Matagatos, yo estaba a tus órdenes en esa batalla. Ningun mandato diste en contra de que hiciera las cosas tal y como actué, tal y como actuaron el resto de miembros de la Compañía con arpeos. Me tratas de chamán o de guerrero según tu conveniencia. Si quieres reprocharme mi lugar en el campo de batalla, ¿no deberías devolverme mis prebendas como chamán?
¿Acaso Caratótem no es asesor del Capitán? Él se deja aconsejar por los magos y por los chamanes a partes iguales, y es la estructura con la que quiso que se formara el pelotón de Hostigadores. Pero a mí se me aparta de mi labor, se me aparta de las tomas de decisión y de las reuniones de los mandos, y mis funciones las desempeña tu hermana.
¿Porqué todos estáis contra mí? Guerreras amenazando a un moribundo... ¡Muy valiente! Pero si no habéis vendido vuestra carne, ¿a santo de qué escucho ese tintineo de monedas en vuestras bolsas? ¿Las habéis robado?
Un gruñido salio del lugar donde Derviche estaba tendida. Rastrojo se estaba pasando, mucho, demasiado. Ahora las llamaba ladronas. Sabía que, entre hermanos de capa, no estaría permitida la violencia. Además, ella solo era una campamentera. Tenía que vengarse, ¿pero cómo?
- El dinero nos lo dio Serpiente, si le das un beso en la mejilla, te da diez monedas, si se lo das en la boca, cincuenta monedas. Da igual si eres hombre o mujer... Si fuera tu, me daría prisa...
Sabía que él y la culebra se odiaban de muerte, si llegaba a darle un beso... La fanática sonrió con un gesto siniestro.
Pipo ha estado durmiendo todo el rato. Mucho mucho tiempo. Cuando se le abre un ojo, por fin, se mira la barriga con curiosidad, sin decir nada. Luego se queda mirando al techo de la tienda, como si intentara recordar algo, pero sin esforzarse mucho. Alguien menciona las monedas de plata.
De nuevo en silencio, sale de la tienda.
Cuando regresa, se pone a tocar la flauta suavito.
¡¿Lo has oído, Matagatos?! Derviche acaba de confesar que aceptó dinero a cambio de besos. ¿No es eso acaso una forma de prostitución? ¿No debería ser despojada con deshonores de su estatus de soldado y arrojada como un despojo a una charca de lodo infecto? La respuesta es sí.
Que serpiente andase falto de cariño y tuviese que pagar por ese tipo de cosas, era algo del todo comprensible. Su enfermedad cutánea le hace muy poco atractivo para cualquier otro ser vivo. ¿Quién querría besar su piel escamada? Además, tenía una personalidad despreciable que le hacía difícil flirtear con las muchachas. Rastrojo lo sabía porque también adolecía de esa tosquedad al hablar. Ambos eran desagradables en el trato.
- Si tu pagaste a una puta, porque te dio un beso, te ha engañado, chamán. Te ha cogido tus monedas y te ha dejado con las ganas... Los ojos le brillaban a la fanática, por el dolor, por la locura, por las ofensas... Lo que tienes es envidia, porque nosotras tenemos monedas y tu no... Mientras hablaba, movía la bolsa con las monedas para que Rastrijo pudiera escuchar claramente el sonido. No creo que a la Compañía le interesa deshacerse de mi, soy útil en las batallas, no me quedo dormida en las zanjas como otros...
Guepardo despertó y a duras penas pidió un poco de agua en un susurro. Antes de que alguien pudiera llevársela miró a su alrededor y comprendió: estaba en la tienda de los heridos. Estaba sudando, quizás tuviera fiebre, pero aún así intentó recordar la batalla. Poco a poco a su mente llegaron imágenes del ariete y de cómo había saltado dentro del fuerte junto a Pipo y a Sino. Ambos lucharon con bravura. Le pareció oir la flauta del moreno, por lo que lo creyó vivo. Sin embargo estaba seguro de que Sino no había podido sobrevivir, lo último que recordaba es cómo estaba enmedio de varios enemigos siendo atacado a la vez por todos ellos.
De pronto a su mente regresó el sueño que había tenido...más bien la pesadilla. De nuevo el águila que había visto -más que visto sentido como si fuera él- cuando fumó, había vuelto. Esta vez llegó un poco más lejos y llegó a su aldea. Algo había pasado allí, algo que no podía recordar, algo verdaderamente malo. Pese a no lograr ver nada si sintió el mal.
Raudo se giró a duras penas y llamó a Khadesa, la cual estaba ayudando allí. Se sentó en la cama y dijo: —Khadesa, Khadesa. Por favor ven. Tengo que hablarte.
La voz de Guepardo, entre otras, resonó en la cabeza de la Quinta. Se volvió hacia él, acababa de sentarse en la cama, aunque parecía aún muy débil pese a haber recuperado el conocimiento. Se acercó.
-Shhhh, quieto, quieto, descansa. Échate, estás herido. -Ella misma le dio a beber, sujetando una escudilla con agua fresca. -Has sufrido mucho, y además debes haber tenido algún mal sueño...
¿Cómo puedes insinuar que yo he acudido a las prostitutas del Campamento? Yo soy una persona... bueno, virtuosa. Sería un crímen imperdonable usar las ganancias de la Compañía para otra cosa que no fuese el bien común y la armonía con el mundo de los espíritus.
La mente de Rastrojo le traicionó y le vino a la cabeza la imagen de Elefanta. Es tan grande y tan poderosa... Con las pesadas caderas aferrándote contra el suelo... Aunque Rastrojo nunca ha sido su cliente. Prefiere quedarse con las ganas y tener la bolsa llena.
Ah... fantástico-ironizó-, mira lo que has conseguido... Por tu culpa ahora Guepardo ha despertado.
Como si no tuviese suficiente con tener que aturar a todos estos quejicas que no se callan ni debajo del agua.
Aaaaay... Me sigue doliendo...
Plumilla iba y venía entre los heridos que requerían su atención, la venda que tapaba su herida se había aflojado de tanto trajín entre ellos, procurando no entrometerse en las conversaciones de los heridos si bien opinaba que deberían guardar reposo y dejar la acritud para más tarde... otro día, otro mes... otro año.
Cuando terminó de cambiar unos vendajes se incorporó para acercarse a Sabandija que no hacía más que decir "ay"... hasta que Rastrojo también se quejó aunque, teniendo a Khadesa más cerca, lo mismo la pitonisa accedía a atenderle o a terminar con su sufrimiento. Lo mismo era.
-No te fuerces, Sabandija-dijo acuclillándose con una escudilla con agua y un paño humedecido.