Partida Rol por web

Norman fue el primero en llegar. No había tenido demasiado que hablar con aquel tipo, y prefirió comentar con el resto lo de Manor Peak antes de hacer nada. 

El restaurante rezumaba Italia desde la misma entrada. El olor a pizza y pasta llenaba un par de números a cada lado, y un caballero con acento italiano comenzaba a invitar a los ciudadanos que paseaban por la zona a entrar a disfrutar de sus deliciosos bocados....

Norman se aseguró de buscar un asiento con su espalda resguardada y donde tuviese una buena vista del entorno. Cuando llegaron todos y expuso sus sospechas sobre Manor Peak, observó a Meredith unos segundos. Ella era enfermera, y quizá tuviera algo que opinar al respecto. Además, puede que su profesión les ayudase si decidían investigar el sanatorio y al doctor Marcus Landy.

Mientras todos estos pensamientos danzaban en su cabeza, Norman no dejaba de estar alerta sobre lo que sucedía alrededor. No quería sorpresas inesperadas en un lugar como aquel. Por otro lado, estaba seguro de que la comida sería buenísima.

Howard entró acompañado de Meredith. Saludó a los otros y dejó que el metre los llevase a una mesa en el reservado. Les puso al día de lo que le había contado el barrendero que, en el fondo, no había sido gran cosa. Y esperó que los demás hubieran tenido más suerte.

Howard pasó a recogerla al hospital para llevarla a comer. Meredith estaba segura de que quería compensarla por haber aceptado la defensa del asesino que tenía en ascuas a los ciudadanos de Bloomfield.

Cuando el abogado la explicó los motivos reales de la comida a la que acudían y dejo caer sus dudas acerca de la culpabilidad del vagabundo, Meredith estuvo a punto de explotar. Si no lo hizo, fue por el miedo a provocar un accidente de tráfico en aquella compulsiva marea de coches.

– Howard Philipp Miles. –comenzó alzando algo la voz, la cual temblaba de rabia, algo que Howard no paso por alto. Pero no continuó. Lo dejó ahí.

Ahora que volvían a ganarse una posición en la sociedad de Bloomfield, de nuevo el azar parecía querer jugarles una mala pasada. Meredith pensaba en sus hijos, en como estos iban a ser perseguidos, vejados e incluso zurrados en la escuela, por que su padre defendía al asesino de niños.

Pero la enfermera conocía a su marido y sabía que, si éste dudaba de la implicación de Cobb en este caso, seguro que tenía motivos firmes para ello. Su yo interno quería que todo aquello acabara cuanto antes, con aquel hombre yendo al cadalso, y poder volver a dormir tranquila, sin tener que preocuparse por la seguridad de sus dos hijos. Por otro lado, su sentido de la justicia no la permitía dejar que un inocente pagara con su vida por el crimen de otro.

Durante el resto del trayecto no volvió a intercambiar una palabra con Howard. Escuchó atenta, pero no mostró ningún tipo de reacción. Entró en el local con un gesto en el rostro que podría helar el mismísimo infierno y dejó que el metre los llevara hasta un reservado donde podrían hablar todos con calma. Meredith se limitó a dar un seco apretón de manos a los dos hombres que los esperaban, permitió que su marido la liberara del abrigo y la ayudara a sentarse.

Escuchó en silencio lo que los hombres tenían que decir. No parecía dispuesta a participar en la conversación de manera activa, sin que fuera interpelada a ello.

—En realidad Howard —continuó Michael cuando el metre dispuso el primer plato—, empiezo a pensar que ese Cobb no está tan implicado en el caso como todo el mundo parece esforzarse en que creamos. En el hospital no parecen tan seguros de ese hecho.

Frente a Meredith se encontraba la libreta donde Michael había transcrito el informe de la autopsia y los símbolos sobre el cuerpo del muchacho.

—No se qué te parece Meredith. No está claro cuando se hicieron esos dibujos pero... —ladeo la cabeza mirando a Howard—, tú has hablado con ese hombre, Howard, ¿le crees capaz de tal cosa? Me hubiera gustado hablar con el frutero pero se me ha echado el tiempo encima.

Se limpió la boca con la blanquísima servilleta y miró a Eva Brown, que se había sentado junto a él.

—Querida, estaba pensando en buscar algún círculo esotérico en esta ciudad donde poder preguntar sobre las marcas del niño. No se si te ha dado tiempo a asentarte y empezar a moverte en esos círculos. Por otro lado, ¿qué te parecen esos dibujos sobre la piel del niño? Parecen trazos demasiado perfectos como para ser casuales, ¿no te parece?

Eva se había sentado al lado de Michael, y aunque conocía al resto y habían logrado una cierta amistad, no le gustaba inmiscuirse en sus asuntos si no era requerida para ello. Por ello se mantuvo en silencio cuando la conversación se torno hacia el caso que estaban llevando.

Solo fue cuando su pareja sacó el tema del esoterismo preguntándole a ella directamente que tomó parte.

- Por ahora solo me estoy haciendo un nombre. Algunos ricachones vienen a que les lea el futuro, a que contacte con sus seres queridos ya fallecidos. Pero poco más. Si quieres puede intentar averiguar algo, aunque es un lugar pequeño y aburrido. Temo que mi futuro sea contentar con mentiras y cuentos a viejos y amas de casa. - 

Eva entonces miró con cierto disgusto las fotos. Agarró con fuerza la servilleta y enseguida retiró la vista de las mismas negando con la cabeza. Bebió corto trago de vino espumoso y finalmente contestó.

- No lo creo - Dijo dando la vuelta a la foto y dejándola boca abajo - Es como si... como si hubieran querido escribir algo sobre el... sobre su cuerpo. - 

Aunque no estaba de humor y por lo tanto no tenía realmente demasiado interés por intervenir en las pesquisas de los hombres, cuando Michael la pasó el informe de la autopsia arrastrándolo con la mano por encima de la mesa, Meredith lo abrió por pura curiosidad profesional y femenina y echó un vistazo a la imagen que mostraba las heridas del menor. Al mismo instante cerró la carpeta con un sonoro golpe y se tapó la boca con la mano.

– ¡Dios mio! –Fue todo lo que pudo decir en ese momento.

Trabajando como enfermera durante la guerra había visto auténticas atrocidades y sabía que el ser humano era capaz de los más viles actos. Pero aquello se lo habían hecho a una criatura inocente y era de una crueldad inhumana.

No pudo contenerse aún más.

– Por todos los santos, ¿qué os hace creer que no es culpable? ¿El hecho de que defienda lo contrario? Ha estado en la guerra, ha pasado una temporada en un manicomio y toma drogas o alcohol. Ese hombre esta desquiciado y lo más seguro es que ni siquiera recuerde realmente lo que ha hecho o ha dejado de hacer. ¿Quién sabe de lo que es capaz cuando al caer la noche le visiten sus demonios personales y esté totalmente borracho?

Sacudió la cabeza sin terminar de comprender por que Howard y sus amigotes podían siquiera poner en duda algo que parecía estar tan claro como el agua.

– De acuerdo. Le echaré un vistazo a esa autopsia si es lo que queréis. A ver si así logró que cambies vuestra opinión y comprendáis que ese hombre es el asesino y será mejor que sea ajusticiado cuanto antes.

Y diciendo esto, tomo el informe de manos de Eva.

—No, por favor, Meredith. No estoy diciendo que ese tipo no sea culpable. Solo digo que quizá no deberíamos entrar en el juego que nos proponen y, por tanto, no dar por sentado que ese tipo es culpable.

Se aclaró la voz bebiendo del vaso de vino.

—Si te fijas en el informe dice que la causa de la muerte es la pérdida de sangre por una incisión en la ingle derecha que secciona la arteria femoral. Pero según cuenta Howard, el barrendero no habló en ningún momento que el lugar donde encontró al niño estuviera lleno de sangre. ¿Le preguntaste esto, Howard? Esta tarde hablaré con el frutero y, dado que él también estuvo en el lugar donde encontraron al niño, debe saberlo igualmente. El abrigo de Cobb estaba manchado de abundante sangre pero, ¿creéis que es posible absorber toda la sangre de un cuerpo con un abrigo y no dejar ningún rastro en el suelo? —negó con la cabeza—. Si podemos confirmar que el lugar estaba limpio de sangre, me temo que tendríamos que concluir que el asesinato se produjo en otro lugar y que, de alguna forma, el asesino trasladó el cuerpo hasta el banco donde dormía Cobb. ¿Qué clase de estúpido trae un cuerpo muerto hasta su lugar habitual de descanso?

Carraspeó un instante dejando que Meredith y los demás reposaran sus palabras.

—Además, en la autopsia también dice que el cuerpo del muchacho estaba atado. ¿Encontraron el cuerpo atado también? En caso contrario, ¿que creéis que significa? Probablemente el asesino ató al pequeño para hacer esos dibujos lo cual me parece extraño dado que las líneas son demasiado perfectas para haberlas hecho en un cuerpo con vida, ¿no creéis? Como ves, querida Meredith, hay indicadores que son confusos y me parece muy atrevido cargar la culpa sobre Cobb sin más.

– Un crio de ese tamaño y peso no puede haber tenido mucho más de un litro de sangre¹. –respondió a los comentarios de Michael, haciendo alarde de los conocimientos adquiridos por su trabajo–. No sé qué tipo de abrigo llevaba ese Cobb, pero esa cantidad de líquido bien podía haber sido absorbida. Además, os asombraría la fuerza que son capaz de desarrollar algunos hombres bajo los efectos de ciertos estupefacientes, en un estado de éxtasis.

Negó enérgicamente con la cabeza.

– Si vuestras pruebas para confiar en su inocencia se basan únicamente en estos puntos, no podréis convencer a ningún jurado de este mundo.

Dijo esto último mirando a su marido, quien seguro que ya sabía todo eso. Pero Meredith confiaba en el abogado, y había aprendido a respetar sus corazonadas. Si Howard creía que el vagabundo había sido elegido como chivo expiatorio, ella sabía que posiblemente tendría razón.

Con un suspiro y un tono restaurador, trató de aportar algo que pudiera ayudar a aclarar la duda que aún planeaba sobre sus cabezas.

– Pongamos que el tal Cobb es el asesino y que la sangre del abrigo es la del niño, entonces debería de haber también rastros de sangre en otras prendas del vagabundo. ¿Es así, cariño? Por qué, si no es así, las pruebas contra él son muy débiles. Con el frio que hace debería de llevar puesto el abrigo todo el rato y parte de la sangre debería de haber pasado a la camisa o el pantalón.

El camarero pasó y preguntó por la comida, rellenó las copas vacíos y se interesó por si alguien quería alguna cosa más. Al abrir la puerta del reservado pudisteis ver que el local se estaba comenzando a llenar. Norman quizá intentara ver algo relacionado con los integrantes de la mafia, pero no parecía que hubiera nadie a la vista, o nadie que él conociera al menos.

—No voy a descartar nada con respecto a mi cliente pero créeme querida: no tiene pinta de ser capaz de hacer esto. Sin embargo ha confesado que no recuerda nada de lo sucedido en los últimos días y se refiere a un sueño en el que luchaba contra un monstruo. Inicialmente pensé que en su delirio hubiera confundido al niño con su atacante y la cosa se habría ido de madre pero... no puede ser. Cuerdas, signos, un corte concreto para causar la muerta. Todo esto apunta a una ritualidad que creo que está más allá de lo que mi cliente puede abarcar.

Mientras cortaba la carne contestó a Michael:

—Nadie mencionó esa cantidad de sangre en el lugar. Y se habría dado cuenta porque el barrendero mencionó que la hierba alrededor estaba aplastada como si el niño se hubiera movido. Pero tenía que estar muerto. Si no lo mataron allí mismo, y creo estar seguro por el tema de las cuerdas y la falta de sangre que no lo hicieron, eso quiere decir que o bien alguien movió el cadáver para aplastar la hierba de alrededor o... no sé ¿puede tener espasmos un cadáver sin sangre?— la pregunta iba dirigida a Meredith —El caso es que nada de esto me encaja con un simple maníaco que quiera matar a un inocente. Hay algo mucho más siniestro. ¿Soy al único que le sorprende la velocidad con la que han querido deshacerse del problema? Está claro que la gente quiere un culpable pero incluso dejando de lado la idea de que a nadie le importe que un mendigo inocente pueda pagar por un crimen tan atroz ¿ni la policía ni las autoridades se han parado a sopesar la idea de que el verdadero asesino esté libre?

—Ahí está la clave, querido amigo —respondió casi con la boca llena cuando Howard habló de la prisa por cerrar el caso—. Parece que un sector de la ciudad tiene demasiada prisa por cerrar el caso. En el hospital, el personal casi se ofendió cuando di por sentado que el mendigo era culpable.

Se limpió la boca nuevamente y continuó hablando ya con la boca completamente vacía.

—Esos comportamientos son sospechosos y, casi siempre, relacionados con personas que tienen algo que ocultar. Y eso es lo que creo, Howard, que Cobb está tratando de usarse para ocultar algo mucho más grave. Quizá, después de todo, este caso sea más interesante de lo que parecía. Ardo en deseos de hablar con ese frutero y obtener las pruebas de sangre. Es remoto que nos acepten eso como prueba pero el doctor Weird me dijo que tendría que declarar en el juicio, dado que él fue quien realizó la autopsia. Espero que, en caso de que las pruebas nos aporten algo, a él si le escuchen.

»Y por cierto Meredith, es útil saber la cantidad de sangre que puede tener un cuerpo de un niño. Gracias. Pero aún así, ¿no te parece extraño que ni siquiera una gota de sangre cayera sobre la nieve? Cualquiera que encontrara el cuerpo tendría que ver esa mancha de sangre... o eso, o el abrigo de Cobb es extremadamente absorbente —sonrió—. Estoy convencido de que, quien quiera que matase al muchacho, no lo hizo en ese parque.

Norman escuchó atentamente las elucubraciones de sus compañeros.

-Personalmente, no sé si ese tipo es culpable o no, pero lo que comentáis sobre la ausencia de sangre en el lugar o en otras ropas de Cobb no deja lugar a dudas de que efectivamente no murió allí. Me he abierto una ceja en la lona en más de una ocasión y eso ha salpicado como el demonio. Y hablo sólo de una ceja, y no todo lo que han hecho a este pobre muchacho... 

Norman hizo una pausa pensativo.

-También sigo convencido de que hay algo turbio en Manor Peak, y puede que esté relacionado con todo esto. Si Cobb no es culpable y se trata de un chivo expiatorio, puede que lo eligieran al azar, o puede que no, y que tenga algo que ver que estuviese ingresado allí. Mientras preguntáis al frutero podría acercarme a la biblioteca y consultar el archivo de periódicos en busca de alguna noticia sobre el sanatorio.

– Imposible. –respondió a la pregunta de Howard–. Sin sangre recorriendo su cuerpo, los músculos no pueden moverse. Ni voluntaria, ni involuntariamente. Nada de espasmos. Aunque…

Quedó un momento pensativa antes de continuar.

– Dicen que, aplicando electricidad a un cuerpo muerto, se puede lograr reacciones musculares. Pero esto no tiene sentido en este caso. ¿Quién iba a transportar un generador eléctrico a un parque en mitad de la noche para hacer que el cuerpo de un niño sufra espasmos?

Después del disgusto que se había llevado aquella noche y más aún tras haber echado un vistazo a la autopsia¹ del pequeño, a Meredith se le había pasado el hambre. Así que simplemente se dedicaba a jugar con el tenedor, moviendo las verduras en el plato, haciendo círculos con ellas.

– Pero es que precisamente eso es lo que no cuadra, ¿no crees, Michael? Si ese abrigo es del mendigo y él es inocente, entonces alguien lo ha manchado de sangre. De mucha sangre. Además de quien, la pregunta entonces sería cuándo. ¿Cuando empaparon el abrigo de sangre?²

Se llevó una vaina a la boca. Más por distracción que por apetito real. Cuando terminó de tragar, terminó de exponer sus dudas.

– Si mancharon el abrigo de sangre en el parque, mientras él dormía, entonces también debería de haber alguna mancha de sangre en el suelo y en su ropa. Debería de haber goteado. Eso quiere decir que la sangre del abrigo ya estaba lo suficientemente seca como para dejar un rastro en la nieve, al llegar éste al banco donde encontraron al señor Cobb descansando.

No tenía sentido. Lo mirara como lo mirara, Meredith seguía viendo al mendigo envuelto en aquel asesinato.

– ¿Y si además de estar drogado no hubiera actuado solo? –Dejó caer como posible explicación, sin tenerlas todas consigo.

La comida seguía discurriendo con toda la normalidad que era posible con la conversación actual. Meredith no solo había perdido el apetito, parecía bastante reacia a aceptar la posible inocencia de aquel vagabundo...

Michael sería el primero en irse, movido por las prisas para interrogar al frutero y que no se escapara de nuevo. Norman ya había pensado en revisar algo de información sobre Manor Peak, pero no encontraría nada relevante. Su aparición fue a los pocos años de que la ciudad comenzara a crecer y fue empleado tanto de hospital para enfermos terminales como sanatorio mental. A parte de eso no hay noticias en la prensa reseñables...

Los postres llegaron, brillantes tartas de chocolate, culant, bolas de helado. Lo cierto es que tenían una buena variedad de ellos...

—Esta tarde iré a reunirme con el fiscal y el juez para ver que es lo que tiene pensado pedir la fiscalía. Presupongo la pena capital pero me gustaría dejar caer mis inquietudes, sin alarmarlos, para ver que cuentan. Recordemos que inicialmente dijimos que estaríamos dispuestos a colaborar para que ese hombre cumpliera la sentencia... y si estuviera convencido de su culpabilidad así lo haría.— esquivó la mirada de Meredith —Pero tengo el presentimiento... No, más bien tengo la certeza de que hay algo que se nos escapa. Demasiadas prisas. ¿Por qué?

—Esa es una estupenda pregunta amigo Howard —dijo mientras le ofrecía un cigarrillo—. Me temo que hay cierto sector de la ciudad que tiene prisa por tapar este caso. Estoy elaborando una lista con esos nombres, los que tienen prisa. Sospecho que puedan estar implicados de algún modo.

Acabado el cigarrillo y el postre Michael se levantó.

—Os veo luego. ¿Quieres vernos esta noche Howard o nos vemos mañana por la mañana? —preguntó antes de marchar.

Poco a poco la comida fue tornando a su final. Michael se levantó y se fue a ver al frutero. Howard al juzgado para tratar de averiguar algo acerca de como iba el proceso. ¿Que harían Meredith y Norman?