-Gracias, Tarado -dijo Lengua Negra para luego dirigirse a Sabandija-. No te disculpes, pues no tienes razón para hacerlo. Una armadura estropeada es señal de que ha cumplido con su función y que quien la porta ha hecho cuanto tenía que hacer. Y no olvidéis una cosa. Sobreviviendo ganamos experiencia. Y llegará el día en que recordando nuestras debilidad e inexperiencia iniciales, nos riamos creyéndolo imposible. Habrán nuevos campamenteros, hombres y mujeres que ocuparán el lugar de los caídos, y es nuestro deber y obligación procurar que se formen cuanto antes y darles lo que nosotros no tuvimos. Un equipo con el que soportar los duros comienzos. Y respecto a la plata que necesitas, resérvala sin vergüenza alguna, Sabandija.
Díez monedas de plata, Derviche nunca ha tenido tanto en su vida. Después de coger la bolsa, las sacó y las miró, una a una, sin saber qué hacer con ellas. Sabía su uso, pero sus necesidades eran muchas, más de lo que esas monedas podían comprar, una tienda, una esterilla, una manta, una mochila donde guardar sus cosas. Sus dudas se esfumaron cuando Lengua Negra habló.
La Compañía le había dado todo lo necesario y ahora, organizados y con un jefe con más de dos dedos de frente, no parecía que les iba a ir peor, todo lo contrario. Se levantó y puso sus monedas al lado de las otras, sin ningún gesto que delatara sus sentimientos de confianza, solo un gruñido.
-Mi armadura necesita arreglos, dijo con voz seca. En cuanto a mis cimitarras, si mi cuerpo muere, que mi furia siga viva por medio de ellas, pero si el que las va a usar es un inútil, volveré del fondo de la tierra para arrancarle el corazón.
- Diez monedas de plata pasan de manos de Derviche al fondo común de los Campamenteros, en manos de Lengua Negra.
Plumilla asintió conforme. Claro que su armadura necesitaría que la revisaran... pero menos era no tenerla. Se adelantó con sus monedas de plata y las dejó con el resto, inclinando la cabeza con respeto hacia Lengua Negra. No había nada que añadir ni que replicar así que se retiró de nuevo, quedando tras el resto de sus compañeros, toqueteando la armadura casi distraída.
Sin pensármelo siquiera saco mi bolsa con las monedas obtenidas y se la acerco a Lengua Negra -Mis riquezas son las de los Campamenteros al igual que mis enemigos son los suyos. Tomad, y también esto para repararla-digo quitándome la armadura y mostrándole la rotura provocada por el hacha de Ikharus -esta herida fue realizada durante la batalla y creo que debemos hablar sobre ella. La Compañía está débil en estos momentos, debemos tener cuidado.
- Diez piezas de plata pasan de manos de Plumilla a las de Lengua Negra. Otras diez de las de Asesina a las de Lengua Negra. El líder de los Campamenteros las guarda en el fondo común de su Pelotón.
Manta sacó la bolsa que le había entregado Ansia de Dominio de su petate. Disponer de algo de plata, por primera vez en su vida, era un sensación extrañamente reconfortante, como si por fin tuviera todo lo que hubiera deseado alguna vez, y lo que nunca hubiera imaginado desear, al alcance de las manos. Sin embargo, él mejor que nadie sabía lo que había hecho Lengua Negra para conseguir equipar al pelotón, para aumentar sus posibilidades de sobrevivir a la batalla de Fuerte Chuda.
Se acercó al líder y le dio la bolsa, en cuyo interior las diez monedas tintineaban como cascabeles.
—¿Será suficiente con lo que nos ha dado el chondeloriano y el botín? —preguntó—. Aún tenemos tiempo para pagar las deudas, pero cuanto antes nos la quitemos de encima, mejor para todos.
Lengua Negra nos pide un sacrificio más, como si haber derramado nuestra propia sangre en la batalla no fuera suficiente. De haberlo sabido antes no me hubiera costado tanto desprenderme del pequeño saquito de monedas. Nada más tocó mi mano mi mente se puso a imaginar lo que podría comprar con ello...la codicia es un germen que crece rápido y se extiende como mala hierba. Sin embargo, reconozco que el líder de los campamenteros actuó bien planificando el combate, a pesar de que a mi apenas se me otorgó material alguno. No seré la única que ponga pegas para dar el dinero. Observo a Sabandija, que parece más con un pie en el otro mundo que en este. Su brazo tiene muy mal aspecto y desprende un olor que me hace arrugar la nariz. Hago de tripas corazón y tomo la bolsita que el KH´lata ha dejado caer delante suyo y la mia propia y se las acerco a Lengua Negra con cara de resignación. Antes he sacado una moneda de plata de la bosla de Sabandija y se la he puesto entre sus dedos del brazo bueno, dándole una palmadita de apoyo en la espalda.
Entrego las 9 monedas de Sabandija y las 10 de Perdida a Lengua Negra
Lombriz se acercó al lugar donde el resto había depositado sus monedas y echó las diez que había conseguido. Sin duda, le habrían venido bien para comprarse un escudo, pero ya estaba bastante mal visto por el resto como para negarse a entregarlas.
Echo las 10 monedas en el bote.
- Lengua Negra recibe más plata para el fondo de los Campamenteros: 10 piezas de Manta, 9 de Sabandija, 10 de Perdida, y 10 de Lombriz.
-Sí, Manta, habrá suficiente. Con lo que ya se ha puesto más lo obtenido del botín, hemos superado la deuda inicial. Estimo incluso que sobrará dinero como para que cada Campamentero, reclutas incluidos, dispongan de algunas platas para gastarlas como mejor les convenga. Aun así, hay Campamenteros que aún no se han pronunciado, ni hecho gesto alguno. De hecho, hay quien no ha reclamado plata a Ansia de Dominio. Los privilegios de tales hombres y mujeres, se verán mermados y no gozarán de ciertas prebendas.