Partida Rol por web

Circe estaba de pie, junto al robusto árbol.

Tu llegada no la inmutó. Y podrías afirmar que prácticamente no lo haría por nadie. La elegancia que desprendía era casi mejor que su fresca fragancia; un olor entremezclado con los destacables matices del maquillaje.

Te saludó con una apretada sonrisa, tan apretada como el corsé que llevaba -¿Este broche?- comentó mientras se oía el choque de las pulseras al haberse descruzado de brazos.

Al verte ofreciéndolo, te miró directamente a los ojos. No lo cogió de inmediato, si no que se esperó un poco, hasta que se decidió.

Sus finos dedos lo agarraron dejándolo en la palma de su mano. La mirada de Circe se dirigía impasible hacia el objeto. Parecía ver algo. Los segundos pasaron lento, hasta que volvió a fijarse en ti –Demasiados dueños han pasado por él. Tiene una energía bastante potente. Hay muchas voces hablando - lo movió a contraluz -¿qué buscas exactamente?

Diste unos pasos por el bosque. Era realmente reconfortante poder estar rodeada de árboles y naturaleza.

Te daba cierta tranquilidad, pese a ese continuo pensamiento sobre cómo le podía estar yendo a los alumnos en el laberinto. Ese tema era algo recurrente por tu cabeza.

Sin embargo, algo notaste.

¿Unos pasos?

De haber estado dentro del castillo, el sonido de pasos no me habría preocupado, y habría levantado la voz para preguntar quien andaba allí. Sin embargo, no podía olvidar que me encontraba en el Bosque Prohibido, y era Prohibido por una razón. Así que con varita en mano, busqué la protección de los árboles para intentar ver de donde provenían los pasos, preparada para usar un hechizo escudo si hacía falta.

Mientras sostenía el broche, Buzánszky le devolvió la mirada, aquella tan habitual en él de desapego o indiferencia. Era curioso el contraste que solía haber entre su fría mirada y sus palabras cargadas de expresividad.

Mientras la bruja observaba el artefacto, el la observaba con curiosidad. Era una mujer indudablemente atractiva, en todos los sentidos. Irradiaba una especie de sensual magnetismo que le hacía sentirse un poco imbécil, por su íntegra frialdad.

- Deseo saber para qué sirve y que significa. 

El rato caminando de Ulfric, pensando en Agatha y en lo que había pasado en el viaje, le dejó más lejos de lo que había pensado, e incluso deseado, aunque no había entrado demasiado en el bosque, si lo suficiente como para sorprenderse, y pensar en salir, no por miedo, ni cobardía. La prudencia y el respeto al bosque y los seres que en él vivían eran esenciales. 

En cualquier caso, en el momento que se dio cuenta, se intentó girar, pero en ese instante, un movimiento fugaz le llamó la atención. Sobre todo, porque no parecía un animal. Parecía una túnica. 

Prudencia

-¿Quién va?

Te miraba como expresándote que le estabas haciendo perder el tiempo. Por lo que seguramente pensaba muchas cosas acerca de ti en aquellos instantes.

Pero ya que había ido, se dispuso a adentrarse escuchando a las voces del broche. Apretó el busto del lobo –cerrando con fuerza los dedos -y se mantuvo seria. Tardó unos segundos hasta que habló –muerte- podrías decir que estaba teniendo una especie de trance -hablan de licántropos como seres superiores- te dijo mirando justo al lado de tu cara, como si le ayudara hacerlo –quieren imponer su justicia. Dominar.

Esbozó una medio sonrisa y en un sutil parpadeo dirigió sus ojos de nuevo hacia Sándor –deben ser un clan, una muestra de su identidad. Todos hablan de cosas que han hecho. Necesitan sangre y tienen tantas ganas de que la tradición siga, que hasta una pequeña parte de cada uno que lo ha tenido permanece aquí dentro. Denota longevidad y antigüedad. Seguramente son tradiciones arraigadas que pasan por diversas generaciones.

Dejó de hacer presión. Abrió la mano y había restos de sangre, incluso por medio de sus falanges. Descubriendo que el alfiler se hincó al inicio en la palma de Circe, pero a ella parecía no importarle –efectos de centrarse exclusivamente en otro desarrollado sentido-, sin embargo retrocedió hacia lo que le decían -¿árboles?, ¿música?, el ¿laberinto?- volvió a cerrar la palma –se ríen. Lo definen- bajó los ojos hacia el suelo pensando -saben dónde estamos- pero finalmente reaccionó y se fijó en la pequeña gota que caía ya por el dorso de su mano –es un localizador.

No respondió, pero sí que se paró en seco, dejando que lo vieras.

No era un alumno del colegio, de hecho ni siquiera era joven, pues su larga barba blanca se podía vislumbrar pese a que llevara la capucha –de aquella túnica negra- puesta.

Con los ojos cerrados y las manos metidas dentro de las enormes mangas, susurraba palabras en un idioma bastante antiguo y casi extinto.

Los pasos que escuchaste provenían de una muchacha delgada y castaña. Pese a que sólo lograste ver el reflejo de su melena, parecía ser bastante joven, adolescente de hecho podrías casi decir.

El caso fue que al notarte cerca, la chica se escondió rápidamente detrás de un gran árbol. Quedándose oculta a tu mirada, pero sabiendo que ambas érais conscientes de que estábais allí.

Le costó un poco poder pronunciarse, pues tú no le viste el rostro y creías que ella a ti tampoco, sin embargo acabó hablando -¿Agatha?.

Aquella persona sorprendió a Ulfric. La túnica con capucha era negra, y su barba blanca, y se paseaba sin miedo, como si no le importara del todo que el profesor estuviera ahí. De hecho, parecía que quería que le viera, porque se paró. Ulfric lo miró, sin entender del todo lo que decía. Se esforzó por entenderle, sabiendo que tenía distintos conocimientos de idiomas, modernos y antiguos, y aquel parecía antiguo, pero antes le habló de nuevo: 

- Soy el subdirector von Hoggen, del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Está en los terrenos del castillo, así que le ruego que se identifique. 

-Entonces siguen nuestros pasos ¡habrá que destruirlo! - resolvió Sándor - Seguramente lo dejaron adrede para que me lo quedara y vigilar mis pasos... y posiblemente hayan puesto alguna trampa o tengan a alguien dentro del laberinto. ¡Debemos avisar a McGonagall! ¡Muchas gracias, Circe! Es muy probable que hoy salve alguna vida...

Llegó hasta McGonagall y le explicó la situación. 

-... No sé qué pruebas habrán pero deberíamos revisarlas y asegurarnos que no hay nadie oculto ni trampas. 

Lestrange había acudido al Torneo bastante desanimado. Aunque no tenía muchos motivos para estar desanimado, el haber fracasado tan estrepitosamente en su primera clase de animagia le había dejado mella, por lo que acudió al Torneo pensativo y cabizbajo. Sabía que existía una alta probabilidad de que en el Torneo venciera un Slytherin, especialmente porque eran mayoría.

El joven tardó más de lo esperado en empezar a orientarse. Abstraído como estaba, se perdió un par de veces antes de dar con la que creía que era la ruta correcta hacia el centro del laberinto. Estaba inquieto, nervioso, y por ello llevaba la varita en la mano, atento por si localizaba a la criatura mágica que Minerva les había indicado que les perseguiría.

-Ojalá tuviera aquí a Sirio -dijo, pensando en su perro lobo, al que había tenido que dejar en la Mansión Lestrange antes del inicio del curso-. Él sabe seguir rastro. -"Si yo fuera un animago, esto sería también más sencillo" se dijo el joven para sus adentros, mientras trataba de avanzar para intentar llegar al centro del laberinto antes que sus compañeros.

Apenas tuve un pequeño vistazo de quien avanzaba por el bosque, aunque parecía que había tenido la misma idea que yo. ¿Qué hacía una alumna dentro del Bosque Prohibido? Me sorprendió entonces que me llamara por mi nombre, de forma familiar. -¿Annelie?- Pregunté a mi vez. -¿No deberías estar en el Laberinto?- Dije, aunque sin llegar a asomarme.

Ya estaba en pleno pasillo del laberinto. Las enredaderas se habían cerrado a mis espaldas y, ciertamente eso me daba una sensación de ahogo un poco estresante.

Mis pulmones notaron el cambio, o mejor dicho: la falta de aire; y en mi piel sentí el frío de la naturaleza bajo aquella sombra. Cierra los ojos, concéntrate…me dije intentando saber lo que hacía.

Cuando los abrí de nuevo, decidí dirigirlos hacia arriba. Comprobé que el cielo seguía allí, intacto, tan relajante para la mente que casi era motivador. Vamos, que a ti siempre te han gustado estas cosas y has querido entrar en un laberinto desde hace años. Es tu momento, disfruta –continué diciéndome.

Y, finalmente avancé unos pasos hacia delante.

Con algo de miedo puse la mano sobre la verde pared e intenté ir eligiendo el camino. No tenía el hilo rojo, ni las migas de pan tan propias de Hansel y Gretel –algo en que por unos instantes me pareció de lo más preciso. De hecho opté por no irme a ningún sitio futuro sin ambas cosas en mis bolsillos –pero decidí dejar a mis sentidos como brújulas que podían guiarme con precisión –o quizás no-.

No hubo contestación por su parte.

Intentaste descifrar aquella lengua. De hecho, poniendo atención lograste hacerlo: era Sánscrito antiguo. Momento en el que entendiste que formaba parte de una de esas lenguas muertas.

El anciano abrió su mirada y la dirigió hacia ti, sin embargo, continuaba con sus incesantes susurros, como un fanático que reza. Aquel idioma proveniente de la India empezaba a meterse por tus oídos, pese a que tú no lograbas captar demasiadas palabras sueltas por la sutil forma en la que lo decía.

Llegaste hacia Minerva y ella se levantó de su asiento para atenderte. Todos daban la sensación de estar ajenos, sin fijarse mucho en lo que le decías (ni siquiera el consejo/jurado), pues a fin de cuentas aquello parecía, más que un torneo, una especie de celebración a consecuencia de los sonoros murmullos –seguramente por intentar elevar la voz más allá de los altavoces- de la gente que se había quedado allí esperando el regreso de los participantes. 

-¿Cómo dice?- tomó entre sus manos el busto del lobo que le habías mostrado- ¿Que cree que podría haber aquí una banda de...?- en ese instante bajó un poco el tono de voz para que no se armara un revuelo -¿licántropos?- cogió sus gafas y se las acercó a los ojos para mirar hacia dicho broche con atención –Muy bien, no se preocupe, lo primero es la seguridad del colegio y sus integrantes. Gracias por la información y su labor, señor Buzánszky- comentó decidida a mandar aurores para que vigilaran los pasos de los alumnos sobrevolando el laberinto –no quería armar revuelo ni causar el pánico sin demasiados indicios, así que optó por la vía más cuidadosa y, por el momento, fiable.

La seguridad mágica entonces se dispersó. Unos controlaron la zona por tierra y, el resto sobrevolaron con sus escobas el enorme laberinto. Si veían algo extraño no dudarían en atraparlo.

Inicio el trayecto por el camino que corresponde, no estoy muy segura de donde estoy y la verdad siento que esto terminará volviéndome loca. Avanzo a paso firme, observo el entorno y sé que detrás de mi se ha cerrado el camino. Es una trampa, claramente y no me da buena espina. Quizás por la sensación de sorpresa, o por el mismo hecho de saber que algo no está bien dentro del lugar. 

Hay que poner a prueba las habilidades, la astucia y la inteligencia, pero es un eterno callejón sin salida. Continúo caminando, sigo allí y noto que estoy perdida. Posiblemente el ver el mismo paisaje todo el rato, haces que pierdas la noción del tiempo y también influye significativamente en la poca calma que tengo. 

Así que al verme completamente desorientada, conjuro un hechizo infalible, uno que jamás falla en momentos como este. Es útil y precioso. De igual manera, algo detiene mis pasos... Es la voz de mi Padre. ¿Qué hace aquí? 

-¿Qué narices hace alguien murmurando o salmodiando un hechizo en sánscrito en la Inglaterra moderna? - Ulfric tenía suficientes conocimientos del idioma como para enterarse en un documento escrito y con calma, pero no como para entender una salmodia a tantos pasos de distancia, y menos mantener una conversación. Intentó recordar alguna palabra en sánscrito, y indicó: 

 - न (Na) - Que era "no", indicando que parase, que se detuviese, además de hacer el gesto. Aquello le parecía de lo más extraño, y empezaba a darle mala espina. Se preguntó si no sería más interesante llamar a alguien más de los profesores, o intentar detener a aquel extraño... 

La salmodia le estaba entrando en la cabeza, cómo muchos otros idiomas antiguos, con un ritmo y un poder que en si mismos, conjuraban imágenes y realidades, aún sin ser intrínsecamente mágicos, aunque estas palabras estaba seguro de que eran un hechizo de algún tipo. 

Tras tus palabras viste –sólo gracias a las sombras que pasaron por encima de las copas de los frondosos árboles -a lo que parecían aurores subidos en sus escobas que volaban por encima del bosque, yendo en dirección a la zona de la primera prueba del torneo, el laberinto (al hacerlo tan fugazmente supusiste que no os vieron). Mientras que, por parte, de la desconocida no hubo respuesta, pero sí una pequeña risotada.

Esto te generó una sensación distinta a la de hacía unos breves instantes.

Aquella persona seguía escondida detrás del árbol, sin embargo se asomó sutilmente la melena y, pudiste comprobar que ya su pelo no era castaño, sino completamente blanco, rizado y desaliñado -como enredado por no peinárselo-.

Unas uñas largas y amarillentas salieron de su escondite y agarraron la corteza de aquel enorme tronco. De hecho, apretaron contra este, dejando a la luz las arrugas en sus manos. No tenía ya nada de adolescente, pues era una anciana por completo –Agatha…- repitió con voz más débil.

Casi como estrellas fugaces, te pareció ver a unos cuantos aurores encima de sus escobas sobrevolando el cielo del bosque. Pero estaba claro que no os vieron por culpa de los enormes árboles. Aun así casi podías deducir que con su dirección denotaban tener como destino el laberinto. Seguramente por protección.

Por otro lado, el extraño monje continuaba, sin embargo te entendió, pues se frenó brevemente en su susurrante discurso. Aun así soltó unas nuevas frases que entendiste a la perfección porque alzó un poco la voz -এই আত্মা শুদ্ধ করুন (Ē'i ātmā śud'dha karuna)- "purifica esta alma" -আপনার শাশ্বত শৃঙ্খলা মাধ্যমে (Āpanāra śāśbata śr̥ṅkhalā mādhyamē) -"por medio de tus cadenas eternas"- আমরা সবাই এখানে বন্দী (Āmarā sabā'i ēkhānē bandī) -"todos somos prisioneros aquí" - এবং শিক্ষকের কক্ষে (Ēbaṁ śikṣakēra kakṣē) -"y en las habitaciones del maestro" -পর্বের জন্য জড়ো (Parbēra jan'ya jaṛō) -"se reúnen para el festín".

Viste llegar –seguramente provenientes del castillo de Hogwarts- a unos cuantos aurores más volando en sus escobas la zona del laberinto.

Sobrevolaron el cielo con predisposición y, así comprobaste la efectividad que tuvo la orden de Minerva.