Hanna había seguido a la pareja en silencio hasta la biblioteca, la maga siempre prefería escuchar primero antes de actuar o hablar, pero aquella confesión era suficiente escucha. ¡Qué ciego! ¿Quién da poder sin pedir nada a cambio? ¿Quién que esconde su identidad puede ser de confianza?
Suspiró hondamente llevándose la mano a la frente. Antes de hablar, calmó su enfado pensando que, aunque había perdido a una amiga, Kanizhar había perdido mucho más... que no podía ser conzcientemente, y desde luego se le veía afectado. Solo habia sido un incauto cometiendo una tontería con resultados fatales.
Claro que era Urdimbre Sombría, Dijo algo más tranquila sin levantar la vista del suelo Deniria debía haberlo descubierto, y tal vez pensó que te habías convertido o algo similar.
Le miró con una mirada dura que intentaba suavizar.
Excelente idea confiar en un desconocido antes que en tu propia madre, Kanizhar. Excelente idea.
Apretó los dedos para sacar la rabia por alguna parte.
¿Sabes en qué puedes estar metido? No creo que los Sharinos vayan a olvidar esto si creen que les debes algo, eso sin contar que puede que al usar esos conjuros estés venerando directa o indirectamente a la Dama de la Pérdida. ¿Y ahora qué? ¿Qué piensas hacer?
+250 px a cada uno por interpretación y avance de trama.
Immué aguardará la respuesta de Khani a lo que acaba de decir Hanna.
La pesada respiración de Kanizhar se aceleraba tras cada palabra que pronunciaba Hanna. Aún no se sentía capaz de alzar la cabeza, embargado por la vergüenza como se encontraba. La verdad teñía cada palabra de la muchacha, y su creciente furia e indignación no pasaron desapercibidas a la percepción del clérigo, que sólo le hacían sumirse más y más en la desesperación. A ese paso, se quedaría totalmente solo, y por los indicios, tal vez hasta sería perseguido. A causa de reflejos paranoides, comenzó a idear un plan de escape de aquel templo. Le sería difícil derribar a Hanna para abrirse paso con sus escasas fuerzas, pero estaba seguro de que no se rendiría aunque le costase la vida.
Suspiró hondamente, intentando relajarse y dejando fluir esos pensamientos, para al final olvidarlos. Todos intentaban solucionar el repentino problema, y su sangre no sería necesaria. En todo caso, él era el cebo, por lo que, por el momento, estaría a salvo. Pero mientras Kanizhar buscaba un descanso mental, Hanna no hacía más que abrumarlo con reproches y sermones, que crecían en hostilidad. Pronto, la muchacha pronunció las palabras adecuadas para desatar unas ganas incontenibles de responder en el muchacho.
-¡Me importa un bledo la Dama de la Pérdida!- gritó, levantándose de su asiento con brusquedad y tirándolo al suelo en el camino. -¿Eso es en todo lo que piensan? ¡Los dioses aquello, los dioses lo otro! ¡Lo único que hacen es jugar con nosotros como si fuéramos muñecas de trapo!- Desde aquella mañana, en Kanizhar despertaban nuevas fuerzas. Uno hubiese creído que el dolor le habría sumido en una depresión, siendo una persona tan pasiva, pero resultó ser lo contrario. La furia gobernaba sobre su razón, y sentía una sed de venganza incomparable a los sentimientos intrascendentes que había alcanzado durante su vida.
El clérigo respiraba rápidamente, demasiado quizás. Su cara estaba enrojecida, tanto por la vergüenza como por la ira, y gruesas gotas de sudor le surcaban la frente. Su rostro no se relajó, aún al darse cuenta de su exabrupto, pero se reacomodó en su asiento lentamente. Volvió a su posición inicial, con la cabeza gacha observando las losas del suelo y las manos cruzadas con los brazos apoyados en las rodillas, como si jamás se hubiera levantado a lanzar improperios en contra de seres superiores, o inferiores, dependiendo de quien lo viese.
-Pienso atrapar a quien hizo esto- dijo, aunque sin aclarar bien si se refería a su madre o a su oscuro maestro, aunque probablemente se trataran de lo mismo. -Y le daré su merecido, sin misericordia- aclaró, con la timidez habitual. Al parecer, no había delineado ningún plan que no descansara sobre los débiles pilares que Immué podía proporcionarle.
Al ver a Kanizhar encendiéndose, Hanna tuvo que contener sus brazos cruzados, y cuando comenzó a soltar improperios hacia ellas y sobre los dioses, de no ser una persona sensata habría dado un bofetón al sacerdote de... quién-sabe-qué.
¿Ahora la culpa es de los dioses? ¡Si hubieras hecho caso a Deniria esto no habría pasado! Has sido tú quien ha coqueteado con la Urdimbre Sombría, Kanizhar!
Ella misma se habia dado cuenta que seguir por ahí no llevaría a nada bueno. Cogió muchísimo aire y lo contuvo, contando internamente hasta que tras unos segundos se había calmado bastante. En ese tiempo, Kanizhar también se habia estado relajando.
Hanna dejó ir el aire lentamente y su pecho se desinfló mientras se acariciaba la sien.
Los dioses no juegan con nosotros, pero si ignoramos a los que nos quieren bien, acabaremos... en el mal camino.
Suspiró mirándole.
No sé qué pensarás tú, pero en esto veo dos responsables: Ese sharino, y tú. A él hay que cazarlo como la alimaña asquerosa que es, y tú verás lo que quieres hacer, pero para honrar la memoria de mi amiga, de tu madre... lo menos que podrías hacer es tratar de redimirte.
Se acercó a él, ya más tranquila, y se acuclilló. Abandona ese camino o la oscuridad te matará o consumirá. Y conocí bien a Deniria: No creo que quisiera eso para su hijo. De nuevo cogió aire, aunque su expresión estaba lejos de estar relajada. Y si quieres, yo puedo ayudarte.
Control
Kanizhar apretó la mandíbula con fuerza ante la respuesta de Hanna, que resultó tan ferviente como la suya. A medida que su cabeza se iba enfriando, comprendía que sus estallidos de ira reprimida no le servirían de nada en un momento como ese. Tal vez más tarde podría tomar alguna de las espadas de su padre y golpear un tronco alejado de la Ciudad, pero lo que necesitaba era frialdad. Después de tantos años de reclusión y represión, ¿por qué habría de fallarle ahora su voluntad?
El clérigo inspiró profundamente. Hubiera mandado a volar a Hanna, y hasta pedido que se quitara del camino para así poder oír a Immué, pero, por suerte o designio, imperó la razón. Si se enfrentaba sólo contra lo que fuese que quería destruir, seguramente terminaría mal parado, por decir poco. -Bien- dijo con voz ronca. Luego carraspeó. -Aceptaré tu ayuda con gusto- contestó, ignorando el primer pedido de Hanna.
Pero no me detendré por nada en los Reinos, pensó, sabiamente omitiendo expresar eso en voz alta. Tarde o temprano, encontraremos una bifurcación en el camino.
-Lamento mi... exabrupto, fue...- balbuceó, volviendo a la tranquilidad y timidez característica de su extraño ser. -Immué- dijo, mirando a la mujer a los pies, para luego alzar la mirada hasta sus ojos. -¿Hay algo más que crea importante?-
—Por los Siete Hechizos Secretos de Mystra, bajad la voz. Los dos —siseó Immué—. ¿Queréis que esto llegue a los oídos curiosos de la gente que deambula por el templo por el velatorio de Deniria?
La maestra de novicios bufó, y ordenó a Hanna que buscara un asiento y se sentara junto a ellos. La sacerdotisa escrutaba el rostro de Kanizhar mientras este tenía la mirada clavada en el pavimento de la habitación.
—Es cierto lo que dice Hanna. Los secretos y los engaños son muy frecuentes en la Iglesia de Dama de la Pérdida. Lo que nos has relatado cuadra perfectamente con la actuación de un sharino. Pero hay algo que me preocupa: un sharino jamás desvela un secreto a menos que piense que puede sacar algo a cambio. Y la Urdimbre Sombría es el mayor de sus secretos. Te negaste a formar parte de la Iglesia y, sin embargo, te dejaron con vida. Hijo... te están utilizando por algún motivo. Eres un virote cargado en una ballesta, y lo sucede a nuestro alrededor está accionando el gatillo. Lo que hemos de preguntarnos es ¿hacia dónde apunta?
Las palabras de Immué fueron interrumpidas por el sonido de unos pasos. La Servidora del Misterio dejó de hablar hasta que el sonido de los pasos se perdieron.
—Es un asunto muy complejo, y hay muchas variables a considerar. Es posible que sea tu antiguo maestro quien provocara de un modo u otro el suicidio de Deniria. O puede que no. Mientras no tengamos pruebas de que ambas cosas están relacionadas no conviene cegarnos a otras posibilidades. Aún no hemos descubierto por qué sangró por la oreja después de muerta. O por qué tienen tanto interés los sharinos en alguien que naciera con la capacidad de utilizar la Urdimbre Sombría, pues es obvio que esa es la razón de tu incapacidad para tocar la Urdimbre de Mystra. ¿Tiene relación con el hecho de que de vez en cuando fallen los conjuros de Urdimbre convencional? —Immué se encogió de hombros.
Kanizhar gana la dote gratuita: Magia de Urdimbre Sombría (Shadow Weave Magic, Player's Guide to Faerûn, p. 43). Tienes un +1 a la CD en todos los conjuros de la escuela de encantamiento, ilusión y nigromancia. También tienes un +1 a tu Nivel de Lanzador para superar la resistencia mágica cuando lances hechizos de esas escuelas. Por contra, tu Nivel de Lanzador para conjuros de evocación o transmutación se reduce en 1, salvo que tengan el descriptor "oscuridad", caso en el que los lanzas normalmente. No puedes lanzar ningún conjuro con el descriptor "luz", ni puedes invocar ningún efecto de luz en objeto mágico si su activación es por finalización o desencadenante de conjuro.
Es buen momento para que Kani ate cabos de por qué no era capaz de lanzar algo tan simple como un conjuro de luz (que es lo primero que tratan de enseñar a cualquier adepto).
También puedes elegir ya tus dominios entre: cavernario, mal, saber y oscuridad.
¡Espero que te haya gustado la sorpresa que tenía preparada para ti y cómo estaba enlazada en la trama!
Kanizhar oyó con atención, a pesar de que sus sentidos estaban algo turbados por las emociones. Pero aquello era demasiado importante como para ser ignorado, o siquiera tomado a la ligera. Las palabras de Immué resultaban ser muy reveladoras, tal vez demasiado. Se preguntaba si, por el bien de todo aquello que le rodeaba, no hubiera sido mejor velar a su madre y superar su pérdida. Dejar de lado las pistas y la verdad escondida detrás de un velo oscuro.
No. Aún ignorando la presencia de los asesinos de mi madre, habrían venido por mí. Para buscar lo que tanto desean...
El clérigo asentía, aún en una postura agazapada pero no tan tensa. -Así que... Urdimbre Sombría- repitió, evocando lo increíble. -He leído bastante sobre ella. ¿Quién hubiera creído que algún día tendría la capacidad de explotarla?- inquirió, demostrando que para él era una herramienta más para alcanzar su nada modesto objetivo. -Je- asomó una sonrisa en su rostro. -Ahora entiendo como es que mi madre no conseguía enseñarme a iluminar una simple habitación a oscuras. Supongo que los sharinos se llevarán una desagradable sorpresa cuando el virote se dispare en dirección contraria- agregó, imaginando el día que les haría pagar.
-Respecto a la Urdimbre... pues no se tanto como para desvelar sus secretos, obviamente. Pero usted lo ha dicho, Immué. Existe una razón por la que los sharinos decidieron meterse con mi familia. Sinceramente, no creo en las coincidencias, no en este momento. Por eso mismo creo que deberíamos actuar cuanto antes. Hay que... descubrir quienes están detrás de esto y golpearlos cuando menos lo esperen- dijo, con la emoción de un estratega. -Estoy seguro de que no sólo me buscaban a mí. De hecho, estoy bastante convencido de que planean arrasar con toda la Ciudad, como es común del culto, ¿cierto? Entonces, este no pudo haber sido su único movimiento. Deben haber estado haciendo de las suyas en otro lugar. Immué, ¿usted no habrá oído de sucesos extraños últimamente, verdad?- inquirió el clérigo, dejando el semblante taciturno de lado. Kanizhar enfrió los nervios como pudo, y comenzó su ardua labor de encontrar a los culpables.
Immué negó suavemente con la cabeza.
—No que yo sepa —la anciana gimió y se levantó del asiento trabajosamente—. Debería regresar a mis quehaceres. Y vosotros también. Empezarán a sospechar si tardamos mucho y recordad que una de las responsables puede estar entre estos muros. Mantened los ojos abiertos, hijos.
La Servidora del Misterio se marchó de la habitación.
Immué no sabe lo del ataque a las cuadras porque se ha tirado toda la mañana sin salir del templo. Como os comenté, podéis acceder a ello automáticamente cuando haya un grupito de gente delante. Ya se empiezan a congregar muchos conocidos en el velatorio, así que allí podréis sacar el tema a colación si queréis.
O decirme cuál va a ser vuestro siguiente paso, claro.
Tirada: 1d20(+3)
Motivo: Inteligencia
Resultado: 2(+3)=5
Hanna siguió la conversación en silencio, le gustaba escuchar antes de hablar, y por hoy ya había tendio suficientes arranques. Ahora que estaba más calmada, volvía a escuchar primero y hablar después.
Espera... has dicho que no podías iluminar una habitación. Quizá hubo algún... error de base. El primer conjuro que se aprende es el truco de Luz, así que a lo mejor no es completamente impermeable a la Urdimbre, solo ha de aprender empezando con otro tipo de conjuro... que no sea de Evocación ni de Luz. Tal vez Evocación no se le de bien, o simplemente tenga dificultades con conjuros de luz o... Miró a Kanizhar Qué sé yo. Pero dudo que Mystra niegue la Urdimbre así como así. Tan solo se la niega a contadas personas en todo Faerûn, que se sepa, y han tenido que esforzarse mucho en darle un uso terriblemente malo.
Sacudió la cabeza.
Cogeremos a esos tipos, Kanizhar. Y espero que honres a tu madre siguiendo el camino de la Dama de los Misterios, en lugar de dejarte consumir por la desesperación y el odio... que supongo que si has leído mucho sobre la Urdimbre Sombría, ya sabes a donde llevará.
Y no voy a permitir que Deniria se retuerza en su tumba por ver a su hijo corrompido por Shar.
Miró a los ojos al clérigo.
Deberíamos movernos, hacer averiguaciones... y creo que tengo una o dos ideas que nos encaminan bien, pro cierto.
Se despidió educadamente de Immué y salió seria y pensativa... ahora no estaba de mucho humor. Tampoco es que lo estuviera habitualmente, de todas formas.
Por tercera vez en lo que iba de día, Ivelios remontó las escaleras que accedían a la Casa de Mystra. Empezaba a aparecer gente en el templo de la Dama de los Misterios. El elfo pudo ver alguna personas con el rostro compungido (amigos o familiares). Otros, no obstante, parecían simplemente ciudadanos ociosos que no tuvieran nada mejor que hacer. Dispuesto a averiguar alguna cosa de utilidad, el mago se abrió camino en el gentío. Provenientes de la biblioteca venían Hanna y Kanizhar, susurrando entre ellos.
Por las palabras de Hanna, Kanizhar pudo presentir que estar a su lado sería bastante difícil, teniendo que oír los fervientes sermones cargados de moral y fe. El mundo había tenido su prueba de la existencia de seres superiores, no hace demasiados años, cuando estos caminaron sobre los Reinos causando estragos. Por eso, su problema no era creer, sino adorar tan ciegamente como el resto. Después de todo, hacía añares, había sido la misma iglesia de Mystra la que había decidido que él no estaba bien encaminado en la vida.
Hanna salió de la biblioteca rápidamente, y Kanizhar le siguió los pasos con pesadez. Comenzaba a sentirse incómodo, pero se tragó las molestias para así concentrarse. -¿Qué tienes en mente?- inquirió, alzando la vista cuando salieron al velorio una vez más. Muchos parecían estar allí para llorar a Deniria, pero el clérigo se molestó notablemente al notar a algunos paseantes por el lugar. Junto a esos paseantes se encontraba Ivelios, el elfo que habían conocido brevemente en la mañana.
¿Qué es lo que quiere este?, pensó, observándolo con cautela, con el objetivo de discernir sus intenciones.
Disculpen la demora, pero estos últimos días resultaron ser peores de lo que pensaba. Ahora estoy mucho más liberado. Gracias por la paciencia.
Volvemos a encontrarnos- dijo el joven elfo mientras se acercaba de nuevo hacia los dos clérigos- ¿que tal va todo por aquí?- preguntó, con cierta curiosidad. Quería averiguar algo más sobre el extraño caso de la clériga, pero no podía preguntar de manera directa. No sería lo adecuado.