz, y no por escuchar a Olenna, Nimay y sobretodo a Yaiza, aunque también. – Quón, te quedas con Vyka – nada de comer. Me pongo en pie y me sacudo mis piernas.
El cocodrilo sigue mis pasos con la mirada girando sobre si mismo. Yo digo - A Theora ya solo le queda contradecirse, de esas 4... o era ella, o era ella – insisto. Y vuelvo a busco a la Grovehn del martillo – Te debo una disculpa, Bethanny. Ya me cuesta desconfiar, pero eres en la que más confío tras el descarte de Theora – detalle que expuse mil y dos veces – No es que lo pretendiese, pero sobre la marcha pensé que prosiguiendo con tu “juicio” lograría dos cosas: Que la semilla no te matase, y que la semilla no me matase a mí – una noche más...
Deduzco un poco en alto- A Sylvia la trajo Bethanny, que además mató a la semilla del búho. A Olenna la mató la semilla de las cartas, y la trajo ¿Sylvia? ¿Bethanny? - tanto monta, monta tanto - Nimay fue asesinado nocturnamente y lleva defendiendo a Sylvia con la rueda de la vida desde hace varios días. Yaiza delató al propio Daeron, o a la que flota -Uno de dos- Y a la semilla negra – entonces me señalo a mí – Yo fingí mi muerte, aunque me trajeron de vuelta las condiciones de Raffariel antes de tiempo, y sabéis que aun puedo actuar - hasta ahora irrelevante, pero espera...
Y por ultimo, claro, pestañeo hacia el hombre de las roedoras - ¿Tú? -...
Me desperté sin saber muy bien que esperar. ¿Significaba aquello que ya había terminado todo? Tristemente no fue así, pues habían matado a Sylvia. No terminaba de entender porque no me habían matado a mi, imagino que le temían más al poder que las runas podían despertar, que alguien ya sin poderes como yo.
Miré al resto sin saber exactamente que mirar. Alguien estaba nuevamente mintiendo, pero salvo Olenna... ¿en quien confiar realmente? Entonces empezaron a hablar todos, y la mentira se hizo más clara.
Entiendo tu rabia y frustración que Raffariel siga muerta, pero debiste haberme asesinado a mi, Sylvia no tenía culpa alguna.
Me quedé contemplando a todos los presentes mientras me lanzaban miradas furtivas. Por algún motivo desconocido había vuelto de nuevo a la vida, por segunda vez.
Ya quedábamos muy pocos y entre los presentes algún semilla seguía oculto. Lancé una mirada profunda a cada uno de los que allí se encontraban, intentando vislumbrar algún ápice de maldad, para descubrir quien era el traidor.
Nimay y Smel, eran completamente desconocidos para mí, ya que no había intercambiado ninguna palabra con ellos. Por otro lado con Bethanny Olenna y Yaiza establecí un vínculo anteriormente, sobre todos estas dos últimas. Olenna siempre había suscitados mis dudas pero a mi parecer, Yaiza era completamente inocente. Mientras pensaba sobre todo lo ocurrido anteriormente, Nimay habló.
-Nimay, ya afirmé que mi poder consistía en saber la verdadera identidad de los muertos, no revelas nada nuevo. Respecto a la magia oscura que proclamas que he usado para volver a la vida, esa afirmación es absolutamente falsa. No logró entender con exactitud cual ha sido el motivo de mi regreso a este lugar, supongo que la elección de mi sello al morir tiene algo que ver. Lo que si me parece realmente extraño es tu verdadera intención al mentir sobre mi regreso, lo cual te hace muy sospechoso.
Me dirigí hasta donde se encontraba Yaiza que afirmaba haberme visto en no se cual lugar. -Nuestra maestra confió en nosotros y nos devolvió a la vida por primera vez. Yo confío en ti, tal como ella lo hizo, así te aconsejo que hagas tu lo mismo conmigo. Es lo único que poder hacer si queremos salir vivos de este lugar.
-Si esta noche sigo con vida, profanaré el cadáver de Theora para saber su verdadera condición-dije mientras miraba a Olenna que parecía observarme de manera curiosa.
Olenna continúa rodeando despacio al hombre alimaña. Lo hace con el palo en una posición a medio camino entre el ataque y la defensa, lista para saltar en cualquier dirección en el momento menos esperado. Y es en esa especie de danza cuando escucha hablar a la chica del cocodrilo y a la del martillo, pero a ninguna de ellas da respuesta. También oye al Eve de las ratas y lo mira fijamente. Es evidente que no cree que ese hombre llegue a después del atardecer.
—No esta noche, ayer —le dice con dureza, como si estuviera exigiendo una pregunta que lleva mucho tiempo formulada—. Qué dijeron ayer tus ratas.
Al escuchar las palabras de Yaiza, Nimay asintió con la cabeza. Sin embargo, no llegó a apartar la mirada del hombre de las ratas, al menos hasta que llegó su respuesta. La recibió en silencio y luego sacudió la cabeza, como si no creyese que mereciese la pena continuar aquella discusión.
Los ojos de Haathee buscaron el cielo. Faltaba poco para el atardecer, para que la piedra del suelo se alimentase de nuevo con la sangre de alguien. Nimay estaba seguro de que aquel sería el último día de su encierro, así que se dispuso a luchar.
Sin llegar a apartar sus ojos oscuros de Sarghagas, el hombre empezó a musitar un mantra para Karttikeya, esperando recibir de él fuerza y serenidad para combatir. No cambió su posición, pero sus músculos se tensaron bajo la ropa al mismo tiempo que el elefante se colocaba tras él y bajaba su testuz, también observando al hombre de las ratas. Curioso. La sangre de ese hombre había sido la primera en bañar el atardecer y ciertamente Nimay esperaba que también fuera la última.
Me decido a dar algunos pasos más cerquita de los cadáveres, pues no sé que más decir que no haya dicho ya... es evidente que nadie quiere confiar en nadie, aunque las sospechas van bastante dirigidas. Con una mano me tapo la boca mientras con la otra me sostengo el pelo hacia atrás, como si de este modo fuesen a ser menos desagradable los fétidos caídos – Ogh... - Entretanto también escucho al Eve de las ratas y termino por girarme. Con su respuesta paso una pequeña ojeada por el Eve del elefante, pero niego.
– Quón, a mí – susurro hacia mi hombro. El reptil levanta cabeza y abandona el cuerpo de Vyka para reptar hasta ponerse a mi lado.
La hora ya avisaba de que pronto la batalla debía de aparecer... las miradas se entornaban, y los valientes se armaban antes de empezar.