Partida Rol por web

Cochinillo saluda a Centinela y traspasa la Puerta Interior en dirección al campamento de instrucción.

Enseguida ve a Lengua Negra y le llama, caminando hacia él a paso rápido.

- Bajo la indiferente mirada de Centinela, Sacorroto traspasa la Puerta Interior, entrando en el campamento de instrucción.

Odio lanza un gargajo al suelo en cuanto ve pasar a Sacorroto.

Si la intención de Sacorroto es acercarse al carro, Caracabra se interpone en su camino para barrarle el paso. Nadie más se acercará, exceptuando los que tengan el permiso de Lengua Negra, como Rastrojo, el único al que dejará pasar por el momento, a parte de Sicofante, o el mismo Lengua Negra.

Parecía que por fin la formación volvía a coloarse y partiriamos pronto, así que volví a montar a Orgullo y me coloqué en posición.

"Espero que no haya más rabietas infantiles. No me apetece pasarme la misión rodeado de barullo y menos tener que preocuparme porque mi propio escuadrón pueda ponerse a atacar al resto."

El Hiena miró a Mentiroso de arriba abajo. Su mediocre representación no le había valido comentario alguno de quienes podían haberle escuchado, ni tampoco de Ponzoña, que se limitó a escupir al suelo con desprecio. Su atención pronto fue desviada por las palabras de Lengua Negra. Rastrojo manejaría el carromato de la quinta. Pronto comenzarían su viaje. Dio un rápido trago al odre y dio unos pasos hacia adelante y hacia atrás, deseando empezar ya.

Rastrojo se acerca a un gesto de Lengua Negra y se sube al carro. Mucho mejor que andar, dónde va a a parar. Sin sabañones, uñeros ni callos al terminar el día.

A pesar de lo mal que le cae al mestizo la Quinta, le dedica una amplia sonrisa. Después le toca un mechón del pelo a la mujer con los dedos para acercárselo a la nariz y olerlo. No tarda nada en volver a soltar el mechón, coger las riendas y mirar al frente fijamente.

Khadesa sigue ensimismada, aunque no lo suficiente como para no darse cuenta del gesto de Rastrojo. Muy seria, no exactamente ofendida, sino casi solemne, retira la cabeza atrás para soltar el mechón de pelo que el chamán está oliendo.

No habla, simplemente intercambia una mirada con Sicofante, a un lado del carro. Y luego mira al otro lado, donde está Caracabra. Y hace un gesto de agradecimiento, al verle concentrado en su protección.

Sacorroto vio como el tipo feo de la cresta lanzó un escupitajo al suelo. Debía ser la costumbre en esos pueblo por lo que había visto. En su tierra eso era un signo de mal educación pero en fin, no estaba en su tierra. Por lo tanto tragó saliva y escupió la mayor cantidad de babas que pudo. Tras ello sonrió al que se hacía llamar Odio. Pudo observar que el carro estaba otra vez allí. El guerrero de los labios gordos estaba vigilándolo y se situó delante de él como impidiéndole el paso. Desde luego que no hacía falta, ya había captado la primera vez que no se debía acercar.

Abrió los ojos como platos cuando vio que todos se estaban montando en los caballos. Se iban de allí y el hombre de la coleta le había hecho signos para que él también fuera. De repente se dio cuenta de algo y gritó para que todos lo pudieran oir: - COSAS. YO. - Y corrió hacia dentro otra vez. Tenía que coger su equipo, si no lo hacía estaría acabado. Además tenía a su mula allí dentro.

Sicofante mira la aptitud de Rastrojo y luego intercambia la mirada con la pitonisa. No le había gustado la actitud del chaman. Tras esto acelera su caballo para ponerse en pos de donde se encuentra montado Rastrojo. 

No vuelvas hacer eso- dice, tras escupir al suelo. No le presta mucha mas atención, mas quería que supiese que no iba a tolerar mas gestos de esos.

Mentiroso ocupó su lugar ignorando a Ponzoña. Además, su actuación no le había salido tan bien como hubiera deseado, así que era mejor no insistir.

Una vez más se comprobó el equipo: lanza, daga, armadura... estaba lo más importante. A ver si «esos» que les iban a «sorprender» no llegaban a hacerlo.

Centinela, Odio y Sabandija miran pasar a Dedos, R'Gaa y Uro del Campamento principal al de instrucción.

Sacorroto corre hacia el Sur, pasando por la Puerta Interior, de vuelta al Campamento principal.

Poco rato después regresa portando su mochila, y se dispone a correr otra vez, esta vez hacia la Puerta Norte custodiada por Hermana, para recoger su mula.

Sacorroto viste ropas de buena calidad y porta una cota de mallas completa. De su cinturón de cuero de buena calidad penden vainas con una espada larga y una daga enjoyada. A la espalda lleva una mochila llena de cosas. Porta un escudo pesado de buen acero embrazado al brazo izquierdo. En el dedo índice de la mano derecha lleva un grueso anillo con sello. Parece de oro macizo.

- "¡Lengüetazo! El Teniente me ha ordenado que te cambie a Escarabajo por mi mejor hombre. No pienso cederte a Piojillo, pues es mi segundo al mando. Tendrás que conformarte con Sacorroto, con lo que me quedo sin jefe para mi tercera escuadra y tercer turno de guardia. Piojillo y yo tendremos trabajo extra dirigiendo esa escuadra.

¡Estarás contento! Te llevas a los mejores y me dejas a mí con los tarados, los incontrolables y los tullidos." -

Rastrojo se dirigió a Sicofante tratando de que viera lo que había pasado desde su punto de vista.

Inaonekana kwangu kwamba yeye akasikia ya nguvu ya kiroho na alitaka...

Al ver que el jinete le ignora, cesa en sus explicaciones. Se gira hacia la pitonisa y le dedica un gesto de hombros encogidos. Después retoma la posción: las manos a las riendas y la vista al frente.

Después de acompañar a Uro a refrescarse en el pozo del campamento se encaminaron hacia la puerta del campamento de Instrucción para reunirse con sus compañeros. Al pasar por la puerta saludó fugazmente a Centinela, ignorando las poco disimuladas miradas de Odio.

Al llegar con sus compañeros se acercó a Lengua Negra.

-Señor, hemos llevado al herido a la tienda de la Segunda Pitonisa. Nos ha ordenado que volviesemos aquí. Podemos volver a nuestras posiciones? - esperó la respuesta de su superior lanza y pellejo de agua en mano.

Campaña llevaba ya un rato en su posición. Estaba aburrido de esperar y se entretenía haciendo dibujitos con el pie en la arena. De vez en cuando echaba una mirada al bulto y después volvía a su tarea. No estaba dibujando nada en concreto, sencillamente pasaba el rato.

Se estaba hurgando la nariz cuando vio aparecer a su primo Cochinillo, que al parecer tenía asuntos que tratar con Lengua Negra. Cuando terminaron de hablar y Cochinillo se disponía a volver al campamento principal, Campaña levantó la mano para saludarle. Hacía ya tiempo que no hablaba con él, y era su primo favorito, así pasaría el rato entretenido con sus tonterías.

El corpulento Cazador de Cabezas volvía con paso cansino del Campamento Principal. Había recuperado ya todos sus enseres, incluido brazal y escudo, y daba los últimos ajustes a la sencilla correa de cuero que aferraba su machete al muslo izquierdo.

Finalmente el guerrero había echo caso a la sugerencia de R´GAA, y se había dado una vuelta por el pozo central para refrescarse abundantemente. Ya era la segunda vez en el día que los reclutas veían a URO completamente mojado de pies a cabezas, chorreando largos regueros de agua mientras se trasladaba de un lugar a otro del campamento. El salvaje parecía haber tenido un día bastante ajetreado.

Sin decir una sola palabra, sin hacer el más mínimo gesto, aprovechando que la renovada NUBE DISPERSA se ocupaba de la formalidad de comunicar los resultados de su misión a LENGUA NEGRA, el imponente guerrero se encaminó hacia la posición que le habían asignado, justo por delante del carro de la PITONISA.

Mientras se acercaba de nuevo al grupo reunido junto al vehículo, no pudo evitar echar una profunda mirada al que llamaban SACORROTO, que caminaba solo unos pasos por delante suyo. Había cruzado la Puerta Interior justo un momento antes, y parecía que iba a unirse a los “Hostigadores”, probablemente en reemplazo de ESCARABAJO. Teniendo en cuenta las bajas que habían sufrido hasta ahora, incluso sin haber salido aún del campamento, no era tan mala idea.

El muchacho se había mostrado algo lento de ideas durante la instrucción, pero tenía un equipo admirable. Tal vez había sido una especie de noble o algo así en su tierra natal. Pobre diablo. La Sangre Real no servía de mucho en la Compañía. Tendía a escaparse por las heridas justo como cualquier otra.

Los ojos de URO se centraron principalmente en una de las vainas que colgaban de la cintura del recluta, evaluando su factura. Parecía ser obra de grandes artesanos, como casi todo el resto del equipo que portaba su compañero. Tras compararla con el sencillo trozo de cuero que llevaba atado a su pierna, y que todavía debía ser probado en combate, el guerrero llegó a una rápida conclusión. A la vuelta de la expedición tenía que conseguir una de esas.
 

Había visto llegar al pequeño zagal, el mismo con el que había hablado días antes. Comencé a caminar hacia él creyendo que era a mí a quien buscaba pues pues teníamos una especie de trato por el que desde el día que nos conocimos no se había interesado. Aun así nada más llegar a mi altura pasó de largo

Me giré demasiado sorprendido como para decir algo para comprobar que a quien buscaba era a Khadesa.

- Ella no es una repugnante diablesa blanca, ¿eh?- murmuré molesto-. Quizá con un par de tetas y contoneándome lo suficiente para que se muevan obtendría más atención…

Mientras sonreía ante la divertida idea escuché lo que el rapaz tenía que decir, y tan pronto terminó lo dejé marchar sin mostrar mayor interés en él. Ya nos volveríamos a ver, estaba seguro. Además la Quinta tenía una representación que realizar.

Parecía haber entrado en una especie de trance, uno en el que había tenido la esperanza de que empezase a echar espumarajos. Eso sí que habría sido un verdadero golpe de efecto, algo que habría llamado la atención de todos, pero lamentablemente no ocurrió.

- R’gaa, espera, engancha a esa bestia al carro- le pedí señalando a mi mulo tan pronto preguntó por regresar a su puesto. Luego me giré hacia la pitonisa y tras unos segundos examinando los rasgos que la hacían resultar tan bella hablé-. Muy pocos comprenden la mente de un niño. Dime, ¿sigue en pie tu oferta del primer servicio gratis para mí?