Una vez sólo y de vuelta en el Septo, yo continúo en mi quehacer diario dedicado a la oración, meditación y contemplación. Pocos son los visitantes que reciben estas cuatro paredes. Pocos son los que mantienen viva la fe en los dioses. Muchos son por tanto aquellos por los que he de rezar para salvar su alma.
- Padre, perdónalos a todos. - Suplico en mis oraciones.