El plan de hundirse con la piedra es perfecto, aunque notas a alguien saltar tras de ti, no parece que alcance a seguirte. Las aguas del lago son increíblemente puras y no dañan tus ojos cuando los abres para mirar a tu alrededor, pero una docena, o quizás más, de criaturas te miran expectantes desde la pared de roca en la que Mwamba estaba cantando. Hasta que no se mueven, no ves a las sirenas del lago. Ninguna se mueve, solo te miran. El objeto brillante del fondo, protegido por una única sirena que nada velozmente a su alrededor, parece ovalado, fino, muy similar a un huevo semitrasparente. No produce luz, sino que está colocado sobre una diminuta boca de un volcán submarino, lo que le otorga el brillo.
Y ahora... ¿cuál es tu siguiente paso?
Fue sólo un segundo, más de lo que el instinto de supervivencia dicta, lo que el muchacho dedicó a admirar aquella imagen. Pero rápidamente regresó la sensación de urgencia, buscando de lado a lado a su compañera Mwamba, y no la veía por ningún lado... ¿cómo era posible? ¿quizá se la llevó a alguna grieta?
O tal vez aquel huevo era la clave de todo. Se dirigió hacia la guardiana y con la mano libre hizo el gesto del bastón de la muchacha, como si aquello fuese suficiente y extendió la mano libre, inclinando la cabeza, pidiéndole ayuda, o el huevo según ella interpretase. En cualquier caso en aquel gesto había implícito un "la cuidaré" de corazón, fuese a su compañera o a la criatura no nata. Eso sí, si era la boca de un volcán algo le decía que tomarlo podría activar el volcán, así que sería bueno no bajar la guardia, o tal vez aquello le permitiese de algún modo recuperar a la joven del bastón.
La sirena que nada alrededor del huevo no se detiene aunque Burnell se acerca, pero otras tres, que repentinamente aparecen desde su espalda, muestran sus dientes, abriendo sus agallas, que les cubren la zona de las orejas y parte del cuello, para dar impresión de ser más grandes. No parecen nada interesadas en dar el huevo, pero una de ellas, la más cercana, señala a la superficie, no donde está la entrada, ni donde se encuentra el grupo de exploración, sino más profundo, en la pared que no habéis alcanzado a ver. Al mirar, todo está oscuro. La criatura se acerca un poco, rebajando la amenza de sus agallas a cero. Señala al grupo de exploración, te señala y señala a la oscuridad.
-Amiga, tú, ahí... ¿Me entiendes? -Pregunta, con una voz melódica pero joven, como la de una adolescente, quizás una niña, algo grave pero no molesta.
Tuvo que hacer acopio de su inteligencia social y su temple para no perder los nervios -y el oxígeno- ante la amenaza de aquellas criaturas, era natural que defendiesen su territorio pero, lo principal, le indicaron dónde estaba su compañera. Él asintió y sonrió agradecido, asegurándose de no mostrar los dientes para no dar lugar a malos entendidos, se llevó la mano al pecho y moviendo los labios dio las gracias, sin llegar a hablar. Nadó hacia la oscuridad para tratar de salvar a su ¿amiga?, esperando llegar a tiempo y rezando porque hubiese una burbuja de oxígeno o algo, o no sabría siquiera si podría regresar él mismo. Por algún motivo confiaba en aquellas sirenas, pese a todo. Aquello era más importante que el dichoso huevo, lo tenía bastante claro.