Tras lanzar aquella pregunta y decidir que ni la chica del lobo ni el rey falso parecían querer responder Olenna abandona su posición para alejarse por el espacio, decidida a cubrir una vez más toda la linde. Esa barrera no podía durar para siempre, y en el momento en que cayese ella lo sabría. A pesar de la cantidad de veces que lo ha intentado sus pasos no son rutinarios, sino decididos.
Sin embargo antes de que llegue a la frontera le llegan tanto las palabras como la mano de la niña y la observa con seriedad. No como se mira a un crío, sino como se mira a alguien de quien se espera que esté a la altura de las circunstancias. Asiente a sus palabras, aunque es evidente que no comprende algunas de ellas.
—No vendrán por mí —asegura entonces. No habla como si eso debiera tranquilizar a la niña, pues eso aumenta la probabilidad de que vayan a por la pequeña, sino como quien da la cruda verdad, guste o no—. Cree que tiene opciones de no parecer culpable, si me mata se acabaron —enuncia—. Me reservarán para después.
Después de eso sigue avanzando por el espacio, escuchando el sonido del bastón contra la piedra. En más de una ocasión se detiene cerca de alguno de los surcos iluminados, y tras algunos segundos observándolo vuelve a caminar.
Al final, cuando ve que todos están preparándose para la noche, ella hace lo mismo. Se coloca separada de los demás, pero de nuevo en un lugar desde el que pueda ver a aquellos que le interesan de una u otra manera. Sylvia y otros con los que se ha relacionado, para controlar que estén bien. Sus sospechosos, para controlar que estén.
Al final termina por sentarse con las piernas recogidas y el bastón en la mano. No espera a que venga el sueño. En lugar de eso baja la cabeza, entrecierra los ojos y respira pesadamente, esperando ser capaz de oír a cualquiera que se acerque. Y aún desde ahí, lanza unas últimas palabras a la chica del cocodrilo.
—Todos morimos —le dice con una voz vibrante, que parece crepitar al mismo ritmo que un fuego—. Aquí o fuera, sólo cosa de tiempo.
El reino de la noche se extendía, mientras miedos y mentiras despertaban, por la certeza de que aquello que aconteció en la mañana de este día podía volver a suceder.
El viento se reía mientras frotaba sus palabras con las aristas de las ruinas, aquella noche parecía ser consciente de que ya sabíais que a que se referían aquellos chicos, al deciros que Oldland cobra su precio, pero aquella justa parecía sobrepasar la talla de más...