Y de nuevo el alma de Sarghagas aparecía en el lugar...
Una vez más Olenna se prepara aquí también para el combate, al menos mentalmente. Guarda silencio en el par de minutos anteriores al atardecer y cuando el momento llega deja que las esquirlas plateadas muestren a todos la batalla.
En el instante en que en el otro lugar hace presencia aquella hiena en el bosque también toma forma. Su figura aparece caminando despacio entre los árboles, acercándose a la Grovehn.
—Tres de tres —murmura con una breve sonrisa, llevando sus ojos hacia la niña.
Un instante más tarde, cuando llega el hombre alimaña ella le da una vez más la bienvenida y acto seguido mira a todos los presentes, compartiendo con su mirada la experiencia que supone tener un compañero como aquel. El último al que mira es al árabe y mientras una sonrisa se ladea en el rostro de la mujer, anticipando un chiste, la risa del propio animal resuena en el lugar.
—¿Cómo se llama? —pregunta al hombre, más proponiendo que lo adivine que otra cosa.
Miré que nuevamente el hombre rata volvió a la sala de espera.
- otra vez?- le dije a ratman- bueno, si hay algo peor que morir... es morir... cuantas veces?- pregunté irónicamente, pero sin querer esperar respuesta. luego me acerco a Olenna:
- que dicen los vivos?, porque eligieron al rata?- le pregunté.
Otra vez volvía allí, por tercera vez.
-Supongo que me han ajusticiado de forma unánime por la acusación que he recibido de Nimay. Declara que volví a la vida usando magia negra, cosa que es incierta ya que ni yo mismo se cual fue la causa de me regreso al mundo de los vivos.-Realicé una pausa y me dirigí a Olenna. -Está claro que esta mujer es la directora del teatro de las marionetas y todos los demás son sus títeres.
Olenna aguarda por un instante en silencio, en espera de la respuesta del árabe. Sin embargo antes de que esta llegue habla el negro y hiena y Grovehn ladean la cabeza al mismo tiempo para mirarle con el ceño fruncido.
—¿Escuchas? —pregunta de manera retórica—. Ya dije. El hombre elefante le miró ayer y vio que es semilla. Y Yaiza le vio matando a Sylvia esta noche.
Y cuando acto seguido el propio hombre alimaña habla la mujer aparta sus ojos del negro para dirigirlos a él.
—Lo que diga el elefante importa poco —afirma—. Importa más que Yaiza te vea matando y que no des excusa. Importa que te pregunte tres veces a quién miraste anoche y hables sin responder.
-¿No era que Nimay se había mirado a si mismo?-
Esto ya se salia de toda lógica.
-Es claro que los que quedáis son semillas, sera mejor que guardemos silencio, pues estamos ayudandoles sin darnos cuenta-
-Olenna te voy a ser franco, como lo he sido siempre. No tengo ni la más remota idea de tu verdadera condición y para ser sinceros, poco me importa ya. Nunca habéis confiado en mí y ya me he cansado de ser señalado como culpable. Si no eres semilla, escucha atenta a mis palabras ya que tu vida depende de ello.
-Lo que dice el hombre elefante es absolutamente mentira. Si me ha mirado, habrá podido descubrir que no soy semilla, lo cual deberías temerle, ya que os está engañando. La arquera también miente o ha sido objeto de una ilusión. ¿Cómo excusarme de algo que no he hecho cuando nadie me cree?
-Si preguntas tres veces y no te contesto, quizás deberías asumir que no hay nada que contestar. Hasta la más estúpida de mis ratas sabría eso, no entiendo tu insistencia.
-He decidido poner fin a mi participación en esta locura. Ya estoy harto de combatir contra esos semillas y siempre salir perjudicado. Hasta aquí he llegado.
Dicho esto, me retiro hacia el lugar mas apartado posible y me mantengo callado. No estoy dispuesto a ser de nuevo vapuleado por ninguno de los presentes. Que los vivos se encarguen de encontrar a los semillas y me dejen reposar en paz junto a mis roedoras.
—Ya dije el elefante no se miró a sí mismo —responde Olenna frunciendo el ceño, sin entender las primeras palabras de la cría—. Sylvia pensó eso, pero no sé por qué. —Después guarda un breve instante de silencio, aunque no tarda en volver a hablar—. Cada vez que hablas cambias —afirma luego—. Ayer decías la del cocodrilo y Sylvia eran las que quedaban, luego única certeza tú y yo inocentes, después como el viejo: nadie semilla, pero que faltaba la del martillo para completar. Ahora todos semillas —La mujer del bastón mira entonces a la niña ladeando la cabeza. No habla como si la juzgara, sino más bien como si sintiera una pizca de lástima—. ¿Qué dices después? Si sigues así alguna vez aciertas.
Al acabar de hablar se dirige al Eve de las ratas.
—Si pregunto tres veces y no dices entonces sí creo que no tienes que decir. Creo que tus ratas no miraron. Insisto por si no oyes, pero parece que sí oyes pero ignoras. Pocos motivos hay para ignorar —le mira entonces interesada—. ¿Por qué tus ratas no miraron?
—Te decían que si no miraste es porque eres semilla, pero no respondiste. Yaiza dijo te vio y tú no explicaste por qué, pero dijiste que confiabas en que era inocente. Hablas y hablas, pero cuanto más hablas menos creo.
Una vez satisfecha, me incorporo y tomo asiento sobre la pierna de Alastor para apoyar mi cabeza sobre su hombro. Las discusiones continuaban en todos los sitios, viva o muerta era igual una y otra vez.
Por esa razón me reservo el derecho de opinión y me mantengo atenta a las conversaciones, cuando sienta que es necesario diré algo sino de lo contrario allí estaré como espectadora no participante.
Es curioso ver como al final todos cesan en sus intentos por seguir adelante y motivos no les falta. Aun así aquí hay algo que no me cuadra en absoluto.
Con voz seca y tajante. - Esta locura hace tiempo que ya debería de haber acabado. ¿Por qué continua? guardo un breve silencio para asegurarme de que me escuchan. -O bien, el cultista líder sigue entre los vivos y aun tiene posibilidad, o algo más siniestro aun. Guardo silencio. -Y es que de entre las semillas hay una traidora, una que debe de prevalecer entre las demás… observo a cada uno de los presentes. - ¿Cómo?, matando a los suyos… si es así, eso será algo digno de ver.
Busco a Olenna con la mirada – Como bien dice Sarghagas yo tampoco tengo ni la más remota idea de tu verdadera condición... Aun así, podéis dar ese mensaje a los vivos. la dedico una extraña sonrisa. - Me gustaría escuchar sus opiniones, solo eso.
Theora, os equivocasteis conmigo, pero a estas alturas ya da igual.
Los delgados dedos de Fiona sujetaban la humeante colilla del cigarro reposando en el brazo de su asiento, envolviendo la esbelta figura en negro Channel de la abogada, cuyo rostro permanecía aparentemente tranquilo, con la mirada perdida... sumida en sí misma. No le gustaba... no le gustaba lo que estaba pasando, no terminaba de tener las cosas claras.
- Una hiena...- comentó para sí misma mirando a Olenna- estoy chocheando... va a ser eso...- añadió tamborileando con la mano que tenía libre sobre el otro brazo del asiento
A Cordelia Foxx la ignoráis ^^U
Miro mi arma, y sonrío, hablándole al trozo de metal.
Es divertido. Me preguntas cómo te llamas. Pero yo no te he dado un nombre, no. Pero lo tienes. Y lo sabes.
Ignoro gran parte de lo que se habla pero las palabras de la compañera del búho me hacen mirarla, con cierta curiosidad.
¿Semilla contra semillas? Suena a una historia interesante. Pero desde aqui nada puedo hacer por participar. Pero aún tengo mi espada.
Digo, mientras la envaino. Me fijo entonces en la mayor de los presentes, la maestra del fuego, mientras pienso que quizá esté comenzando a perder la cabeza. Luego miro a Olenna, y sólo le dirijo una palabra, una pregunta.
¿Corta?
Poco a poco la postura de Olenna parece más relajada. Es evidente que anticipa que el final está cerca. Escucha las palabras de la mujer del búho y se encoge de hombros.
—Puedo darlo —dice como si le diera la razón pero al mismo tiempo sólo lo admitiera como una posibilidad.
Un instante más tarde, al escuchar el comentario de la mujer de fuego, Olenna y el animal que ahora la acompaña ríen a la vez.
—Hiena está bien —asegura—. Las hienas son listas y pueden comer búhos o hurones —dice mirando a la Melknhar—. Saben lo que es gracioso. Hiena está bien.
Y acto seguido se gira hacia el árabe, sin saber seguro si la pregunta que le dirige a ella es la respuesta a la que ella le había hecho.
—Olienna —responde entonces con los ojos brillantes, y sólo pasa un instante comprobando si el hombre lo ha entendido antes de que la risa de mujer y animal se unan en una sola resonando en el claro.
Entonces, corta.
Concluyo, ante la respuesta de la mujer del bastón, instantes antes de unirme a la risa de la mujer y de la hiena con varias carcajadas sonoras. Echo el aire por la nariz y asiento, convencido.
Olienna...
Repito. Tomo el viejo libro que me acompañaba y pincho mi mano con la pluma, para escribir algo con gran presteza, instantes antes de volver a guardar el libro. Miro entonces a la hiena.
Me gustan las hienas.
Declaro. Entonces miro hacia arriba.
Faltará poco para el amanecer. Me pregunto cuánto faltará para la luna roja...
Comento al aire, recordando algo que nos dijeron al poco de llegar.
Y entonces el sol se alzó... sus rayos apagaban como el agua, aquella hoguera, y sin que Olenna pudiera hacer nada, poco a poco cada uno encontraba una senda que lo llevaba de vuelto o eso parecía ser...
El reino de Olenna poco a poco quedaba yermo... bajo las brasas ya apagadas de lo que un día ella mostró como hogar...