De entre las sombras surge mi voz gutural y fría, resonando por el lugar:
- "Dicen que existen secretos en este mundo, algunos de ellos muy oscuros. Dicen algunos que tú conoces muchos de ellos, muchos más de los que el resto conoce. Dime entonces. ¿Puedes responder a mis dudas?"
Mi figura apenas distinguible en el rincón más oscuro del desván comienza a notarse un poco, donde estoy sentado envuelto en mi capa, vestido con mi armadura de placas completa y con mi espadón desenfundado y enterrado de punta en el suelo. Miro a la anciana de medio lado, preguntándome si realmente puede resolver mis dudas o no.
Tirada oculta
Motivo: Avistar
Tirada: 1d20
Resultado: 3(+2)=5
Motivo: Voluntad
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 16(+8)=24 (Exito)
Ser Trycian... ¡Qué honor recibirle en mi destartalado rincón del castillo...! Por cierto, trae mal fario desenvainar bajo techo. Las espadas se hicieron para los gloriosos campos de batalla.
Nana dudó en dar un solo paso más. La espada desenfundada no daba mucha confianza, por muy cercana al suelo de madera que estuviese su punta. Apretó el paño doblado contra su pecho para evitar que el corazón se le saliese. Le había salvado la vida a aquel hombre, ¿o sería más preciso decir que le había dado una segunda vida que vivir? Era óbice para que ahora él la dañara. Pero no hay gratitud en los locos, y la mente de Ser Trycian había pagado un alto peaje para regresar.
¿Por qué somos las jóvenes y bellas siempre las primeras en morir?
Ser Trycian, son los dioses los que llevan con sus ojos puestos en vos desde el principio. Yo, por contra, no reparé en el caballero de Dorne hasta que ellos me señalaron dónde debía mirar. Es por eso que vuestro pasado permanece velado para mí, y hay hechos de los que no fui testigo. Formulad las preguntas adecuadas y yo sabré responderos dentro de las humildes posibilidades de esta vieja.
NANA:
- El caballero dorniense logra sorprenderte, estaba bien oculto entre las sombras del Desván.
- Sin embargo, controlas tu miedo con voluntad férrea.
Me pongo de pie de golpe al oír sus palabras. Cada una de ellas no es más que la piedra angular de mis dudas y me atormenta el no saber la verdad acerca del mundo de los dioses. Me acerco de a poco a la anciana con el espadón en la mano y mientras mis pies se mueven, mis labios también:
- "Sé que tuviste mucho que ver con mi recuperación, pero fui salvado en el bosque o solo habrían encontrado un cadáver. Por las noches me atormentan imágenes del árbol donde me refugié de alguna manera que no recuerdo y que me cuidó quizás por cuanto tiempo. Era un árbol blanco con hojas rojas, con un hoyo en su tronco que parecía un rostro. Háblame de ese árbol."
Llego hasta quedarme a un metro de la anciana, mientras la miro con el sombrío semblante pues odio tener dudas y por sobre todas las cosas, odio estar en deuda con algo.
Nana llevó un brazo a la cabeza, para protegerse si Ser Trycian le golpeaba con la espada o con el puño. Así, como si su cúbito y su radio no se pudiesen partir como la mantequilla. Pero el golpe no llegó. La anciana empezó a recuperar la confianza en salir con vida de esta.
Oh... bueno... hay mucho que contar... Puedo remontarme a aquellos que tallaron los rostros en los árboles. Hace mucho tiempo... ¿No quieres volver a sentarte? ¿Seguro? De acuerdo, de acuerdo... ya sigo.
Nana le dió la espalda al guerrero y se acercó a un tarro vacío de cristal. No tenía mucho tiempo, la estaban esperando en el patio. Tenía que despachar a esta visita antes de que le sorprendieran aquí. Eso sería contraproducente para la historia que planeaban hilvanar los dioses. De tal modo, siguió hablando mientras abría el paño y empezaba a guardar las hojas en su sarcófago de cristal.
Hace mucho tiempo, durante la Edad del Amanecer, antes de Aegon, antes del Muro, antes de la llegada de los Primeros Hombres a Poniente... cuando el oeste estaba dominado por gigantes y manadas de lobos huargo, existía una pequeña raza conocida como los Niños del Bosque. Los Niños eran pequeños, pero poderosos, pues ellos cuidaban de la naturaleza y rezaban a los Viejos Dioses. Tenían sus propios sacerdotes, a medio camino entre los septos y los brujos, conocidos como verdevidentes.
Los verdevidentes sabían que los dioses tenían cuerpo leñoso y piel blanca, y sus lágrimas rojas eran llevadas por el viento del bosque. Aquello que te protegió, aquello que te salvó la vida... con todas sus letras: el árbol arciano que te salvó era un dios. Un dios más antiguo que aquellos que imaginaron las fábulas de los ándalos. Más antiguo que el mismo mundo.
Se giró, esperando que Ser Trycian ya hubiese encontrado su respuesta y dejado el desván. Pero no, todavía no lo había entendido.
Los verdevidentes esculpieron en los dioses árboles un rostro al que dirigirse, porque... ¿cuál es la espalda de un árbol? ¿Cómo dedicarle los debidos respetos si no se les miraba de frente? Y para devolver el favor, los dioses viejos dejaron que los verdevidentes pudiesen ver a través de los ojos tallados en los arcianos, y controlar a los animales y a las plantas.
Pero los tiempos felices pasaron... Según las leyendas, los Niños del Bosque tuvieron que huir al norte, más allá del Muro. Quizás haya alguna felina que haya visto alguno. ¿Por qué no vas a hablar con los gatos? Cuando acabes, vuelve a verme. Puede que para entonces mi vieja memoria haya recordado algo más.
Veo el gesto de miedo que hace cuando me acerco a ella y noto la incomodidad de la anciana pues parece que tiene prisa. Huelo su miedo y me gusta, pero no estoy acá para disfrutar asustando a una plebeya, estoy acá por respuestas. Ya he obtenido algunas, aunque solo me suenan a mitos de granjeros. Jamás había escuchado de esas cosas en el sur del que vengo, muy lejano a todo esto.
Entiendo la indirecta y levanto el espadón para guardarlo en mi espalda mientras le hablo con tono sombrío:
- "Entonces iré por la felina que dices. Pero volveré pues aún hay cosas que debo saber y que solo tú puedes contarme."
Acto seguido me giro y salgo rápidamente por la escalera del desván con destino a las porquerizas y gallineros del castillo, donde se supone que sirve aquella mujer traída de tan al norte.
/A las gallineras
- Desplegando poder físico en cada uno de sus movimientos, Ser Trycian de Dorne sale del Desván.
// Sale de escena: Ser Trycian. - Sigue en: Gallineros. - Pasa por: Talleres, Patio de Armas.
Ains... al fin... ¡Qué miedo he pasado! Ahora a devolverle el pañuelo a Brosten. A ver qué tengo aquí para darle...
Nana sacó de un cajón un par de huevos recogidos hace dos días en los corrales. Eran para un malvado ritual de brujería, pero en el estómago del amable leñador también tendrán buen uso. Apartó el almohadillado de trapos y los envolvió en el paño en el que Brosten le trajo las hojas.
La comadrona se acercó a las escaleras y miró hacia abajo, a ver si ya se había ido ese sombrío de Trycian... Cuando vió vía libre, bajó también ella.
/A los corrales en cuanto Ser Trycian llegue al patio central.
- Nana baja del Desván a los Talleres, de ahí va al Patio y seguidamente se dirige a los corrales.
// Sale de escena: Nana. - Sigue en: Porqueriza y Gallinero. - Pasa por: Talleres, Patio.