Había demasiados hombres en esa sala para que Sumitra se sintiese segura.
- Yo... No pienso quedarme cerca de ninguno de estos tipos. Y si alguno se acerca a mi, que sepáis que no me costará cortaros ese trozo de carne colgandero que tenéis entre las piernas. -
Acto seguido, agarró con fuerza su garra, y se acurrucó en un rincón, cerca de la puerta de salida.
- Yo voy a salir con vida de aquí pase lo que pase. -
Y acto seguido, cogió la manilla de la puerta...
Este es un mensaje privado solo para ti.
No hay puertas en la sala, no hay manilla, no hay forma de entrar ni de salir, por eso todos están nerviosos.
Se había quedado agazapada, oyendo los comentarios. Que si mi pelo, que si trabajo en equipo... en fin, meras gilipolleces casi todo. Pues claro que iban a pelear todos cuales ratas por su vida, como decía el tipo. Y seguro que alguien traicionaba al resto, así eran las leyes de la vida. Mientras estaban hablando, se acercóal expositor, y extrajo el arma, una navaja, que tomó forma. Pequeña, sencilla y util, quizás demasiado rococó para su gusto, pero no se quejaría.
- Meh, no me voy a quejar, algo es algo...
Fue jugueteando con ella y lanzándola al aire, aunque casi se le cayó y se le clavó a Valentino en el pie.