Domingo 3 de Febrero de 1924
Un nuevo día amaneció en Bloomfield. Parecía que la tormenta por fin estaba amainando; y aunque los cielos seguían encapotados y el viento era fuerte y constante, la nieve era solo algo circunstancial.
Thomas fue el último en llegar a casa de Howard[1]. Durante el camino lamentaba que Eva no le hubiera podido decir nada más. Al parecer lo que pudo averiguar era que hasta su llegada al pueblo no había habido nadie que ofreciera servicios comos los suyos. Eso por otro lado era bueno para Eva, pues parecía que entre la alta sociedad había calado que su mujer fuera espiritista. Los ricos, además de mucho dinero tienen mucho tiempo libre y un nuevo entretenimiento siempre les gusta.
Meredith había preparado el desayuno para todos. Elisabeth se había llevado a los niños a casa de unos amigos del colegio, así que estarían tranquilos para planificar y decidir los siguientes movimientos. Todavía faltaban tres días para la elección del jurado y siete[2] para el día once. Día establecido para el inicio del Juicio...
Norman ya se había informado de los horarios de visita del sanatorio Manor Peak; y todavía disponía de un rato para poder compartir el desayuno con sus colegas y ver si alguien se uniría a él o si de nuevo todos se centrarían en diferentes cometidos...
Motivo: Climatología
Tirada: 1d10
Resultado: 2 [2]
Motivo: Desubrimientos Eva Brown
Tirada: 2d6
Resultado: 4(+1)=5 [2, 2]
[1] He puesto casa de Howard, pero si preferís despacho despacho. Así tenemos a Meredith aunque sea en esta escena.
[2] No hace falta que todos los días hagáis algo. Cuando creáis que ya no tenéis nada que hacer (si llega ese momento) pasaremos directamente a la siguiente parte :)
Os junto de nuevo para que decidáis siguiente movimientos...
P.D: Climatología (7). Hacer caso omiso de esto que es para mí.
—Como ya les he dicho —continuó Michael que llevaba un rato contando la historia del frutero y los símbolos—. Al parecer el señor White vio a alguien con esos extraños símbolos que llevaba el muchacho en el cuerpo. Creo que empieza tomar consistencia la hipótesis de un tercer actor involucrado en este asunto. ¿Qué os parece?
Dio un último sorbo al excelente café que había servido Meredith.
—¿Cuales son tus próximos planes Howard?
-Unos tipos encapuchados en el parque aquella noche, ya de por sí da mala espina. Pero es que lo del tatuaje idéntico al símbolo que había en el cuerpo definitivamente no deja lugar a dudas. O Cobb es inocente, o como poco no actuó solo. Tenemos que averiguar la identidad de esos misteriosos sujetos.
Norman se levantó y miró un momento por la ventana, distraído, como buscando en el exterior una revelación que le aclarara las ideas.
-Por mi parte he conseguido los horarios del sanatorio. Sigo teniendo un mal presentimiento sobre ese lugar.
—Encapuchados, símbolos esotéricos... Los padres del niño son gente de a pie, sin contactos. Llamadme conspiranoico pero si yo tuviera que realizar un ritual con un niño escogería uno cuyos padres no pudieran levantar cielo y tierra para encontrar a los culpables. Tengo claro que esto va más allá de Cobb. Apostaría mi alma a que es inocente.
Juegueteó con el café.
—Presentar esas pruebas nos va a echar encima a la policía. Sigo sin entender esa parte del puzzle. Sé que eres un gran investigador Thomas, y que Norman sabe patearse las calles. Pero ¿ningún policía supo sumar dos y dos? Hay otra cosa que me preocupa: ¿por qué dejaron ahí al niño? ¿a la vista de todos? Si yo fuera a hacer un ritual me desharía luego del cuerpo ¿no? ¿Tiene algún significado eso? ¿Qué lo hayan dejado ahí?
Se recostó en el sillón.
—Confieso que estoy desconcertado pero como mínimo veo un patrón en este asunto: un ritual de algún tipo. Mi intención es visitar la biblioteca de Bloomfield y buscar en la hemeroteca si hay alguna referencia a algo similar. Me parece buena idea tu visita al sanatorio Norman. Intenta averiguar si hay alguien que hable de temas que tengan que ver con satanismo o que hayan pertenecido a sectas en la zona. Todavía estamos dando palos de ciego pero tenemos tiempo. Sean quienes sean los que han hecho esto tengo la sensación de que creen encontrarse por encima de la ley.
Luego se volvió hacia su mujer:
—Cariño... sé que piensas que esto es un deja vû de lo sucedido en Nueva York pero creo que estamos haciendo lo correcto. Pero me da miedo siquiera pedirte ayuda... Mira: no te quiero mezclar en esto pero creo que tú eres la persona más adecuada. Necesito que alguien hable con la madre del niño fallecido. Otra madre que pueda empatizar con ella. Quiero saber si antes de que el niño desapareciera notaron algo raro, alguien que merodease por allí, incluso si el chaval tenía algo especial que debamos tener en cuenta. ¿Por qué lo escogieron a él como víctima? Si voy yo se cerrará en banda, pero tú puedes jugar la carta de que a tu marido le tocó la defensa del monstruo y quieres saberlo todo. Sé que te pido mucho pero ¿podrías hacerlo?
Siempre le había tenido más miedo al mal genio de Meredith que al peor de los fiscales. ¡Y con motivo!
Michael meneaba la cabeza de lado a lado.
—No, Howard, cualquier policía capaz sabría hacer esa suma. Estos policías no quieren hacerlo por alguna razón. Lo que no se es cual es esa razón, pero me temo que puedan estar salpicados directamente.
Arrugó la nariz y volvió cogió una de las pastas que estaban sobre la mesa. Tras unos instantes volvió a hablar.
—¿Qué te parece si vamos a entrevistarnos con los encargados de investigar el caso? Quizá en un cara a cara con ellos podamos deducir algo.
-Bien, yo aprovecharé para hacer una visita al sanatorio. No sé lo que averiguaré, pero por lo menos podré echar un vistazo a las instalaciones y personal.
Al día siguiente se volvieron a reunir, esta vez en casa de los Hanson. Meredith no terminaba de compartir las dudas de su marido acerca de la inocencia de aquel mendigo y la noche anterior se lo había dejado bien claro. Pero este desagrado en ningún momento fue obstáculo para comportarse como la perfecta anfitriona frente a sus invitados.
Se sentó a la mesa junto a ellos y escuchó la conversación, tratando de no mostrar el interés que realmente sentía. Y entonces Howard se dirigió a ella. Cuidando y midiendo sus palabras, sabiendo que la reacción de Meredith podía no ser precisamente amable.
Por un instante, apenas una milésima de segundo, el rostro de la enfermera mostró su enfado ante la desfachatez de la petición de su marido. Fue muy rápido, la mujer se cuido mucho de mostrar su furia delante de unos invitados y ofrecer un escándalo, pero el abogado tuvo bien claro que aquella noche posiblemente la tendría que pasar en el sofá.
¿De verdad se atrevía a pedirla, delante de sus amigos, que fuera ella a hablar con la familia del pobre niño? ¿Que se enfrentara al dolor de una madre y la interrogara acerca de los hábitos de su hijo asesinado y la sugiriera que el acusado posiblemente fuera inocente? ¿Que no pudiera cerrar con este doloroso episodio de su vida y despedirse de su pequeño?
La cara de Meredith se giró hacia Howard dispuesta a contestarle. Una sonrisa radiante parecía mostrar un buen carácter y un estupendo humor, pero sus ojos… ¡Ay, sus ojos! Dos cuchillos fríos como témpanos perforaban al bueno del abogado, dejándole claro que acababa de sobrepasar ciertos límites.
Entonces abrió la boca para responderle.
– Por supuesto, cariño. Cuenta con ello. Hare lo que este en mano para ayudaros.
—Gracias cariño. Sabía que podía contar contigo.
Ni se le ocurrió cruzar la mirada. Como si fuera la Medusa sabía que si lo hacía estaría perdido. Sólo le quedaba la esperanza de que aquí a la noche la cosa se calmase un poco. Y de acordarse de comprar un buen ramo de flores. No le iba a salvar pero suavizaría el inevitable encontronazo al final del día. Las flores eran algo así como un escudo: sabes que no paran cañonazos pero cuentas con que ablanden al enemigo.
—Tu plan me parece bueno Thomas. La hemeroteca no se escapará de donde está pero quiero saber el motivo de tanta prisa. Si voy contigo tus preguntas tendrán más peso y no podrán buscar subterfugios para no responder. Después de todo ¡ellos fueron los que me pidieron que me hiciera cargo del caso! No es culpa mía que les haya estallado en la cara.
Domingo 3 de Febrero de 1924 - 14:00
Tras una mañana más o menos fructífera, volvéis a juntaros de nuevo. Esta vez el lugar era una cafetería cerca de la casa de Howard; pues los niños ya habían vuelto y no procedía hablar de un caso así delante de ellos.
Norman fue el último en llegar, puesto que el autobús tardó un buen rato desde que lo recogió del sanatorio. Mientras tanto, Michael había recordado algo de lo que se enteró casi el mismo día que llegó a la ciudad.[1] Al finalizar la jornada, muchos polis se reunían en el Mullholand; un local ubicado en el nº 5 de la Calle Basset, en el distrito comercial de Turner Falls. Por lo que sabía era un garito regentado por un antiguo inspector del departamento llamado Tyler Ferguson; y dispone de una zona exclusiva para miembros del cuerpo donde se les sirve de forma discreta alguna copa de alcohol (a pesar de la prohibición).
Meredit y Howard afrontaban el reencuentro después de la fría despedida de la mañana cuando Norman abrió la puerta del local y se unió a sus compañeros...
[1] Resultado de la tirada de ingenio de éxito
Tan pronto llegó al local, Norman preguntó intrigado a sus compañeros sobre qué nueva información habían obtenido. Escuchó atentamente sus relatos, y a continuación expuso su incursión en Manor Peak.
-Sé que es una locura porque mis sospechas sobre este lugar puede que sean infundadas, pero está decidido. Ahora trabajaré en el sanatorio, y trataré de meter las narices en todo lo que pueda. Si no consigo nada, al menos puede que me venga bien este cambio de aires.
Norman sonrió con resignación.
-Dicho esto, contad conmigo para ayudaros en lo que pueda cuando no esté trabajando.
Director: Edito mensaje para quitar negritas.
—Si las cosas van por esos derroteros, Norman, tus ojos y tus oídos dentro del sanatorio pueden sernos de mucha utilidad —dijo Michale complaciente—. Yo, por mi parte, creo que esta noche iré a echar un vistazo al Mullholand, a ver si tengo suerte de encontrarme con ese Keegan. Estoy seguro de que su compañero le ha cerrado la boca de alguna manera. ¿No crees Howard?
Meredith permaneció bastante callada durante el encuentro. Tenía poco que informar, puesto que su tarea había salido nefastamente mal. No solo no había logrado nada de información, sino que además había importunado a dos pobres padres que estaban pasando por unos momentos terribles y solo querían terminar su martirio viendo al menos al asesino colgando de una soga.
No, decididamente no había salido nada bien y ella se encontraba a disgusto. Algo que su marido, quien la conocía bien, no tardo en comprobar.
Fue escueta en su relato y explicó además como había hablado con unos niños, para ponerles sobre aviso de ese hombre con los extraños tatuajes y para pedirles que fueran a informar a Howard, si algún día le veían pasar por aquella calle. Además, aseguró que haría lo que pudiera, para meter entre rejas al criminal que había acabado con la vida del pequeño. Se lo debía a sus padres.
Escuchó atenta al resto. Sobre todo a lo que tenía que decir su marido.
Pues eso. Haciendo bulto.
—A la conclusión que hemos llegado es que esta investigación ha sido una chapuza. Viendo lo tenso que estaba uno de los detectives quiero creer que es más por ineptitud y prisas que por otra cosa, pero no entiendo el origen de las prisas. La alarma social no se solucionará con un falso culpable si hay posibilidades de que el asesino siga suelto.
Se encogió de hombros esquivando la mirada de su mujer. La tensión de estos días estaba pasando factura a su matrimonio:
—Creo, casi con total seguridad, que Cobs es inocente.
Luego se volvió hacia Norman:
—Lo que te voy a pedir es un poco... off the record. Necesito que le aprietes las clavijas a uno de los detectives: Keegan. Sabe algo pero tiene miedo a decirlo. No voy a lograr sacarle esa información por las buenas así que necesito alguien con otro estilo de interrogatorio. ¿Cómo lo ves?
No era la primera vez que Morgan usaba métodos poco ortodoxos en sus casos. Había aprendido muchas cosas en su relación con la mafia en Nueva York.
Norman sonrió. Esas palabras le resultaban muy familiares.
-Está bien. Si tenéis su dirección, mañana por la tarde me pasaré por su domicilio.